EL PROGRESISMO NO AGUANTA LOS TRAPOS

Las dificultades, derrotas, enfrentamientos, idas y vueltas, equívocos, rectificaciones y finalmente un estruendoso o discreto languidecer son trayectorias insoslayables de toda experiencia de gobierno y una cultura política que se proponga gobernar debiera asumirlo así. Una fracción del progresismo adhirió tempranamente o no tanto a la experiencia de gestón K, fundando un notable espacio de sostén más político-cultural que electoral, de la experiencia de gobierno pinguina. Se sucedieron día felices :) : Mejores indicadores socioeconómicos, nueva corte suprema, derogación de las leyes de impunidad y las adhesiones eran fluídas. Ernesto Laclau los inspiraba y parte de la progresía gaucha aún desde la platea, sostenía el aliento al equipo, digamos. Se sucedieron las obvias dificultades de toda gestión :( , los errores, los retrocesos desde el Hospital Francés, pasando por San Vicente hasta llegar a Rovira - a los que seguramente se sumarán muchos más - y por la reacción que se observa en estos días en especial en los medios, incluídos obviamente los blogs, muchos referentes del progresismo gaucho habilitan preguntarse: Porqué la progresía se intoxica de exitismo y se deja seducir con apenas tres gestos amables? Porqué una vez seducidos no asumem la dificultad, el error, el retroceso como parte inexorable de toda gestión de gobierno? Porqué al progresismo le cuesta tanto respaldar en medio de las dificultades ?. En clave futbolera: Porqué el progresismo no aguanta los trapos ?. Ensayo una respuesta breve? : Porque no son una cultura de gobierno. En fin pasemos de Brandsen e Iberlucea a Munich y terminemos con nivel, citemos a Weber poco antes de su muerte, siguiendo la compuerta demoníaca que abrió el escriba: "Es cierto que la política se hace con la cabeza, pero en modo alguno solamente con la cabeza. En esto tiene toda la razón quienes defienden la ética de la convicción. Nadie puede, sin embargo, prescribir si hay que obrar conforme a la ética de la responsabilidad o conforme a la ética de la convicción, o cuándo conforme a una y cuándo conforme a otra. Lo único que puedo decirles es que cuando en estos tiempos de excitación que ustedes no creen “estéril” (la excitación no es ni esencialmente ni siempre una pasión auténtica) veo aparecer súbitamente a los políticos de convicción en medio del desorden gritando: “El mundo es estúpido y abyecto, pero yo no; la responsabilidad por las consecuencias no me corresponden a mí, sino a los otros para quienes yo trabajo y cuya estupidez o cuya abyección yo extirparé”, lo primero que hago es cuestionar la solidez interior que existe tras esta ética de la convicción. Tengo la impresión de que en nueve casos de cada diez me enfrento con odres llenos de viento que no sienten realmente lo que están haciendo, sino que se inflaman con sensaciones románticas. Esto no me interesa mucho humanamente y no me conmueve en absoluto. Es, por el contrario, infinitamente conmovedora la actitud de un hombre maduro (de pocos o muchos años, que eso no es lo importante), que siente realmente y con toda su alma esta responsabilidad por las consecuencias y actúa conforme a una ética de responsabilidad, y que al llegar a cierto momento dice: “No puedo hacer otra cosa, aquí me detengo”. Esto sí es algo auténticamente humano y esto sí cala hondo. Esta situación puede, en efecto, presentársenos en cualquier momento a cualquiera de nosotros que no esté muerto interiormente. Desde este punto de vista la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción no son términos absolutamente opuestos, sino elementos complementarios que han de concurrir para formar al hombre auténtico, al hombre que puede tener “vocación política”. ".