las patas en la rosada
La primera vez que Pérsico ocupó un cargo en el estado fue cuando Felipe Solá gobernó la provincia de Buenos Aires. Ya los piquetes en el conurbano habían dejado de humear cuando el referente del Evita asumió como vicejefe de Gabinete de la Gobernación, lugar desde donde logró que su organización llegara a convertirse en poco tiempo en la más grande entre los movimientos territoriales. A fines de 2008 pasó al ministerio de Desarrollo Social de la Nación, como Subsecretario de Comercialización de la Economía Social. Pero al año siguiente debió presentarle la renuncia a Alicia Kirchner, y en 2012 volvió al gobierno de Cristina Fernández esta vez al frente de la Agricultura Familiar.
Ahora su lugar en el Estado estuvo garantizado desde el principio, como representante de los movimientos sociales que abonaron un proceso de unidad peronista que él mismo caracteriza como el más extenso que recuerde. Algunos le cuestionan el estar de “los dos lados del mostrador” y Pérsico no parece tener del todo claro cuáles son las formas o los dispositivos colectivos que permiten refrendar esa doble representación. Para colmo, la pandemia creó una situación inesperada y los dirigentes sociales son parte del gobierno justo cuando la calle quedó prohibida. Están recalculando, en el medio de la tormenta. Pérsico no la caretea y admite la desorientación.
“El problema no es que estemos en el Estado, porque somos peronistas y creemos que el proceso para ser revolucionario tiene que darle protagonismo a los sectores populares y tiene que incorporar a las organizaciones populares a la política y al Estado. El problema es que no sabemos lo que somos y eso nos está costando. Se lo expresó muy bien Juan (Grabois) al Presidente en las discusiones que tuvimos el otro día con él. Somos un rato sindicalistas, un rato organización social, un rato organizadores de trabajo, un rato dirigentes políticos, y entonces no encontramos el lugar donde meternos”.
—¿Y cómo se resuelve ese problema de identidad?
—Los modelos alternativos al viejo capitalismo estaban claros. A este capitalismo todavía no le hemos encontrado el modelo alternativo, lo estamos construyendo. Hubo una gran ilusión con el modelo Latinoamericano de comienzos de siglo, pero para nosotros fue un derrame inducido, no fue un modelo de desarrollo nacional. Se dijeron algunas cosas interesantes, pero no se hizo demasiado. Francisco plantea que es ecológicamente insostenible que este modelo pueda contener a todos. Si el conjunto de la población alcanzara el nivel de consumo que tiene el 30% más alto, que es donde estamos nosotros tres, necesitamos cuatro planetas. La Ciudad de Buenos Aires consume 600 litros de agua por habitante, Jujuy consume 5; si hiciéramos que todos los habitantes de la Argentina consumieran 600 litros tendríamos que producir 5 veces el agua potable que tenemos hoy. Y si la Argentina gastara la misma electricidad per cápita que gasta Estados Unidos necesitaría 5 veces la energía que consume hoy.
—Vos sos uno de los principales referentes sociales del país y al mismo tiempo funcionario con alta responsabilidad de una coalición heterogénea de fuerzas. ¿Cómo se tramita esa doble naturaleza?
—Honestamente no lo sé. Hay veces que amenazamos. Tres semanas atrás le movilizamos al Gobierno y le dijimos públicamente a Alberto que íbamos a salir a la calle. Después reflexionamos y decimos, “che qué estamos haciendo”. Un rato somos sindicalistas, otro rato estamos en el gobierno. La organización de los trabajadores tiene que ser independiente de los partidos políticos. El peronismo hizo una representación de los trabajadores dependiente de un partido. Pero hoy no hay un partido político de los trabajadores. Nosotros tenemos que construir una organización de los trabajadores independiente de los partidos. Las organizaciones populares son una mezcla de muchas ideas políticas. Tenemos que convivir con todo y construir una representación independiente.
—¿Y se puede hacer eso estando en el Estado, en el marco además de las pujas diarias al interior de una coalición de gobierno?
