Las hienas están en nuestro patio – Por Dora Barrancos
Dora Barrancos reflexiona en esta nota sobre el avance de las derechas a nivel mundial y pone en discusión la caracterización de liberalismo menguado que se realiza sobre las manifestaciones neoliberales en nuestro continente, que aún con distinciones, expresan un grave cercenamiento de los derechos individuales.
Por Dora Barrancos*
(para La Tecl@ Eñe)
Preocupa mucho el crecimiento de las derechas en todas las latitudes. Hay una renovación de estudios acerca del fenómeno con apreciación de sus caracterizaciones distintivas, especialmente en Europa, y no podría dejar de señalar al menos tres contribuciones recientes, las de la española Beatriz Acha Ugarte[1], del italiano Steven Forti[2] y del holandés Cas Mudde[3]. En América Latina hay una miríada de investigaciones y ensayos que se han centrado sobre todo en las experiencias neo liberales como configuraciones de derecha, y una parte de esos análisis se ha demorado en poner en evidencia los aspectos diferenciales de esas fuerzas políticas según países y coyunturas. En Europa ha habido varias tentativas de forjar un movimiento internacional de las ultraderechas, es cierto que con dificultades porque finalmente los desacuerdos abundan debido a que uno de sus tejidos distintivos es el propósito de una vuelta de tuerca de los rancios nacionalismos. La última y tal vez menguada tentativa de internacionalismo – debido al limitado número de representaciones de partidos de ultra derecha asistentes -, ocurrió en la “Cumbre de Madrid”, en enero del presente año, y tuvo como anfitrión a “Vox” bajo la presidencia de su líder, Santiago Abascal. El documento final resultante de la “Cumbre” denunció a la Unión Europea como “mega Estado ideologizado; una corporación que desprecia la identidad y la soberanía nacional y, por tanto, la democracia, la pluralidad y los intereses de la ciudadanía de las naciones que conforman la Unión”. En esa declaración también se señala que “esta deriva pone en peligro a la propia Unión al alejarse de los ideales europeos cristianos sobre los que se fundó”, por lo que, sostiene, “haremos frente a las corrientes que propugnan una Unión Europea ajena a su historia y que, apartadas de la realidad, conducen al suicidio demográfico y a la transformación poblacional. Europa está en declive demográfico”. Hay alusiones a la necesidad de que cada Nación europea mantenga toda la libertad para disponer como quiera de energía, industria, economía primaria. Pero resulta evidente el énfasis colocado en la necesidad de mantener los valores históricos cristianos, en mostrar el enorme obstáculo que representan las masas de inmigrantes y sus tradiciones religiosas, en acentuar el lugar que ocupa la institución familiar, y muy especialmente en subrayar la urgencia de la “reproducción” europea “original”. Para Mudde es necesario distinguir dentro de las formaciones de extrema derecha actuales una cuestión que ha ganado creciente estatura, como lo es la inversión en materia de actuación “populista”. Algunos trabajos muestran que en buena parte de las sociedades, las ultraderechas penetran empleando semánticas arrolladoras de “sentido común” y explorando las sensibilidades epidérmicas de las poblaciones. El Partido Alternativa para Alemania, juega con los intereses más sensibles e incorpora una economía discursiva que resulta difícil refutar, debido también al empleo de escenificaciones que forman parte de su batería retórica. Hay algunas fórmulas bastante miméticas en nuestro medio, como las que emplea Javier Milei, el conocido líder del Partido La libertad avanza, que emplea términos como “casta” para fustigar a quienes se desempeñan en la arena política, y hace donación de sus estipendios como diputado mediante sorteos públicos.
