Es más fácil romper un átomo que un prejuicio (Albert Einstein)
Hay una serie de iniciativas que no se están llevando a cabo en el mundo. Esta omisión provoca que se desdibujen muchas ideas, al grado de correr el riesgo de que algunas se difuminen. Si a este mensaje le agregamos que las fuentes que lo sustentan son de origen fraudulento, nos arrastra a pensar que es muy difícil describir a estos farsantes si no es con mentiras. Es verdad que la ficción debe amasarse con realidad si quiere perdurar en el tiempo, pero suponemos que las invenciones que veremos tendrán una duración breve.
Hay un sector de la política y la economía mundial que imagina que la crisis de Ucrania es una farsa americana porque los legisladores demócratas no han podido aprobar la iniciativa del presidente Joe Biden conocida como BBB (Build Back Better). Esta incapacidad interna del manejo económico-social con alta inflación derivó en una imperativa distracción externa: ¿por qué no fabricar una invasión a Ucrania, haciéndose pasar como los paladines que la impidieron fueron los americanos que se “enfrentaron a Putin”? La inminente incursión invisible fue el montaje de un relato que la prensa hegemónica martilló hasta el hartazgo. El mundo recogió la crónica y la multiplicó, generando una escenografía que, al parecer, terminará en un papelón mayúsculo.
Aun así, es verdad que la política nodal de los demócratas no está siendo aceptada, que el precio de los bienes energéticos se disparó colaborando con una inflación significativa, misma que retroalimenta la crisis energética. El resultado inmediato desmiente el giro en las políticas ambientalista de campaña de Biden al poner a EE.UU. como el principal exportador de gas del mundo. Por otro parte, aunque nadie repare sobre el destino y las consecuencias de los 44 millones de ucranianos, su futuro económico oscila entre la presión americana, las privatizaciones del FMI y los misiles rusos. Una política de perder-perder.
Comencemos con el BBB. El año pasado, la Cámara de Representantes, de mayoría demócrata, aprobó sin mayores problemas la iniciativa, con un costo aproximado de 1,75 billones de dólares. Pero no ocurrió así en el Senado, donde se encuentra estancada, por la férrea oposición de los republicanos y también de un poderoso senador demócrata Joe Manchin, de Virginia.
La iniciativa del presidente Joe Biden (Reconstruir mejor), diseñada para ofrecer una amplia red de seguridad social a las familias de clase media y trabajadora, combatir el cambio climático y regularizar a millones de indocumentados no termina de cuajar. La administración demócrata ha sido incapaz de convencer al senador Manchin de que apoye la iniciativa. Esta negativa llevó a que tampoco prosperen el incremento del valor de la hora laboral de 7.50 dólares a 15 dólares, los planes para ofrecer dos años de educación terciaria gratuita, o la idea de condonar una parte de la deuda estudiantil. Una bomba de tiempo, según Education Data Initiative, que asciende actualmente a 1,75 billones de dólares, y de la que son deudores más de 43 millones de estadounidenses.
La falta de acuerdo dejó fuera también a la iniciativa que consideraba regularizar a unos 7 millones de indocumentados, entre ellos los Dreamers, los trabajadores esenciales y los beneficiarios del programa TPS (Programa de Protección Temporal), que ayuda a personas originarias de naciones que han sufrido guerras o desastres naturales. Para pagar el costo de esta iniciativa, la administración Biden plantea elevar los impuestos a los más ricos y a las grandes corporaciones, que, dado su pérdida de apoyo, también ha quedado en stand by.
Mientras tanto, el presidente ucraniano desaconseja el pánico, dejando en claro que no considera inminente una invasión rusa. Vladimir Putin, el presidente ruso, ha negado que tenga intención de invadir Ucrania. El presidente estadounidense, Joe Biden, rechaza dar garantías de cualquier tipo, salvo que el gasoducto Nord Stream 2 no sea habilitado. La UE hace un papelón con su política exterior, encabezada por el canciller alemán, que solo favorece que el gas y el petróleo aumenten, que EE.UU. exporte más, y los consumidores europeos se vean afectados.
