1/01/2009

cómo ser un joven radical en los ochenta o una cosa por vez, estebitan

En el primer día del año, comentaremos un aspecto, el central para nosotros, del primer libro de Esteban Schmidt, The Palermo Manifesto, Emecé Cruz del Sur, 2008, 180 paginitas.

El costado complementario del texto, la sabrosa crítica a la patria consultora encarnada en la magnífica figura del gran oriental Manteca Di Napoli, persona de mi conocimiento, queda para un muy cercano segundo post. Conste en actas. Una cosa por vez.

Buenas Tardes. Quiero informarles que este primer libro de Esteban Schmidt es, entre otras cosas, el mejor intento de un verdadero joven ochentista de romper el silencio acerca de su propia práctica (práctica política, digamos) e intentar saldar el insoportable vacío -y sus efectos desoladores- que supone la ausencia de relato de aquellos que siendo realmente adolescentes y jóvenes -no los ya entonces tan institucionalizados como momificados coordinadores de Setúbal - creyeron en Raúl Alfonsín, su preámbulo, el saludito click!, David Ratto, el R.A. y, finalmente, dieron crédito a la repartija de salud, justicia y equidad en clave ya no populista sino, más o menos repubicana (tampoco la pavada que era el Gran Alfonso y no En Paz Estén Soros o Prat Gay, ojo).

Y Schmidt fue un verdadero joven ochentista, de clase media y, como es lógico, un joven de iniciática militancia radical. Nacido en 1967, se entiende perfectamente la justeza de esa opción en 1983, como jamás se hubiera entendido en 1973. Porque..., ¿qué motivos efectivamente existentes podía tener un cuasi púber de clase media interesado por la realpolitik, para no ser peronista en los inicios de los años setenta ? No vemos sinceramente por qué y cómo a los 16, 17 añitos y en medio del agite del año 73, el Perón vuelve, la guerrilla, Trelew, etc., un relativamente inquietito joven mass media, hubiera podido acompañar las polentosas propuestas del chino Balbín, el bisonte Allende o a la yunta brava de Coral-Ciaponni, por citar algunos casos emblemáticos que me vienen al buñuelo, aun golpeado por la Moño Azul .

Similar paralelismo, pero una década después, puede ser aplicado con relativa certeza: ¿Qué motivos valederos tenía un jovenzuelo avispado, adolescente de clase media , de nuevos dulces 16, 17 pirulos, ponéle, para no apoyar al novísmo y carismático Alfonso, y, peor aun, bancarse en cambio, la monserga matusalénica del peluquero de damas (Perón dixit) Ítalo Luder, Herminio y al tan ininteligible como admirado Loro, agitando la retórica peronista cuasi fundacional, después del desastre aún reciente del rodrigazo, la insólita chavela , el brujo López y la triple A?

Si se estaba medianamente sanito, no se podía ser un joven peronista de clase media en 1983, como no era posible ser un joven mediamasa radical en el año 1973. Estebitan es (era?) sanito y fue lo que tenía que ser, compañeros y compañeras..., ra-di-che-ta. Cómo no! Pero, a diferencia de los jóvenes setentistas que tenemos un relato abundante, frondoso -y estoy notando que ya algo llenador de bolas- sobre la gesta que efectivamente muchos jóvenes de los setenta protagonizaron, no sucede esto con los ochentosos, cuyo relato consiste apenas, en un penoso lamentarse sobre los (dis) valores setentistas. El libro elude este recurrente histeriqueo, y enfrenta la ausencia...

