Noemí Brenta*
En 2018 el Congreso nacional autorizó al gobierno a tomar un monto de deuda bastante alto: 2,18 billones de pesos. Sin embargo, entre gallos y madrugada, sin intervención del poder legislativo, el acuerdo con el FMI aumentó esa suma en más de 30 mil millones de dólares en 2018, un 50% más de lo autorizado, y en 2020 el aumento de la deuda con el FMI superará los 56 mil millones. Esta cantidad es enorme, equivale a casi un año de exportaciones, sus intereses y cargos ya se están pagando, y los reclamos judiciales para exigir la participación del Congreso no prosperaron. Como siempre, el acuerdo compromete toda clase de condiciones desfavorables para los trabajadores, las pymes y los jubilados, y beneficiosas para el gran capital, principalmente el estadounidense. En definitiva, el enorme préstamo del FMI servirá para mantener el dólar más o menos estable en el año electoral, dar aire al oficialismo y facilitar la salida de capitales. Pero en 2020 se termina, y lo que quedará es la deuda externa agigantada, otra vez. A diferencia de la dictadura y el menemismo, en esta ocasión el organismo internacional será uno de los principales acreedores.
En las relaciones con el FMI, las cosas no se llaman por su nombre. Los préstamos del FMI a la Argentina no son préstamos y los stand by no son convenios. El FMI es un fondo de monedas (fondo monetario) constituido con los aportes de los países miembros, en las monedas de todos ellos: dólares, libras, pesos argentinos, mexicanos, yuanes chinos, etc. Cuando Argentina recibe lo que supuestamente es un desembolso de un préstamo del FMI, en realidad no es ni un desembolso ni un préstamo, sino que Argentina compra moneda extranjera con pesos argentinos. Y cuando el país devuelve esos "préstamos", recompra pesos argentinos en poder del FMI con moneda extranjera. Parece difícil pero es necesario entenderlo para ir más allá de lo evidente.
Sin embargo, por la alquimia de las cuentas entre el FMI y sus miembros, esas operaciones de compra se convierten en deuda externa, aunque el Congreso no haya dicho ni pío.
Nada es lo que parece, y tampoco los stand by son acuerdos internacionales sino que se asimilan a los acuerdos que un banco otorga a algunos clientes para girar en descubierto. En el acuerdo stand by el FMI autoriza al país miembro a girar contra los recursos del FMI (es decir, contra el fondo de monedas), un monto determinado de moneda extranjera (degs, la moneda del FMI compuesta por una canasta de dólares, euros, libras, yenes y yuanes). Estos giros se harán en forma escalonada, a través de las compras, como explicamos más arriba.
Que la cuestión sea opaca y difícil no es una casualidad. Instalar confusión es una forma de ejercer un poder con dobles intenciones. Y clarificar lo confuso contribuye a desmontar esos mecanismos, aunque requiere un poco de esfuerzo.
* Autora del libro Historia de las relaciones entre Argentina y el FMI, Eudeba, 2013.
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