La pobreza y la
indigencia en Argentina
¿Qué muestran y qué
ocultan los índices?
Eva Sacco y Alejandro Moyano
La información de calidad es
necesaria para tomar decisiones y el Estado, a través del Sistema Estadístico
Nacional, tiene un rol decisivo en la provisión de estos datos. El propio
Estado necesita información para diseñar y evaluar políticas públicas, los
ciudadanos cuando votan y las empresas cuando deciden sus planes de inversión.
Desde hace varios años, coincidiendo con diferentes administraciones políticas,
la calidad de los datos que surgen del INDEC fueron puesto bajo tela de juicio.
La controversia abarca básicamente dos indicadores relacionados: medición de la
inflación y la pobreza por ingresos.
Respecto a la pobreza por ingreso,
a fuerza de repetición “30% de pobreza hace 30 años” se transformó en un eslogan
que construye sentido común. Pero un debate profundo sobre la pobreza es
complejo y multidimensional. Desde un enfoque metodológico es imprescindible entender
qué es la pobreza, cómo se quiere medir y cómo se mide, cuáles son los alcances
y limitaciones de las diferentes miradas y mediciones. Sin pretender exponer
aquí un ensayo académico, intentaremos desarrollar algunos puntos centrales que
están muy oscuros en el debate público.
El funcionamiento del Sistema
Estadístico Nacional:
Por Ley, el Estado realiza el
Censo de Población que es una de las bases del Sistema Estadístico Nacional. Dado
el costo en tiempo, recursos humanos y económicos se realiza -o deberían
realizarse- cada 10 años. Entre períodos censales se realizan encuestas por
muestreo y para garantizar la calidad se deberían cumplir dos condiciones: el
diseño y la implementación operativa (Comari y Moyano, 2013). La primera
condición hace referencia a las características requeridas para lograr que la
muestra sea representativa como así también el margen de error para los
indicadores asociados. La implementación operativa, por su parte, tiene que ver
con el trabajo de campo: guardar las condiciones para que el relevamiento se
aleje lo menos posible del diseño.
En el caso específico de la Encuesta
de Hogares, que es la base para el cálculo de la pobreza y la indigencia, se
organiza por estratos socioeconómicos. La muestra se diseña para que la encuesta
esté integrada por todos los sectores sociales de la población argentina. Desde
el punto de vista del trabajo de campo, la estrategia de abordaje utilizada con
las personas residentes en las viviendas seleccionadas se basa en la persuasión
y explicación de la importancia del operativo. El INDEC y los Institutos de
Estadística dedican importantes recursos a la capacitación a encuestadoras y
encuestadoras, el envío de cartas y folletos explicativos a los hogares y la
sensibilización en medios de comunicación, entre otras estrategias. Sin
embargo, el nivel de dificultad no es homogéneo, con lo cual los responsables
de los operativos de campos utilizan variados e ingeniosos recursos.
Específicamente hay dificultades para relevar las zonas de edificios donde el
acceso está mediado por encargados (como la zona del barrio de Belgrano o
Caballito), o directamente por un sistema de administración (como Puerto Madero
o barrios cerrados). En el otro extremo, también entrañan una mayor dificultad
las zonas donde usualmente se encuentra la población de menores ingresos: por
factores geográficos, climáticos o de seguridad física de los relevadores.
Mientras menor sea la cantidad de
respuestas incluidas en la encuesta, mayor será el error muestral: el valor
indicado como dato tendrá una menor precisión y confiabilidad. Pero si la
respuesta obtenida a nivel de los estratos originales es muy diferente, el
problema ya no es de precisión sino de sesgo. Un grupo no estaría representando
o estaría muy poco representado y el dato publicable estará tergiversado por
los problemas operativos. Cierto es que gracias a la intervención de estadísticos/as,
matemáticos/as y profesiones conexas se han establecidos procedimientos de
corrección de no respuesta de manera de “ajustar” dichas estimaciones.
