3/23/2019

vamos a tener la misma pobreza que recibimos, pero distinta



Por Pablo Papini

Se entiende que Mauricio Macri ensaye, desde su reciente discurso de apertura legislativa, la iracundia como modelo discursivo. La economía va camino a una crisis tipo 1989 o 2001 y la agenda institucional a que pensaba acudir en reemplazo se derrite por el escándalo D’Alessio. A partir de todo eso, sus aliados partidarios se le animan o despegan (así sea sutilmente, está pasando) y sus sustentos reales buscan nuevos rumbos. Que ya nadie dude de la crisis sino que apenas haya polémica en cuanto a la fecha de su estallido hace que el debate por la posibilidad de una salida anticipada del Presidente o de su reemplazo en la candidatura de los intereses que hoy encarna le coma espacio, sin prisa pero sin pausa, a la línea Marcos Peña (“está todo bien y el único candidato es Mauricio”). También lo del jefe de Gabinete se comprende: ha acumulado muchos rencores, dentro y fuera de Cambiemos, como para tener futuro en otro lado.

El círculo se cierra a la perfección y el ala dura no puede escapar de esa prisión, lo que continuamente retroalimenta el desastre. Apenas inaugurada la CEOcracia, Emilio Monzó y Rogelio Frigerio, a sabiendas de lo duro que sería el programa que pondrían en marcha, propusieron incorporar al justicialismo conversable a la segunda alianza o al menos moncloar con ellos de forma más estable y duradera, y ser más generosos con el radicalismo. En criollo, eso significaba ceder espacios de poder a cambio de reforzar el aguante cuando viniera la malaria. Peña, guionado por Jaime Durán Barba, dispuso otra cosa: se pediría apoyo de a vez por ley, y habría carpetazo para aquellos que se negaran a darlo. Así se llega hasta hoy. Salvo el núcleo íntimo presidencial, todos han sido servilleteados. Hasta María Eugenia Vidal. Bien por la intuición de quien mandó a revisar las sábanas de la gobernadora bonaerense, pues su nombre es uno de los que más se agita a la hora de pensar opciones al ex alcalde porteño.

Finalmente, la economía, como no podía ser de otra manera dado el rumbo elegido, se vino abajo. La política, subsiguientemente, empezó a complicarse. Olivos, en vez de aflojar, aceleró con el Mani Pulite criollo (que llaman #Cuadernos). Hasta que alguien cayó en la cuenta de que el debilitamiento oficial daba margen a defenderse, y aquí estamos: en un enchastre de espías de los que solíamos ver en películas, que, aunque cueste creerlo, se volvió real. No pueden leerse las hipótesis Plan V (por Vidal) y Roberto Lavagna por separado de ese deshielo. Llegó la hora not personal, just business que ningún mandatario quiere oír, propio de aquellos que desean reproducirse. Al menos un segmento del capital ya tiene claro que con el jefe del Estado no irá ni a la esquina. Falta ver si los restantes hombres de negocios los siguen bajo nuevo paraguas.

Tal vez esto explique por qué CFK está alargando sus definiciones electorales más allá de lo que se pensaba. Hay por estos días nuevas preguntas a responderse antes de decidir: ¿llega Macri? ¿Puede que lo que hoy se conoce como Cambiemos tenga una fisonomía distinta a la hora de votar? ¿De qué público se alimentaría el primer ministro de Economía de Néstor Kirchner? ¿Dónde jugará Sergio Massa? Demasiadas incógnitas como para pretender síntesis veloces.

La posible reconfiguración de los alineamientos sociales que conocemos es el ingrediente estelar de un caldo que cambia de sabor indeteniblemente y sin avisar. La justicia es el termómetro que inapelablemente demuestra la vuelta de página: habiendo esta semana invalidado el ajuste jubilatorio, soltado la mano de Carlos Stornelli y confirmado la falta de mérito de Cristina Fernández en lo que se llamó ‘Ruta del Dinero K’, sus señorías convocan paritarias. En ese marco, la presidenta mandato cumplido parece, con el viaje a Cuba por la salud de su hija, haber puesto un separador previo a su palabra final. Sea ésa cual fuere, es innegable que concentra la atención de los flashes. La debacle amarilla hace que los temores respecto de ella sean ya diferentes: más que por su triunfo, ahora el escepticismo es por su gobernabilidad si regresase a Balcarce 50.

A propósito de ello, y en función de la discusión por la conveniencia o no de moderarse, la reciente detención en Brasil de Michel Temer, quien entregó todo lo que se le había pedido y fue clave para la regresión que vive el país vecino, quizá otorgue alguna pista.

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