Horacio Rovelli
El gobierno sigue priorizando la lógica del mercado que aumenta el abismo que separa a pobres de ricos aplastando el consumo interno y toda posibilidad de reactivación.
Jean-Jacques Rousseau (1712–1778), un gran estudioso de la sociedad de la época y uno de los principales enciclopedistas, sostenía que “Es muy difícil pensar altruistamente cuando no se piensa más que para vivir”, que a esa triste situación lo empuja al hombre la pobreza y la desigualdad. Veía una minoría parasitaria y enriquecida (el clero y la nobleza) y una cada vez mayor población empujada a vivir en condiciones infrahumanas. Él mismo había padecido el rigor de trabajos de muchas horas y mal pago desde chico en su Ginebra natal, donde ejerció distintos oficios; más aún vivió toda su vida en forma precaria. “La verdadera democracia debe consistir en que ningún ciudadano sea tan opulento que pueda comprar a otro, ni ninguno tan pobre que se vea necesitado de venderse”.
Michal Kalecki (1899-1970), casi dos siglos más tarde y en una sociedad completamente distinta pero también desigual, arriba sin embargo a conclusiones concordantes con las de Rousseau, en el sentido que sostiene que el cálculo económico de los empresarios supera la búsqueda de la mayor ganancia para subordinarla al control de la sociedad. Esto es a perpetuar la inequidad al observar que “…bajo un régimen de pleno empleo permanente (lo que implica la mayor utilización de recursos), “el cese” dejaría de desempeñar su papel como medida disciplinaria. La posición social del jefe sería menor y la seguridad en sí misma y la conciencia de clase de la clase trabajadora aumentaría. Las huelgas por aumentos de salarios y mejores condiciones de trabajo crearían tensión política. Es cierto que las ganancias serían mayores bajo un régimen de pleno empleo que su promedio bajo el laissez faire, y aun el aumento de salarios resultante del mayor poder de negociación de los trabajadores tenderá menos a reducir las ganancias que a aumentar los precios, de modo que sólo perjudicará los intereses de los rentistas. Pero los dirigentes empresariales aprecian más la “disciplina en las fábricas” y la “estabilidad política” que los beneficios. Su instinto de clase les dice que el pleno empleo duradero es poco conveniente desde su punto de vista y que el desempleo forma parte integral del sistema capitalista ‘normal’”.
Estos dos grandes pensadores de la humanidad, que ellos mismos vivieron épocas muy difíciles sorteando la pobreza y el mal pago en sociedades desiguales, que fueron perseguidos por sus ideas, obligados incluso a exiliarse, que debieron vivir ante la mirada desconfiada de los ricos y poderosos, concluían que el sector privilegiado condenaba al resto de la sociedad a una vida embrutecida, subordinada a los valores y a la lógica de la minoría que se aprovechaba de la situación.
Pero que esto no era (ni es) percibido por el grueso de la sociedad, porque los sectores sometidos adoptaban (y adoptan) los objetivos, las premisas y la forma de vida de los sectores dominantes como propios.
De otra forma no se explica que humildes sectores de la población acepten y abonen mansamente el fuerte incremento en los precios del gas, de la electricidad y de los combustibles (incluido el boleto del colectivo), por ejemplo, admitiendo que se deben realizar inversiones que antes no se hacían.
Primero, que es mentira: la inversión bruta fija no solo no aumentó durante la gestión de Macri en esos sectores claves que atraviesan transversalmente la economía del país, sino que fue incluso menor. Y por otra parte, no se puede ignorar que detrás de Edenor y Pampa Energía esta la sociedad de Marcelo Mindlin (quién además aparece como comprador de Petrobras Argentina y la Constructora IECSA a la familia Macri, tras el “lava jato” provocado por las denuncias de corrupción en el vecino país) y que el otro socio principal de Edenor y de Pampa Energía es Joseph Lewis, quién en sus amplias extensiones de tierra incluye el Lago Escondido. ellos (y otros como ellos) son los que fijan los precios que paga la población convencida (por los medios, por su debilidad ideológica y política) de que es justo.
El gobierno de Macri habla de brotes verdes en los sectores están afincados los grandes capitales en este país: el energético, el financiero y lo más concentrado de la minería y de la producción y distribución de alimentos. Incluso sectores fuertemente concentrados como el acero y el aluminio, que presionan por la devaluación del tipo de cambio, para compensarlos, el gobierno de Macri les asegura el suministro de energía a precio acomodado y la venta de sus productos al mercado interno con precios fijados por ellos.