Básicamente la operación consiste en ajustar el peso de unos y otros de manera de
volver a tener cada estrato el peso que le corresponde a la estructura original
(INDEC, 2010). Esta solución ad-hoc involucra un costo importante en la calidad
de los datos a medida que la distancia entre la estructura obtenida se
diferencia de la población. El problema más importante se da, cuando la
respuesta es tan baja en algunas áreas que hay muy pocos “respondentes”
para aumentar las ponderaciones y equilibrar la estructura original. Peor aun cuando
hay porciones territoriales (áreas) enteras que no son relevadas y sus
ponderaciones (peso en el total de la muestra) pasan íntegramente a otras
áreas.
La Pobreza y la Pobreza
Estadística
En el discurso cotidiano, entendemos que la pobreza
es la privación de las necesidades materiales, lo que puede entenderse en términos
relativos o absolutos. En concreto, si hablamos de pobreza relativa, una
persona es pobre porque tiene menos recursos materiales que el promedio o la
mayoría de la sociedad en la que vive y si hablamos de pobreza absoluta, nos
referimos a parámetros normativos como que una persona es pobre porque gana
menos de uno o dos dólares diarios, porque no puede consumir una cantidad de
calorías mínima o acceder a un conjunto de bienes y servicios determinados.
El método de medición utilizado para medir la
pobreza (o más bien el porcentaje de población pobre) está íntimamente
relacionado a una u otra definición. En este caso, como en muchos otros, la
herramienta de medición define el fenómeno de estudio, el alcance y sus
límites. Uno de los indicadores que se utilizan actualmente para medir la pobreza
son las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), pero también está ampliamente
difundido el porcentaje de la población residente en hogares particulares que
no cuenta con ingresos suficientes para cubrir una canasta básica de alimentos
y bienes y servicios de primera necesidad. A esta medición se refieren los
medios cuando se remarca que el 30 o el 40% o xx% de la población es pobre, o
mejor dicho el porcentaje de población residente en hogares particulares, pues si
un hogar es pobre, entonces todos sus integrantes lo son. Estos guarismos son
los que mayor controversia generaron en los últimos tiempos.
La metodología de medición por ingreso constituye
una medida indirecta porque no refiere al nivel de privación material -como sí
lo hace el método de las Necesidades Básicas Insatisfechas-, sino a los
ingresos que sirven para satisfacerlas. Un primer problema de esta medición es
que no toma en cuenta el patrimonio, la riqueza, redes de contactos ni
estrategias de los hogares para hacer frente a una merma en sus ingresos.
Tomemos como ejemplo un hogar cuyo único sostén económico pierde su ingreso,
por ejemplo, por ser despedido/a del trabajo. Según el método de la línea de
pobreza automáticamente pasa a ser pobre. Pero este hogar podría tener ahorros
(que no son ingresos, entonces no se contabilizan) o podría acudir a
financiarse con tarjeta de crédito mientras dura el proceso de búsqueda de
empleo, sin necesidad de cambiar dramáticamente su estilo de vida si el mismo
no se extiende demasiado. También podría ser apoyado por amigos/as o
familiares. Pero mientras que el apoyo monetario se contabilizaría como ingresos
(aunque en términos estrictos son transferencias del Estado u otros hogares), si
se hace mediante bienes o servicios es invisibilizado por la metodología ya que
considera sólo ingresos monetarios. También en contraposición a esto, cuando un
hogar está ahogado de deudas financieras la parte del ingreso que se destina al
pago no se puede dedicar al consumo de bienes y servicios con lo que la pobreza
en este caso queda invisibilizada. Más aún, aquellas personas que viven de
ingresos estacionales (por ejemplo, la liquidación de exportación de soja),
aunque sean muy cuantiosos quedarán como pobres cuando claramente no lo son si
en el periodo de toma de datos no se registra ingreso alguno.
