1/04/2020

la pobreza estadística o por qué el intento de reconstruir la serie de pobreza “hacia atrás” resulta sumamente complejo?


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La pobreza y la indigencia en Argentina
¿Qué muestran y qué ocultan los índices?

Eva Sacco y Alejandro Moyano

La información de calidad es necesaria para tomar decisiones y el Estado, a través del Sistema Estadístico Nacional, tiene un rol decisivo en la provisión de estos datos. El propio Estado necesita información para diseñar y evaluar políticas públicas, los ciudadanos cuando votan y las empresas cuando deciden sus planes de inversión. Desde hace varios años, coincidiendo con diferentes administraciones políticas, la calidad de los datos que surgen del INDEC fueron puesto bajo tela de juicio. La controversia abarca básicamente dos indicadores relacionados: medición de la inflación y la pobreza por ingresos.

Respecto a la pobreza por ingreso, a fuerza de repetición “30% de pobreza hace 30 años” se transformó en un eslogan que construye sentido común. Pero un debate profundo sobre la pobreza es complejo y multidimensional. Desde un enfoque metodológico es imprescindible entender qué es la pobreza, cómo se quiere medir y cómo se mide, cuáles son los alcances y limitaciones de las diferentes miradas y mediciones. Sin pretender exponer aquí un ensayo académico, intentaremos desarrollar algunos puntos centrales que están muy oscuros en el debate público.

El funcionamiento del Sistema Estadístico Nacional:
Por Ley, el Estado realiza el Censo de Población que es una de las bases del Sistema Estadístico Nacional. Dado el costo en tiempo, recursos humanos y económicos se realiza -o deberían realizarse- cada 10 años. Entre períodos censales se realizan encuestas por muestreo y para garantizar la calidad se deberían cumplir dos condiciones: el diseño y la implementación operativa (Comari y Moyano, 2013). La primera condición hace referencia a las características requeridas para lograr que la muestra sea representativa como así también el margen de error para los indicadores asociados. La implementación operativa, por su parte, tiene que ver con el trabajo de campo: guardar las condiciones para que el relevamiento se aleje lo menos posible del diseño.

En el caso específico de la Encuesta de Hogares, que es la base para el cálculo de la pobreza y la indigencia, se organiza por estratos socioeconómicos. La muestra se diseña para que la encuesta esté integrada por todos los sectores sociales de la población argentina. Desde el punto de vista del trabajo de campo, la estrategia de abordaje utilizada con las personas residentes en las viviendas seleccionadas se basa en la persuasión y explicación de la importancia del operativo. El INDEC y los Institutos de Estadística dedican importantes recursos a la capacitación a encuestadoras y encuestadoras, el envío de cartas y folletos explicativos a los hogares y la sensibilización en medios de comunicación, entre otras estrategias. Sin embargo, el nivel de dificultad no es homogéneo, con lo cual los responsables de los operativos de campos utilizan variados e ingeniosos recursos. Específicamente hay dificultades para relevar las zonas de edificios donde el acceso está mediado por encargados (como la zona del barrio de Belgrano o Caballito), o directamente por un sistema de administración (como Puerto Madero o barrios cerrados). En el otro extremo, también entrañan una mayor dificultad las zonas donde usualmente se encuentra la población de menores ingresos: por factores geográficos, climáticos o de seguridad física de los relevadores.

Mientras menor sea la cantidad de respuestas incluidas en la encuesta, mayor será el error muestral: el valor indicado como dato tendrá una menor precisión y confiabilidad. Pero si la respuesta obtenida a nivel de los estratos originales es muy diferente, el problema ya no es de precisión sino de sesgo. Un grupo no estaría representando o estaría muy poco representado y el dato publicable estará tergiversado por los problemas operativos. Cierto es que gracias a la intervención de estadísticos/as, matemáticos/as y profesiones conexas se han establecidos procedimientos de corrección de no respuesta de manera de “ajustar” dichas estimaciones. Básicamente la operación consiste en ajustar el peso de unos y otros de manera de volver a tener cada estrato el peso que le corresponde a la estructura original (INDEC, 2010). Esta solución ad-hoc involucra un costo importante en la calidad de los datos a medida que la distancia entre la estructura obtenida se diferencia de la población. El problema más importante se da, cuando la respuesta es tan baja en algunas áreas que hay muy pocos “respondentes” para aumentar las ponderaciones y equilibrar la estructura original. Peor aun cuando hay porciones territoriales (áreas) enteras que no son relevadas y sus ponderaciones (peso en el total de la muestra) pasan íntegramente a otras áreas.