—Nosotros cuando entró el gobierno tuvimos dos discusiones fuertes. La primera, qué es lo que íbamos a hacer en el Estado; y la segunda, cómo posicionarnos ante él. Nosotros al Estado macrista le encontramos la vuelta, gracias a una estrategia para pelear que tenía una consigna que me mandó en una carta Francisco donde me daba consejos: “firmeza y mansedumbre”. La firmeza surgía de las convicciones hacia el sector social y la mansedumbre de la justeza de los reclamos que íbamos a plantear al Estado. Fue una estrategia que nos dio resultados, logramos avanzar, todas las organizaciones crecieron, salimos con mucho más poder popular que el que entramos. Le pusimos una conducción al proceso de las organizaciones populares, cosa que es difícil. Construimos una hegemonía dentro de ese espacio, porque crecieron todas desde las más chiquitas hasta las más grandes. Eso nos dio la posibilidad de entrar a esta nueva etapa. Encontrarle la vuelta a este gobierno es más difícil, porque en los gobiernos reformistas siempre hay una desacumulación de organización popular. Porque el reformismo es en lo económico derrame inducido, pero en lo político es una hegemonía de los sectores medios que creen saber cómo resolver los problemas de los trabajadores. Cristina me lo dice constantemente: yo sé resolver los problemas de los trabajadores, ustedes no saben. ¿Qué quiero decir? Estos gobiernos no creen en el protagonismo popular.
—¿Por qué participan de gobiernos progresistas entonces, si en tu caracterización este tipo de gobierno les implica un retroceso?
—No provoca un retroceso para el sector social, sí para la organización popular. Los trabajadores de la economía popular mejoraron con el gobierno de Cristina, porque el derrame inducido es mejor que el modelo neoliberal. Pero ese derrame inducido saltea la organización. Si participamos del Gobierno es porque hemos logrado meter este tema en la discusión y hay un Estado que nos escucha por primera vez. No es lo mismo dar la discusión de la salida de la pandemia con nosotros adentro que afuera. Somos un factor de poder y de discusión dentro del gobierno. Tenemos mucho diálogo con el Presidente.
—Y además de lo que puedan hacer adentro, ¿han pensado mecanismos para hacer de esa participación en el gobierno algo que potencie la organización popular o potencie la relación de lo comunitario, lo gremial y lo político?
—Te doy un ejemplo: tenemos que elaborar el plan del Potenciar Trabajo, cosa que antes definía el Estado y ahora lo define la organización. Hay organizaciones que están discutiendo en asamblea hace dos meses y yo los apuro porque la plata está ahora. Pero estamos muy lejos de la institucionalización, quizás estamos en la etapa de la construcción de las primeras coordinadoras sindicales anarquistas y socialistas. No estamos en una etapa previa al 17 de octubre, por decirlo de alguna manera. Ser una organización social en la política argentina es contradictorio, porque lo político y lo social está dividido en la cabeza de la gente. Vamos al tema sindical: los compañeros por lo general votan para que los defienda en la fábrica a un tipo de izquierda, pero para que vaya arriba prefiere a un burócrata. ¿Por qué? Porque el sindicalismo argentino está armado según un sistema vandorista, no está armado en un sistema revolucionario de construcción de poder popular. Lo que no pudieron hacer Evita y Perón de darle una forma definitiva, lo hicieron Vandor, Onganía y Lanusse, que le dieron la obra social y lo que es hoy. A ese sindicalismo lo amasó Perón y lo terminaron de hornear ahí. Fue un proceso muy largo, desde la construcción de las primeras coordinadoras obreras. Estamos recién empezando nosotros, ahora vamos a ir hacia una normalización de la UTEP.
—Existe una larga disputa entre los intendentes y los movimientos sociales ¿Cómo se dirime este conflicto en el marco de la unidad política actual?
—En la Argentina hemos construido un fenómeno que yo creo que tenemos la patente mundial, que la empezó Duhalde y la terminó de construir Néstor: los intendentes son el senado romano de la política argentina. Estructuralizan la pobreza. Yo me acuerdo las primeras discusiones con el menemismo, cuando nos oponíamos a la municipalización de la educación. Hasta la universidad la municipalizaron. El único país que conozco con una policía municipal es México y son los que liberan a los narcos, es el lugar donde más crimen hay. Moreno, que es el municipio que nos tocó a nosotros, tiene 3 mil millones de pesos de presupuesto y 500 mil habitantes. Tigre 14 mil millones de pesos para 400 mil habitantes. San Isidro 18 mil millones de pesos para 300 mil habitantes. Y Vicente López 10 mil millones de pesos para 200 mil habitantes. ¿Estamos locos? Hay una disputa fuerte adentro del Estado y nuestra herramienta principal es la calle para sentarnos a negociar. Vandorismo a nuestro estilo, con mucha representación y sin traicionar los intereses del sector, ni el objetivo central de las organizaciones que es la construcción de poder.
