En exclusiva para Ramble el compañero Horacio Çaró describe la crisis interna de otro progresismo nacional , además del porteño, que se desmoronaría si hubiera voluntad política.
De todas maneras para contrarrestar la mala onda que le pone el reportero canalla a su análisis, les dejo el video de entrada que al decir de Barricada es un canto al cachondaje populista. Y vamos el compañero Antonito, cómo que no!!
Por imperio de una curiosa empatía entre el socialismo y los grandes medios santafesinos, en los últimos meses analistas, cronistas y noteros sólo se ocuparon de observar, cubrir y reportear casi con exclusividad los sacudones internos del Partido Justicialista en todas sus versiones. Así, se especuló con los pasos que daría el reutemismo rancio y de paladar negro; se asistió a los sinuosos movimientos dados por el PRObeidismo, se registraron escasamente las enigmáticas andanzas de la sociedad entre el kirchnerista Rafael Bielsa y el sindicalista Alberto Maguid, y se radiografió la dura –pero inapelable– encrucijada en la que el kirchnerismo de Agustín Rossi puso a los máximos referentes de una fuerza que siempre se reservó para sí la posesión y manipulación del peronómetro y estaba acostumbrada a correr a díscolos y dubitativos con la sola exhibición de marcha, bombo y estampitas de Perón y Evita.
Desde que ayer el PJ se dio a sí mismo una estrategia de unidad que pocos se animaban a firmar una semana antes, será cuestión de entrar con lupa y bien adentro en la espina dorsal del Frente Progresista, Cívico y Social, por cuyo interior la médula socialista se debate entre el tradicional consenso que escondía la interna bajo la alfombra, y el espectro de una ruptura producto de lógicas expectativas electorales. Mal que les pese a quienes no desean hablar de lo que pasa puertas adentro de la alianza que tiene como fuerzas mayoritarias al socialismo y al radicalismo, es hora de aproximarse a las capas tectónicas que se mueven en su seno con una violencia tan inusitada e inédita que amenaza devenir en terremoto y posterior tsunami.
El mismo día en que el PJ renovaba las esperanzas de disputar con chances reales la Gobernación santafesina, el presidente del Partido Socialista, también en la ciudad de Santa Fe, presentaba en sociedad su precandidatura a gobernador, resistida por Hermes Binner, quien intentó sin éxito imponer a su delfín Antonio Bonfatti, ministro de Gobierno y espada fiel del mandatario desde épocas remotas.
La resistencia a dicha postulación no fue sólo de Pechito Giustiniani. Ya antes el intendente rosarino Miguel Lifschitz anunció que se sentía con derecho a competir por el sillón del brigadier Estanislao López. Pero el FPCyS no tiene en su seno sólo a socialistas, y desde el lugar que nunca se esperó, llegó otra abuela parturienta, y así fue que el radical intendente de la capital patricia, Mario Barletta, ex rector de la Universidad Nacional del Litoral, cantó “Yo también”, y se armó la podrida en la alianza que no quiere que se la llame de esa forma, como si de ese modo pudiera disimularse o borrar del inconsciente colectivo lo cerca que Binner, Bonfatti, Giustiniani y Barletta estuvieron en las fotos de campaña y gestión que tuvieron como protagonista central a Fernando de la Rúa.
RESURRECCIONES
Un viejo dirigente radical rosarino decía que los comités de la UCR estaban siempre abiertos pero no siempre bregaban para el partido. Si en el horizonte no había casi nada por ganar, los punteros de esos comités ofrecían sus talentos a quienes garantizaran cargos y lugares en las listas que esas fuerzas con mayores expectativas llevaran a cada elección. “Pero –remataba el veterano referente– basta que aparezca una pequeña zanahoria delante del burro radical para que todos empiecen a trabajar como hormigas, primero para la interna, y luego para la general”.
Desde el último desastre radical, en diciembre de 2001, la primera resurrección partidaria que el radicalismo intuyó fue cuando Raúl Alfonsín dejó este mundo. Las expresiones de congoja de muchos porteños hicieron pensar a la dirigencia de la UCR que se podía volver.
Luego Julio César Cleto Cobos dobló su cerviz ante el poder agrogarca, y a partir de una traición bien disimulada por el otro poder, el de los medios hegemónicos, hizo vibrar de emoción al adormecido radicalismo, aunque es cierto que los más entusiastas con esta opción están situados bien a la derecha del alfonsinismo, que ya se ubica bastante a la derecha del actual gobierno, y del anterior.
El último soplo de renacimiento vino de la mano del clon de Raúl, Ricardo Alfonsín, prueba viviente de que ya hace décadas que la ciencia viene manipulando genes en busca de asombrosos parecidos físicos parentales. El hombre, encima, habla parecido y se ve que mira videos de papá, porque emula gestos que le eran caros y redituables al caudillo de Chascomús. Todavía no cruzó los brazos por encima del hombro, pero…
EN SANTA FE TAMBIÉN
La onda resurrección no sólo prendió a nivel nacional. En la provincia “Invencible” los herederos de Leandro Alem se reagruparon en derredor de cada una de las oportunidades que los medios y cierta opinión pública amplificada por aquellos creyó ver como la llave para un eventual retorno a las ligas mayores luego del descenso a Primera D en 2001.
Claro que más allá de la ilusión, es necesario contar con un candidato que pueda expresar en las urnas esas esperanzas. La UCR santafesina no tuvo que pensar mucho para darse cuenta que la Intendencia a cargo de Barletta podía ser un excelente trampolín desde el cual lanzar un postulante con expectativas reales de competir por la Gobernación.
