El feminismo como coartada
Por Marta Vassallo*
De un tiempo a esta parte, en los ámbitos feministas, escuchamos reiterarse hasta el hartazgo la constatación: no hay un feminismo, hay feminismos.
Feminista es Hillary Clinton, que celebra estridentemente mirando por tv el linchamiento de Muammar Gaddafi en Libia, y secunda las aventuras bélicas de su país en el resto del planeta, y feministas son, aunque nunca se hayan autodenominado así, las mujeres de los sectores populares de América Latina que resisten a los poderes en su lucha cotidiana por bienes básicos: el agua, el alimento para sus hijos, la vivienda. Son feministas quienes hacen la apología del proxenetismo como “emprendimiento” femenino y quienes siguen considerando el proxenetismo como un pilar del patriarcado. Son feministas quienes consideran que el Estado es un mal en sí mismo y quienes consideran que hay que disputar los espacios del Estado si se quiere cambiar las relaciones de fuerza. Nos hemos ido acostumbrando a hablar en plural, y seguimos todas adelante.
Pero la pesadilla de la historia nos hace escuchar sin previo aviso los alaridos de una de esas coyunturas ante las que es imposible no alinearse de alguna manera. Un golpe de Estado que destituyó al mejor presidente de América del Sur, que acababa de ganar holgadamente las elecciones presidenciales del 20 de octubre, lo obligó a elegir entre la muerte y el exilio por la extrema coerción que se ejercía sobre él; a lo que siguieron persecuciones y matanzas que no cesan, enfocadas sobre los partidarios del MAS, el partido mayoritario que ganó las elecciones y domina las dos cámaras, y sobre las comunidades campesinas e indígenas del país; golpe, persecuciones y crímenes alentados por jefes como Macho Camacho, Carlos Mesa, y la autoproclamada presidenta Jeanine Añez. De quienes un establishment internacional comandado por el capitalismo financiero que promueve y necesita estos golpes, “espera” que llamen a elecciones (elecciones de donde Evo Morales y su partido MAS serán previsiblemente proscriptos) para devolver a Bolivia (una fachada de) normalidad.
Sobre una montaña imposible de cuantificar de asesinadxs, mutiladxs, heridxs, torturadxs, violadxs, perseguidxs, detenidxs, desaparecidxs, la situación extrema de Bolivia dio lugar a que emergieran manifestaciones del feminismo adversas desde los comienzos de su gestión al legítimo presidente destituido Evo Morales. Destacan las fallas políticas y el machismo personal del presidente. Que si nos atuviéramos a esas manifestaciones se habría cavado su propia fosa y sería el máximo responsable de la situación que atraviesa su país.
“DERECHOS Y HUMANOS”🇧🇴😏— Noticias en Red (@notienred) November 24, 2019
Cívicos golpistas se plantan en la puerta del Hotel Casa Grande, para evitar que los testimonios de violaciones a los Derechos Humanos sean entregados a las autoridades de la CIDH #Bolivia pic.twitter.com/Hl1xgXHgVM
Los cuestionamientos a Evo confluyen en algún aspecto con los del establishment internacional que busca erosionarlo y derribarlo desde hace años: Morales sería un presidente corrupto, con una ambición desmesurada de poder, que coarta las libertades de los habitantes de Bolivia e insiste en perpetuarse en el poder. A estos cuestionamientos las feministas añaden el machismo de Evo, en su vida personal y en su estilo de gobierno.
Estas manifestaciones provienen de feminismos que tienen una impronta anarquista, en el sentido de que consideran que el Estado es siempre un enemigo, y que donde interviene necesariamente está sellado de corrupción y abuso de poder. Así es como los irrefutables logros de las sucesivas gestiones de Morales, que incluyen las posibilidades abiertas a las mujeres de Bolivia de acceso a la salud, a la educación, a la participación política, quedan en un plano secundario, y se priorizan y magnifican las decisiones y fallas políticas que ofrecieron a sus enemigos políticos dentro y fuera de Bolivia los flancos débiles por donde atacarlo y derribarlo. Los pulcros republicanos insisten en la culpable voluntad de Evo de perpetuarse , que lo convertiría en un déspota, pero no mencionan los 500 años en que se perpetuó el poder colonial, practicando en sordina un auténtico genocidio indígena que ahora decide reanudar.
El vacío de poder provocado por los cívicos, la policía y finalmente el ejército es imposible de confundir con un levantamiento democrático contra un déspota. Es insostenible que nadie se preguntara: ¿Quién viene a llenar ese vacío, si se socava sistemáticamente a un gobierno elegido y apoyado por mayorías, que cambió en apenas poco más de una década la historia y el rostro de Bolivia?
Si extendemos la lógica de este autodenominado feminismo a todos los golpes de Estado padecidos por la región a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI, en Argentina debiéramos haber levantado un monumento a Videla, que lejos de terminar con un gobierno económica y socialmente exitoso, terminó con un gobierno que había lanzado fuerzas paraestatales contra sus adversarios internos, que tras la muerte de Juan Perón dio un vuelco a la política económica soberanista de José Gelbard sometiendo al país a un ajuste brutal. A ese gobierno caótico pero legal le quedaban pocos meses de mandato, cuando el general Videla se ofreció como salvador derrocándolo. Y abriendo el período más oscuro de la historia nacional.
La polémica se desató en Argentina sobre todo a partir de los dichos de la antropóloga Rita Segato:”…Evo cayó por su propio peso. Él incurrió en acciones a lo largo del tiempo, y sobre todo más hacia el presente, que le causaron un quiebre de la credibilidad y luego un quiebre de la gobernabilidad. Para mí él no ha sido la víctima de un golpe sino la víctima del descrédito general en el que se encontró a razón de varias de sus acciones…”. La antropóloga acusa a quienes la refutamos de binarismo e incapacidad de pensar, nos culpabiliza de los retrocesos de las corrientes progresistas por la resistencia de esas mismas corrientes al debate y la autocrítica.
Vuelve con fuerza la sensación experimentada tantas veces en los últimos años: el uso del feminismo como una coartada tras la cual resulta difícil distinguirlo de la antipolítica o de la pretensión de neutralidad.
Se actualiza la dificultad de las relaciones entre el feminismo y las políticas partidarias, inevitablemente selladas por el machismo, la competencia y la voluntad de hegemonía. ¿Pero puede eso cegarnos hasta el punto de establecer simetrías y asimilaciones entre posiciones inconciliables: Evo Morales y Bolsonaro, Evo Morales y Camacho? Son todos machistas, sí, eso ya lo sabemos, ¿pero eso los hace indistintos? ¿La perspectiva feminista autoriza a exigir de los líderes y militantes políticos la perfección personal , la infalibilidad política?¿Nos autoriza a ubicarnos por encima de las circunstancias, planeando sobre una realidad convulsa, atiborrada de peligros, nunca tan previsible ni controlable?
Prefiero escuchar a las mujeres bolivianas residentes en la Argentina, mortalmente angustiadas por la suerte de sus familiares en su país, conscientes de los grandes cambios que significaron las gestiones de Evo Morales en la vida de las mujeres, que a veces son sus propias madres y sus propias hijas; escuchar su dolor y su fuerza, transmitidos con sobriedad.
Y ver para creerlo, aunque sea desgarrador, las imágenes de esas multitudes inermes marchando desde El Alto hacia La Paz, en un testimonio estremecedor de dignidad y de coraje.
*Periodista, escritora
Nota para Diario Digital Femenino
1 comentario:
Feminista es Hillary Rodham Clinton, de USA y de allí es el origen de los fondos que financian a las ONG feministas...
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