12/06/2021

no se ve en los jóvenes nihilismo, impotencia o egoísmo




Hay expertos en estudios de juventudes. Sólo conozco algunos, como Pablo Vommaro y Marina Larrondo. Yo no tengo sus horas haciendo trabajo de campo o interactuando con ellos en colegios secundarios, ni pretendo tenerlo. Voy a poner algunos links a producciones académicas que merecen ser leídas.

No diré nada demasiado original; al contrario, pretendo sintetizar y usar como trampolín algunas ideas expresadas por estos expertos. Finalmente, voy a señalar una tremenda oportunidad, que este gobierno está dejando vacante, de convocar a grupos jóvenes.

La primera idea es que no hay una sola juventud. La juventud no es homogénea, ni social ni ideológica. Esto debería ser obvio: nadie supone que los cuarentones piensan todos igual o desean las mismas cosas, y tampoco los mayores de 65. “La juventud” no existe como tal, sino que está conformada (como cualquier colectivo social) por grupos muy diversos con intereses y orientaciones diferentes y, muchas veces, incluso enfrentados o concordantes entre sí. Existen jóvenes libertarios y existen jóvenes feministas.

La segunda cuestión es que “la juventud” en política no es reducible a una estética ni a un sistema de consumos culturales. Desde la política, no necesariamente se interpela a los jóvenes hablando rápido y canchero, haciendo videítos de TikTok o musicalizando con trap o cumbia. Al contrario, los jóvenes tienen preocupaciones sustantivas. Educación, empleo, salud sexual y reproductiva, identidades sexuales y de género. Aun si uno enfoca en la actual disputa entre las juventudes convocadas profundamente desde el feminismo y los varones que forman la mayoría de los seguidores de Javier Milei, deberíamos aceptar que no es una pelea vacía: se trata, nada más y nada menos, que de los procesos de disputa en donde se están negociando las maneras de organizar las relaciones afectivas, los modelos de familia y, en definitiva, las estructuras sociales del futuro. Pero aun así, este no es el tema central. En las encuestas, la principal preocupación de los adolescentes y adultos jóvenes es la laboral: el empleo.

La siguiente idea, que retomo de Vommaro, es que los jóvenes están enojados; y tienen muy buenas razones para estarlo. ¿Cómo no habrían de estarlo, después de seis años de recesión económica y dos de pandemia? Salvo para aquella minoría de jóvenes sin preocupaciones económicas, la situación actual está caracterizada por malas perspectivas de ingreso al mundo del trabajo formal, por una sociabilidad dificultada y por recorridos educativos en situación de emergencia. Las mujeres jóvenes de los sectores populares, además, están agobiadas por la crisis de los cuidados domésticos a las cuales aludí en este newsletter anterior. De hecho, una de las cuestiones que pueden explicar el (relativo) éxito de las derechas tipo Milei es que escuchan y validan este enojo. No caen en la postura adultocéntrica y conservadora de decir: “Todo funciona bien, vos sos chico pero ya te vas a dar cuenta”. No, las cosas no funcionan bien en su totalidad y es necesario plantear una agenda de cambios ambiciosos. Mejoras en los márgenes de lo ya existente no serán suficientes.

Dejo dos datos que me impactaron (además de la preeminencia de lo laboral como principal preocupación, que ya mencioné). El primero es el éxito que tuvieron las convocatorias de voluntarios que realizaron las universidades públicas a inicio de la pandemia. El segundo es la noticia que leí hace pocos días de que, en mi provincia, Neuquén, hay un boom de la escuela técnica y por eso faltan 1.500 vacantes. La escuela técnica tiene sentido con la expansión de la industria petrolera en Vaca Muerta y los jóvenes detectan rápidamente cuando algo tiene sentido o no lo tiene. ¿Por qué no construir 100 escuelas técnicas por provincia rápidamente? Hay un crecimiento enorme de inscriptos a las carreras universitarias de enfermería y salud. ¿Cómo vamos a convocar a esos graduados a tareas con sentido personal y comunitario? El primer peronismo integró miles de enfermeras en pocos años. ¿Por qué no podría un gobierno incorporar cien mil enfermeros? ¿Armar el equivalente al Peace Corps norteamericano con un número similar? ¿Por qué esas políticas a gran escala hoy parecen imposibles?

Me atrevo a sostener que este gobierno tiene una oportunidad histórica de recoger estas demandas de cambios y plantear agendas ambiciosas de transformación. Pensar en gran escala, a futuro. La idea final es mía y puede, por supuesto, estar equivocada. Pero creo que no se ve en los jóvenes nihilismo, impotencia o egoísmo. Antes bien, sus demandas y sus acciones parecen estar reclamando horizontes de sentido, proyectos de futuro, pertenencias comunitarias. Ser convocados antes que entretenidos.

María Esperanza Casullo

1 comentario:

Diego dijo...

Leí la nota completa, asombrado de cuánta pelotudez seguida puede alguien escribir, hasta que llegué a la firma y ahí se aclaró todo.