El supuesto conflicto entre Rusia y la OTAN, solo por aclarar: la demanda moscovita es que cese el proceso de agregar nuevos miembros a la Organización del Tratado del Atlántico Norte y que, en particular, Rusia tenga la seguridad de que Ucrania y Georgia nunca serán miembros. Decíamos, los supuestos desacuerdos con la OTAN han fortalecido los lazos económicos y energéticos entre China y Rusia. Europa busca simultáneamente reducir su fuerte dependencia de las importaciones rusas de gas natural y petróleo por orden norteamericana, aun a costa de escasez, mayores precios, expansión de energías no renovables, sanciones y auto sanciones, en síntesis, un atentado al consumidor y el medio ambiente.
Rusia envía gas a China a través del gasoducto Power of Siberia, que se inauguró en 2019. Los dos aliados están cerca de acordar un segundo gasoducto –el Power of Siberia 2– que entregará combustible a China pasando por Mongolia. En el 2013, Rosneft, una petrolera rusa, acordó entregar 325 millones de toneladas de petróleo a China National Petroleum Corporation (CNPC) durante un período de 25 años a través de Kazajstán por U$S 80 mil millones. El 4 de febrero de este año, el gigante del gas ruso Gazprom confirmó un contrato con CNPC por 30 años para la compra y venta de gas natural a lo largo de la ruta del Lejano Oriente.
Desde hace años los flujos de energía rusos se están moviendo hacia el este, aunque el país geográficamente más grande del mundo todavía sirve como un importante exportador de energía a la Unión Europea. Es muy incierto si China puede servir como sustituto económico de Occidente, donde se encuentra el principal mercado de Rusia.
Según un nuevo contrato, China recibirá gas ruso de la isla de Sakhalin, a través de un gasoducto del mar de Japón hasta la provincia nororiental china de Heilongjiang. Dado que Sakhalin no está conectado a la red europea de oleoductos de Rusia, los analistas creen que el nuevo acuerdo no afectará a los consumidores europeos. Sin embargo, si Rusia es expulsada de SWIFT (sistema internacional de pagos), como han amenazado EE.UU. y Gran Bretaña, los países europeos no podrán pagar las importaciones de gas, lo que podría tener un impacto significativo en la seguridad energética del continente.
El gas natural representa alrededor de una quinta parte de toda la energía primaria utilizada en Europa. Constituye también alrededor del 20% de la generación de energía eléctrica para calefacción y para procesos industriales. Rusia es el mayor proveedor de gas natural de Europa y envía alrededor del 40% de los suministros del continente por gasoducto. Los siguientes proveedores más importantes a través de oleoductos son Noruega (22%), Argelia (18%) y Azerbaiyán (9%). Europa también recibe gas natural licuado y entregado por barco.
Hay indicios de que la UE ya se está preparando para vivir sin la energía rusa. Las importaciones de gas de la UE desde Rusia alcanzaron mínimos históricos durante el mes de enero. Eso significa que Europa deberá recurrir al gas natural licuado (GNL), que puede ser entregado por grandes buques cisterna de proveedores, y Washington es el gran ganador. Pero la infraestructura portuaria para deshacerse de Rusia comprando un gas más caro, no estará lista, al menos en los próximos años, ya que las instalaciones de regasificación europeas son solo 29.
En medio de este juego perverso, donde lo único que resalta es que la cada vez más patética burocracia europea (Bruselas) acompañará a Estados Unidos en su juego externo hasta la ignominia. Nadie se pregunta qué tanto crédito de esta imbecilidad pueden sacar los ucranianos, que han sido un Estado fallido que solo sirve como moneda de cambio y se pueden hacer de manera marginal algunos negocios.
Michael Roberts, economista marxista, hace un rápido testeo de la economía ucraniana en su artículo Ucrania: atrapada en una zona de guerra. Lo que explica, básicamente, es que la economía ucraniana era frágil durante la intensa crisis económica que experimentó el país en 2013-14 y culminó con el colapso del gobierno. El desempeño de Ucrania entre 1990 y 2017 no solo fue peor que el de sus vecinos europeos, fue el quinto peor en todo el mundo. Entre 1990 y 2017 hubo solo 18 países con crecimiento acumulado negativo, e incluso en ese grupo selecto, el desempeño de Ucrania lo ubica en el podio, junto con la República Democrática del Congo, Burundi y Yemen.
