10/12/2021

descomposición



La pesada ancla de la decadencia – Por Raúl Lemos


Raúl Lemos sostiene en esta nota que no es materialmente posible salir adelante con un Poder Judicial funcionando como un garito de indulgencias, influencias y dilaciones a contramano de la legalidad que surge de nuestro contrato social, afirma que así se cristaliza un status quo bajo el que ningún gobierno se va a atrever a tomar decisiones que sabe serán torpedeadas por alguna corporación perjudicada, recurriendo a un desprestigiado Poder Judicial.


Por Raúl Lemos*

(para La Tecl@ Eñe)




Comencé a escribir estas líneas días antes del enésimo bochorno del Poder Judicial, esta vez con su Corte Suprema ya en nivel de descomposición, dirimiendo con promiscuidad poder interno. Y expuesta en vidrieras y góndolas como espejo social maldito ante el que una parte de la clase media resiste mirarse.

La persecución ideológica implementada por un ex presidente y una parte no menor de su gabinete junto a tribunales federales, cámaras de apelación y casación ante la mirada ausente de la Corte Suprema, cuando no inspirando ideológicamente la herramienta preventiva para la caza de opositores, es quizá la causa de mayor gravedad institucional registrada desde la vuelta de la democracia.

La gravedad radica en la reunión en la persona del ex presidente de La Nación de los roles de ideólogo y ejecutor de la persecución a través de la Mesa Judicial y cuyos rastros históricos nos llevan a la privación de la libertad, la tortura y la desaparición forzada, aunque esta vez, la banda que asoló la República no pasó del primero de los delitos.

La causa avanzó raudamente en un juzgado federal de Lomas de Zamora hasta que la Cámara de Casación, máximo tribunal penal, la remitió a Comodoro Py adónde fue paralizada.

La procacidad de este sistema judicial no es compatible con la vigencia del sistema Republicano. Mientras un sector importante de clase media hace como que “ya estamos acostumbrados”, “ya sabemos que es así”, “esto no tiene arreglo” o directamente justifica la peligrosidad de uno de los tres poderes del Estado, se está renunciando ya no sólo a ser un país normal, sino a forzarnos a todos a simular que tan mal no se está. Todo bajo la premisa falsa de que ese enjambre de delaciones e intereses no nos tocan ni de lejos. Y la verdad es que vivimos cada vez peor. Sustrayéndonos de la responsabilidad que como ciudadanos tenemos, aunque no se tenga interés y menos participación personal en las operaciones ilegales que se lanzaron como rayo contra la principal fuerza opositora.

El cuerpo social es responsable por aceptación, dispensa y omisión de alertas ante el prevaricato, las demoras procesales y la atribución de competencias “oportunas” dictadas con abyección y sin disimulo. Todo en aras de una línea ideológica continua que atraviesa a una parte de la sociedad que tributa al elitismo, la discriminación de clase, la apropiación y conservación de bienes a como dé lugar, y desentendida a esta altura casi por completo del bien común.

Mientras tanto seguimos dando vueltas en la misma calesita perversa que cada tanto se detiene, tiembla o hace ruidos espantosos.

Sin minimizar su impacto, es curioso como corrió por la epidermis social una especie de escalofrío ante la carta reciente de la Vicepresidenta. Y ¿qué pasa con la andanada otrora semanal, de decisiones y vuelcos judiciales alevosos violatorios y vejadores de la legalidad? La pregunta puede aparentar inocencia, pero ¿cómo es posible que un presidente haya propuesto la designación por decreto de dos miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y no haya sido llevado a un juicio político ante las cámaras del Congreso y, mucho más que eso, no haya sido desautorizado en las urnas inmediatamente posteriores? o ¿por qué no fueron juzgados por esa vía los cortesanos que fallaron a favor del 2×1? o ¿cómo pudo una jueza del máximo tribunal esquivar la finalización de su mandato al haber alcanzado los 75 años de edad mediante un amparo judicial y la complacencia de un Ejecutivo que no apeló, y que vaya a saber en cuántas causas ella podría sospecharse falló de manera parcial en devolución de gentilezas? O la persistencia en sus lugares de un Procurador y un Fiscal Federal que socavan la institucionalidad encubriendo y delinquiendo a la vista de todos.

Ahora todo se precipitó. Aunque va a tardar un tiempo y pasar más agua por debajo del puente para que se pueda visualizar un contorno definitivo del superior de los tribunales judiciales, la quizá más “prolija”, con prescindencia de derechos humanos y previsionales, Highton de Nolasco, renunció.

Se abre un escenario incierto en torno a dos cosas: una vacante y una hoguera. Esta última es la que enciende la oposición con napalm criollo, como la de que no van a prestar en el Senado ningún acuerdo a nadie para cubrir ese lugar de aquí a 2023, forzando la idea de que van a volver y este Gobierno está de paso. Con ese descaro y empecinamiento insisten en una desestabilización que no estrenan hoy: con ella llegaron en 2015 al poder formal y a ojos vista es todo lo que tienen para ofrecer. Ni un segundo dejaron pasar desde su eyección del poder para decidir que la manera de escaparle al bulto que dejaron en diciembre de 2019 y a la presión con que la ultraderecha los acorrala, es triplicar cada apuesta y jugar a todo o nada. La movida es burda y harto evidente pero es la pulsión de esta derecha. Y la que ellos perciben les aprueba el sector social que los apoya.

