1/21/2020

cerveza : silenzio stampa



Adicciones: ocultamiento y banalización


Un muy interesante informe reciente de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar) reveló que el abuso de alcohol entre jóvenes de 13 a 17 se duplicó . Y que entre las mujeres la cifra es más alarmante: ahora se triplicó y ya casi alcanzaba ya en 2012  el nivel de los varones.

Señalaba el matutino Clarín, basado en dicho informe, que “ los datos son oficiales y corresponden a la Quinta Encuesta Nacional a Estudiantes de Enseñanza Media que se hizo en 2011, un seguimiento que se realizó sobre una muestra representativa de alumnos de 13, 15 y 17 años de todo el país.

En total respondieron 90.450 estudiantes (entre ellos 13.840 de la Provincia y 3.560 de Capital) y el resultado más amplio delata que las sustancias de mayor consumo a esa edad son el alcohol y el tabaco. La primera es la sustancia psicoactiva de mayor consumo que presenta la edad de inicio más baja: en promedio empiezan a los 13.

Conocer qué es lo que efectivamente sucede es un primer gran paso comunitario, puesto que una de las cuestiones a resolver para encarar cualquier política pública de prevención de adicciones entre los jóvenes es detectar, analizar e informar sobre cuáles son las principales sustancias que introducen a los niños, adolescentes y jóvenes en el normalmente sin retorno camino de las adicciones.


En este sentido, la derecha política dura señala al Paco como “amenaza mortal” para los chicos a fin de estigmatizar a los pobres e indigentes, consumidores de esa sustancia, omitiendo de paso que el principal inductor a las adicciones ya a partir del año 2008 ( y la tendencia se profundiza en la ùltima década)  es el alcohol en general, y la cerveza en particular, como se muestra en el gráfico que acompaña esta columna, perteneciente a la excelente información estadística disponible en la Secretaría de Adicciones de Buenos Aires. 



Sin embargo, de la cerveza nadie habla como gran inductora de adicciones juveniles. En los medios silenzio stampa, a lo sumo se indica el genérico “alcohol” como sustancia. ¿Por qué? Por la pauta de las cerveceras, el gran negocio que se mueve detrás de ellas, multimillonario en dólares que explícitamente impide hablar y, aun peor, asocia la cerveza a la diversión, el sexo exitoso, el rock and roll. 

Lo mismo sucede, en otra escala comercial, con los que sin tener la más mínima idea de lo que significa en términos de problemática comunitaria juvenil el consumo de marihuana promueven su banalización bajo eslóganes discutibles, confundiendo gravemente la esfera personal (libre de toda libertad) y la social (impersonal y sujeta a controles y reglas estrictas, mejor muy estrictas). 

Al respecto, observamos en el gráfico inicial que hasta el año 2008 estadísticamente la marihuana es la segunda sustancia –casi compartiendo el 33% de la población de adictos– en el inicio del camino a la adicción de nuestros jóvenes verdaderamente jóvenes que se encuentran bajo tratamiento en la Secretaría de Adicciones Bonaerense, o sea, una dependencia pública de gran despliegue territorial que garantiza la representatividad estadística de la muestra y, entonces, la incidencia de la sustancia, una megamuestra. 

Sin embargo, no a nivel personal, que es una esfera en la que nadie debe ingresar y menos juzgar, sino como discurso producido y reproducido socialmente, se insiste en asociar el consumo de marihuana con una especie de gesto libertario, transgresor, tolerante de lo diverso y demás adjetivos, inscriptos en una “cultura cannábica” cuya vastedad se nos escapa por tratarse de un mar de vaguedades

Estos exóticos emisores se comportan igual que las cerveceras, banalizando sustancias que socialmente, en escala de millones, son muy complejas de administrar y para el aparato de Estado nacional, provincial y municipal realmente existente, tarea imposible.

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1 comentario:

profemarcos dijo...

La idea de las "drogas inductoras" que, casi obligatoriamente, llevan a consumir drogas más duras, es el discurso del punitivismo.

En ese criterio, el café o el mate, llevarían a consumir cocaína.