Por: Mariano Fraschini
¿Quién ganó la elección del domingo? Con un poco más de precisión ¿Quiénes festejaron los resultados de hace dos días? En cuanto a la primera pregunta no hay dudas: la oposición; para la segunda, la respuesta se complejiza, ya que el oficialismo festejó con más intensidad que la oposición. ¿Cómo explicar esta contradicción? En primer lugar, porque las elecciones en Argentina tienen desde el año 2011 dos instancias: la Primaria y la General, y en segundo orden, ligado a esto, suelen compararse a pesar de que las que realmente “valen” por su traducción efectiva de votos en bancas, es la segunda. Desde allí que el balance entre ambas votaciones explique la aparente contradicción en el festejo de las dos principales fuerzas políticas nacionales.
Para dotar a este análisis de la evidencia empírica necesaria (primero datos, luego interpretación) realizaré unas viñetas explicativas que intentarán alinear los resultados y los festejos
A nivel nacional Juntos por el Cambio obtuvo el 41,9% de los sufragios frente al 33,5 del oficialismo. La tercera fuerza fue la izquierda con el 5,91%. La oposición ganó en 13 provincias (sobre todo la franja central) y el Frente de Todos en 9 (el norte mayoritariamente), mientras que en las dos restantes (Rio Negro y Neuquén) se impusieron partidos locales. A diferencia de las PASO, la distancia porcentual entre JxC y el FdT a nivel nacional se achicó en forma mínima, y en cuanto a distritos el oficialismo recuperó Chaco y Tierra del Fuego donde había primado la oposición de Juntos.
La composición de ambas Cámaras parlamentarias mantuvo a grandes rasgos los guarismos de las PASO en Senado y se observa una cosecha mejorada para el oficialismo en Diputados. De las 8 provincias en donde se votaba senadores, la oposición se impuso en 5 y el oficialismo en 3. Igual que hace dos meses. Este resultado se traduce en la pérdida del quórum (y de la mayoría absoluta) del oficialismo, ya que pasa de 41 a 35 senadores y el avance de la oposición le permite pasar de 24 a 31.
Las terceras fuerzas cuentan con el resto de los 8 senadores, algunos de ellos votan más cercanos a la oposición, y otras al oficialismo. ¿Será un problema para el gobierno la pérdida de este recurso de poder legislativo? Si tomamos la evidencia histórica como base, desde 1983 a la fecha, sin distinción de gobiernos, el Senado sólo en 3 ocasiones rechazó un proyecto enviado por el primer mandatario.
En cuanto a la Cámara de Diputados, el resultado de ayer no modifica en lo sustancial la composición legislativa. Si no hay cambios de último momento en La Rioja y Río Negro (se verá en el definitivo) el oficialismo tendrá 118 y la oposición 116, mientras que 23 quedarán repartidos en el resto de las fuerzas partidarias. Hasta el 10 de diciembre la relación era similar, el oficialismo contaba con 120 y la oposición con 116. En ese marco, las aprietos para aprobar leyes en esta cámara continuará, y el FdT deberá enhebrar acuerdos con terceras bancadas, con las dificultades que se han observado durante estos dos últimos años.
En términos distritales, como se comentó, a excepción de Tierra del Fuego y Chaco se mantuvo la fuerza ganadora de las PASO. Hubo paridad en muchas provincias, entre las que se destaca la provincia de Buenos Aires. Allí la distancia de casi 5% de septiembre a favor de Juntos se redujo a 1,3% a la espera del definitivo. Las remontadas en la mayoría de los distritos del conurbano y una mejora en el resto le permitió al oficialismo descontar en la provincia que por peso específico resulta ser la más significativa en el análisis electoral de la compulsa. Desde 2005 que el peronismo no logra vencer en las de medio término en PBA, siendo esta última, en la que el justicialismo estuvo más cerca de ganar. En 2009 la derrota fue por 3%, la del 2013 por 9% y la de 2017 por 4%.
Como habíamos advertido aquí, el justicialismo tenía todas las posibilidades de achicar y/o ganar el distrito, a pesar de que las encuestas previas y los ánimos en el interior de la coalición dominante mostraban signos de pesimismo. El oficialismo provincial vuelve a superar su piso histórico, pero no logra acercarse a elecciones con mayor brillo. A pesar de ello, su performance fue leída, por propios y extraños, como un “triunfo” en términos de su capacidad de movilización en un contexto para nada agradable para sus posibilidades de achicar distancias.
En el resto de los distritos, a pesar de que el oficialismo achicó fuertemente las distancias adversas en San Luis y en menor medida en La Pampa, Santa Fe, Chubut, el peronismo perdió votos en Tucumán. En el resto de las provincias las victorias fueron más holgadas como en Formosa y en La Rioja. En cuanto a la oposición, los triunfos se mantuvieron idénticos a las PASO, y en algunos casos fueron más cortos. Eso explica, a grandes rasgos, el achicamiento de la diferencia a nivel nacional.
Como dijimos, la izquierda fue tercera fuerza y logra sumar 4 diputados a su bancada. La derecha más recalcitrante (para diferenciarla de JxC) tuvo buenas performance en CABA y PBA con candidatos con discurso antisistema (político) y mucho financiamiento. Resta dilucidar, si estos nuevos representantes del empresariado más concentrado y financierizado logran acuerdos con el PRO y se suman como interbloque o si fenecerán al integrarse a un cuerpo político acostumbrado a domesticar a estos locuaces candidatos que arriban a la Cámara erigiéndose éticamente superiores a sus pares. La experiencia revela que luego de un tiempo se insertan plenamente en la dinámica corporativa y son deglutidos por los partidos mayoritarios.