La Pobreza y la Pobreza Estadística

En el discurso cotidiano, entendemos que la pobreza es la privación de las necesidades materiales, lo que puede entenderse en términos relativos o absolutos. En concreto, si hablamos de pobreza relativa, una persona es pobre porque tiene menos recursos materiales que el promedio o la mayoría de la sociedad en la que vive y si hablamos de pobreza absoluta, nos referimos a parámetros normativos como que una persona es pobre porque gana menos de uno o dos dólares diarios, porque no puede consumir una cantidad de calorías mínima o acceder a un conjunto de bienes y servicios determinados.
El método de medición utilizado para medir la pobreza (o más bien el porcentaje de población pobre) está íntimamente relacionado a una u otra definición. En este caso, como en muchos otros, la herramienta de medición define el fenómeno de estudio, el alcance y sus límites. Uno de los indicadores que se utilizan actualmente para medir la pobreza son las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), pero también está ampliamente difundido el porcentaje de la población residente en hogares particulares que no cuenta con ingresos suficientes para cubrir una canasta básica de alimentos y bienes y servicios de primera necesidad. A esta medición se refieren los medios cuando se remarca que el 30 o el 40% o xx% de la población es pobre, o mejor dicho el porcentaje de población residente en hogares particulares, pues si un hogar es pobre, entonces todos sus integrantes lo son. Estos guarismos son los que mayor controversia generaron en los últimos tiempos.
La metodología de medición por ingreso constituye una medida indirecta porque no refiere al nivel de privación material -como sí lo hace el método de las Necesidades Básicas Insatisfechas-, sino a los ingresos que sirven para satisfacerlas. Un primer problema de esta medición es que no toma en cuenta el patrimonio, la riqueza, redes de contactos ni estrategias de los hogares para hacer frente a una merma en sus ingresos. Tomemos como ejemplo un hogar cuyo único sostén económico pierde su ingreso, por ejemplo, por ser despedido/a del trabajo. Según el método de la línea de pobreza automáticamente pasa a ser pobre. Pero este hogar podría tener ahorros (que no son ingresos, entonces no se contabilizan) o podría acudir a financiarse con tarjeta de crédito mientras dura el proceso de búsqueda de empleo, sin necesidad de cambiar dramáticamente su estilo de vida si el mismo no se extiende demasiado. También podría ser apoyado por amigos/as o familiares. Pero mientras que el apoyo monetario se contabilizaría como ingresos (aunque en términos estrictos son transferencias del Estado u otros hogares), si se hace mediante bienes o servicios es invisibilizado por la metodología ya que considera sólo ingresos monetarios. También en contraposición a esto, cuando un hogar está ahogado de deudas financieras la parte del ingreso que se destina al pago no se puede dedicar al consumo de bienes y servicios con lo que la pobreza en este caso queda invisibilizada. Más aún, aquellas personas que viven de ingresos estacionales (por ejemplo, la liquidación de exportación de soja), aunque sean muy cuantiosos quedarán como pobres cuando claramente no lo son si en el periodo de toma de datos no se registra ingreso alguno.
Para medir el porcentaje de hogares pobres por ingresos, se utilizan cuatro fuentes de datos diferentes. Primero, se construye y cuantifica la composición de la canasta básica alimentaria. Una segunda fuente de datos está dada por la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares que provee la estructura de consumo de la población de la cual se extraen una serie de productos con los cuales se satisfacen esas necesidades calóricas, los que son medidos y seguidos el costo de comprarlos a través del Índice de Precios al Cosumidor, el que constituye la tercera fuente de datos. La cuarta fuente es la que provee los ingresos y composición de los hogares: la Encuesta Permanente de Hogares; de la cual se obtienen las personas según grupo etario y sexo, las que se transforman en “adultos equivalentes” en función del diferencial de esos consumos calóricos. Se suman todos los ingresos de todos los miembros del hogar y se los divide entre la suma de adultos equivalentes de manera de obtener un ingreso per cápita de los adultos equivalentes. En función de si el hogar supera o no el monto ingresos para cubrir esta canasta básica alimentaria –línea de indigencia-, se decide si el hogar -y por ende sus miembros- es o no indigente. La canasta de pobreza o línea de pobreza, por su parte, se calcula como una proporción de la canasta alimentaria partiendo del supuesto que en todos los hogares la relación entre gastos alimentarios y no alimentarios es constante. Desde la economía feminista se observa especialmente que los hogares monoparentales no cuentan, a diferencia de los hogares con dos adultos, con el trabajo gratuito de uno de los cónyuges (casi siempre una mujer que realiza un promedio de seis horas de tareas de cuidado al interior del hogar) y están obligados a contratarlos en el mercado. En definitiva, si se considerara una canasta adaptada para los hogares con menores y una mujer a cargo, el porcentaje de éstos con ingresos insuficientes sería muy superior. Actualmente el 60% de los hogares monoparentales tienen ingresos por debajo de la línea de pobreza estándar. Un concepto similar puede aplicarse a los hogares que alquilan la vivienda y deben descontar de sus ingresos un monto relevante. Tampoco los que cuentan con algún miembro del hogar con enfermedades crónicas, discapacidad o en definitiva a todos aquellos que difieren de la pareja unigeneracional, con hijos menores, sanos y propietarios de una vivienda que satisface todas las condiciones para una vida digna. Una realidad mucho más cercana a la de las clases medias urbanas que a los barrios populares.
A la luz de lo expuesto, claramente el indicador de pobreza por ingresos no resulta suficiente para dar cuenta de la complejidad de las privaciones materiales y su utilidad como indicador se circunscribe a analizar el poder adquisitivo de los hogares de menores ingresos. Pero su alto nivel de sensibilidad ante cambios en los precios y en los ingresos sirve de termómetro de las condiciones socioeconómicas: lo más importante no es el valor absoluto sino su evolución. Un salto positivo en los niveles muestra un problema grave: los ingresos reales de la población más vulnerable se están deteriorando. Por el contrario, una disminución demuestra una mejora en su poder adquisitivo.
La evolución reciente de la pobreza por ingresos