El mismo Schmidt interrogaba (se) en una amena charla reciente con un servidor algo así: Por qué nadie de nosotros (ellos) habla...? Por qué en los velorios de los dirigentes radicales que van crepando y fueron protagonistas en los ochenta, nadie de los que fuimos jóvenes entonces es capaz de "decir"? Nada existió? No hay relato... Mutis por el foro. Y tiene razón Estebitan: Cómo es posible que la última experiencia juvenil con relato propio sea la setentista? Bueno, este libro, intenta -directamente a veces, en diagonal otras- reflexionar sobre esta experiencia. o mejor: mostrar cómo se piensa y relata veinticinco años después esa experiencia tan notable y masiva como fue la que protagonizó la juventud de clase media construyendo su -fugaz?- identidad radical en los tempranos ochenta . El barrio de Palermo donde transcurre el relato es, en este sentido, el hoy -simbólico, claro- de un joven ochentista, que residía en la patria emblemática de la UCR porteña en los ochenta, antes de la debacle radical : el barrio de Caballito, (su ayer).

No se puede ir más allá en el comentario de un libro. Hay que leerlo y ver en cada línea el relato de este raro pero apasionante proceso titulado: Dé como un joven de clase media se hace radical en los tempranos ochentas. Una pista, escribe Schmidt y escribe muy bien:

Nosotros que estuvimos ahí desde el principio, estábamos verdes. Fueron nuestros primeros contactos con el mundo de los adultos y nos echamos la culpa por la indiferencia de las personalidades electas. Creímos, entonces, no saber cómo funcionaban las cosas importantes y que teníamos dificultades serias para las relaciones personales por efecto de una mala cuna, una falla de origen. Nos castigamos mucho. Nos estudiamos. Nos miramos tres generaciones atrás pra ver cómo se había armado nuestra incompetencia.

Gobernaban los radicales.

Eran gente que habíamos visto en simultáneas de ajedrez en el parque Rivadavia durante el Proceso y un recital de Piero en Atlanta , y con sus hijos, a fines del 83. Eran los que más se nos parecían.Un radical podía entender que el mundo es injusto, salvaje, que está descompuesto, que hay enfermedades espantosas curables pero también una superabundancia inmoral. El doctor podía ver documentales , leer artículos, pero no quería asumir al mundo como una esfera desgraciada. Iba a decir qué barbaridad, pero no iba a hacer nada con la barbaridad. Interesado en las relaciones personales como si el mundo se inventara ante sus ojos y se viera obligado a dialogar con todos los sectores , un radical no dejaba que lo desacomodaran con problemas demasiado grandes. "Estebitan -nos decían-, una cosa por vez".

11 comentarios:

Anónimo dijo...

"Qué motivos valederos tenía un jovenzuelo avispado, adolescente de clase media , de nuevo dulces 16, 17 pirulos, ponéle, para no apoyar al novísmo y carismático Alfonso.." Unos cuantos motivos, no todos los que nacimos en el 67 nos hicimos de la franja.. no simplifiquemos.

Anónimo dijo...

Soy otro del 67, y en el 83 iba al secundario, me había hecho nihilista y escuchaba los discos punks con 7 años de atraso que no habían entrado durante la dictadura. Es lo bueno de haber sido anarquista a esa edad, no caímos en las redes de Franja Bobada en la facu.

Lo mismo, Schmidt es la mejor pluma white-boina que se puede leer, escribe muy bien. Interesante el planteo de la falta de relato político de esa generación, mi generación. Tal vez porque para algunos de nosotros la política pasó por el anti, anti-todo, un nihilismo nacido de desayunar nuestra adolescencia con los crímenes de la dictadura.
Artemio te recomiendo el último texto de Schmidt en Bonk donde escribe acerca de los 25 años de democracia y hace un escenario imaginario en el que ganaban los peronistas en vez de Alfonsín:
http://www.bonk.com.ar/tp/daily/1279/schmidt-25-anos-despues

manolo dijo...

Artemio
Mi favorito de ES es este del 2006.
http://www.bonk.com.ar/tp/archive/935/corto
Un abrazo

Lic. Baleno dijo...

Naci en el 67, con Ongania a la cabeza, en mi adolescencia habia muchos chicos radicales y comunistas y compartiamos una pila de cosas (recitales, vacaciones, clericos en san telmo...) pero ellos tomaban una meditada decision politica plagada de argumentos y razones. Y nosotros siempre seremos existencialistas.
Coincido en que Schmidt escribe de puta madre, pero de puta madre aunque me han dicho (no lo conozco) que en persona es mas bien desagradable.

