Un estudio de la publicación European Journal of Criminology profundizaba en el deterioro subjetivo que provoca la desigualdad en las sociedades. De esta forma, la inequidad económica, vinculada a los ingresos de la población, genera también una importante sensación de vulnerabilidad ante el crimen y la delincuencia en las distintas capas sociales de los países.
El estudio, que se basa en datos del consistorio de investigación European Social Survey, asegura que los ciudadanos de sociedades con importantes desigualdades monetarias son más temerosos ante este fenómeno social, y que esta inseguridad se reproduce de forma destaca entre algunos grupos vulnerables, como las personas mayores o discapacitadas.
Según la investigación, llevada a cabo por los académicos Christin-Melanie Vauclair y Boyka Bratanova, si bien hasta el momento las investigaciones partían de variables socio-demográficas individuales para explicar cómo el miedo a la delincuencia tiene importantes consecuencias en los aspectos físicos, psicológicos, de conducta y sociales de las personas, incorporar otros factores estructurales confirma que el bienestar subjetivo, aquel relativo a los intangibles que perciben los ciudadanos en sus sociedades, es inversamente proporcional al nivel de desigualdad de ingresos en sus países.
Partiendo de la relación que existe entre la desigualdad y la violencia –es decir, de la teoría que apunta a la desigualdad como forma de violencia estructural–, los autores señalan que la sensación de inseguridad y el miedo no están necesariamente asociados a un incremento en la tasas de criminalidad. Más bien, son las percepciones que genera el clima inestable de desigualdad las que terminan por construir los prejuicios y miedos de la población.
Para crear un índice de miedo ante el crimen, Vauclair y Bratanova incorporan variables individuales extraídas de la encuesta European Social Survey, realizada por este centro de investigación en 29 países de la región –UE-28 además de Israel–. También se incorporan variables estructurales, como el coeficiente de GINI, indicador principal para medir la desigualdad de ingresos en los países, el Índice de Desarrollo Humano o la tasa de criminalidad de cada estado.
Entre las conclusiones, los académicos señalan que la relación entre la desigualdad de ingresos y el miedo y la inseguridad ante el crimen sigue siendo muy significativa indiferentemente de las tasas de delincuencia o las características socioeconómicas, estructurales y sociales concretas de los países. Solo tres países, Grecia, Bulgaria y Eslovaquia, proyectan en los resultados un desajuste importante entre su percepción de inseguridad y su índice de desigualdad. La correlación también se mantiene si se tienen en cuenta las variables individuales, como pueden ser experiencias personales con la delincuencia y el crimen.
Pese a ello, el estudio también confirma que algunos grupos sociales, incluidos los más vulnerables, demuestran mayor miedo ante la delincuencia. Es el caso de ancianos y personas con discapacidad. También se mantienen algunas variables sociodemográficas, como el sexo, con una mayor predisposición a este temor entre las mujeres.
Sin embargo, este fenómeno no es recurrente entre minorías étnicas. Sorprendentemente, señala el estudio, son precisamente los grupos étnicamente mayoritarios los que demuestran mayor sensación de inseguridad en sociedades con índices de desigualdad altos. El miedo a la delincuencia, por lo tanto, también puede esconder perjuicios raciales y estereotipos en contra de los extranjeros. Esto, según los académicos, confirma la hipótesis de que el sentimiento de amenaza en contextos de desigualdad no se corresponde con la existencia de una amenaza real.
La jerarquización en sociedades desiguales genera, por lo tanto, identificadores negativos en los grupos de bajo estatus, alimentando la superstición y la marginación.
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