rascarse es pro !

Sentí una imprevista compañía, muy difusa en la casa y me quedé a la espera. De repente observé un trote raudo de una laucha en el living. A pesar de que me resultó simpática , se sabe que moralmente es inaceptable esta convivencia y decidimos llamar a un desratizador profesional para que pusiera fin a la triste situación por la que estabamos atravesando. Llegado a mi hogar el profesional con un largo delantal blanco arrugado y guantes de igual tono (!!) , me comenta la organización perfecta con que estos animalitos de dios viven y se desplazan. Me enteré de cosas interesantes. Por caso que con esta serie de torres en contrucción y casas que se derrumban (al Teletubi se le vino otra abajo esta semana vieron?) las ratas están como locas y que la creciente superpoblación de roedores urbanos va de la mano también del avance de la calefacción doméstica, pués cuán alsogarayes, han descubierto la forma de pasar el invierno confortablemente, sin sucumbir ellas ni sus crías - como antaño en la época del queroseno - a los rigores del crudo invierno. Me señaló más costumbres rutilantes de los machos dominantes, el territorio marcado con pis a rolete y demás datos técnicos del funcionamiento de estos notabilísimos dispositivos biológicos. En realidad con su relato mi amigo delataba que admiraba a los roedores a punto que dudé si podría confiar en él para sacarlos de mi living. Sin embargo lo que más me llamó la atención fue un extraño relato de despulgue que quiero compartir. A mi buen amigo lo acababan de llamar la semana anterior del mismísimo Teatro Colón, suplicándole resolviera el tremendo problema de un pulguerío descontrolado que atacaba sin piedad a músicos, actores, técnicos, etc. Este amigo concurre , observa el lugar, lo estudia y concluye que se trataba de una "parasitosis fantasiosa". Le llamaba así a la creencia extendida de que existían pulgas ( o piojos también) en un lugar donde no los había. En realidad me contó que en el caso del Colón se trataba de partículas de polvo que se adherían a la vestimenta de las víctimas por efecto de la estática que producía el roce del calzado con las alfombras etc. etc. y otras explicaciones extrañas que sólo Ulschmidt podría traducirnos. Lo cierto es que bastaba que uno se rascara, diera la voz de alarma , para que todo el staff bramara por las pulgas. El tratamiento consistió en rociar al conjunto de afectados con lo que les informo era " una solución pulguicida de alta eficacia, importada de alemania". Se trataba en rigor de suavizante de ropa que obviamente no tenía efecto pulguicida real ... pero sí imaginario. Es común esto, pregunté interesadísimo. Muy común, me contestó el amigo. Se trataba de un contagio imaginario que produce efectos reales. Se fué y al poco rato pensé que aunque más discretamente así funciona el estado de opinión pública. Un estado creciente de (in) conciencia imaginario, que finalmente produce efectos reales. O sea, será que hoy los porteños somos todos PRO, hasta que nos fumiguen con Vivere?. No creo, no?