11/15/2019

no podemos seguir alimentando una fobia masiva al estado



Roque Farrán propone en este artículo una sistematización de las definiciones que han circulado en torno al neoliberalismo, para poder dar así una visión articulada que nos permita intervenir oportunamente para interrumpirlo de algún modo y, eventualmente, sustituirlo por un modo de organización social deseable y sustentable.


Por Roque Farrán*
(para La Tecl@ Eñe)

Cristina Fernández, en el discurso que dio tras el cierre de campaña en Mar del Plata, se pronunció contra el neoliberalismo de manera contundente: “Neoliberalismo nunca más en nuestro país”. Sin dudas es una declaración política de gran importancia, viniendo de quien viene y en el momento en que es enunciada; aunque bien sabemos que para poder cortar definitivamente con el neoliberalismo, en todos los planos, van a ser necesarias mucha inteligencia e invención política, recursos materiales y fuerzas afectivas movilizadas.

Empecemos por lo básico más: ¿Qué es el neoliberalismo? Mucho se ha dicho y escrito ya sobre el término en cuestión, desde distintas perspectivas teóricas y prácticas. No las voy a reponer aquí. Pero quizás sea necesario sistematizar un poco mejor las definiciones que han circulado en torno al neoliberalismo, para poder dar así una visión de conjunto, articulada aunque no exhaustiva, que nos permita intervenir oportunamente para interrumpirlo de algún modo, dislocarlo, dejarlo caer y, eventualmente, sustituirlo por un modo de organización social deseable y sustentable. En principio, diría que se pueden deslindar cinco dimensiones diferenciales que, en su entrelazamiento recíproco, sostienen la lógica neoliberal.

1) Dimensión económica: donde predomina la lógica de la especulación financiera, el libre flujo de capitales, la evasión tributaria salvaje hacia paraísos fiscales, el mercado negro y el narcotráfico; y como corolario de ello, la depredación del ambiente, de las instituciones públicas, del tejido social y productivo en su conjunto, etc.

2) Dimensión de racionalidad política: donde predomina la axiomatización capitalista y la forma-valor expandidas a todas la áreas y prácticas sociales, es decir, todo se valoriza en función de la cuenta-por-uno y entra en el registro de la ganancia y la acumulación, incluidas la salud, la educación, los cuidados, el crimen, las relaciones y los afectos, etc.

3) Dimensión ideológica: donde predomina la figura paradigmática del empresario de sí, por la cual las más diversas y desiguales posiciones sociales son de algún modo interpeladas y homogeneizadas en pos de la lógica del mérito y el esfuerzo individual, generando un efecto de totalización jerárquica, abstraídos del espacio social y su espesor histórico, sus legados y tradiciones igualitaristas.

4) Dimensión ética: donde predomina el coaching y las terapias de autoayuda (cultura new age) como inducción de una forma de vida espiritual que suplementa con mensajes positivistas la dura interpelación ideológica general, al modo de un aliciente superfluo e igualmente vacío, desanclado de las condiciones materiales de existencia, carente de ejercicios concretos de transformación de sí en relación a los otros y las relaciones de poder-saber efectivas.

5) Dimensión ontológica: donde finalmente se consuma el discurso occidental del ser-en-tanto-ser como pura multiplicidad vacía y descualificada sin límites, en el cual se han disuelto todos los lazos sagrados, comunitarios o sustanciales, en pos de una técnica liberada a su propia inercia y sin orientación alguna; subordinada finalmente y limitada a la lógica espuria del capital.

Asumamos que cada uno de estos tópicos son irreductibles en sí mismos y se encuentran a su vez entrelazados, retroalimentándose, que no hay nada afuera de ellos; por ende, la dislocación o subversión de alguno de estos puntos y/o su conjunto articulado (la axiomática capitalista) tiene que emerger en la inmanencia más absoluta, sea por profundización, aceleración, dislocación, exceso y/o acumulación de puntos de resistencia.

