8/21/2018

"del entusiasmo generalizado de nuestros economistas serios a su absoluto desconcierto por el resultado"



Es necesario consensuar un plan con los sectores de la producción, agro e industria, con activa participación de los representantes de los trabajadores y de las pymes. Y evaluar su financiación

por Sebastián Fernández
por Mariano Kestelboim

En unos pocos meses pasamos del entusiasmo generalizado de nuestros economistas serios sobre las políticas de Cambiemos a su absoluto desconcierto frente a su resultado. Ese desconcierto se traduce en dos reacciones diferentes aunque complementarias: la primera consiste en señalar que nadie vio venir la crisis, que asimilan a una especie de calamidad meteorológica no detectable. La segunda pone el foco en supuestos errores del gobierno que habrían tirado por la borda una política acertada. Con respecto a la excusa que habría frenado un diagnóstico acertado, es bueno recordar lo que el cineasta Luis Puenzo manifestó sobre la desastrosa política oficial con respecto al INCAA: ¿No se trata de errores sino de un plan de negocios¿. Lo que nos llevó a la catastrófica situación actual no fueron los errores del gobierno sino sus aciertos, su plan de negocios.

¿Qué debería hacer el gobierno para salir de la crisis?

Lo primero es notar que este gobierno, desde que asumió, fue fiel al negocio financiero. Desafortunadamente, en nuestro país con políticas que, ante todo, priorizan ese interés nunca se ha podido conseguir resultados distintos a los de terribles crisis. Las últimas dos experiencias neoliberales, última dictadura militar y la Convertibilidad, derivaron en esos colapsos. La nueva aventura de acumulación rentística financiera no puede culminar de otra forma, sobre todo cuando el coro oficial no se cansa de repetir que tiene la "firme convicción" de que el rumbo es el correcto. Claro, los principales funcionarios del área económica han trabajado a lo largo de sus carreras para la banca y, en su recreo en el sector público, no parece haberse cortado para nada su relación. Luis Caputo, el Toto de la Champions, según Marcos Peña, llegó a vanagloriarse de haber vendido dólares a $30 "cuando los habíamos comprado a $20", un comentario más acorde al responsable de una mesa de dinero que al titular de las finanzas de un país.

La disparada de la última crisis revela quiénes ganan con el añejo set de políticas regresivas de ajuste fiscal, liberalización financiera y comercial, fijación de tasas de interés por las nubes y mega endeudamiento: los bancos. En el segundo trimestre de 2018 (últimos meses con información pública disponible desde el inicio de la "tormenta"), el sector financiero sumó una ganancia de $40.034 millones; es prácticamente el doble que lo obtenido en el mismo período de 2017 y casi cuatro veces más que en el mismo lapso del último año gobernado por CFK. En todos los casos, el crecimiento de esa rentabilidad fue ampliamente superior a la inflación. Pero lo más llamativo es cómo los bancos se despegan del resto de las actividades que desde el inicio de la "tormenta" tienen peores resultados y que el fabuloso aumento de las ganancias financieras no es contrapartida de ninguna genialidad innovativa de emprendedores como el discurso PRO recrea. Son rentas extraordinarias logradas a base de favores de la política pública. No hay más. Ocurre que el gobierno de los CEO, como nuestros liberales lo hacen desde hace décadas, exige que el Estado se ocupe de lo esencial: protegerlos de las inclemencias del mercado.

El modelo se debe invertir por completo. Lógicamente, el gobierno no va a aflojar, como tampoco sus funcionarios se cansan de repetir. Así que la pregunta debería redefinirse: ¿Qué debería hacer el próximo gobierno cuando se agote el proceso de vaciamiento?

Orientar las políticas a favor de la producción, de la generación de empleos formales, de una distribución equitativa del ingreso y de las inversiones con prioridad en educación, ciencia y tecnología, áreas claves para el desarrollo que en la actualidad vienen siendo postergadas. Un plan productivo debería ser consensuado con los sectores de la producción, agro e industria, con activa participación de los representantes de los trabajadores y de las pymes.

Ese programa, primero, debería plantear su financiamiento y, como la situación es muy delicada y seguirá agravándose, requeriría de muchas medidas. Algunas de ellas podrían ser:

Una reforma tributaria que implique una acentuada progresividad impositiva a través de mayor presión sobre las personas de altos ingresos, bienes personales, la herencia, un IVA con alícuotas más elevadas para bienes de consumo suntuario; con una orientación general productiva en favor de la especialización y de la generación de empleo.

La actividad financiera, inmobiliaria y comercial de grandes superficies, sectores que están altamente concentrados, tienen alta rentabilidad y no compiten internacionalmente también deberían estar afectados por mayor presión tributaria y una regulación de sus precios considerando los estándares internacionales para que no sigan abusando de su posición dominante.

Reintroducción de retenciones a la minería y la agricultura con un criterio que discrimine entre grandes, medianos y pequeños productores para que sea equitativo y también contemple incentivos a quienes amplían y diversifican su producción.

Restaurar la obligatoriedad de liquidación de divisas de exportación con un plazo no superior a los 90 días. Regular la entrada y salida de capitales financieros para preservar la estabilidad macroeconómica.

A la vez, entre las medidas de estímulo, citamos las principales:
  • Retrotraer y revisar las subas de tarifas para no seguir deteriorando la competitividad y el poder adquisitivo.
  • Restituir el anterior esquema de movilidad de haberes, ejecutando los correspondientes ajustes retroactivos.
  • Facilitar el acceso al crédito a bajas tasas para la producción y especialmente para las pymes.
  • Impulsar el desarrollo de la producción con medidas específicas de estímulo en cadenas agro industriales con ventajas competitivas naturales y de alta demanda de empleo y distribución del ingreso.
  • Administrar el comercio exterior con todos los instrumentos de regulación disponibles y rechazar la bases del acuerdo UE-Mercosur.
  • Impulsar las compras del sector público para impulsar el desarrollo de proveedores nacionales.
  • Reintroducir los planes de compra con estímulos financieros orientados a la fabricación nacional como Ahora12 y Ahora18.
  • Desarrollar una banca de fomento a la producción.
  • Administrar el mercado cambiario con un sistema de flotación en bandas y restringiendo la fuga de capitales.
  • Fortalecer la políticas a favor de la Educación, la Ciencia y la Tecnología.

Muchas de estas iniciativas, que causarían el inmediato rechazo de nuestros economistas serios, han sido implementadas desde hace décadas en los países que esos mismos economistas ponen como ejemplo. Ese es uno de los grandes asombros de los entusiastas de las políticas neoliberales que con precisión de metrónomo nos llevan cada 10 años a nuevas crisis terminales: pretender llegar a la riqueza y equidad de Suiza con los sueldos, las políticas laborales o la inversión en Ciencia y Tecnología de Sierra Leona.

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