sobre el kirchenrismo y el progresismo

En nuestra reciente vista a Córdoba, continuamos reforzando la clásica tesis de Ramble sobre la proteñidad de la idea del kirchnerismo como progresismo superador del peronismo, su inexistencia real en los distritos a nivel nacional, lo desilusionante que supone esta hipótesis y, al mismo tiempo, los límites de la ideología progre a la hora de encarnarse en decisiones políticas.

Es más, creemos que esta coincidencia conceptual en disociar kirchnerismo de progresismo permitió finalmente el dialógo franco entre posiciones al interior del justicialismo diversas, como las que cada uno tenía en función del pasado reciente, en especial los jóvenes peronistas cordobeses.

Los efectos de la confusión del kirchnerismo como progresismo en términos políticos los vivimos con intensidad en Capital con el alineamiento de la fuerza tras la figura arrolladora de Aníbal Ibarra y en Córdoba con el apoyo a Luis Juez.

Nefastas decisiones que condujeron a la división y a la ausencia de políticas propias en cada uno de los distritos, cuyo final fue el muy bien 10 de Carlos Heller y el archipiélago de candidatos que hoy dispone la fuerza sin que (ay!) ninguno de ellos logre más de 10 puntos de valoración electoral.

Por otra parte, dentro de los grupos de jóvenes que militan en el espacio del PJ cordobés, alineados muchos (no todos) en el delasotismo, hay conciencia plena del vaciamiento de las estructuras del PJ que supuso la impronta noventista de administración técno burocrática del partido que, entre otros efectos, produjo el debilitamiento de la militancia territorial y la pérdida de presencia en los segmentos sociales más vulnerables donde hoy se despliega el juecismo con fuerza, en especial en el ámbito de Córdoba Capital y el Gran Córdoba que equivale al 42% de padrón electoral.

La aceptación del liderazgo de Cristina por parte de los jóvenes del peronismo cordobés es también un dato mayoritario, y, aun arrastrando una historia reciente de conflictividad notable debido al episodio de la 125, el ánimo de todos es superar esas divisiones y evitar, en conjunto, que el espacio del justicialismo vuelva a partirse y dé lugar a la aparición del arribismo progresista que, por citar casos recientes, ante la primera dificultad que enfrenta el Gobierno Nacional, caso la represión a los Tobas por la histórica policía brava de Gildo Insfrán, y los enfrentamiento de Villa Soldati por la impericia insoportable de la gestión Macri, ya cuestionan la figura de la misma Cristina, como responsable también ella, de estos episodios trágicos.

Cultura incapaz de pagar precio de la gestión, con un concepto de lealtad devaluado y sin vocación de mayorías, el progresismo es la veradera anomalía metropolitana del kirchnerismo y como tal debe ser pensado.

Otra cosas son, desde ya, los compañeros y compañeras que proviniendo de experiencias progresistas deciden acompañar el proceso que encabeza Cristina a cargo del gobierno y ejerciendo la jefatura del Justicialismo nacional, que por supuesto deberán tener el lugar que su capacidad, militancia y compromiso merecen en el espacio, respetando cada uno su identidad.

En este sentido, aun con gran participación de referentes progresistas en el espacio, sin embargo el kirchnerismo, de hecho, no es un progresismo más allá de la General Paz, pero tampoco debe serlo conceptual y comunicacionalmente.