Además de seguir con los negocios referidos, se preparan a ampliarlos con la asociación través de los programas de participación público – privada (PPP), por supuesto con los “popes” de la patria contratista en la construcción pública, planes de vivienda y obras de infraestructura donde el garante es siempre el Estado.
Pero este camino de enriquecimiento y negocios para una minoría ya ha sido explorado en la Argentina y terminó de la peor manera en las aciagas jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001.
Los dos caminos
Hay dos y solo dos alternativas. Una es priorizar la lógica del “mercado” (reflejada en su momento en la propuesta denominada “Consenso de Washington”), que la orientación de las inversiones la decidan las empresas trasnacionales y las grandes empresas locales. Lo que hace esto es generar una sociedad dual, como lo reflejan los casi 22 meses de gestión de Macri que modificaron el patrón de consumo, donde se adquieren más bienes de lujo y menos bienes masivos. Mientras los viajes al exterior se han multiplicado y los autos más vendidos son la 4×4 y otros importados de alta gama, el salario real perdió en promedio un 10% y el empleo formal (principalmente de la industria) es reemplazado por un ejército de monotributistas y cuenta propista en negro.
El otro camino es el de fortalecer el sistema democrático promoviendo el crecimiento económico con una mejor distribución del ingreso, reconociendo la importancia del mercado interno y la doble condición del trabajo, como costo y como potencial creador de consumidores. A la vez, plantear la integración comercial con el resto de la región para ampliar el mercado a satisfacer y con ello la economía de escala, entendiendo la importancia de diversificar nuestra economía y comerciar con economías que son complementarias con la nuestra, como China y Rusia
El indicador más utilizado para evaluar la dinámica de la distribución funcional es Salarios / PBI, que muestra qué porcentaje de la riqueza generada por una economía es apropiada por los trabajadores. Obviamente que un mejoramiento de este indicador, una suba del mismo, depende en gran medida de los niveles de empleo y de los niveles salariales. En este sentido la evolución de la distribución funcional del ingreso en nuestro país ha dependido del modelo de producción de cada momento. La mejor distribución se generó cuando se producían fundamentalmente bienes industriales y estos estaban orientados en gran medida al mercado interno, con alteraciones en algunos años por los golpes militares, pero que no lograron revertir la alianza de hecho entre los trabajadores y los productores para el mercado interno, como fueron el período 1945-1975 y la gestión de los Kirchner (2003-2015).
Cada vez que el país se apartó de ese modelo de acumulación, la distribución empeoró (y con ello el nivel de actividad). En efecto, tanto con el golpe militar de 1955 cuando se trató de retornar al modelo agro-exportador, que priorizó las ventas al exterior de materias primas basándose en las ventajas comparativas estáticas del país, cuyo principal factor de producción es la tierra y su sistema de propiedad en la Argentina, o bien cuando en el período 1976-2001 apostó a la valorización financiera del capital (con sus reiteradas crisis), la distribución fue más desigual
En síntesis, la Argentina es un país que crece hacia adentro. No es el caso de por ejemplo Chile, que tiene como fuente importante el cobre (razón por la cual nunca se privatizó totalmente), la madera, el vino, salmón, etc., que si bien son productos con baja elaboración, le permiten generar divisas con la que pesa significativamente las relaciones con el exterior, lo que hace que vean más a sus trabajadores como componentes del costo que como componentes de la demanda agregada.
Pero nosotros crecemos si crece el mercado (consumo) interno. El problema es que arrastra las importaciones, de manera tal que para el período 1980-2015, por cada punto que crece el PIB industrial argentino, las importaciones se incrementan en tres puntos, lo que nos obliga a sustituir importaciones y diversificar nuestras exportaciones bajo el lema de comprar a quienes nos compran.
La producción incorpora y combina el conocimiento técnico y su impacto social, impulsando el crecimiento económico con ampliación del consumo, que se basa en una relación positiva de poder adquisitivo de la población y mayor producción, elevando la productividad. Esa relación óptima de crecimiento económico se llama desarrollo, y si ese desarrollo se logra respetando y preservando el medio ambiente se trata de un desarrollo sustentable.
El Profesor Celso Furtado sostiene: “Cuando la capacidad creativa del hombre se aplica al descubrimiento de sus potencialidades y al empeño de enriquecer el universo, se produce lo que llamamos Desarrollo. El Desarrollo solo aparece cuando la acumulación conduce a la creación de valores que se esparcen en la colectividad. La teoría del Desarrollo alude a dos procesos de creatividad. El primero tiene que ver con la técnica, con el empeño del hombre por dotarse de instrumentos, por ampliar su capacidad de acción. El segundo se refiere al significado de la actividad humana, a los valores con los que el hombre enriquece su patrimonio existencial”.
