OFENSIVA

En medio de la batalla, me tomo cinco minutos, me escribo un post. Mi perspectiva es que tras los episodios del Hospital Francés, San Vicente y Misiones, la derecha política ha iniciado una ofensiva aún parcial sostenida en los límites que construye el Gobierno Nacional al recurrir a viejas estructuras o prácticas para viabilizar un proceso político social post-crisis, que de mayor sustentabilidad a la democracia argentina. Esta sustentabilidad pasa necesariamente por un reforzamiento inédito del poder político y en particular de la figura presidencial, que a estos sectores ultra montanos les molesta y mucho. Sustentabilidad democrática que los gobiernos acontecidos tras la recuperación del año 1983 fueron angostando paulatinamente, hasta llegar al paroxismo con el gobierno aliancista que literalmente diluyó todo poder político institucional, disolviendo absolutamente la figura del Presidente y dejando al conjunto de la comunidad a la intemperie, permitiendo así que los grupos de poder económico y financiero que protagonizaron la década de los noventa, literalmente vaciaran, colapsaran el país, vaciamiento y colapso que tuvo en la salida devaluatoria y la pesificación asimétrica el modelo de llegada típico de un fin de ciclo. En esas condiciones, recuperar poder político institucional degradado recomponiendo la figura presidencial, dar nuevamente volumen a las intervensiones estatales en el campo de la economía, restituir su densidad regulatoria, es una necesidad inexorable, a riesgo de volver al estallido social e institucional siempre disponible. Se habló mucho del 22% de los votos iniciales como signo de debilidad política de origen de este gobierno que, debe recordarse, recibió el primer planteo de rebelión a los tres meses de asumido por parte de Manuel Quindimil, que desautorizara a Kirchner en un acto público en su terruño de Lanús. A poco de recorrer el camino también Daniel Scioli se creyó heredero anticipado del todavía " Chirolita de Duhalde" y lanzó una recordada operación de desautorización de la política de tarifas y "los malos modos" de Kirchner, que culminó con un rápido y memorable desalojo del "Scioli´ team" de toda función de gobierno. Finalmente, la nota más alta de esta sinfonía de construcción de "doble poder" fue la desarrollada por el ex ministro Lavagna, "el Pálido", que creyó que él sí, esta vez, al fin podría enfrentar con éxito a la figura presidencial, basado en un supuesto prestigio personal, suposición que se reveló falsa. Igualmente embajadores y encargados de la región, estadounidenses ellos ( Noriega dixit), desautorizaron sistemáticamente al gobierno nacional desde sus orígenes, por un supuesto acercamiento a Hugo Chávez y su estrategia regional, sostenidos en su embestida por una facción del periodismo de derecha, autoritario y procesista, defensor de los intereses de las facciones de capital que vaciaron al país durante los últimos treinta años, que, en cabeza de Joaquín Morales Solá su referente más nítido, inició un lento pero inexorable camino hacia la confrontación final con el gobierno nacional, alentando la formación de alianzas opositoras de todo tipo, confrontación que aún no encuentra su formato político definitivo pero, suponemos, habrá de hallarlo en estos meses que restan hasta el mes de marzo de 2007, donde debe quedar constituida con nitidez la oposición electoral de derecha. En medio de este proceso de conflictividad creciente se sucedieron enfrentamientos en el frente militar y eclesiástico de diferente extensión y significancia, pero en ambos casos el núcleo de la disputa fue siempre la limitación del poder presidencial como condición necesaria para resolver los motivos de estas discordias, algunas evitables ciertamente. El gran amortiguador del conflicto resultó el proceso económico de crecimiento que dio contexto favorable al gobierno nacional para enfrentar estos intentos de limitación institucional articulados siempre en la limitación, cuando no la mera disolución de la figura presidencial, como condición necesaria para reinstaurar un gobierno permeable a las facciones y sujeto a las demandas de las corporaciones , no sólo económicas, siguiendo el molde de los que transcurrieron desde 1983 a la fecha, con la excepción notable del primer tramo del gobierno de Alfonsín. La fortaleza del gobierno nacional hoy, consecuencia del ciclo económico positivo y acciones de gobierno aceptadas por la mayoría, se sustenta en un consenso social amplio, y eso fue probado no con encuestas de opinión solamente, sino hasta la saciedad en las elecciones de octubre de 2005, que mostraron un fuerte sostén electoral del oficialismo más un adicional inédito en la historia reciente de fortaleza relativa notable que aún perdura: un archipiélago opositor de tradiciones ideológicas variopintas, incapaces cada fuerza per se, de acceder apenas al dígito del electorado nacional. Esta situación de enfrentamiento continúa su despliegue y se ha acelerado hasta constituirse en ofensiva en estos días que corren. Está claro que un nuevo paso equivocado del Gobierno supondrá hoy mucho más costo político que hace un año atrás, por lo que es necesario que mesure bien hacia dónde , con quién marcha y, fundamentalmente, contra quién marcha. Pero, igualmente, como en todo conflicto político en desarrollo, un solo paso atrás será un signo de debilidad estructural tan definitivo que, a partir del cual, y tal como lo muestra la experiencia histórica reciente , sólo cabrá administrar un proceso más o menos breve de derrota política que se transformará rápidamente en global para dar forma a una estampida final en medio de otra crisis político institucional de extensión incierta. Veremos qué ocurre.