—Pensando el escenario que viene, de una crisis social fuertísima donde todo parece indicar que vamos a una confrontación para ver cómo se sale. Vos decís que es importante que haya cuadros del campo popular cerca de los lugares de decisión planteando una visión diferente y eso está muy bien. Pero estamos viendo que el gobierno quiere avanzar y la derecha sale a la calle. La pregunta es si los sectores de la economía popular van también a expresar su descontento a través de la lucha, o van a contenerse para preservar al gobierno.
—Eso es lo más difícil de resolver. Ubicar a este elefante que hemos construido en una posición respecto del Gobierno es lo más difícil. En las ideas programáticas más o menos nos ponemos de acuerdo, pero el posicionamiento es lo más difícil y es responsabilidad de los que logramos la hegemonía dentro de este sector. En ese desafío se va a jugar la suerte que tengamos en este proceso, si logramos que sea un proceso de acumulación o si volvemos a vivir la desacumulación de la organización popular. Los reformistas piensan que ellos saben resolver el problema de los humildes, pero así les va porque cada vez hay más pobres y cada vez estamos peor. La diferencia de la situación actual con el 2003 es que nosotros venimos con un proceso de acumulación fuerte y hemos elaborado algunas ideas, algunas políticas de Estado, que asimilan el conflicto. Hace dos meses construimos un pliego de reivindicaciones para salir a la calle, empezamos a hacer algunas movidas para demostrar el descontento y logramos los 5 o 6 puntos propuestos. Ahora tenemos que construir el segundo pliego. Construís espacios de derecho, te parás sobre eso y luchás por subir un escalón más. No creo que le hayamos encontrado el agujero al mate pero empezamos a coordinar mejor entre las organizaciones y conseguimos algunas reivindicaciones que para nosotros eran importantes para ésta etapa.
—Vos das por descontado que este es un gobierno reformista. ¿Qué pasa si la crisis es tan heavy que el Estado no tiene la capacidad de asimilar las demandas de los movimientos populares?
—Hay que salir a la calle. El problema que tenemos hoy es que sin la calle a nosotros nos cuesta acumular, no le encontramos la vuelta. En este momento las organizaciones están creciendo. El sacrificio que están haciendo los compañeros del territorio es muy grande y crecieron mucho en representación y organización. Si hoy tenemos que salir de la Matanza al centro en la primera convocatoria juntamos a más de 200.000 tipos, le llenamos la autopista de negros caminando para Buenos Aires. Si hubiera pasado lo de Vicentín en otro momento había un millón de personas en la 9 de Julio apoyando la expropiación, porque salíamos nosotros y atrás salía el sindicalismo porque no le queda otra que acompañarnos. Nos estamos perdiendo una oportunidad extraordinaria de demostrar el poder en la calle y de apretar al sistema y acorralarlo, pero no le encontramos la vuelta a la pandemia.
— Arnaldo Paganetti (@chirupaganetti) August 7, 2020
1 comentario:
El problema del compañero Pérsico es que cree que sabe de cosas que en realidad no sabe y, encima, no cree en los que realmente saben.
Tiene latiguillos que repite desde hace mucho que parecen ciertos pero no lo son, como el que afirma que no hay recursos para vivir bien tomando como parámetro el consumo del 30% de la población más pudiente.
Él en el fondo (aunque no lo confiese) propone renunciar al desarrollo y al progreso confundiendo éste con los malos patrones de consumo del capitalismo basado en la desigualdad.
No podés comparar, a los fines que lo hace Pérsico, el consumo de agua per cápita de CABA con Jujuy, primero porque no hay homogeneidad comparativa. CABA está junto a un río cuyo caudal medio es 1.000 veces superior al río más grande de Jujuy, y, segundo, las modalidades recreativas de acceso al agua, seguro son muchísimo más extendidas en Bs As que en Jujuy.
Me preguntó si al cro. Pérsico le habrá parecido bien el gran complejo construido por Milagro Salas?
Le recomendaría al cro que se dé un baño de humildad y escuche a CFK. Los que están demasiado en el fragor de la batalla suelen tener dificultades en la observación del panorama general.
Le recomiendo al cro. que se dedique más a la ejecución que a la concepción.
Argentina necesita desarrollo y movilidad social. Para eso obvio que hay que redistribuir mejor y, además y principalmente, producir nueva infraestructura que es lo que facilitará el mayor acceso al agua en el centro y norte del país, entre otras muchas cosas (aumento de la densidad energética, etc).
Y para eso no se necesitan 4 planetas como él dice haciéndose vocero de la versión más retrógrada del ecologismo que, dicho sea de paso debiera ser una ciencia y no un instrumento geopolítico del globalismo oligárquico.
Oti.
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