Guerra total Rusia-Ucrania. ¿Cómo ha pasado?
Por Alejandro López Canorea
El día 21 de febrero se abría paso una nueva fase de la guerra, ya que no se puede considerar que esta hubiera terminado desde hacía 7 años. Rusia daba por terminado el marco de los acuerdos de Minsk con el reconocimiento del Donbás. Tras la aprobación del proyecto de la oposición rusa (Partido Comunista de la Federación de Rusia) en la Duma estatal, el Presidente Putin realizaba una escenificación histórica en la que las principales figuras políticas y militares de Rusia hacían en cadena una serie de declaraciones incendiarias en el marco del Consejo de Seguridad ruso.
La ruptura con Minsk
El importante Consejo de Seguridad terminaba con Putin certificando lo que la retahíla de líderes había apostillado: “Voy a tomar una decisión hoy”. Hablaban, entre otros, Serguéi Lavrov, Ministro de Exteriores; Serguéi Shoigu, Ministro de Defensa; Dmitri Medvédev, ex Presidente de Rusia y actual Vicepresidente del Consejo de Seguridad; Vyacheslav Volodin, Presidente de la Duma; Valentina Matviyenko, Presidenta del Consejo de la Federación (Cámara Alta); Nikolái Patrushev, Presidente del Consejo de Seguridad; Mijaíl Mishustin, Primer Ministro; y Serguéi Naryshkin, jefe de inteligencia exterior.
Todos los perfiles apostaron por el reconocimiento. El Primer Ministro, más asociado con la gobernabilidad y la situación interna rusa, apostaba por el reconocimiento si no había mejoría, del mismo modo que Patrushev, ofreciendo 2 ó 3 días a Joe Biden para dar algún paso –considerando que no se satisfacían las demandas rusas previas-. El ex Presidente Dmitri Medvédev también se encontraba en el grupo de perfiles duros pero que apostaban por el reconocimiento pero abrían la puerta a un ultimátum a Occidente para que tomase en serio la negociación.
Medvédev comparaba la situación con su periodo presidencial, durante el cual tuvo lugar la guerra de Georgia y se reconocieron las repúblicas de Abjasia y Osetia del Sur, y añadía que su decisión de reconocimiento “salvó cientos de miles de vidas”. Sin embargo, en esta ocasión el escenario georgiano era más complicado ya que para tal situación Kiev debía ser el que tratase de tomar el Donbás, como ocurrió en Osetia del Sur, y Rusia responder con la entrada militar. En cualquier caso, diera el primer golpe quien lo diera, la clave residía en que era necesaria la independencia reconocida de las repúblicas para obtener un marco legal que autorizase y solicitase el apoyo militar. Sin embargo, Naryshkin resultaba extrañamente ambiguo, dejando entrever que seguía apostando por la diplomacia y, ante la interpelación de Putin, pareció confundirse y dio apoyo a la anexión de las repúblicas en lugar de a su reconocimiento –luego rectificó-.
Esa misma noche, Vladimir Putin anunciaba tras un largo discurso histórico su disposición a ratificar el proyecto de la Duma para reconocer las repúblicas de Donetsk y Lugansk. Sin embargo el discurso no trataba sobre el Donbás. Enmendaba la totalidad del derecho de Ucrania a la soberanía como Estado, asegurando su origen histórico en la Unión Soviética y en la construcción mediante territorio húngaro, polaco o ruso; la falta de legitimidad de todos los gobiernos post-Maidán por su incapacidad para gobernar para todo su pueblo en conjunto –véanse las leyes discriminatorias contra las minorías auspiciadas por el nacionalismo ucraniano-; y la amenaza velada de que si Ucrania había apostado por una “des-comunización” –en referencia al borrado de herencia soviética-, Rusia podía mostrarles lo que significaría dicho proceso –en referencia a la mencionada construcción estatal ucraniana por Lenin-.
No obstante, Putin fue marcadamente crítico con la Unión Soviética. Al día siguiente, el otrora adalid del frente más diplomático entre los líderes rusos, Serguéi Lavrov, reincidía en sus declaraciones sobre el nulo derecho a la soberanía de Ucrania: “El derecho a la soberanía debe observarse solo en relación con los estados que representan a todas las personas que viven en su territorio. Ucrania no es uno de ellos desde 2014”. Era una ruptura total. Pero quizá no solo con Minsk y con Ucrania, sino con Occidente.
La reacción occidental al reconocimiento fue mixta, por un lado se tradujo en un anuncio de sanciones, pero Rusia aseguró el día anterior que se habían preparado para asumir el coste de las mismas, así como para asumir un discurso que les pudiera ser desfavorable. La respuesta rusa a Estados Unidos previa al reconocimiento había sido clara. No se estaba tomando en serio la propuesta rusa de garantías de seguridad, por lo que cabía esperar que si no se daba ese acercamiento negociador sincero, se apostaría por una ruptura como la vivida con Minsk.
