pícaros...

Cuando en 1973 el ya diputado nacional Julio Bárbaro vino al Colegio PIO IX donde cursábamos el industrial, un compañero de JP regionales, de los tantos que estabamos ahí le preguntó, muy angustiado, lo recuerdo vivamente:

"Diputado, estamos preocupados por la gente que rodea al General, en especial López Rega y su banda, nos parece peligroso". La respuesta de Bárbaro no se hizo esperar: "Pero noooo, quédense tranquilos, mientras el gobierno siga en manos de un patriota como el General, no hay que preocuparse por nada".

La sentencia del diputado se sostenía -descartemos el eventual oportunismo-, en un pensamiento mágico, soportado en una cierta teoría "de las garantías", que subordinaba la práctica política a un imaginario apalancado en un sistema de creencias, con centro en una figura tutelar, en este caso Perón, que finalmente haría que las cosas marcharan en sentido contrario al esperable y transformaría el polvo en oro. Fallaron Bárbaro y su teoría de las garantías, como es de público dominio, y la práctica política, las famosas "condiciones materiales", se impusieron sobre el sistema de creencias, una vez más.

Se observa ahora similar matriz de pensamiento - en otro contexto más módico en todo sentido- , en la defensa de algunos puntos del paquete anunciado por el gobierno, en particular, los beneficios del blanqueo de capitales y el puente de plata imaginario entre generación y formalización de empleo y la baja de los denominados impuestos patronales.

Sin embargo, la historia reciente prueba que los blanqueos nunca funcionaron, y hubo varios incluso durante los feos, muy feos años noventa y que, al contrario de lo esperado esta vez por los oficialistas posta post, la baja de las cargas patronales, publicitada con furia por el neoliberalismo noventista, dio contexto jurídico a la etapa de mayor informalidad y desempleo de que se tenga memoria histórica; y, además, gracias a este dispositivo insólito, aún persiste un agujero fiscal anual de 9.000 millones de pesos, tributario de la baja de impuestos patronales de los años noventa, que desfinancia hoy mismo al Estado. En este sentido, el peronismo de Menem, recordemos, hizo lo que hizo, también apelando a la real politik que hoy se invoca. Se trató de una gran contrucción de sentido común sobre aquello que era posible o no hacer ( el primer paso de un sistema ideològico siempre es recortar el campo de lo posible) y cuya traducción en Floresta sonaba así: Vos boludo, que venís con esa gilada, el mundo cambió y hay que adaptarse...

Mario Wainfeld señaló alguna vez que la pedagogía del líder debiera morir con él, y en el peronismo, no sucedió. Lamentablemente, en este tema Perón Vive: Todos creemos ser peroncitos y, conclusión: como lo era el General -pero bien en el margen de su liderazgo-, el movimiento se llenó de "pícaros" , reduciendo al peronismo a un dispositivo poblado de giña ojos berretas.

Pero, las cosas suceden como deben suceder, y ahí sí los años noventa se alzan majestuosos para demostrarlo. La historia, en particular la reciente, nos ayuda a imaginar escenarios, prever consecuencias. Apelar a cuestiones imaginarias, algunas tan respetables como inconsistentes, a la espera de que ellas tuerzan las agujas del reloj o, peor aún, desestimar otros argumentos invocando sin fundamento que hay que hacer aquello que "es necesario hacer", esa soberbia maniobra retórica, siempre terminó mal. Pero, esta vez, claro, estando el peronismo setentista en el gobierno, seguro eso no va a pasar, quédense tranquilos compañeros. Y viva Perón y el Tío Cámpora , carajo!