En este sentido, propongo que la respuesta tiene que ser igualmente contundente y masiva, no debe admitir exterioridades puristas ni fugas idealizantes. Si bien hay puntos estratégicos y locales a tratar, la potencia real reside en el entrecruzamiento y combinación material entre ellos. Por eso, en principio, se tiene que apelar al anudamiento de prácticas e instancias políticas que normalmente suelen escindirse o enfrentarse: (i) movilizaciones y manifestaciones callejeras; (ii) organizaciones y movimientos sociales, feministas y sindicales; (iii) partidos políticos y “orgas”; y, finalmente, (iv) los aparato de Estado e instituciones varias (familiares, educativas, comunicacionales, religiosas, etc.). Todas instancias que se encuentran atravesadas por la lógica neoliberal pero no totalmente capturadas por ella, pues la inmanencia verdadera sostiene siempre un exceso de potencia que no se criba en las lógicas homogeneizantes. No podemos seguir alimentando una fobia masiva al Estado que resulta funcional a la apropiación y reduccionismo neoliberal (para sus propios fines); todas las herramientas y recursos tienen que ser empleados en pos de la subversión deseada del orden antedicho.

Así entonces, podemos actuar punto por punto, en cada dimensión y en sus cruces respectivos:

1) En la dimensión económica: apuntar a sostener y potenciar todas aquellas prácticas productivas reales que detengan los flujos especulativos, los usen o los espanten definitivamente; sean industrias, pequeñas o medianas, economías regionales o populares, procesos de innovación tecnológica en convivencia con el medio ambiente, con sus posibilidades y riquezas, etc.

2) En la dimensión de racionalidad política: apuntar a sostener y potenciar todas aquellas formas y modos de organización y creación colectivas, comunales, asamblearias, orgánicas y espontáneas que permitan interrumpir la lógica del valor, de la contabilidad y la sustituibilidad indiferenciada, para crear nuevas formas de autovaloración o valorización singular no transables, etc.

3) En la dimensión ideológica: apuntar a sostener y potenciar otros modos de interpelación subjetiva, otras figuras que permitan acceder al reconocimiento y la igualación de individuos en el colectivo social, sin que eso resulte en lógicas sacrificiales, excluyentes o segregativas; promover lógicas solidarias y de diferenciación puntual, singular y contingente.

4) En la dimensión ética: apuntar a sostener y potenciar otras prácticas de sí y formas de vida, otros ejercicios espirituales, que trabajen en rigor las transformaciones subjetivas solidarias a las transformaciones sociales y políticas, que se nutran de diversos saberes de manera reflexiva y crítica, que propicien la autonomización e individuación de los sujetos y no su sometimiento y vasallaje.

5) En la dimensión ontológica: apuntar a sostener y potenciar todos los procesos en general y tecnológicos en particular que permitan atravesar el vacío sin reponer lógicas jerárquicas, castas, élites o diferencias sustanciales; justamente a partir de orientarnos por una ontología de la potencia infinita que nos conciba como parte de la naturaleza y nos permita, así, componernos con aquello que aumenta nuestra potencia de actuar y genera afectos alegres, en lugar de la promoción del odio y los afectos tristes.

Cada una de estas dimensiones, acentuadas en su especificidad o recombinadas con otras por potenciación recíproca, producirá espacios de torsión y exceso respecto a la apretada lógica de producción neoliberal. Sobre todo, acentúo aquí la orientación materialista que habilitan las perspectivas del último Foucault sobre las “prácticas de sí” y la de Spinoza sobre una “ética sostenida geométricamente” en función de un entendimiento crucial de los afectos y pasiones humanas, que pueden ayudarnos a entender caso por caso y situación por situación cómo operar con los saberes y poderes en juego. En cada dimensión aludida, en cada instancia y en cada práctica, producir reflexiones críticas y ético-políticas que examinen si se está excediendo la axiomática neoliberal en función de otras formas subjetivas y otras tonalidades afectivas que las sustenten y orienten, o bien se está repitiendo lo mismo. Solo así quizá podremos evitar caer en lo peor de las tendencias neofascistas que toma el neoliberalismo contemporáneo.

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