La OTAN había roto cualquier posibilidad de entendimiento, pero Estados Unidos se había mantenido aún dispuesto a dialogar a nivel bilateral cuestiones técnicas como un acuerdo por el control de misiles de corto y medio alcance o cuestiones como el concepto de “indivisibilidad de la seguridad” en el marco de la OSCE. Rusia rechazaba que todo ello no fuera acompañado de un arreglo político para Ucrania, como demandaban en el documento de Minsk. La sección de que cada país sería soberano para decidir sobre su seguridad entraba en el formato, pero no así la cuestión sobre que las decisiones de seguridad de un país no debían suponer una amenaza para otros. Rusia había insistido en que se trataba de un paquete. No necesariamente había que aceptar las posiciones –maximalistas- del borrador por un acuerdo, pero sí aportar un arreglo político y un nuevo concierto de seguridad para Europa bajo esa interpretación del concepto de “indivisibilidad de la seguridad”.
Eso no llegó. La misma noche del reconocimiento, día 21, Volodímir Zelenski realizaba su anuncio tras el Consejo de Seguridad de Ucrania. Las fronteras reconocidas internacionalmente por Ucrania serían las mismas, por lo que una entrada militar de Rusia en el Donbás sería una invasión. El Presidente certificaba que Rusia acababa de retirarse de los Acuerdos de Minsk, llamaba a Normandía y a la OSCE a reunirse, y apostaba por garantizar su derecho a la defensa individual y colectiva –lo que se traduciría en la llamada a reservistas y la aprobación el día 23 del “derecho de autodefensa” y el “derecho a portar armas de fuego” para civiles-. El día 22 se sucederían las reacciones de condena, mientras los aliados de Rusia se mostrarían de su lado con una vehemencia mayor que en las crisis de Georgia o Crimea, pero sin apostar por el reconocimiento del Donbás. Especialmente interesantes fueron los apoyos de Siria, Venezuela o Bielorrusia, así como el rechazo de Turquía –con sus relaciones especiales con Ucrania y su venta de drones a Kiev- o las declaraciones de China sobre el respeto a la integridad territorial de Ucrania, pero el apoyo a las demandas de Rusia: “Al expandir la OTAN hacia el este […] hasta la vecindad de Rusia y desplegar armas estratégicas ofensivas avanzadas, ¿pensó Estados Unidos en las consecuencias de empujar a un país grande contra la pared?”, declaraba la portavoz de Exteriores china el día 23. Lo más relevante de la relación con China había quedado negro sobre blanco en la cumbre durante los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín, con un apoyo cruzado en cuestiones de seguridad y soberanía. Todo entraba dentro de lo esperado.
Pero además ambos líderes formaban parte de una intensa ronda de contactos diplomáticos, con el Presidente Alberto Fernández pasando por ambas delegaciones y apoyando importantes proyectos, como el impulso de los BRICS. Del mismo modo el brasileño Jair Bolsonaro pasaría por Moscú y recibiría el apoyo de Rusia a su entrada en el Consejo de Seguridad de la ONU como miembro permanente. Tras el argentino y el brasileño, sin contar los líderes que acudían en el marco de las negociaciones Rusia-Occidente, también se han firmado importantes acuerdos como el que el día 23 se materializaba con Azerbaiyán, para elevarle al rango de “aliado” de Moscú, incluyendo posibles “asistencias militares” mutuas, al margen de la CSTO, donde se encontraba Armenia. Precisamente el líder armenio pasaría también por Moscú tras la visita del Primer Ministro de Pakistán y uno de los líderes del régimen militar de Sudán. El líder de Serbia, Aleksandar Vučić, se mostraba irónico el día 22 afirmando que condenaría el reconocimiento ruso de Donetsk y Lugansk si Zelenski condenaba la agresión de la OTAN contra Serbia en 1999. Rusia contaba con muchos más apoyos en su condición de gran potencia que en otras crisis de las anteriores décadas, pero aún de forma tan explícita como lograba Estados Unidos en Occidente.
Estados Unidos ordenaba a su personal diplomático trasladado a Lviv –zona occidental alejada del Dniéper y con mayor fuerza de los nacionalistas ucranianos- que pasase la noche en Polonia. El Ministro de Exteriores ucraniano, Dmytro Kuleba, viajaba a Washington para reunirse con el Secretario de Defensa de Biden, Lloyd Austin. Rusia, por su parte, el día 22 evacuaba sus sedes diplomáticas en Ucrania –quemando documentación al menos en el consulado de Odesa- al tiempo que Ucrania hacía lo propio en Rusia recomendando la salida del país a todos sus ciudadanos el día 23. Kuleba también terminaría solicitando la adhesión en la Unión Europea el día 22 de febrero.