La estrategia de realizar PASO en esta elección tuvo, en su mayoría, una alta fidelidad en el posterior conteo de la elección general. La repetición casi calcada de los votos de las primarias y los del domingo revela el éxito en la maniobra electoral. Los casos de la oposición en La Pampa y Santa Fe, por mencionar dos de muchos, evidencian que se repite el mismo guarismo obtenido en la Primaria, es decir, el voto al partido (o alianza de partidos) se mantiene en los mismos márgenes.
La participación fue de las menores de la historia de la democracia desde 1983. El peso de la pandemia, el tratarse de una legislativa que en teoría parecía definida a nivel nacional y (se arriesga) un enojo incipiente con el sistema político explican parcialmente la tasa de presentismo. De todas formas, el aumento del mismo pareció favorecer al peronismo que logró, como se dijo más arriba, achicar la desventaja en varios distritos.
¿Cómo se explica, entonces, el doble festejo?
Del lado de la oposición se celebra la ratificación de ser la fuerza que más votos obtuvo a nivel nacional y en la mayoría de los distritos. El 41,9% de los sufragios, un score muy parecido a los guarismos de 2017 y 2019, certifica que la oposición se encuentra hoy entre un “piso” y un “techo” electoral muy similar y para nada despreciable. Sin embargo, las expectativas previas y la estrategia “por adelantado” de pedidos de transición (y hasta osadas demandas potenciales de convocatoria a una salida anticipada presidencial) frustraron, por su ambición, la instalación de una victoria holgada y con agradable traducción de votos en cargos. La reunión de los ganadores del día de ayer ahondó la mufa con la afanosa estrategia diseñada, y los pedidos de “aceptación de la derrota” al presidente son los retazos de la impotencia política. Las victorias electorales no siempre tienen todas consigo, y, como en este caso, el festejo de antemano resultó un “boomerang” político que blanqueó, por un lado las internas en la coalición opositoras y, por el otro, la falta de liderazgo que esta votación no logró zanjar. Como para el gobierno, los años venideros no serán un sendero apacible para la oposición, y cómo resuelva el espacio antiperonista sus propias contradicciones internas estará abierta (o no) sus posibilidades electorales de cara a 2023
Del lado del oficialismo la “cuestión aritmética” (sacar más votos y reducir distancias) se convirtió en el principal escudo defensivo de la avanzada mediática-empresarial- partidaria post PASO. Las amenazas de JxC de “colarse” en la línea sucesoria, el mensaje profético del inicio de una virtual “transición” política, las especulaciones en torno de una inminente Asamblea legislativa con un gobernador no K como candidato a suceder a los Fernández, una agresiva y despectiva forma de dirigirse, insultos mediante, a la primera magistratura, la amenaza de un 15/11 caótico, plagado de catástrofes económicas y sociales, y las especulaciones en cuanto a un nuevo “quiebre público” entre el binomio conductor del espacio gubernamental, formó parte del menú opositor durante las últimas semanas. El clima político pre-dominical fue alterado por la presencia de Mauricio Macri como centro de atracción y de múltiples operaciones mediáticas con zócalos que duraban horas con el interrogante acerca del “qué pasará con el dólar y el gobierno el 15 de noviembre”. De esto, podemos asegurar, logró zafar el gobierno nacional el domingo, y desde allí que el resultado sea considerado pasible de festejo. No siempre las derrotas electorales se convierten en forma automática en derrotas políticas. Este es uno de los muchos casos en los que esta ecuación no ocurrió. Y el festejo del domingo por la noche (superior en algarabía al de la oposición) atestigua que el gobierno ganó políticamente este round que se presentaba sumamente esquivo e incierto.
Se abre un panorama novedoso. A excepción de Fernando De la Rúa que perdió en su primera elección legislativa en octubre de 2001, y debió dejar el gobierno dos meses después, ningún otro primer mandatario salió derrotado de su primer test electoral desde el retorno de la democracia en 1983. Será la primera vez que un presidente argentino, luego de perder la elección de medio término, convoque a un festejo multitudinario tres días después en la Plaza de Mayo, y que a pesar del revés haya salido airoso del intento de “golpe blando” del conglomerado opositor.
Como siempre, los días venideros serán testigos de cómo continua una dinámica política cada vez menos predecible y que requiere de miradas y acciones ingeniosas. Para el gobierno extender el “veranito” de esta semana será clave para no sufrir un diciembre que, como marca el calendario político, siempre se presenta nebuloso. Desde el domingo, el presidente gana oxígeno y se le abre un año más venturoso que sus dos primeros. De él dependerá, sobre todo, el destino de su gobierno. Porque son siempre los liderazgos presidenciales y su ejercicio del poder en nuestra región el factor explicativo más decisivo de la dinámica política sudamericana.
Sobre el autor: Mariano Fraschini es Doctor en Ciencia Política y co-compilador junto a Santiago García del libro “Liderazgos en su laberinto. Cómo ejercen el poder los presidentes sudamericanos del siglo XXI” de Editorial Prometeo
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