Lamentable y objetivamente pareciera haber un acuerdo entre el Presidente y la oposición, y obviamente la “justicia” misma, en que la Corte no debe ser modificada. Ni en sus nombres ni en su diseño; no fue lo que hizo Néstor Kirchner. Tal vez esta inesperada circunstancia modifique esa inercia y aparezca una punta en el ovillo. No es una partida fácil pero si ni siquiera se la intenta todo se puede volver aún peor.

No es materialmente posible salir adelante con un Poder Judicial funcionando como un garito de indulgencias y/o influencias y/o dilaciones a contramano de la legalidad que surge de nuestro contrato social. Así se cristaliza un status quo bajo el que ningún gobierno se va a atrever a tomar decisiones que sabe serán torpedeadas por alguna corporación perjudicada recurriendo a este Poder Judicial. Sea para no malgastar la oportunidad, sea para no sumar otro problema a los muchos que ya tiene para gobernar un país tan imprevisible. Es inadmisible.

En cualquier caso el resultado es la anomalía campeando en todos los rincones reales o simbólicos de la Nación. Y la consecuencia no es sólo la decadencia y el atraso reciclados enseñoreándose en una sucesión de recidivas inacabables que saturan ánimos ciudadanos sin nunca terminar de ver luces al final de tantos túneles.

También hay daños tangibles que lastiman cuerpos y repugnan sentimientos elementales sobre los que se asienta la coexistencia. Les ocasionaron la muerte a dos chicos idealistas e inocentes en el Sur. En una de las causas, la de Maldonado, intervino un juez que luego tuvieron que esconder detrás de otro levemente más disimulado que lo más trascendente que hizo fue convalidar como verosímil la “permanencia inadvertida” durante dos meses del cuerpo de Santiago en el agua sin deteriorarse y a unos metros más arriba del lugar de su desaparición, luego de innumerables operativos de búsqueda en la zona. Y por toda declaración pública luego de la “concurrida” pericia sobre el cuerpo, se apuró en aclarar que no había signos físicos de violencia. ¿Y la muerte por qué se produjo? ¿Y el accionar del jefe de gabinete de la entonces ministra de seguridad mandando gendarmes a reprimir ilegalmente dentro de un predio privado sin orden judicial que lo autorice? Preguntas y más preguntas que se acumulan como las de la pericia de la bala de la Prefectura que asesinó a Rafael Nahuel por la espalda en Bariloche.

La causa de los espías trata centralmente sobre la persecución a una ex presidenta y demás integrantes de un gobierno elegido en las urnas que cuando perdió por apenas un punto y medio entregó el poder formal al vencedor sin decir esta boca es mía. Luego fue perseguida e hiperindagada a razón de ocho audiencias en un mismo día por un innombrable y formidable exponente de quién lo menos que puede decirse es que jamás debió haber sido juez. Quienes en el borde de lo democráticamente ominoso aplaudieron esto rabiosamente, lo justificaron porque se lo hacía a Cristina. Sin embargo, a pesar de una justicia a tiro de cualquier influencia en poder y en dólares, y de la animadversión ostensible contra la exPresidenta, no pudieron probarle nada. Si no, aún estaría presa como lo está Milagro Sala en el laboratorio de la impunidad de Jujuy. Todo ello al tiempo que el mismo expresidente que conducía la cacería, se inmunizaba en la causa del Correo o tejía otros negocios con autopistas, parques eólicos y quién sabe cuántas cosas más en ese mientras tanto deplorable para la República; el segundo desde el retorno de la democracia e in crescendo.

No hay posibilidades reales de emerger como país más previsible y razonable con un Poder Judicial así. Es sólo ilusión fantasía o espejismo con el que desde arriba hacia abajo, y de un costado al otro, lo que en verdad ejecutamos como sociedad es un paso de comedia diario de parteners de la corrupción sistemática que no es precisamente la de la política, aunque allí también more la debilidad humana de adueñarse de lo ajeno. Pero como dice el refrán, es una tentación inevitable ver la paja en el ojo ajeno en vez de la viga en el propio. Y es menos ríspido para el mandante o ciudadano común usar como blanco móvil de broncas y frustraciones colectivas compactadas en capas geológicas, a los funcionarios de turno para descargar sobre ellos la culpa única y exclusiva por la imposibilidad de hacerse cargo de los excesos individualistas propios. No es casual el grado de agrietamiento y desencuentro coexistencial, pues esas debilidades humanas profundizadas y extendidas como mancha de aceite, son disvaliosamente más determinantes que cualquier disfunción particular o privada, llámese corrupción o lo que sea.

Así se consolida en el tiempo un tránsito de autoengaño que va de la frustración a la euforia y vuelta a la frustración, con la aceptada, al tiempo que errónea, certeza de que ese círculo enfermo es lo que más le conviene a cada quien.

