Pese a que el recientemente procesado empresario Paolo Rocca se presenta como víctima de los gobiernos de Kirchner y Chávez, una investigación venezolana muestra la otra cara de la trama: la historia de corrupción, abusos de posición dominante y rebelión popular que llevó a la expulsión de de Techint de ese país
Por Raúl Dellatorre
La empresa Techint pagó coimas a ex funcionarios del kirchnerismo para “solucionar la situación de Sidor en Venezuela”, asegura el fallo de la justicia federal en la resolución por la cual dicta el procesamiento de su titular, Paolo Rocca. ¿Pero cuál era la situación que reclamaba solucionarse? Los antecedentes por las cuales el gobierno de Hugo Chávez decidió, en mayo de 2009, renacionalizar la siderúrgica Sidor son poco conocidos en Argentina. Detrás de ese hecho, está encubierta una historia de corrupción, abusos de posición dominante y una rebelión popular que reclamó la expulsión de Techint de Venezuela. Aquí los repasamos, en base a testimonios de actores directos de los hechos.
Sidor, Siderúrgica del Orinoco, es un complejo industrial pensado fundamentalmente como abastecedor de tubos sin costura para los yacimientos de extracción de petróleo de Pdvsa, la petrolera estatal venezolana. Erigida en Puerto Ordaz, una de las comunidades que conforman Ciudad Guayana, fue fundada en 1964 durante el gobierno de Raúl Leoni. La región se caracteriza, además, por contar con recursos naturales disponibles como el hierro, para lo cual se creó en la zona la firma Ferrominera Orinoco, para la extracción, procesamiento y comercialización de mineral de hierro y sus derivados. Y proveedora de Sidor. Es controlada por la Corporación Venezolana de Guayana, adscripta al Ministerio de Industrias Básicas y Minería.
Como en otros países de la región –Argentina, entre ellos–, la siderurgia nace en Venezuela como la preocupación de una generación de militares nacionalistas por evitar la dependencia externa de un material estratégico para la guerra, el acero. El estudio preliminar para instalar una industria siderúrgica en Venezuela data de 1943, cuando la segunda guerra mundial puso en riesgo el abastecimiento de acero para la nación caribeña. Además, ya por entonces se consideró necesario apuntalar la producción de tubos sin costura y la fabricación de taladros de perforación para la industria petrolera. Sin embargo, la puesta en marcha del desarrollo del proyecto demoraría más de 20 años. Sidor fue fundada recién en 1964.
La privatización
Pese al profundo carácter estratégico y nacionalista que alimentó su creación, Sidor fue vendida a un consorcio privado en medio de la ola privatizadora de los 90, durante la segunda presidencia de Rafael Caldera, en 1997. Su comprador resultó ser el consorcio ítalo-argentino Techint.
La operación, según contó a este diario el periodista e investigador venezolano Modesto Emilio Guerrero, residente en Buenos Aires desde hace ya un par de décadas, fue encabezada por el CEO de aquel momento de Ternium-Techint, Javier Tizado (padre del homónimo ministro de Producción de María Eugenia Vidal). “Tizado entabló una relación personal con Ignacio Arcaya, quien era embajador en Buenos Aires desde 1995, y fue quien se ocupó de presentar e impulsar el ingreso de Techint a Sidor; es decir, actuó de lobbista de la empresa de los Rocca”. La operación se concretó por compra directa y en paquete del 60 por ciento de las acciones de Sidor, lo cual le dio el control absoluto de la siderúrgica. Según recuerda el investigador, Arcaya fue denunciado por la recepción de importantes obsequios por los servicios prestados: un caballo pura sangre de polo (deporte al que el embajador era muy aficionado, y los equinos argentinos de la especialidad muy apetecidos) y una casa de descanso en la isla Margarita (lugar paradisíaco del Caribe venezolano). “La privatización de Sidor nació corrupta”, subrayó Modesto Guerrero.
El gobierno de Calderas duró poco más. Hugo Chávez llega al gobierno en marzo de 1999 pero Paolo Rocca mantuvo el buen vínculo con el nuevo gobierno en la transición. Tras la cesión de Sidor a manos de Techint, había logrado mantener los beneficios que le otorgaba su estatus de empresa estatal. Lo fundamental, recuerda Modesto, era recibir la energía eléctrica gratis y el mineral de hierro a valores muy subsidiados. Ambos insumos eran provistos por empresas estatales y, por lo tanto, representaban a la vez una fuerte transferencia del Estado a favor del consorcio privado, y una notable reducción de sus costos de producción.
Este beneficio quedó claramente reflejado en sus operaciones de exportación, para lo cual Sidor estaba plenamente preparada, por su capacidad de producción pero, además, por la ubicación estratégica elegida para su instalación, que le permite un acceso fluvial (por vía de los ríos Caroni y Orinoco) al Mar Caribe y seguir vía marítima hasta México, adonde exportó buena parte de su producción de acero en los años que Techint gestionó la planta.
Precisamente, este fue uno de los orígenes del conflicto de los Rocca con el gobierno de Chávez. Y una de las razones que echó más leña al fuego de la protesta sindical, que terminó prácticamente en una pueblada para que Paolo Rocca fuera expulsado de Ciudad Guayana.
A costa del Estado
Sidor es la mayor acería no sólo de Venezuela, sino de toda la cuenca del Caribe. Si se toma en cuenta el conjunto de Latinoamérica, es la cuarta. Ubicada en una región estratégica por sus riquezas minerales (hierro, aluminio y bauxita), más el acceso directo a las rutas marítimas del Atlántico Norte, sus ventajas comerciales son múltiples. Pero lo que fue concebido como un proyecto para el desarrollo de un proyecto estratégico para la defensa y la soberanía nacional, en manos de Techint se convirtió en un espectacular negocio privado, del que ni siquiera los trabajadores de la empresa resultaron beneficiados.
