10/14/2011

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Recibimos este in teresante análisis de Julio Burdman sobre las novedades que comienzan a aparecer de cara a la transición hacia 2015 que queremos compartir.

Tras el fallecimiento de Néstor Kirchner, se produce una vacancia en el organigrama político del gobierno. El kirchnerismo, hasta entonces, contaba con dos figuras dominantes: la Presidenta y el ex Presidente. Ambos con estilos y hasta roles diferentes, ya que Néstor era el jefe político y operador principal del oficialismo, y Cristina era la jefa de Estado en ejercicio del liderazgo institucional y el poder electoral. Su ausencia, por tanto, generó un interrogante y una expectativa: se presumía que otro dirigente del oficialismo iba a sobresalir por encima del resto y ocupar una nueva función de “número 2” del gobierno.

Boudou, de todos los miembros del gabinete, es quien más ha crecido en los últimos tiempos. Fue nominado como candidato a Vicepresidente, la Presidenta le atribuyó la autoría intelectual de algunas de las decisiones más importantes del gobierno -es, probablemente, el único que recibió ese reconocimiento- y gradualmente, a partir de alianzas y la creación de un espacio propio, comienza a hacer sentir su influencia en la interna del oficialismo, que eventualmente se traducirá en apadrinamiento de funcionarios y candidatos.

También, Boudou viene desde hace un tiempo cultivando una imagen propia, simbolizada en su guitarra y sus mini-recitales, que llega a los jóvenes y a los nuevos votantes del kirchnerismo.

¿Nace el amadismo?

La pregunta, difícil de responder aún, sobre el aporte de Boudou al éxito electoral del kirchnerismo comienza a plantearse. Una característica que dificulta el cálculo es el hecho de que Boudou nunca fue candidato ni cuenta, por tanto, con un cursus honorum electoral propio. Desde esa situación acompaña a una mandataria que, contrariamente, se sostiene sobre una ya considerable cantidad de éxitos electorales acumulados.

De esta forma, la legitimidad de Boudou hasta ahora no proviene de la autonomía que podría conferirle un poder electoral sino, precisamente, de su pertenencia y lealtad al gobierno. En todos sus discursos e intervenciones públicas, Boudou comienza a hablar con citas a la Presidenta. No se autoatribuye, como otros economistas devenidos en políticos, éxitos personales; él se planta como un implementador de las decisiones que toma Cristina Kirchner. Tampoco cuenta Boudou con alianzas fuertes en el justicialismo territorial.

No obstante, ahora se proyectan nuevos campos en los que el ministro puede crecer política. La primera, la más inmediata y la que todos estarán observando en las próximas semanas, es su incidencia en la designación de funcionarios en el tercer gobierno K. Su opinión podría pesar en el nuevo ministerio de Economía y eventualmente en cargos a cubrir en Producción, Planificación, Banco Central y obras sociales. Luego, una prolongación natural del posible amadismo en el Ejecutivo sería en el partido y los distritos, apadrinando carreras y candidaturas políticas.

Hay un tercer campo, decisivo de esta hipótesis, que es el rol que Boudou vaya a asumir en la respuesta política que prepara la Argentina a la crisis económica mundial. La gestión macroeconómica requerirá decisiones fuertes para apuntalar el modelo, y ahí descubriremos qué lugar ocupará en la nueva mesa de comando. El amadismo, en definitiva, dependerá de su éxito y eficacia en la gestión por comenzar y del rol que sepa construir desde una función tan llena de potencialidad como de polémica, como es la vicepresidencia de la Nación.

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