Sus lecturas fueron desde Julio Verne y Emilio Salgari hasta los clásicos del marxismo; su deseo de librar a América Latina de horribles dolencias lo llevó a comprender la necesidad de luchar por una segunda independencia
A Ernestito le recomiendan la sierra de Córdoba, un destino clásico de aquella época para las personas con afecciones respiratorias. (Foto: AUTOR SIN IDENTIFICAR)
Por PEDRO ANTONIO GARCÍA
Sus padres viajaban hacia la provincia argentina de Misiones, donde Ernesto Guevara Lynch había adquirido una hacienda para el cultivo de la yerba mate, a Celia de la Serna le iniciaron los dolores de parto en la ciudad de Rosario. En esa urbe, un apartamento del edificio ubicado en la intersección de las calles Entre Ríos y Urquiza devino primer hogar del niño nacido el 14 de junio de 1928, a quien sus progenitores solían llamar Ernestito y que entraría a la historia con el sobrenombre de Che.
Con el recién nacido, la familia se traslada a Caraguatay (Misiones). Hoy día a esa localidad la une una carretera con el resto de Argentina, pero entonces solo era accesible por el río. Guevara Lynch había construido allí una casa de madera sobre pilotes y con entrepiso. De la vivienda original apenas quedan horcones. En el sitio actualmente radica el parque provincial Ernesto Guevara, cuyas oficinas ocupan una edificación erigida por posteriores propietarios.
En esa hacienda vivió la familia Guevara de la Serna durante dos años, hasta que por la humedad del lugar se hizo crónica el asma del niño, una dolencia que lo acompañaría durante toda su existencia. Los médicos le recomiendan la sierra de Córdoba, un destino clásico de aquella época para las personas con afecciones respiratorias. Bajo esas indicaciones se instalan en Altagracia, localidad en la que tuvieron varios domicilios, pero el principal fue Villa Nydia, sede actual del Museo Ernesto Che Guevara, el cual conserva la habitación de Ernestito, además de fotos y pertenencias familiares.
Alternándolo con periodos en la ciudad de Córdoba por motivos de estudio, el futuro Che vivió en Altagracia 17 años, desde su primera infancia hasta finales de su adolescencia. Allí, ante los continuos ataques de asma de su hijo, Celia determinó enseñarle en casa las primeras letras y el niño no comenzó en el colegio hasta el segundo grado, en 1937. Por aquellos años prendió en él la afición a la lectura, estimulado por sus padres. Podían hallarse encima del lecho y del buró ejemplares de Emilio Salgari y sobre todo de Julio Verne. Su pasión por los llamados Viajes extraordinarios del novelista francés nunca le abandonarían. Años después, ya en Cuba, pidió que le enviaran los tomos, encuadernados en cuero, de las obras completas.
El estudiante universitario
Con su familia en Mar del Plata. (Foto: lapastera.org.ar)
Comenzó la segunda enseñanza en 1942 en Córdoba, que empezaba a convertirse en una gran ciudad. En esa época, en Argentina crecía una ola de manifestaciones obreras. Surgía el movimiento peronista, al cual el joven Ernesto enjuiciaba objetivamente: criticaba su superficial populismo y alababa sus enfrentamientos al imperialismo yanqui, aunque calificándolos de tímidos.
Ya en el muchacho se desarrollaba una conciencia antimperialista, aunque todavía no había leído los clásicos del marxismo. Por esos días descubrió la magia de la poesía, a través de Pablo Neruda –sería siempre uno de sus favoritos–, y en su habitación podían observarse también poemarios de Baudelaire y los simbolistas franceses.
El estudiante de Medicina. (Foto: lapastera.org.ar)
En 1947 la familia decidió trasladarse a Buenos Aires. Un año más tarde el futuro Che inició la carrera de Medicina en la universidad de esa ciudad. Los estudios no le impidieron practicar deportes, entre ellos el fútbol y el rugby, ni continuar con su amor a los libros. Tuvo acceso a los textos de Marx, Engels y Lenin, a los que comienza a estudiar profundamente, sin relegar la literatura de la época, como El extranjero, de Camus. Le interesaba conocer lo relacionado con nuestra América y buscaba afanosamente obras de Jorge Icaza y Miguel Ángel Asturias, asimismo las de Nehru y otros líderes del Tercer Mundo.
Autorretrato (1952). (Foto: bohemia.cu)
También tiene su primer gran amor, Chinchina Ferreira. Los padres de ella se opusieron a sus relaciones con este joven tan singular y con ideas que una clásica familia bonaerense calificaba de trasgresoras y subversivas. Tras dos años, el romance terminó.
El 4 de enero de 1952 el joven Ernesto interrumpió momentáneamente sus estudios de Medicina para emprender, en compañía de su amigo inseparable Alberto Granado Romero (Hernando, Córdoba, Argentina, 8 de agosto de 1922–La Habana, Cuba, 5 de marzo de 2011), su primer recorrido por Sudamérica, reflejado en la película Diarios de motocicleta.
Años después el Che, al reflexionar sobre sus viajes –hubo un segundo, tras culminar la carrera–, llegaría a la conclusión de que a América Latina la aquejaban enfermedades peores que la lepra, las cuales solo podían ser curadas por una profunda transformación social. Y comprendió que luchar por la definitiva independencia de nuestros pueblos iba a ser su destino verdadero.
Fuentes consultadas: Los libros Notas de viaje, de Ernesto Che Guevara, y Mi hijo el Che, de Ernesto Guevara Lynch.
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