Anónimo dijo...

Artemio, joven no lleva tilde. ¿Por qué no hacés como Quintín y ponés un corrector? (Es un chiste malo.) Qué desastre ese Caterberg o como se escriba en Código Político, otro desastre en formato televisivo.
Saludos

Daniel

Charlie Boyle dijo...

Artemio, Formoza 114, a treinta metros de Avenida La plata, La que divide Almagro de Caballito. Alli nació el alfonsinismo, desde donde se impulsó un dirigente muy joven, que luego fue diputado nacional. Jesús Rodriguez, allí militaba el hermano del Coti, el comité creo que era de Jorge Gomez y donde salió Orcar Shuberoff, rector de la UBA por muchos años. Coordinadora pura. Una pintada decía Raúl Alfonsín en el frente, era la primera, en toda la capital.
Imposible sustraerse a eso, Hablo del 82 o tal vez del 81, allí vi por primera vez el video de los ingleses bombardeando las Malvinas, y nuestros soldados rindiéndose, todo muy zotovoce.
Allío me cagaron a pedo y aprendí la diferencia entre militancia universitaria y la de la calle cuando nos llevamos los bombos del comité para un acto en la UTN y no los llevamos a tiempo para otro acto callejero.
Yo soy del 59 y estaba inspirado en los setentas y quería algo de eso, queríamos reeditar algo de eso y lo logramos.
Alfonsín fue presidente gracias a mí y a otros miles de mis que como yo pintábamos paredes y nos cagábamos de frío , nos llevaban en cana, nos peleábamos con la cana en la facultad y con la JP, pero ganamos.
No teníamos idea lo que era ganar, no sabíamos que hacer. En la facultad, luego de ganar el primer centro de estudiantes, fuimos formados por el PC que la sabía lunga. En el país fue distinto.
Todos mis compañeros ocuparon puestos políticos y los comités se vaciaron de militancia, no hubo mas mística, solo negocios.
Pactaban con nuestros acérrimos enemigos: el peronismo. La identidad se pèrdió para siempre.
En Santa Fe por ejemplo se formó la cooperativa que era presidida por un senador radical con el resto peronista de Vanrell.
Angeloz sacó 4.200.000 votos en el 89 contra Venem luego de las varias hiperinfleciones de Alfonsín.
Aún alli la cosa podría haberse salvado. Luego el final era previsible.
Massachessi, De la Rua y un partido que miraba mas para adentro que para afuera.
Casi me había olvidado de todo esto.
Ceo que me causa un gran dolor, toda aquella la militancia perdia al pedo...
Una pena, gracias por la catarsis

Anónimo dijo...

El libro está muy bueno. Me gusta esa aceptación de que el relato setentista ya es un poco llenador de bolas.

Gabriel Puricelli dijo...

Recuerde, Baleno, que para leer a Schmidt no necesita tomarse un café con él. Vaya y lea que si lo deja pasar no se lo va a perdonar. Se lo dice uno del '66. Mientras tanto, dejemos de lado es "me han dicho que..." que no es cosa para andar repitiendo sin fundamento, ¿no le parece?


NS/NC, mi blog

Anónimo dijo...

a mi me contaron que el gorilita este es puto!

rinconete dijo...

Coincido con el compañero Artemio. No hace falta simplificar para reconocer que en el 83 el ¨viento de la historia¨ visto desde los ojos de un adolescente de clase media (yo nací antes que ES, en el 64) soplaba del lado de Alfonso más que del de Luder o Herminio. Y no hacía falta militar en la Coordinadora para sentirlo.

Anónimo dijo...

E.S. es, en realidad, Jorge de Burgos.
Y, si pudiera, nos mandaría a la hoguera a todos nosotros, asquerosos pecadores.

Tómense su tiempo y lean bien esto:
http://www.bonk.com.ar/tp/archive/363/la-crueldad

y esto:
http://www.bonk.com.ar/tp/archive/373/santovaron