Una de las cuestiones que desvelan a gran parte de los opositores es , lo manifiesten o no, por qué ante el desastre socio económico, no se observa una mayor “reacción social”.
La calificación muy negativa de la situación económico social parece pertinente.
Los resultados del macriato son desoladores. Ningún gobierno en tan corto tiempo produjo tan profundo daño social como el de esta segunda alianza neoliberal - conservadora Cambiemos, con la excepción del el la primera Alianza neoliberal - progresista FREPASO/UCR del año 1989.
Como enumera el economista Esteban Guarino, solo este año 2018
Como enumera el economista Esteban Guarino, solo este año 2018
- 1-Salarios cierran 13% abajo inflación
- 2-Estatales y comercio caen 13-16%
- 3-Jubilados pierden $8000 (fórmula)
- 4-Si pagan con harina, salario cae 60%
- 5-Si pagan con fideos, 45% abajo
- 6-Aceite, pan y arroz: 30% abajo
- 7-Canasta Básica, 20% abajo
- 8-Pobreza: 48% de los niños
El análisis de la ausencia de respuesta popular ante la crisis cobró inesperada fuerza con los recientes acontecimientos observados en Francia, donde la resistencia a Emanuel Macron ha tomado un impulso notable.
Parte de la dirigencia local utilizó la reacción social en Francia para contrastar con la supuesta "pasividad" del pueblo argentino.
Además de extemporánea esta comparación de ser posible (no lo es), habla pésimo de ellos mismos ¿o se suponen iluminados y sin implicación alguna con la supuesta parálisis popular?
Dejando de lado la torpe descalificación, intentemos aproximar una mirada sobre los déficits del discurso opositor para lograr efectos de escucha frente al desastre de Cambiemos.
La oposición normalmente despliega un discurso de desenlace inminente y fuerte corte economicista donde explica lo mal que estamos y lo horrible que vamos a estar.
Es evidente que con este discurso se suman aciertos diagnósticos - aquí y casi todo el planeta. , pero pocas interpelaciones exitosas, no demasiadas escuchas. Desconoce la inminencia economicista del discurso opositor un efecto aparentemente paradojal en la constitución de escuchas: La denominada "aversión al último lugar” , tan nítidas en el discurso de Arena - bajo la metáfora de "terribles llantas" y la referencia al tema "Buscavida" de Matías Carrica - , una modalidad de rechazo que habitualmente no condujo a los sectores populares a un mayor apoyo para las políticas de redistribución ni tampoco los indujo a criticar y oponerse a las políticas de exclusión.
Peor aún, hay muchas investigaciones realizadas en diversos países que sugieren que el efecto de la "aversión al último lugar" podría inducir efectos en la dirección opuesta a los esperados por los reformadores sociales y por varias razones.
Al respecto, Christopher Hoy, estudiante de doctorado en sociología en la Universidad Nacional de Australia advierte:
Los estudios controlados han demostrado que la "aversión al último lugar" existe materialmente y provoca efectos concretos, porque las personas relativamente pobres lo manifiestan cuando hay personas que son aún más pobres que ellos, y esta es una situación omnipresente.
Complementando la "aversión al último lugar", existe un 'sesgo medio' que replica en todas las investigaciones y en diversidad de países: Las personas piensan de manera desproporcionada que pertenecen a la mitad de la distribución del ingreso
El gráfico que acompaña este posteo , realizado en base a investigaciones recientes, muestra para distintos países, en qué lugar de la escala de distribución del ingreso nacional colocaron a su hogar los encuestados.
Las personas tienden a pensar que están en el medio de la distribución del ingreso, independientemente de si son ricos o pobres.
Solo entre el 15-22% de los encuestados estimaron correctamente el quintil de su hogar en la distribución del ingreso nacional y la correlación entre la posición real y la percibida varía de 0.16 a 0.26.
Parece ser que decirles a las personas pobres que son más pobres de lo que pensaban, solo logra que les preocupe menos la brecha entre los ricos y los pobres en su país y no inducen apoyo a las políticas de redistribución ni rechazo a las de exclusión social.
Así las cosas, a la luz de estas investigaciones no es el mejor camino la inminencia y sobre abundancia de diagnósticos catastróficos para captar audiencias opositoras en general y en especial proveniente de sectores populares.
Nadie admite ser tan pobre como los diagnósticos lo estratifican y cuando efectivamente se sufren carencias la “aversión al último lugar” parece dominar las percepciones y las aspiraciones individuales, familiares y grupales.
Sujetos al efecto de aversión domina la opacidad y sesgo medio marcado sobre el lugar que se ocupa en la pirámide social, siempre nítida para el discurso economicista.
Obviamente se necesita más evidencia para comprender las percepciones sesgadas de las personas en general y las más pobres en particular, sobre su posición relativa en la escala de distribución del ingreso nacional y cómo afectan su apoyo a las políticas de redistribución y su crítica a las políticas excluyentes, modelando eventualmente también su práctica electoral.
A la luz de estos análisis y diversidad de estudios con base empírica, la denominada “pasividad social” que surge del relato economicista resulta un efecto estructural de la apelación catastrófica dominante del discurso opositor, combinada con el "sesgo medio" y la "aversión al último lugar", y de ningún modo un déficit esencial en la respuesta de los sectores populares.
Finalmente y como señala Baruch Espinoza, no es hora de reír ni de llorar, es tiempo de comprender. Aunque moleste.
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