Al caceroleo opositor del 13 de Setiembre transformado en pueblada incontenible por los medios tan opositores como los cacerolos, se suma ahora el intento de constituir el episodio de la Fragata Libertad - lamentable coletazo del neoliberalismo que gobernó los destinos del país hasta 2003 - , en poco menos que en una crisis de Estado y vil entrega del patrimonio nacional.
Todo muy burdo pero no por ello menos visible, más aún cuando el mismo hecho sirve de escenario a las pateticas disputas internas del oficialismo, tan menores ellas.
Todo muy burdo pero no por ello menos visible, más aún cuando el mismo hecho sirve de escenario a las pateticas disputas internas del oficialismo, tan menores ellas.
El primer aniversario de la reelección de Cristina Kirchner nos
recuerda que las condiciones políticas iniciales excepcionales de su
segundo mandato se fueron diluyendo, para ser reemplazadas por los
límites y los problemas de una agenda política más normal. El dato
insoslayable del 54% se conjuga con la acción de la oposición, los
problemas estructurales, los poderes fácticos, el desempeño de la
gestión y las incertidumbres de la contingencia.
El caso de la Fragata Libertad, retenida en Ghana por la decisión de
un juez -con el visto bueno del gobierno ghanés- que hizo lugar a las
demandas de los abogados del Argentine Task Force, es ilustrativo del
terreno sinuoso en que se mueve el gobierno en esta etapa.
No solo La retención de un buque de guerra va en contra del derecho
internacional: ya hay varios antecedentes, en los últimos 15 años, de
naves retenidas. El estado argentino, como tantos otros estados, tiene
conflictos y diferendos. No solo los reclamos compensatorios derivados
del default y la devaluación de la posconvertibilidad: estuvo en guerra
con Gran Bretaña, mantiene una disputa territorial en el Atlántico Sur, y
es uno de los países reclamantes del continente antártico. En suma: las
operaciones existen y suceden.
Pero lo inusual del caso de la Fragata no fue que haya sucedido, sino
que tome estado público. Y en la forma que lo tomó. Los principales
medios de comunicación, en lugar de actuar con prudencia en defensa del
interés del estado argentino, prefirieron informar abundantemente. A
ello hay que agregar que, en el seno del oficialismo, se plantearon
acusaciones cruzadas en busca del responsable, hasta que la propia
Presidenta tomó la voz. En otras circunstancias, este episodio
probablemente no hubiera visto la luz; la coyuntura, en esta
oportunidad, ofició -otra vez- de caja de resonancia.
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