En función de los dos puntos desarrollados anteriormente, surgen algunos elementos con respecto a los indicadores de indigencia y pobreza que calcula el INDEC. En primer lugar, las dificultades operativas para el relevamiento en los sectores de menores ingresos tienen un impacto determinante en las mediciones socioeconómicas. A los problemas históricos -y para lo cual existe amplia bibliografía- sobre la dificultad de obtener respuesta en los sectores más altos se le suma la ineficiencia operativa y la ausencia elevadísima o casi completa en áreas de estratos bajos. Los deterioros en el relevamiento que se fueron profundizando durante la gestión de Jorge Todesca se suman a los cambios metodológicos en el tratamiento de las no respuestas. La falta de relevamiento en villas de emergencia y zonas de difícil acceso sesgan el indicador de pobreza, y su representatividad esta acotada a los sectores medios. La medición de la pobreza por ingresos a partir de las actuales encuestas a hogares –muy criticada, pero ante la cual nunca se logró implementar una alternativa superadora- se ve francamente cuestionada ya que por un lado se aplasta el techo de los ingresos y se suprime la base de la población que es la que por definición está más cerca de estar inmersa no sólo en la pobreza sino también en la indigencia. Es decir que si se mide la pobreza sin relevar los datos de las personas que se encuentran en la peor situación (de los que residen en viviendas particulares, estando de origen exentos los que están en situación de calle) lo que se termina midiendo, en definitiva, es la pobreza de la clase media.