Para medir el porcentaje de hogares pobres por ingresos, se utilizan cuatro
fuentes de datos diferentes. Primero, se construye y cuantifica la composición
de la canasta básica alimentaria. Una segunda fuente de datos está dada
por la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares que provee la estructura de
consumo de la población de la cual se extraen una serie de productos con los
cuales se satisfacen esas necesidades calóricas, los que son medidos y seguidos
el costo de comprarlos a través del Índice de Precios al Cosumidor, el que
constituye la tercera fuente de datos. La cuarta fuente es la que provee los
ingresos y composición de los hogares: la Encuesta Permanente de Hogares; de la
cual se obtienen las personas según grupo etario y sexo, las que se transforman
en “adultos equivalentes” en función del diferencial de esos consumos calóricos.
Se suman todos los ingresos de todos los miembros del hogar y se los divide
entre la suma de adultos equivalentes de manera de obtener un ingreso per
cápita de los adultos equivalentes. En función de si el hogar supera o no el
monto ingresos para cubrir esta canasta básica alimentaria –línea de
indigencia-, se decide si el hogar -y por ende sus miembros- es o no indigente.
La canasta de pobreza o línea de pobreza, por su parte, se calcula como una
proporción de la canasta alimentaria partiendo del supuesto que en todos los
hogares la relación entre gastos alimentarios y no alimentarios es constante.
Desde la economía feminista se observa especialmente que los hogares
monoparentales no cuentan, a diferencia de los hogares con dos adultos, con el
trabajo gratuito de uno de los cónyuges (casi siempre una mujer que realiza un
promedio de seis horas de tareas de cuidado al interior del hogar) y están
obligados a contratarlos en el mercado. En definitiva, si se considerara una
canasta adaptada para los hogares con menores y una mujer a cargo, el
porcentaje de éstos con ingresos insuficientes sería muy superior. Actualmente
el 60% de los hogares monoparentales tienen ingresos por debajo de la línea de
pobreza estándar. Un concepto similar puede aplicarse a los hogares que
alquilan la vivienda y deben descontar de sus ingresos un monto relevante.
Tampoco los que cuentan con algún miembro del hogar con enfermedades crónicas,
discapacidad o en definitiva a todos aquellos que difieren de la pareja
unigeneracional, con hijos menores, sanos y propietarios de una vivienda que
satisface todas las condiciones para una vida digna. Una realidad mucho más
cercana a la de las clases medias urbanas que a los barrios populares.
A la luz de lo expuesto, claramente el indicador de pobreza por ingresos
no resulta suficiente para dar cuenta de la complejidad de las privaciones materiales
y su utilidad como indicador se circunscribe a analizar el poder adquisitivo de
los hogares de menores ingresos. Pero su alto nivel de sensibilidad ante
cambios en los precios y en los ingresos sirve de termómetro de las
condiciones socioeconómicas: lo más importante no es el valor absoluto sino su
evolución. Un salto positivo en los niveles muestra un problema grave: los
ingresos reales de la población más vulnerable se están deteriorando. Por el
contrario, una disminución demuestra una mejora en su poder adquisitivo.
La evolución reciente de la
pobreza por ingresos
En función de los dos puntos
desarrollados anteriormente, surgen algunos elementos con respecto a los
indicadores de indigencia y pobreza que calcula el INDEC. En primer lugar, las
dificultades operativas para el relevamiento en los sectores de menores
ingresos tienen un impacto determinante en las mediciones socioeconómicas. A
los problemas históricos -y para lo cual existe amplia bibliografía- sobre la
dificultad de obtener respuesta en los sectores más altos se le suma la
ineficiencia operativa y la ausencia elevadísima o casi completa en áreas de
estratos bajos. Los deterioros en el relevamiento que se fueron profundizando
durante la gestión de Jorge Todesca se suman a los cambios metodológicos en el
tratamiento de las no respuestas. La falta de relevamiento en villas de
emergencia y zonas de difícil acceso sesgan el indicador de pobreza, y su
representatividad esta acotada a los sectores medios. La medición de la pobreza
por ingresos a partir de las actuales encuestas a hogares –muy criticada, pero
ante la cual nunca se logró implementar una alternativa superadora- se ve
francamente cuestionada ya que por un lado se aplasta el techo de los ingresos
y se suprime la base de la población que es la que por definición está más
cerca de estar inmersa no sólo en la pobreza sino también en la indigencia. Es
decir que si se mide la pobreza sin relevar los datos de las personas que se
encuentran en la peor situación (de los que residen en viviendas particulares,
estando de origen exentos los que están en situación de calle) lo que se
termina midiendo, en definitiva, es la pobreza de la clase media.