En un país así, todo vale, todo se legitima y se naturaliza. Nos estamos convirtiendo, si no es que ya lo hemos conseguido, en un aguantadero en grado delincuencial/social de egoísmo a ultranza, individualismo y conveniencias sectoriales y particulares a escala nacional y barrial.

Lo penoso y que contrasta, es de lo que somos capaces como conjunto cuando nuestras capacidades son estimuladas primordialmente con un sentido constructivo comunitario. Increíblemente flotan en el espacio exterior dos maravillas de lo más avanzado y exquisito de la ciencia mundial, como los dos satélites de construcción genuina nacional que un analfabeto intelectual próximamente “profesor” ni dudó en llamar “heladeras” antes de entregárselos al mercado.

El Poder Judicial en un régimen republicano es parte constitutiva y vital: si funciona bien no se lo nota, si lo hace con arbitrariedad pasa a ser el depositario no visible ni responsable de algo para lo que no está concebido ni diseñado como es administrar la cosa pública. No será con órdenes operativas, pero sí como árbitro último ante el que lo corporativo espurio siempre va a recurrir para imponer sus intereses y ellos contrabandear los suyos.

Ello configura hoy el mayor obstáculo y una limitación inaceptable a la que muchos se han acostumbrado. Se admite mansamente que no se puede hacer más que repudiarlos a través de encuestas que los posicionan como la institución más desprestigiada de la democracia. Empero, al momento de ejercer la voluntad popular con el voto se produce un divorcio “mágico” entre ese poder de elegir, el único que tenemos, y la no convalidación ni de los usufructuarios ni de las operaciones que realizan: las decisiones arbitrarias de jueces socialmente vilipendiados sobre funcionarios cuya responsabilidad están más que a la vista, no necesitan de ninguna sentencia que oriente el sentido del bien que debe primar en los ciudadanos comunes en el momento más importante que tiene la democracia, el del cuarto oscuro.

A Cristina Fernández la persiguieron por los cuatro costados y a pesar de prácticamente todo el andamiaje judicial federal confabulado, y el formidable aparato publicitario de cables, radios, diarios con que cuenta en especial la corporación mediática Clarín, no pudieron probarle nada, y una a una van naufragando esas causas. En cambio Macri, con todo el pus que emerge y el pasado turbulento y proverbial de ilícitos que lo precede, luego de casi dos años, recién ahora ha sido citado a una indagatoria cuya fecha debió aplazarse pues parece que los torpes y zánganos ahora dan clases en universidades del exterior…

Allí están la deuda externa, tanto la privada con sus beneficiarios del poder económico concentrado y funcionarios, como el Ministro de Finanzas y la deuda a 100 años con su fondo de inversión Noctua Partners. Tampoco hubo formalidades administrativas mínimas, ni pasó por el Congreso, la contracción con el FMI de una deuda que va a figurar en el libro Guinness y cuyas consecuencias ya mismo están condicionando dramáticamente a la Argentina.

Claro, podremos imaginarnos sin demasiado esfuerzo las pruebas que un ex presidente que siempre se dedicó a espiar debe poseer contra quienes fueron sus cómplices en el Poder Judicial, de mínima por las flagrancias e ilegalidades que cometieron junto a él, amén de otras. Y también por el riesgo subyacente si él llegara a caer preso.

Pero lo que más daño nos hace como sociedad es la justificación, aunque provenga de una parcialidad social con capacidad de influencia, en aras de posiciones ideológicas y políticas que pretenden dejar capturado un perjuicio tan milmillonarios como burdo en la órbita de la política, cuando en verdad se trata de los intereses económicos poderosos y privados de siempre a los que la democracia, en estas latitudes, les sienta peor que mal.

El desencuentro y contradicción entre democracia y capitalismo es creciente y ostensible y se va tornando vital la necesidad de una dilucidación y un desenlace en torno a él: que capas medias se empecinen en ignorarla no discriminando entre una cosa y otra con el daño que ello nos provoca, pone blanco sobre negro como en una radiografía, hasta qué lugares del cuerpo social se han extendido las metástasis del cáncer que nos corroe.

Hay una diferencia abismal entre el país que dejó el kirchnerismo en 2015 y el estado catastrófico económico, social e institucional en que quedó la Argentina en 2019. Por más porfiada y sofisticada que sea la negación jamás podrá evitar que lo evidente se vea.

Que los “concesivos” con un gobierno tan corrupto como oligárquico se expliquen a sí mismos, si pueden hacerlo frente a un espejo indeformable, por qué tres gobiernos supuestamente tan corruptos como los que tuvimos de 2003 a 2015 le hicieron tanto bien al país. Y si dudan, sólo tienen que tomar como prueba sus vidas, pasares y entornos luego de aquél gobierno. Las pruebas con cuya omisión este Poder Judicial hunde cada día a la República con su pesada ancla.

*Miembro fundador e integrante de la Mesa Provincial del Partido Solidaridad e Igualdad.

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