12/06/2021

la política sin mito es un seminario universitario


«El gobierno de Alberto Fernández no es populista»

Aseguró María Esperanza Casullo al explicar que es el populismo durante la Maratón ComPol. La politóloga planteó que en Argentina, «es la oposición extremadamente virulenta, quien propone el antagonismo y no el gobierno cuyo discurso -calificó- es claramente pluralista».


Walter Darío Valdéz Lettieri

La politóloga María Esperanza Casullo definió al populismo como “una forma más que un contenido” y en esa dirección no dudo en asegurar que “el gobierno de Alberto Fernández no es populista” porque su narrativa no se enmarca dentro de los ejes que caracterizan a dicha categoría política. “El discurso de Alberto Fernández claramente no es populista -explicó- porque no hay un antagonismo personalizado y cuando aparece, la pelea no se continúa. Uno de los ejemplos más claros fue el caso Vicentín porque apareció el antagonismo” pero luego el gobierno retrocedió.

Durante su exposición que brindó en el marco de la Maratón ComPol 2021 que llevó como título ¿Cómo habla el populismo? la investigadora neuquina señaló que el discurso del presidente es “claramente pluralista, donde todos los grupos de opinión son válidos y no hay una clara frontera “nosotros/ellos”. Hoy -expresó- es “la “oposición extremadamente virulenta quien propone el antagonismo y no el gobierno”.

La docente de Criminología y Ciencias Forenses en la Universidad Nacional de Rio Negro adjudicó tales diferencias, al hecho de no ser el presidente, el único líder de su coalición, sino “una especie de articulador entre otros liderazgos: el más fuerte, de Cristina Fernández de Kirchner y el de Serio Massa”. Así “no queda claro que la autoridad per formativa que se requiere para marcar cual es la frontera” entre el nosotros y el ellos “esté efectivamente concentrada” en la voz del primer mandatario argentino.

La académica, graduada en la Universidad de Georgetown advirtió “yo creo que esto es un problema. Si bien hay presidentes exitosos como Angela Merkel, Michel Bachelet o Barack Obama que construyeron liderazgos no populistas, en este contexto caracterizado x crisis, angustia, furia, demandas insatisfechas, oposiciones muy virulentas en todo el mundo, recomendaría a los gobiernos ponerse enfrente de sus antagonismos”.

“Siempre es mejor generar uno los términos del antagonismo que los genere el adversario, y además es importante explicarles a las sociedades de donde proviene el daño, porque no estamos en una situación donde solamente se pueda utilizar un discurso estrictamente tecnocrático” enfatizó.
¿Qué es el populismo?

“El populismo se puede ver de muchas maneras” indicó Casullo. ”Aunque a los politólogos no nos parece adecuado, hay quienes lo miran desde sus políticas económicas. Se lo puede mirar también desde el liderazgo, yo elegí desde el por qué funciona el discurso populista y como es su manera de hablar”.

“En 2006, en Estados Unidos, el pensamiento mainstream creía que el populismo era algo en vías de morir. Una enfermedad o patología de países lejanos, pobres y habitados por personas no blancas. Típico de Latinoamérica, Turquía, India con Indira Ghandi, o de países que estaban en tránsito hacia la adultez democrática y la idea era que las democracias bien establecidas, maduras y modernas tenían dentro de sí, anticuerpos contra el populismo” recordó.

“Ahora sabemos, por casos como Donald Trump en USA, Jean Marie Le Pen en Francia, Viktor Orbán en Hungría o Boris Johnson en Reino Unido, por ejemplo, que no hay ninguna que lo tenga” demostró. “Es más, sabemos que el populismo no viene desde afuera de la democracia como un virus que la infecta, sino que es un subproducto, un hijo a veces no deseado por la política. Nace de la democracia, porque tiene que ver con una manera de generar poder democrático. Solamente se puede tener un partido, movimiento, gobierno o liderazgo que podemos llamar populista, si vivimos en un sistema que acepta la soberanía popular” postuló.

“Al estudiar cientos de discursos de líderes y presidentes populistas, me impactó que todos hablan de una misma manera. No en lo que dicen, sino en las formas, en como lo dicen” apreció. “Es un discurso que no le gusta a mucha gente, entre ellos los estudiosos de ciencia política, por parecer emotivo, poco técnico y muy antagonista, pero es un discurso que tiene una pregnancia y genera efectos en la política. Los populistas narran y generan explicaciones y antagonismos que producen perspectivas de acción, movilización que tiene carácter refundacional, épico para derrotar al adversario” reveló la docente patagónica.

“Además personalizan, aspecto clave de los discursos populistas. Enfrentados a una situación de incertidumbre, crisis y sensación de injusticia, explican en función de la noción de daño, creando un colectivo que podemos llamar “nosotros” compuesto x todos aquellos que hemos sufrido el mismo daño, y no necesariamente unido por una identidad étnica, religiosa, de clase, de una ideología, sino por haber sido víctimas de un mismo daño, causado por una persona o grupo de personas que tienen nombre y apellido o razón social” detalló.

“Esta manera de ver el mundo: un pueblo, un líder y un mito -puntualizó Casullo- si está bien articulado en una tradición cultural y una buena oratoria convence porque explica y resuena en la sociedad, generando representación y poder político”.

“El formato populista permite legitimar de diferentes políticas” aclaró. “Hay un populismo que pega para arriba y mira hacia adelante. Algunos lo llaman de izquierda, definición que no me parece correcta porque muchas veces elige políticas que no son de izquierda: no nacionalizan la banca ni estatizan la economía. Los une su adversario: la elite económica y social”.

“Los de derecha, hoy muy en boga en el mundo, pelean contra un traidor que está abajo socialmente: los inmigrantes, las feministas, los creyentes musulmanes, sectores más vulnerables que poderosos. Un ejemplo fue cuando Trump, anunció su candidatura diciendo que el principal problema era la inmigración mexicana, contaminando la pureza de su pueblo concebido como blanco y mostrando su interés es retornar al pasado” exhibió.

Si bien no caben dudas de que la realidad se impone (o debería imponerse) a las narrativas, también resulta claro que, en nuestras sociedades en tanto modernidades líquidas, esa misma realidad no puede interpretarse fuera de tales narrativas, porque ella la organiza.

La política, en un pasado no tan lejano y que incluso genera cierto grado de nostalgia, estaba íntimamente vinculada a las ideologías, sin embargo, hoy prevalece un notable esfuerzo de sectores muy interesados en forjar una sociedad del futuro que prescinda de ellas, donde la estética y la emoción reconfiguren la argamasa que da unidad a los colectivos sociales, antes ideológicos.

Quizá, la formulación que propone Casullo, sea más que útil para reconstruir aquellos viejos lazos que hoy la política, más preocupada en el triunfar que en el para que triunfar, prefiere postergar.

En tal dirección puede interpretarse el cierre que prodigó la especialista en Maratón ComPol: “El desafío no es construir una política sin mito. La política sin mito es un seminario universitario. Sino poder dar una narrativa que exprese quienes somos y hacia dónde vamos, algo que sigue siendo tan importante hoy como hace 2400 años, porque como ya sabían los griegos, la alternativa al mito no es la razón sino el silencio” selló.

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