Parecería adecuado diferenciar a las configuraciones neoliberales de América Latina como parte del universo categorial de las derechas, aunque no cabe ninguna duda acerca de la serie de sesgos que no pocas veces las incorporan, sin hesitación, al elenco de las ultraderechas – por caso las violentas dictaduras sufridas en la región cuyos principios organizadores, además de la persecución, la desaparición y la muerte, se han cifrado en la disminución del Estado como efector principal de los derechos fundamentales. No sólo en el pasado los golpes de Estado emergentes de la doctrina de la “seguridad nacional” y de la “guerra fría”, contaminaron las expresiones neoliberales con densas hebras fascistas. Asistimos recientemente al empinamiento de gobiernos neoliberales sólo con fachada liberal, aunque lo más perceptible sea el entonamiento del mercado y las formas abrumadoras de concentración de la riqueza. Piénsese que América Latina es el territorio más desigual del planeta de acuerdo a los análisis más recientes de diversos organismos internacionales. Se calcula que sólo el 10% de la población de la región concentra más del 80% de la riqueza, y en buena medida se debe a la saga de gobernanzas neoliberales que han favorecido a poderosos agentes económicos, a menudo ausentistas de la propia región. Pero si se reconocen retrocesos en materia de derechos sociales, también ha habido regresiones en el orden de los derechos individuales, una desertización de los principios del liberalismo clásico en sus formulaciones.
En efecto, he discutido muchas veces el carácter menguado liberal que debe darse a buena parte de las manifestaciones neoliberales en nuestro continente. Pensemos apenas en los gobiernos de Jair Bolsonaro y de Mauricio Macri, aunque hay diferencias entre ellos, no las hay tantas en materia de decisiones de cercenar los derechos individuales. Bolsonaro representa las fórmulas ideológicas probablemente más reaccionarias, se ha opuesto por la fuerza a numerosas iniciativas progresivas, ha perseguido manifiestamente a lideranzas de los cultos afro, ha inhibido la enseñanza de contenidos de educación sexual, ha puesto en el Ministerio dedicado a las mujeres a una adherente confesional evangélica que se opone a la “perspectiva de género” y que inculca la preservación del orden normativo sexual binario afrentando a las identidades ”trans”. Son abundantes las manifestaciones homofóbicas de Bolsonaro y no ha vacilado en las expresiones más aberrantes de destrato a las disidencias. Actúa en forma violenta y no sólo con exabruptos verbales, y ha sostenido impúdicos reconocimientos a la dictadura cívico-militar que se inició en 1964. Y cómo olvidar el feroz insulto a la Presidenta Dilma Roussef durante las sesiones que llevaron a su destitución cuando al momento de votar reivindicó a su torturador. Tampoco puede olvidarse la persecución al ex Presidente Lula, a quien una maniobra de lawfare -contando con una burilada maquinaria judicial-, lo puso en la cárcel por dos años, sin pruebas de lo que se le acusaba. El Juez Moro fue el autor material de ese atropello y fue consagrado Ministro de Justicia en gobierno de Bolsonaro. En 2019 finalmente la justicia brasileña reconoció la inexistencia del delito, pero Lula pasó dos años privado de libertad, ni al sepelio de su nieto querido le permitieron ir. Resulta muy difícil encasillar como neoliberal al gobierno de Jair Bolsonaro, suena a un apocamiento de las articulaciones neofascistas de su régimen.