Es importante tener en cuenta que los acuerdos de reconocimiento –similares a los de los casos georgianos- venían acompañados de un artículo –punto número 4- que contemplaba el despliegue militar de Rusia en su territorio para “mantenimiento de la paz”. También se firmaron sendos Tratados de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua entre Rusia y las repúblicas, permitiendo ese marco de defensa mutua. El mismo día 22 dichos tratados serían ratificados por las repúblicas y por Rusia –con unanimidad- en sus respectivos parlamentos.
En el Consejo de Seguridad de la ONU se escenificaba la ruptura entre Occidente y Rusia, con Estados Unidos anunciando que estaban coordinando con sus aliados la exposición de las sanciones contra Rusia. A lo largo de los días 22 y 23 se irían reproduciendo dichos anuncios, con Alemania como protagonista tras el cambio de parecer del canciller Olaf Scholz al incluir la suspensión indefinida del gasoducto Nord Stream 2, pendiente de certificación –al día siguiente también se quedaría sin su aseguradora, Munich Re, imposibilitando su puesta en marcha incluso con certificación-. Reino Unido sancionaba a 5 bancos rusos y a 3 oligarcas. La Unión Europea anunciaba en conjunto sus sanciones también hacia bancos, oligarcas y empresas rusas, la prohibición de comerciar con las repúblicas y la limitación de Rusia para obtener capital en los mercados financieros. Posteriormente añadiría a las sanciones a numerosos políticos –más de 500- entre las instituciones rusas, incluyendo a los parlamentarios, a la portavoz de Exteriores, Maria Zajarova, y al Ministro de Defensa, Serguéi Shoigu –tras el día 23-. Suiza se negaría inicialmente a aplicar sanciones pero quería evitar servir como resquicio para evitar las sanciones de la UE, así que se tomaría tiempo para analizar la situación. Estados Unidos directamente lo calificaba de “invasión” y sancionaba, además de a 2 bancos y oligarcas, a la compra de deuda soberana rusa –el mayor de los golpes-.
Por otro lado se anunciaba el envío de tropas estadounidenses presentes en Europa hacia los países bálticos, acumulando unas 6.000 tropas en la región de Europa. La intención de reforzar el flanco oriental se daba por la declaración de Biden sobre defender cada centímetro de la OTAN pero no luchar en Ucrania. Los puentes con Rusia se rompían con la declaración de Scholz de buscar otras vías energéticas a largo plazo y con el final de las reuniones programadas entre Lavrov-Blinken y entre Le Drian-Lavrov los días 24 y 25, respectivamente. Canadá se sumaba a la prohibición de hacer tratos financieros con las repúblicas y anunciaba sanciones para los diputados que aprobaron su reconocimiento. Este embargo norteamericano se hacía extensible a países como Australia y Japón. Sin embargo, Ucrania consideraba que debían ser mucho más duros y pedían la desconexión de Rusia del sistema de pagos internacionales SWIFT desde la Rada el día 22: “Golpead más. Golpead duro. Golpead ahora”, decía Kuleba.
La ruptura total con Ucrania
Por otro lado, Vladimir Putin solicitaba al Consejo de la Federación (Cámara Alta) el permiso para el despliegue militar en el territorio extranjero por la amenaza que para las repúblicas suponía la presencia de “más de 60.000 efectivos” por parte de Ucrania. La petición sería aceptada por unanimidad en la cámara, permitiendo a Putin decidir el número de efectivos desplegados, su duración y su localización. El día 22 se harían declaraciones que cambiarían el curso de la crisis, aunque no por ello menos predecibles. Putin declaraba que los acuerdos de Minsk ya no existían y, tras un día de ambigüedad deliberada por parte del gobierno ruso y el portavoz Peskov, Putin afirmaba que el reconocimiento abarcaba todo el territorio que las repúblicas especificasen en sus constituciones. Esto significaba que las repúblicas debían llegar a todo el oblast, controlado mayoritariamente por el gobierno de Kiev. Putin pedía la desmilitarización y neutralización de Ucrania y aseguraba la imposibilidad de predecir hasta dónde llegarían las tropas rusas.
Ucrania cambió rápidamente la retórica de la no invasión que estuvo sosteniendo durante meses, contra la propaganda occidental –“peor” que la rusa para el líder de la facción del partido oficialista en la Rada-, hacia una línea dura de confrontación con Rusia. El día 23 Ucrania ya declaraba el Estado de Emergencia en todo el territorio –con la imposibilidad de su aplicación en territorios no controlados- para un mes prorrogable, llamaba a 36.000 reservistas, se pedía la salida de sus ciudadanos de Rusia de manera inmediata y se imponían restricciones a los civiles ucranianos. En las regiones fronterizas con Rusia y Bielorrusia se introducían prohibiciones como la libre circulación civil –salvo seguridad o agricultura- de vehículos fuera de las vías registradas hacia la frontera. Se prohibían eventos masivos, huelgas, producción y difusión de información desestabilizadora –con normas especiales para internet- y se autorizaban, de resultar necesarios, los toques de queda –de especial importancia en zonas limítrofes con Rusia y Bielorrusia- y las restricciones a la libre circulación.