Hay algunos temas importantes y similares a los del sur profundo que atraen nuestra mirada sobre el escrito de Roberts. Según este autor, hay tres razones para que este país fallido no colapsara en 2014. La primera es que dejó de pagarle la deuda a Rusia, aún hasta hoy, y eso es extraño, porque según Occidente las deudas no se pueden dejar de pagar, salvo excepción de rusos y chinos, acusados de intimidadores chantajistas, que no es el caso del FMI. El segundo punto, un espantoso y muy macrista rescate del FMI, que lleva al tercer punto, la imposición de una brutal política de austeridad.
El impago de la deuda con Rusia llevó a Ucrania a refugiarse en Occidente (FMI) y servir de prenda de cambio. Si alguien quiere ver lo que le pasará a la Argentina con las revisiones puede revisar el informe de noviembre 2021 del FMI sobre Ucrania. Desde la crisis del 2014 los sueldos no han aumentado en dicho país, y el gobierno debe resistir cualquier aumento de salarios en el sector público para compensar las tasas de inflación de casi dos dígitos. El paquete actual del FMI requiere un aumento de impuestos equivalentes al 0,5% del PIB anual, bajar el déficit y aumentar las tarifas de energía. Todas estas medidas conducirán a una nueva caída del gasto social, del 20% del PIB en el momento de la crisis de 2014 a solo el 13 % este año.
Lo central en el paquete es llevar a cabo una privatización sustancial de los bancos y empresas estatales y, en particular interés es “la tierra estatal”. Ucrania alberga una cuarta parte del suelo fértil de la “tierra negra” (Chernozem) del planeta. Ya es el mayor productor mundial de aceite de girasol y el cuarto mayor productor de maíz. Junto con la soja, el girasol y el maíz se encuentran entre los principales cultivos del Cinturón de los Girasoles.
En 2024, las entidades legales ucranianas calificarán para transacciones que involucren hasta 10.000 hectáreas y se aplicarán a un área agrícola de 42,7 millones de hectáreas. ¡Eso equivale a toda la superficie del estado de California, o a toda Italia! El Banco Mundial está babeando: “Este es, sin exagerar, un evento histórico, hecho posible gracias al liderazgo del presidente de Ucrania, la voluntad del parlamento y el arduo trabajo del gobierno…”. Por lo tanto, Ucrania planea abrir su economía aún más al capital, particularmente al capital extranjero, con la esperanza de que esto genere un crecimiento y una prosperidad más rápidos.
De 2014 al 2020 la economía ha crecido en promedio a una tasa del -1.27%, la inflación es del 10%, el desempleo de más del 10%, la deuda/PBI pasó del 50% en 2019 a 60% en 2020, muy FMI, mientras que la inversión empresarial cae por un precipicio de hasta un 40%.
Ucrania es un simple peón. La crisis de los misiles en Cuba tenía más sentido. Estados Unidos había desplegado armas nucleares en Turquía, que limita con la Unión Soviética. En respuesta, Nikita Khrushchev, el líder soviético, decidió estacionar misiles nucleares en Cuba. Según los principios del derecho internacional, Cuba era un estado soberano y tenía derecho a buscar apoyo para su independencia en cualquier lugar que quisiera. Rusia retira los misiles de Cuba y EE.UU. de Turquía. Fin del juego.
En este caso el presidente Biden ha dejado claro que Estados Unidos no intervendrá con sus propias tropas si Rusia invade Ucrania. Entonces, ¿por qué trasladarlos a Europa del Este? Nadie amenaza a Polonia o Bulgaria, excepto oleadas de refugiados que huyen de Siria, Afganistán y las zonas áridas de la sabana africana. Es tan claro el formato de separar a Europa de Rusia, o frustrar la comunión alemano–rusa, una alianza natural hacia el este, que, en realidad, incomoda la falta de autonomía europea.
Mientras Ucrania sigue en juego, los problemas internos del presidente Biden se pueden diluir, y si es con negocios energéticos, aunque no sean renovables, está bien. Solo nos queda saber, como afirmó la cancillería rusa, si los medios americanos pueden decir la hora de invasión, para que los rusos se enteren y no hagan un papelón, faltando a la cita.
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