DESPUÉS DE CHÁVEZ, ¿QUÉ?
Falleció el presidente Hugo Chávez, líder de un indiscutible protagonismo continental. La interpretación predominante de la Constitución Venezolana sostiene que en un lapso de 30 días consecutivos se deberá convocar a nuevas elecciones presidenciales.
¿Cómo impactarían los diferentes escenarios electorales venezolanos sobre la Argentina? Si gana Maduro, el candidato nominado por Chávez como su sucesor, hay que esperar fuertes continuidades. El actual vicepresidente interino fue Canciller, estuvo muy vinculado al ingreso de Venezuela al MERCOSUR, y no debería extrañar que haga de las relaciones internacionales con el Cono Sur un tema privilegiado de su futura gestión. Energía, transportes, integración regional, comercio exterior, títulos de la deuda y una fuerte gestualidad de alianza política forman parte de una agenda bilateral, últimamente "congelada" por la enfermedad de Chávez, pero que seguramente se revitalizará en una administración neochavista.
Diferente sería el caso de una poco probable, pero no imposible, victoria de la oposición venezolana, en manos de Capriles u otro candidato. Se trata de un escenario que nadie espera pero que, de darse, tendría un fuerte impacto. La política exterior de Caracas cambiaría sustancialmente, y el populismo latinoamericano viviría una fuerte derrota simbólica. Por eso, el kirchnerismo apoyará activamente al neochavismo en las próximas presidenciales, y el antikirchnerismo volverá a apostar por la oposición, como sucediera en los comicios de octubre pasado.
Una agenda densa, pero congelada
Atrapado en su enfrentamiento bifronte con el Estados Unidos de Bush y la Colombia de Uribe –los dos países que históricamente conformaron el “mundo exterior” de Venezuela-, a comienzos del siglo XXI Chávez salió al globo en busca de nuevos amigos. En América Latina, Chávez tejió relaciones bilaterales preferenciales con muchos países. Uno de ellos fue, sin dudas, la Argentina.
Se trata de dos países con intereses complementarios. La Argentina necesita energía y Venezuela, alimentos. En un comienzo, la Argentina buscaba financiamiento externo y Venezuela destinos financieros emergentes de alto rendimiento para invertir sus divisas y compensar su mercado de cambios –los bonos argentinos que compraba pagaban 15% en dólares. Ambos perseguían el objetivo de desempeñar un rol en la política regional. Todo ello, retroalimentado por un clima de identificación política entre los movimientos populistas latinoamericanos, selló una alianza entre ambos gobiernos. Potenciada por una trama interna, que también caracterizó a otros países cuyos gobiernos se hicieron amigos del Comandante: en Argentina, Uruguay y Paraguay, la “cuestión Chávez” enfrentó a oficialismos y oposiciones.
Como resultado de esta alianza, Venezuela se convirtió en un país importante para la Argentina. El comercio bilateral registró un crecimiento notable -del 23% sólo el último año-, y las inversiones venezolanas también crecieron -sobre todo, en el sector petrolero-. Se formó un fideicomiso bilateral que permite realizar operaciones comerciales sin utilizar divisas. La frecuencia de vuelos entre Buenos Aires y Caracas es muy alta, y Argentina se transformó en un proveedor privilegiado de alimentos de un país con gran demanda.
Estas importantes compras de alimentos argentinos se pactaron en el marco de la ruptura de las relaciones con Colombia en tiempos de Uribe. En la última etapa, gracias a la fluida relación entre Chávez y Santos, esta relación comercial se había recompuesto, lo que redundó en un menor grado de cumplimiento de las operaciones acordadas.
Un capítulo especial de la relación pasa por los esfuerzos argentinos para facilitar el ingreso de Venezuela al MERCOSUR. Argentina propuso e impulsó la aprobación del Mecanismo de Fortalecimiento Productivo, para apoyar la competitividad de las industrias regionales, y firmó con Caracas un Acuerdo de Complementación Económica para implementar el programa de liberalización comercial bilateral establecido en el Protocolo de Adhesión de Venezuela al bloque, otorgando preferencia absoluta para la totalidad de los productos venezolanos de origen.
Sin embargo, durante el último año y como consecuencia de las elecciones presidenciales y del deterioro de la salud de Chávez, la agenda entró en una suerte de congelamiento. La relación argentino-venezolana ha sido hasta ahora, esencialmente, de impronta presidencial, y el marco para el avance en la implementación de los convenios son las cumbres de alto nivel, con la presencia de los mandatarios. Al no haberse producido ningún encuentro durante todo 2012, tampoco hubo seguimiento ni nuevos desarrollos en buena parte de los temas de la agenda.
Tras la conmoción generada por la fallecimiento de la personalidad política central de la Venezuela contemporánea, y ante un nuevo capítulo electoral que será seguido del comienzo de una nueva administración, el congelamiento de una agenda bilateral fuertemente presidencialista se prolongará. Sería deseable, en ese sentido, que la Argentina y Venezuela logren poner en marcha mecanismos institucionales no tan dependientes del más alto nivel de decisión, para poder llevar a cabo sin restricciones la agenda común.