La primera gran visita rusa al Donbás se produjo el mismo día 23 con la llegada del Vicepresidente del Consejo de la Federación (Senado), Andriy Turchak, a Donetsk. Mientras que en Ucrania, donde se había barajado la ruptura de relaciones con Rusia –descartado por el momento-, se reunían los pocos grandes aliados que le quedaban a Kiev. Los presidentes de Polonia y Lituania acudían a un encuentro con Zelenski. Mientras, el Reino Unido se soliviantaba en palabras de su Secretario de Defensa, Ben Wallace, diciendo que Londres podría golpear los intereses de Rusia en todo el mundo: “La Guardia Escocesa pateó el trasero del zar Nicolás I en Crimea en 1853; podemos volver a hacerlo”. A pesar de que Wallace consideraba que Putin se había vuelto “totalmente tonto”, parecía tratarse solo de una declaración fuera de tono ya que Reino Unido no tenía la menor intención –ni posibilidad- de entrar en Ucrania, a pesar de la amenaza velada de choque con Rusia. Finlandia, otro de los países que había abierto sus puertas a la OTAN durante la escalada de tensiones con Rusia, movía su Embajada de Kiev a Lviv siguiendo el ejemplo de varias delegaciones occidentales durante las semanas anteriores.
En la noche del día 23, Rusia publicaba que las repúblicas de Donetsk y Lugansk habían solicitado la tan anunciada asistencia militar a Moscú para “repeler la agresión de Ucrania”. Y es que tras el reconocimiento, tanto Lugansk –día 22- como Donetsk –día 23- habían solicitado a Kiev que retirase sus fuerzas del territorio mayoritario que controlaban en el resto de los oblast. Desde ese momento, la entrada de tropas o “invasión” –limitada o no- sería cuestión de tiempo. Reportes indicaban que se habría dado la orden a los soldados del lado de las repúblicas de cortar el uso de comunicaciones convencionales, apostando por líneas seguras, según fuentes rusas. Tras ese momento, desde Donetsk llegaban reportes de cortes de las telecomunicaciones o la energía, potencialmente a causa de guerra radioelectrónica rusa.
Poco tiempo después se cerraba el aeropuerto de Jarkov, ante la posible intercepción de aviones de combate. Después cerraban las cámaras fronterizas en Crimea y Belgorod –fronteriza con Jarkov-, cerraban las entradas y salidas del aeropuerto de Dnipropetrovsk y se redirigían vuelos del este a Kiev, con el cierre sucesivo de aeropuertos menores como los de Zaporozhye y Jerson. Pero la noticia clave en la madrugada del día 24 sería el cierre de todo el espacio aéreo de la frontera Rusia-Ucrania por parte de Moscú hasta el 18 de mayo, lo cual podría ser indicador de que la guerra no sería una invasión limitada sino una total o, al menos, mayor pero no circunscrita al Donbás. También en ese horario, Zelenski ofrecía un nuevo discurso nocturno asegurando que había intentado entrar en contacto con Putin y no había recibido respuesta: “Si cruzáis la frontera, nos defenderemos”, declaraba.
Eduard Basurin, representante de la milicia de Donetsk, afirmaba que recuperarían “las fronteras perdidas en 2014” como contramedida en caso de un ataque de Ucrania, lo cual abría la posibilidad de que Rusia entrase inicialmente al Donbás y, ante una de las innumerables violaciones del alto el fuego de un acuerdo de Minsk ya extinto, decidieran reabrir el movimiento del frente hacia las fronteras del oblast, ahora con ayuda de Rusia. Las incógnitas se desvelarían el día 24 de febrero.
A las 4 de la mañana hora española, Vladimir Putin anunciaba el lanzamiento de una operación especial contra Ucrania con el objetivo de “desmilitarizar” el país. Y se daba paso a una invasión no-limitada: se entraba al menos por 4 frentes: de Belgorod a Jarkov, de Crimea a Jerson, de Lugansk a la zona del oblast controlada por Kiev y desde Bielorrusia hacia Kiev por el este del Dniéper. La guerra total quedaba abierta en múltiples frentes y 18 oblast eran bombardeados pero todo iría a más. Qué guerra, cómo, hasta dónde y hasta cuándo: todo en Twitter de Descifrando la Guerra y Twitch.
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