La debilidad de la oposición no es buena para nadie. Todo el segmento
informado de la política está convencido de que la actual fragmentación
y asimetría del sistema de partidos, con un peronismo que oscila entre
el predominio y la hegemonía por un lado, y un no-peronismo representado
por varias fuerzas sin proyecto demostrado de crecimiento por el otro,
permanecerá inalterable en los próximos años.
Esta baja expectativa sobre la alternancia partidaria, al mismo
tiempo que diluye el eje gobierno - oposición, incrementa
inevitablemente las tensiones hacia el interior del gobierno. "La clave
de la política está adentro del oficialismo", escuchamos con frecuencia.
Y a medida que esto se constituye en línea analítica dominante, termina
sucediendo así. Es el resultado lógico de lo anterior, que hace que
tanto las miradas externas al oficialismo, como la de sus propios
dirigentes, aceleren sus tiempos y comportamientos.
Sin este mecanismo de expectativas, cuesta entender la dinámica de la
última semana, que parece tener -de acuerdo a este análisis que, como
decíamos, termina cumpliéndose por sí mismo- a una guerra fría entre la
Casa Rosada y Daniel Scioli como tema principal. La declaración
presidencial de Scioli, Mariotto, la Juan Domingo, la reforma
impositiva, la Cámpora, el realineamiento de intendentes y legisladores,
la respuesta de Aníbal Fernández, etc.: la información describe los
prolegómenos de una batalla campal, y sus propios protagonistas
comienzan a creerla.
Imaginemos, por el contrario, un escenario en el que protagonistas y
observadores de la política visualizan, o intuyen, una buena oferta
opositora para 2013 o 2015. Habría un fuerte interés en saber cómo
evolucionarían los proyectos opositores, y también una cierta
competencia entre ellos mismos por el posicionamiento. Paralelamente,
surgiría también una actitud observante en el oficialismo acerca de lo
que sucede en la oposición, que produciría el efecto de demorar el
diseño de estrategias y la exhibición de las propias cartas.
Todo ello no está. Quienes quieren entender la política o incidir en
ella, se concentran en donde parece haber movimiento. Las especulaciones
sobre la reforma + reelección CFK, los movimientos de Scioli, y el
aparente juego circundante del conjunto del pan-oficialismo que giraría
en torno a este también aparente eje ordenador de la realidad política
están sobrecargadas. Sin embargo, como muestra la historia, estos
mecanismos de profecía autocumplida funcionan como la ley de gravedad.
Sin tomar conciencia y distancia de esta dinámica, las tensiones se
espiralizan y toda brisita se convierte en tornado.
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