Subsidiado en el costo del suministro eléctrico y en el mineral de hierro, Techint aprovechó la capacidad de su planta de Sidor para producir hasta 4 millones de toneladas al año de acero líquido para exportarlo, en alta proporción, a su planta de Ternium en México. Allí se procesaba para convertirlo en chapa laminada o tubos, desde donde lo exportaba. Paradójicamente, Pdvsa se veía obligado a obtener los tubos sin costura para la extracción de petróleo por vía de la importación, incluso comprándole a Ternium México. Y lo más llamativo: a precios del mercado internacional.
En los primeros años de gobierno de Chávez, Paolo Rocca viajaba frecuentemente a Caracas y mantenía una relación relativamente amigable, apareciendo incluso como una suerte de “socio” del proceso de consolidación de la revolución bolivariana. En oportunidad de una visita del presidente Néstor Kirchner a Venezuela, para la presentación de la asociación entre la estatal argentina Enarsa con la petrolera Pdvsa, para la explotación del un yacimiento en Ayacucho (Faja de Orinoco), en febrero de 2007, una de las imágenes que llamó la atención del autor de esta nota (que cubrió el acontecimiento para Página 12) fue el rol de Paolo Rocca en el evento. No sólo subió al escenario y posó a la par de Kirchner y Chávez (como un tercer mandatario), sino que en toda la celebración se lo vio moverse con soltura entre los funcionarios uniformados con camisa roja del gobierno venezolano. Los conflictos con el gobierno venezolano ya existían, pero Rocca sabía manejar la diplomacia y la relación ambivalente que mantenía, tanto con el gobierno de Chávez, cono con el de Néstor Kirchner. Dos años después de aquel evento, en mayo de 2009, el comandante Chávez anunciaba la renacionalización de Sidor entre el júbilo de trabajadores y sindicatos.
Inicio del conflicto
Durante años, el gobierno de Hugo Chávez le reclamó al grupo Techint que garantizara el abastecimiento de laminados de acero y tubos sin costura que le reclamaban la industria venezolana a precios compatibles con los costos reducidos de producción que tenía por efecto de los subsidios estatales. Y no sólo eso: Sidor también se aprovechó de recortes en beneficios laborales con los que castigó a sus empleados tras la privatización. El cambio de régimen representó para sus empleados recortes en la atención médica, guarderías infantiles para sus hijos, bonos vacacionales, además de la pérdida de derechos por parte de 9000 trabajadores que quedaron tercerizados con salarios inferiores, a través de empresas subcontratistas, contra alrededor de 4500 que mantuvieron su condición de empleados fijos. La falta de respuestas a lo largo de los años y la combatividad de algunos de los sectores obreros más representativos en Guayana, llevó a que fuera subiendo hasta que la intervención del gobierno y la renacionalización de Sidor se convirtieran en un clamor popular.
“Las tasas de ganancia de Sidor eran espectaculares, y los sindicatos sabían que era por las fortunas que Techint se ahorró por los subsidios del Estado a la electricidad, el mineral de hierro y la bauxita (a través de la estatal BauxiVen)”, recordó Modesto Guerrero. “Ternium-Techint se trajo en el paquete accionario de Sidor, al comprarlo, todos los beneficios de los que gozaba como empresa estatal, ni siquiera pagaba el peaje de circulación por el río Orinoco. El sindicalismo lo denunció y Guayana explotó en una rebelión popular. Creo que fue la primera vez que Chávez tomó conocimiento real de la situación. El pedido de que lo echaran a Paolo Rocca se convirtió en un clamor popular en toda la región”, completó.
Modesto, que conversó en sus investigaciones con varios de los protagonistas directos de las asambleas, plebiscitos y encuentros del denominado Taller Político Social en esos años, asegura que fue en un encuentro con dirigentes sindicales en Ciudad Guayana, el 21 de mayo de 2009, cuando Hugo Chávez, después de escuchar la argumentación de los líderes de la revuelta, pronunció la palabras que le dieron un vuelco definitivo al asunto: “me la juego por ustedes, los trabajadores de la Patria”. Unos días después anunciaba la renacionalización de Sidor y otras seis empresas industriales, y comenzaba un proceso de reconstrucción del movimiento obrero y su relación con el gobierno, que quedaría frustrado poco después con su enfermedad, que lo llevó a la muerte.
Lo que vino después fue la propuesta de compensación a Techint y el pago de una cifra cercana a los 2000 millones de dólares, que fue muy cuestionada por los sectores sindicales pero fue parte de una salida política, en la que el gobierno argentino (ya con Cristina al frente) le pidió que buscara evitar que los Rocca llevaran el conflicto a una instancia de denuncia internacional.
Techint mantenía esa relación ambivalente con el gobierno argentino, esa suerte de pulseada permanente entre las corporaciones monopólicas y un gobierno que las enfrentaba pero que no alcanzaba a contar con herramientas como para prescindir de ellas. Rocca abusó de esa relación en Argentina y Venezuela. Hizo negocios a expensas de las necesidades de los gobiernos de entonces, y a veces en contra de ellos. Hoy, cuando la situación judicial, impulsada por otras corporaciones pero ya no locales, se vuelve contra ellos, Paolo Rocca pretende mostrar a sus víctimas de ayer como sus victimarios. Como chicana judicial no está mal, pero frente a la realidad histórica, es absolutamente falso.
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