Al principio, los socios socialistas –y también el peronismo– interpretaron que la movida no iría más allá de lo que el manual radical establece: se tensa la cuerda al máximo, y cuando ya se ve que no da para más, se negocian los cargos en un futuro gabinete, los lugares en las listas para la próxima elección, y las intendencias y comunas donde jugar a ganador. O perdedor, vaya uno a saber.
Y eso hasta Barletta debe haberlo sopesado, hasta que vio que empezaban a llegar los “cabezones” desde Buenos Aires, quienes bajaban una línea que excedía esa tradición de tira y afloje. Alfonsín, Sanz, Morales, todos dejaron en claro que para el Comité Nacional la UCR merecía que el postulante a encabezar la fórmula en este turno debía ser un radical, y que ese radical debía ser el jefe de gobierno de la capital provincial. Rápido de reflejos, Barletta habló con el puñado de representantes del “poder patricio” de Santa Fe, a quienes no les costó convencer de dos cuestiones caras a su tradición: no más gobernadores rosarinos, al menos por un tiempo prudencial, y que nada mejor que un santafesino para garantizar las obras y negocios que una capital como Santa Fe merece y necesita.
Así, desde el diario El Litoral, la Iglesia, los empresarios y comerciantes santafesinos, comenzaron a bancar al intendente, e hicieron algo más: disimularon con astucia la mediocre gestión municipal y potenciaron el relato de un administrador eficaz que puede conjugar tradición y modernidad.
Y así fue cómo se instaló la candidatura de Barletta, quien apenas puede disimular el regocijo que le causan los entretelones de la pelea Binner-Giustiniani. En privado, llega a vaticinar que entre el desgaste del socialismo por esa puja y el aceitado aparato territorial de la UCR, no es para nada descabellado ganarle la interna a los hombres de la rosa. Y algunos de éstos, también entre cuatro paredes de plomo, lo reconocen.
LA ALFOMBRA MÁGICA
Durante más de dos décadas, con la única excepción de la eyección de Héctor Cavallero del Olimpo Socialista Popular a causa de las “relaciones peligrosas” del ex intendente con el entorno de Carlos Menem y con el propio ex presidente, la fuerza fundada por Guillermo Estévez Boero supo camuflar las divisiones y barrer los diferendos escondiéndolos bajo la alfombra mágica que uno de sus máximos dirigentes, Rubén Giustiniani, supo mantener impoluta allí donde se ve.
Antes aún de la diáspora producida por la partida del Tigre, Pechito fue quien se cargó la mochila de la estrategia partidaria al hombro. Fue el dirigente que en 1995 supo que Binner estaba maduro para ganar la Intendencia de Rosario, quien descartó los impetuosos argumentos que al fin de ese mandato sostenían que el anestesista ya estaba para pelear la Gobernación, fue el arquitecto del armado de la Alianza del ’99 en Santa Fe, cuyo antecedente vernáculo fue la Alianza Santafesina, que diseñó junto al radical con quien mejor se entendió siempre, el ex rector de la Universidad Nacional de Rosario, Juan Carlos Millet, y fue quien advirtió a Binner que tras la traumática experiencia de 2001 era muy difícil ganar en 2003, cosa que finalmente ocurrió: Jorge Obeid se calzó por segunda vez la banda de gobernador.
Giustiniani también acertó cuando le dijo a Binner que 2007 sí era su momento, y fue el tozudo forjador de una pelea que al comenzar parecía una de esas carreras en las que el favorito decuplicaba al matungo en las apuestas: compitió con Carlos Reutemann por la senaduría nacional, y en el disco la diferencia con el ex piloto de Fórmula Uno no llegó al 1,5 %.
Pero, además, aquella puja lo hizo conocido en una provincia que no se termina en Rosario, la Vera Cruz y Rafaela, y ése es el argumento de peso con que hoy discute la estrategia de Binner. Hoy, con suerte, el nivel de conocimiento de Bonfatti a nivel provincial llega al 8 %, mientras que Giustiniani supera el 85 %.
Binner replica que así como levantando el brazo de Pechito logró que éste casi alcanzara al Lole, conseguirá ungir al Pelado como el segundo gobernador socialista de la historia. Giustiniani sonríe, y le recuerda lo que le costó que Lifschitz gane la Intendencia rosarina cuando Hermes aún era virgen y la tribuna de esa ciudad lo aclamaba hasta el paroxismo.
Pero lo que Giustiniani no dirá nunca –hasta los radicales eluden hacerlo– es que si Binner no pudo imponer su candidato siendo la figura que más mide en la política santafesina es porque no puede exhibir una gestión brillante. La medianía de sus políticas, el contraste entre la oferta de “Buenos Tiempos”, de la que abusó en campaña, con los magros resultados en áreas que por años el socialismo dijo que eran responsabilidad del peronismo más retrógrado, le impiden ponerse por encima de todos y bendecir sin interpelación alguna a su propio delfín. No hay otro secreto. Binner fracasó en su intento por mostrar cambios que hoy nadie ve.
Así las cosas, la unidad del peronismo es la peor noticia que pudo recibir Binner en los últimos tiempos. Y otra vez fue Giustiniani quien decodificó el novedoso escenario con más precisión. Mientras el binnerismo persistía en reclamar el consenso que evite la interna, Pechito, en su lanzamiento, proclamó: El peronismo unificado es nuestro enemigo, no el Frente Progresista”. Se vienen días interesantes en la política santafesina, qué duda cabe.
2 comentarios:
Muy buen analisis, lo único que me hace desconfiar de su veracidad, es la estabilidad emocional del fanático canalla, armaron un equipo para ganar la libertadores y jugar el mundial de Clubes, llenaron el gigante de Rodenas y videla con 50000 almas y no le pudieron hacer un gol a Defensa y Justicia
No se si desafina la chica del jingle o es que absolutamente ninguna parte de la letra cabe en la métrica de la música!!!!
Así no, así no!. Psssss
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