Para lograr el mayor “desarrollo” se requiere de la presencia de un Estado consciente de lo que quiere y a dónde va, que actúe intencional y premeditadamente en preservar los recursos naturales, el mercado interno, el trabajo y la producción, generando instituciones y medidas con ese fin.
El Estado debe impulsar el crecimiento económico sostenido con equidad en el esfuerzo, incorporando la mayor mano de obra posible para producir con mayor valor agregado. A su vez, debe tratar que la remuneración de los trabajadores sea la mejor posible, siempre teniendo en cuenta que los empresarios se guían por la tasa de ganancia y su perdurabilidad en el tiempo, y que el Estado debe intervenir para garantizar el desarrollo con inclusión y sustentable.
Las necesidades sociales deben ser cubiertas no solo por un fin moral o ético, sino y desde el punto de vista económico, también porque permiten la reproducción ampliada, en un circuito virtuoso que se retroalimenta. En América Latina estas necesidades comprenden la transformación de las condiciones de producción y de los productores en el campo y en la ciudad, de los trabajadores informales en formales, en la universalización de la educación y de la capacitación, en el progreso técnico, y con ello en mejorar la salud, el bienestar social y elevar el nivel de vida de toda la población.
La relación entre consumo, oferta, técnica y capacitación, rentabilidad social y desarrollo, debe retroalimentarse, pero regulada por la rentabilidad social que el Estado debe imponer, medir, ponderar e impulsar, en lo que se denomina desarrollo con inclusión. Desarrollo que paralelamente conforma una sociedad más participativa, más igualitaria y más democrática.
En cambio, para Cambiemos la necesidad de la administración del Estado es para hacer todo lo contrario: fortalecer a los fuertes y debilitar a los trabajadores y a los sectores vulnerables. Para eso necesita subordinar a toda la sociedad y debe reconocerse que lo vienen logrando, no solo por el voto de la población que es castigada por el modelo, sino por los supuestos representantes de los trabajadores. Las declaraciones de Antonio Caló, sucesor de Lorenzo Miguel en la Secretaría General de la UOM (Unión Obrera Metalúrgica), en el coloquio de IDEA (que reúne a lo más graneado del empresariado local), pidiendo disculpas por haber hecho un paro, son lamentables. Hasta Augusto Timoteo Vandor las hubiera criticado.
Sin embargo pasó como un reconocimiento de esos “dirigentes sabios y prudentes” a un gobierno al cual obedecen, sabedores que les puede cerrar sus cuentas de cuota sindical y de obra social.
Ante la falta de organización y referentes del campo popular, ante el silencio y/o la complicidad de los medios, la minoría de sátrapas que nos domina impone su regla de juego y eso hace que amplios sectores de la población que son perjudicados por el modelo crean que es el único camino, como pasaba con Menem, y antes con la dictadura militar. Se repiten las versiones de la famosa “teoría del derrame”.
Bien deben saber que eso no sucede nunca, que los ricos ganan y fugan capitales. El economista chileno Gabriel Palma, un estudioso de las economías asiáticas, sostiene que en esos países los grupos dominantes son las empresas productivas. “En América Latina la élite está vinculada a las finanzas y es rentista, es decir, prefiere lo financiero a tomar riesgos en lo real. En América Latina tenemos la rentabilidad financiera más alta del mundo, dos y tres veces más alta que en otras partes. Esto es gracias a una política económica que ha sido fundamental en la desindustrialización de América Latina, la falta de diversificación económica, la falta de cambio tecnológico. América Latina abandonó su política industrial con la idea de que podía crecer con los productos primarios y las finanzas”.
Es mucho lo que debe hacerse en la prédica diaria para volver una y otra vez sobre las mentiras del gobierno, desenmascararlas, plantear alternativas y superarlas. El modelo de Cambiemos es insustentable, no resiste el menor análisis, pero eso se logrará ver cuando los argentinos de a pie se den cuenta que el presente es malo y que el futuro será peor, que sus hijos no van a tener trabajo y el que obtengan va a ser marginal. Que los amplios sectores medios no van a tener acceso a una educación y salud gratuita y de calidad como tenían, y que la inseguridad los afecta a ellos y no a los ricos que viven en barrios privados. Lo que esperamos es que esa toma de consciencia ocurra más temprano que tarde.
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