Falleció el presidente Hugo Chávez, líder de un indiscutible protagonismo continental. La interpretación predominante de la Constitución Venezolana sostiene que en un lapso de 30 días consecutivos se deberá convocar a nuevas elecciones presidenciales.
¿Cómo impactarían los diferentes escenarios electorales venezolanos sobre la Argentina? Si gana Maduro, el candidato nominado por Chávez como su sucesor, hay que esperar fuertes continuidades. El actual vicepresidente interino fue Canciller, estuvo muy vinculado al ingreso de Venezuela al MERCOSUR, y no debería extrañar que haga de las relaciones internacionales con el Cono Sur un tema privilegiado de su futura gestión. Energía, transportes, integración regional, comercio exterior, títulos de la deuda y una fuerte gestualidad de alianza política forman parte de una agenda bilateral, últimamente "congelada" por la enfermedad de Chávez, pero que seguramente se revitalizará en una administración neochavista.
Diferente sería el caso de una poco probable, pero no imposible, victoria de la oposición venezolana, en manos de Capriles u otro candidato. Se trata de un escenario que nadie espera pero que, de darse, tendría un fuerte impacto. La política exterior de Caracas cambiaría sustancialmente, y el populismo latinoamericano viviría una fuerte derrota simbólica. Por eso, el kirchnerismo apoyará activamente al neochavismo en las próximas presidenciales, y el antikirchnerismo volverá a apostar por la oposición, como sucediera en los comicios de octubre pasado.
Una agenda densa, pero congelada
Atrapado en su enfrentamiento bifronte con el Estados Unidos de Bush y la Colombia de Uribe –los dos países que históricamente conformaron el “mundo exterior” de Venezuela-, a comienzos del siglo XXI Chávez salió al globo en busca de nuevos amigos. En América Latina, Chávez tejió relaciones bilaterales preferenciales con muchos países. Uno de ellos fue, sin dudas, la Argentina.
Se trata de dos países con intereses complementarios. La Argentina necesita energía y Venezuela, alimentos. En un comienzo, la Argentina buscaba financiamiento externo y Venezuela destinos financieros emergentes de alto rendimiento para invertir sus divisas y compensar su mercado de cambios –los bonos argentinos que compraba pagaban 15% en dólares. Ambos perseguían el objetivo de desempeñar un rol en la política regional. Todo ello, retroalimentado por un clima de identificación política entre los movimientos populistas latinoamericanos, selló una alianza entre ambos gobiernos. Potenciada por una trama interna, que también caracterizó a otros países cuyos gobiernos se hicieron amigos del Comandante: en Argentina, Uruguay y Paraguay, la “cuestión Chávez” enfrentó a oficialismos y oposiciones.
Como resultado de esta alianza, Venezuela se convirtió en un país importante para la Argentina. El comercio bilateral registró un crecimiento notable -del 23% sólo el último año-, y las inversiones venezolanas también crecieron -sobre todo, en el sector petrolero-. Se formó un fideicomiso bilateral que permite realizar operaciones comerciales sin utilizar divisas. La frecuencia de vuelos entre Buenos Aires y Caracas es muy alta, y Argentina se transformó en un proveedor privilegiado de alimentos de un país con gran demanda.
Estas importantes compras de alimentos argentinos se pactaron en el marco de la ruptura de las relaciones con Colombia en tiempos de Uribe. En la última etapa, gracias a la fluida relación entre Chávez y Santos, esta relación comercial se había recompuesto, lo que redundó en un menor grado de cumplimiento de las operaciones acordadas.
Un capítulo especial de la relación pasa por los esfuerzos argentinos para facilitar el ingreso de Venezuela al MERCOSUR. Argentina propuso e impulsó la aprobación del Mecanismo de Fortalecimiento Productivo, para apoyar la competitividad de las industrias regionales, y firmó con Caracas un Acuerdo de Complementación Económica para implementar el programa de liberalización comercial bilateral establecido en el Protocolo de Adhesión de Venezuela al bloque, otorgando preferencia absoluta para la totalidad de los productos venezolanos de origen.
Sin embargo, durante el último año y como consecuencia de las elecciones presidenciales y del deterioro de la salud de Chávez, la agenda entró en una suerte de congelamiento. La relación argentino-venezolana ha sido hasta ahora, esencialmente, de impronta presidencial, y el marco para el avance en la implementación de los convenios son las cumbres de alto nivel, con la presencia de los mandatarios. Al no haberse producido ningún encuentro durante todo 2012, tampoco hubo seguimiento ni nuevos desarrollos en buena parte de los temas de la agenda.
Tras la conmoción generada por la fallecimiento de la personalidad política central de la Venezuela contemporánea, y ante un nuevo capítulo electoral que será seguido del comienzo de una nueva administración, el congelamiento de una agenda bilateral fuertemente presidencialista se prolongará. Sería deseable, en ese sentido, que la Argentina y Venezuela logren poner en marcha mecanismos institucionales no tan dependientes del más alto nivel de decisión, para poder llevar a cabo sin restricciones la agenda común.
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