En la revista Borradores que edita la Universidad Nacional de Río IV
en su ensayo sobre La trampa del sentido común, Hugo Daniel Aguilar
señala:
“... la configuración del sentido común es inherente a la
construcción social de la representación que llamamos ‘lo real’, ya que
en ese proceso se constituyen también una visión del mundo y una lectura
de lo que se considera como ‘lo correcto y lo verdadero, en un
determinado punto del tiempo histórico’.
Lo cual compromete no sólo una ‘descripción’ del mundo en tanto ‘lo
real’, sino una ‘valoración’ axiológica de ese mundo y los sujetos que
lo habitan...”.
En esta dirección de análisis para confrontar al Gobierno nacional y
todas sus iniciativas, los medios opositores, apoyados por el coro de
gurúes neoliberales y políticos que le son afines, han propalado esta
semana, con intensidad digna de mejores causas, la certeza del fracaso
del reciente acuerdo de precios bajo la falacia, convertida en “sentido
común” en las últimas décadas de “libre mercado” que afirma que “los
acuerdos de precios siempre fracasaron en nuestro país”.
Esta sentencia, que pretende describir una circunstancia
“objetivable” en el “mundo real”, no es más que una construcción
valorativa de aquellos que rechazan la intervención del Estado en la
economía en general y su capacidad de regulador de precios en
particular.
Sin embargo, a poco de revisar la historia reciente observamos que nada es más falaz que sostener el fracaso necesario de los acuerdos de precios. Revisemos los últimos tres grandes acuerdos llevados adelante por gobiernos peronistas.
Sin embargo, a poco de revisar la historia reciente observamos que nada es más falaz que sostener el fracaso necesario de los acuerdos de precios. Revisemos los últimos tres grandes acuerdos llevados adelante por gobiernos peronistas.
1. Año 1952. Las medidas de control o acuerdo de
precios que generó el gobierno justicialista lograron revertir la
situación, y la inflación pasó del 38% en 1952 al 4% en 1953 y cayó al
3,8% en el año 1954. Al mismo tiempo el nivel de actividad económica
aumentó y el PBI pasó de una caída del 6% en 1952 a un crecimiento del
5,4% en 1953.
Hacia 1954 el Producto Bruto Interno se ubicaba en 10% por sobre el
del año 1952, mientras que el incremento de precios había sido tan sólo
del 8% acumulado bianual, los salarios reales mantenían los niveles de
principios de la década y la participación de los trabajadores sobre la
renta fue la máxima en la historia nacional al punto que en 1954, el
registro fue del 50,1%, alcanzándose así el deseado fifty-fifty.
2. Año 1973. Con el regreso definitivo del General
Perón, el Pacto Social, que impulsara como principal medida de política
económica, supuso también acuerdo de precios, y fue tan eficaz que logró
bajar la inflación drásticamente del 100% existente, cuando iniciara el
gobierno de Cámpora, al 30% en sólo un año.
Nuevamente el control de precios sostenido políticamente por Perón
mientras vivió fue eficaz y logró junto a otras medidas del gobierno
popular que en el año 1974 la diferencia entre el 10% más rico y más
pobre de los perceptores de ingreso fuera de 12 veces (en el año 2002
tras el colapso de los experimentos neoliberales alcanzó las 32 veces) y
la participación de los trabajadores en el Producto alcanzó el 47,0%,
¡segundo récord histórico! (en 2002, de la mano de los libremercadistas
la participación de los trabajadores sobre el producto había caído al
17%).
3. Por último, llegamos al año 2006. La etapa más reciente de acuerdos de precios fue desplegada exitosamente por Néstor Kirchner, y supuso la muy oportuna eyección de Roberto Lavagna cuando en su último trimestre como ministro el rubro alimentos y bebidas proyectara una inflación anualizada de canasta de alimentos del 24,7%, lo que hubiera supuesto, por el lado del gasto de los hogares, 1,2 millones de indigentes más, ya que no existía en ese momento la Asignación Universal por Hijo como mecanismo compensador de ingreso.
3. Por último, llegamos al año 2006. La etapa más reciente de acuerdos de precios fue desplegada exitosamente por Néstor Kirchner, y supuso la muy oportuna eyección de Roberto Lavagna cuando en su último trimestre como ministro el rubro alimentos y bebidas proyectara una inflación anualizada de canasta de alimentos del 24,7%, lo que hubiera supuesto, por el lado del gasto de los hogares, 1,2 millones de indigentes más, ya que no existía en ese momento la Asignación Universal por Hijo como mecanismo compensador de ingreso.
El acuerdo de precios desplegado por Néstor Kirchner logró que la
suba de alimentos y bebidas en el año 2006 fuera del 4,9%, veinte puntos
por debajo de la pesada herencia dejada por Lavagna, que hoy dicta
cátedra sobre política antiinflacionaria.
Finalmente, como lo mostramos en esta columna, la afirmación que
supone a los acuerdos de precios un mecanismo destinado inexorablemente
al fracaso, no tiene sustento empírico y es fácilmente rebatible.
Se trata de una construcción sostenida hoy por los medios opositores
respaldados por el discurso de los gurúes neoliberales convertido en
“sentido común”, una trampa en la que caen una y otra vez aquellos que
rehuyendo a todo esfuerzo de comprensión repiten como loros y cotorras,
todos y todas, las tapas de los diarios y los zócalos de los noticieros
opositores. ¿No es una macana, estimados lectores de PERFIL?
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