Por otro lado, dejando de lado las consideraciones sobre los problemas de
la Encuesta Permanente de Hogares y volviendo al concepto de pobreza como vara
de comparación, en el año 2016 cuando se publican los niveles de pobreza e
indigencia luego de haberse discontinuado la serie en 2014 se informa que la
población por debajo de la línea de pobreza era de 32%. Si bien el INDEC nunca
se pronunció públicamente sobre el valor que la vara tomaba en años anteriores,
desde el entonces oficialismo se “empalmó” discursivamente con el 30% de
pobreza que la UCA publicaba. Basta notar que comparar los datos de pobreza por
ingreso a partir de encuestas de diseño tan dispar, y con canastas tan
diferentes como las que utilizan UCA e INDEC consiste en un error teórico
sustancial.
Más allá de los debates metodológicos e inconsistencias encontrados en
el procedimiento del INDEC, resulta significativo el nulo esfuerzo del
organismo para publicar la serie de canastas e indicadores de indigencia y
pobreza desde el inicio de la gestión de Cambiemos y reconstruirla hacia atrás.
El silencio del instituto al respecto ha dejado instalada la idea de la
existencia de un nivel de pobreza del 30% en todo el quinquenio previo a la
asunción del gobierno de Cambiemos, y que el punto de partida a partir del cual
se debe evaluar su gestión sería el segundo trimestre de 2016. Varios analistas,
con posterioridad a la publicación de los datos sobre pobreza e indigencia, se
dedicaron a “tirar” para atrás la nueva canasta por INDEC para el segundo
trimestre, por medio de diversos índices de precios no oficiales convalidando
la hipótesis de un piso para la pobreza de 30% en 2015 (con un nivel de pobreza
resultante de 60% en 2002, que desafía el sentido común). El procedimiento de
actualización o de deflación de canastas de consumo por períodos largos que
cruzan eventos de cambios de precios relativos (como devaluaciones) presenta
serios inconvenientes como muestran Pizarro y Sacco (2017).-
En definitiva, el intento de reconstruir la serie de pobreza “hacia
atrás” resulta sumamente complejo desde el punto de vista técnico por la falta
de información homogénea y el deterioro en términos de calidad de la
información que fueron sufriendo los diferentes elementos que intervienen en el
cálculo durante el período considerado. En el período 2009-2015 la
incertidumbre en el cálculo de la pobreza se asocia a la duda que tiñe los
relevamientos de precios, a partir de 2016 el deterioro se asocia al uso de una
estructura de consumo añeja provista por la Encuesta nacional de Gastos de los
Hogares 2004 y a la calidad de los relevamientos de ingresos de la Encuesta de
Hogares.
Comari, C. y Moyano, A. (2013). El Sistema Integrado de Encuestas a
Hogares de Argentina. Claves para el sostenimiento de un sistema de
estadísticas sociales abarcativo, robusto, ágil y coherente. XLI Coloquio
Argentino de Estadística. Sociedad Argentina de Estadística (SAE)/Universidad Nacional
de Cuyo (UNCu). Mendoza, Argentina.
INDEC. Diseño muestral y factores de expansión en encuestas a viviendas,
hogares y población: el caso de la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo 2009.
Serie Metodología Nº 16. Instituto Nacional de Estadística y Censos. Buenos
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Pizarro, Andres y Sacco, Eva (2017). Medición de la pobreza en
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https://centrocepa.com.ar/informes/107-medicion-de-la-pobreza-en-argentina-estratagema-de-ocultamiento-o-simple-deterioro-institucional.html
Pizarro, Andres y Sacco, Eva (2016) Medición de Pobreza (Noviembre
2015-abril 2016) CEPA. https://centrocepa.com.ar/informes/114-medicion-de-pobreza-noviembre-2015-junio-2016-gba-y-region-pampeana.html
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