8/09/2011

correr la coneja

Leemos: La celebración de San Cayetano, que no sólo se realiza cada 7 de agosto en la iglesia del patrono del pan y el trabajo en el barrio porteño de Liniers, sino también en parroquias de todo el país, fue la ocasión elegida por el obispo de Formosa, monseñor José Vicente Conejero Gallego, para considerar, en plena homilía, que los planes sociales conspiran contra la cultura del trabajo, calificándolos como “uno de los males argentinos”.

Más allá de que sabemos que no habla en nombre de la Iglesia que seguramente en su gran mayoría repudia los dichos de Juan Vicente Conejero, cierto es que el obispo de Formosa forma parte de una extraña escuela de la que políticos como Ernesto Sanz son abanderados.

Esta corriente de pensamiento paquidérmico, la indudable precariedad de los planes sociales se la atribuye al propio beneficiario, al que juzga sin más trámite como ciudadano de segunda, poco afecto al trabajo, sujeto de vicio y drogadicción y otros simpáticos calificativos que todos conocemos y pueblan cada tanto las crónicas periodísticas.

Que los planes sociales sean transitorios y constituyan una salida provisoria a situaciones de extrema privación, nada malo dice de los que lo reciben y mucho menos los impugna en su condición humana de plenitud.

Por ejemplo, la Asignación Universal por Hijo, la más importante política social desde la recuperación democrática que hizo descender a la mitad el número de ciudadanos con privación alimentaria, siendo una herramienta imprescindible es obvio que para el Gobierno Nacional es una medida transitoria y no una solución definitiva.

Sin embargo esa condición de temporalidad no le quita a la AUH volumen estratégico y mucho menos menoscaba a quién la recibe como sin dudas sugiere el noble purpurado Conejero, que para colmo de las paradojas, se nota que nunca corrió la coneja. Aunque, pensándolo bien, el buenazo de Juan Vicente es célibe, claro.

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