Por otro lado, dejando de lado las consideraciones sobre los problemas de la Encuesta Permanente de Hogares y volviendo al concepto de pobreza como vara de comparación, en el año 2016 cuando se publican los niveles de pobreza e indigencia luego de haberse discontinuado la serie en 2014 se informa que la población por debajo de la línea de pobreza era de 32%. Si bien el INDEC nunca se pronunció públicamente sobre el valor que la vara tomaba en años anteriores, desde el entonces oficialismo se “empalmó” discursivamente con el 30% de pobreza que la UCA publicaba. Basta notar que comparar los datos de pobreza por ingreso a partir de encuestas de diseño tan dispar, y con canastas tan diferentes como las que utilizan UCA e INDEC consiste en un error teórico sustancial.
Más allá de los debates metodológicos e inconsistencias encontrados en el procedimiento del INDEC, resulta significativo el nulo esfuerzo del organismo para publicar la serie de canastas e indicadores de indigencia y pobreza desde el inicio de la gestión de Cambiemos y reconstruirla hacia atrás. El silencio del instituto al respecto ha dejado instalada la idea de la existencia de un nivel de pobreza del 30% en todo el quinquenio previo a la asunción del gobierno de Cambiemos, y que el punto de partida a partir del cual se debe evaluar su gestión sería el segundo trimestre de 2016. Varios analistas, con posterioridad a la publicación de los datos sobre pobreza e indigencia, se dedicaron a “tirar” para atrás la nueva canasta por INDEC para el segundo trimestre, por medio de diversos índices de precios no oficiales convalidando la hipótesis de un piso para la pobreza de 30% en 2015 (con un nivel de pobreza resultante de 60% en 2002, que desafía el sentido común). El procedimiento de actualización o de deflación de canastas de consumo por períodos largos que cruzan eventos de cambios de precios relativos (como devaluaciones) presenta serios inconvenientes como muestran Pizarro y Sacco (2017).-
En definitiva, el intento de reconstruir la serie de pobreza “hacia atrás” resulta sumamente complejo desde el punto de vista técnico por la falta de información homogénea y el deterioro en términos de calidad de la información que fueron sufriendo los diferentes elementos que intervienen en el cálculo durante el período considerado. En el período 2009-2015 la incertidumbre en el cálculo de la pobreza se asocia a la duda que tiñe los relevamientos de precios, a partir de 2016 el deterioro se asocia al uso de una estructura de consumo añeja provista por la Encuesta nacional de Gastos de los Hogares 2004 y a la calidad de los relevamientos de ingresos de la Encuesta de Hogares.
 Referencias:
Comari, C. y Moyano, A. (2013). El Sistema Integrado de Encuestas a Hogares de Argentina. Claves para el sostenimiento de un sistema de estadísticas sociales abarcativo, robusto, ágil y coherente. XLI Coloquio Argentino de Estadística. Sociedad Argentina de Estadística (SAE)/Universidad Nacional de Cuyo (UNCu). Mendoza, Argentina.
INDEC. Diseño muestral y factores de expansión en encuestas a viviendas, hogares y población: el caso de la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo 2009. Serie Metodología Nº 16. Instituto Nacional de Estadística y Censos. Buenos Aires. 2010. 35 p.
Pizarro, Andres y Sacco, Eva (2018). La Pobreza en Argentina: del punto de partida y otras sombras. CEPA. https://centrocepa.com.ar/informes/103-la-pobreza-en-argentina-del-punto-de-partida-y-otras-sombras.html
Pizarro, Andres (2017). Las inconsistencias en la medición de la pobreza: un análisis de la metodología del INDEC a partir de 2016. CEPA. https://centrocepa.com.ar/informes/88-las-inconsistencias-en-la-medicion-de-la-pobreza-un-analisis-de-la-metodologia-del-indec-a-partir-de-2016.html
Pizarro, Andres y Sacco, Eva (2017). Medición de la pobreza en argentina: ¿estratagema de ocultamiento o simple deterioro institucional?. CEPA. https://centrocepa.com.ar/informes/107-medicion-de-la-pobreza-en-argentina-estratagema-de-ocultamiento-o-simple-deterioro-institucional.html
Pizarro, Andres y Sacco, Eva (2016) Medición de Pobreza (Noviembre 2015-abril 2016) CEPA. https://centrocepa.com.ar/informes/114-medicion-de-pobreza-noviembre-2015-junio-2016-gba-y-region-pampeana.html
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