Con relación al gobierno de Mauricio Macri, aunque claramente resalte su programa económico de achicamiento del Estado – menos en lo que concierne a sus intereses y a los grupos privilegiados de amigos y favorecedores -, y de temible endeudamiento externo– sin parangón en la historia de nuestro país -, no puede eximirse del análisis, junto con el retroceso en materia de derechos sociales, la limitación de los derechos individuales, las fórmulas y dispositivos judiciales empleadas para armar causas, perseguir especialmente a sindicalistas, y encarcelar a una gran cantidad de funcionarios que se habían desempeñado durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Y no sólo de funcionarios, empresarios que no se avinieron a las solicitudes del Presidente Macri, también fueron encarcelados. A poco de asumir, Milagro Sala se tornó prisionera del régimen para escarmentar su insolente bizarría y la de su organización, la Tupac, por haber hecho más que el estado jujeño para dignificar la vida de las comunidades relegadas. El sistema de lawfare fue rigurosamente aceitado pues contó con la provisión del espionaje ilegal a cargo de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), en una escala que sólo se parangona con lo que ocurrió bajo gobiernos dictatoriales. La persecución a Cristina Fernández de Kirchner mediante varias decenas de causas inventadas, el atosigamiento judicial que vivió durante el periodo 2016-2019 que alcanzó a todos los miembros de su familia, aunque especialmente a su hija, exhiben nítidas formas anti republicanas. El Presidente Macri tenía una cierta obsesión con el control no sólo de ajenos, sino de propios, puesto que numerosas personas que ejercían funciones bajo su gobernanza fueron espiados a fin de controlar lo que pensaban y hacían. Un designio soez fue disponer de datos para la coacción y el chantaje, y tal como ha analizado Rocco Carbone[4], su etiología no puede ser otra que una suerte de internalización medular propio de la “razón mafiosa”. Resulta evidente que no podría caracterizarse el ciclo neoliberal de Macri con el acento puesto en la semiología “liberal”. Las formas de negocio que se llevaron adelante dejaron mucho que desear en orden a los preceptos liberales, y las manifestaciones antidemocráticas de espionaje, persecución y prisión curvan notablemente el liberalismo que se pretendía ostentar.
Las fuerzas neoliberales de América Latina tienen ingredientes centralmente conservadores, reaccionarios, reductores de la división de poderes, apropiadores del Estado que es empleado para servir los intereses de determinados grupos, mientras exaltan ficcionalmente los presupuestos de la soberanía individual puesto que no han vacilado en meter en la cárcel a quienes por diversas razones han sentido amenazantes para sus propósitos. En materia de derechos de las mujeres y de las identidades sexo genéricas diversas, atrasan la agenda, circunstancia que comparten ampliamente con las ultraderechas planetarias que han inscripto en sus programas el combate a los feminismos. No obstante, ganan terreno. Disponen de medios – de los medios -, y de fórmulas narrativas que suelen enceguecer, y sobre todo, taladran sobre percepciones que tienen mucho que ver con la fisonomía de la desigualdad – fenómeno aciago que han ayudado a promover -, de diversos órdenes de inseguridad, y del desencanto que puede producir la política. Es desolador que las derechas lleguen al gobierno mediante actos eleccionarios, asegurados por el sistema democrático, pero tal vez sea más desolador que no reaccionemos a tiempo, que no seamos capaces de escudriñar las acechanzas. Necesitamos un reverbero de las conciencias, especialmente de las generaciones más jóvenes, para hacer inteligibles las señales del peligro. Hay que darse cuenta que las hienas están muy cerca, ocupando ya nuestro patio, y hay que impedir que alcancen nuestra morada colectiva.
Referencias:
[1] Beatriz Acha Ugarte Analizar el auge de la ultraderecha, Barcelona, Gedisa, 2021
[2]Steven Forti, Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla, Madrid, Siglo XXI, 2021
[3] Cas Mudde, La ultraderecha hoy, Barcelona, Paidós, 2021
[4] Rocco Carbone, Mafia argentina. Radiografía política del poder. Ediciones Luxemburg/CEFMA, Buenos Aires, 2021
*Doctora en Historia. Investigadora, socióloga e historiadora feminista argentina. Forma parte del equipo de académicos e intelectuales que fue nombrado por el Gobierno nacional como asesores del presidente Alberto Fernández.
2 comentarios:
Sí, cómo no, claro... cómo vamos a parar a la ultraderecha si no seguimos subsidiando quiosquitos de género y originarios.
Coincido plenamente estimada Dora...pero habría que empezar por casa...vos podrías explicar cuál fue el sentido de nuestro voto en la Comisión de DD.HH de la ONU...?? INCOMPRENSIBLE...POR DONDE SE LO MIRE...CONVALIDAR LAS ATROCIDADES DE LOS NEO NAZIS...CON ZELENSKI COMO MASCARON DE PROA...
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