La continuidad de proyectos populares en Centroamérica frente al avance de la derecha neoliberal en el Cono Sur. El riesgo de la desintegración política y económica de la región ante las complejidades de Venezuela. Coincidencias y contrastes de América Latina y el Caribe actual.
El 15 de mayo pasado se realizaron elecciones presidenciales en República Dominicana, además de renovarse la totalidad de diputados, senadores y autoridades municipales. Danilo Medina, candidato oficialista del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) obtuvo una clara victoria con el 61,74% que representan 2.847.414 votos, mientras que el candidato opositor, proveniente del Partido Revolucionario Moderno (PRM), Luis Abinader, logró un 34,98%. Con este resultado, Medina logró la reelección que le permitirá continuar con su programa de gobierno iniciado en 2012 y el PLD conquistó un amplio margen en el congreso y en los municipios. De un total de 32 senadores, logró ocupar 28 bancas y al menos 80 en diputados, frente a los 34 que obtuvo el partido opositor PRM. Del mismo modo, de los 155 municipios, el PLD y aliados lograron la elección de 108 alcaldes.
Más allá de los reclamos por irregularidades y las solicitadas frente a la Junta Electoral del Distrito Nacional (JEDN) por la nulidad de las elecciones, el apoyo de los dominicanos al PLD es indiscutible. Con este triunfo, el partido acumula cuatro triunfos, lo que implicaría para el final del mandato de Medina, 16 años ininterrumpidos en el poder. Esto marca una particularidad en la historia de la democracia en República Dominicana; ningún otro partido había logrado cuatro victorias consecutivas.
Más allá de los reclamos por irregularidades y las solicitadas frente a la Junta Electoral del Distrito Nacional (JEDN) por la nulidad de las elecciones, el apoyo de los dominicanos al PLD es indiscutible.
El caso de República Dominicana no es, sin embargo, el único en la región. La reelección de Medina refuerza una tendencia en Centroamérica a la continuidad de proyectos populares. El próximo 4 de junio el Frente Sandinista de Liberación Nacional elegirá su candidato presidencial para los comicios que se celebrarán en Nicaragua en noviembre de este año. Daniel Ortega, actual presidente, es uno de los candidatos indiscutibles para aspirar a una nueva reelección. Tras largos años de elecciones consecutivas ganadas por el histórico Partido Liberal reorganizado, con Arnoldo Alemán (1997-2002) primero, y Enrique Bolaños (2002-2007) en las elecciones presidenciales de noviembre de 2006, Daniel Ortega fue electo presidente. El regreso del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) se propuso romper con la derecha liberal que aplicó por casi diecisiete años las medidas del Consenso de Washington.
La reelección de Medina refuerza una tendencia en Centroamérica a la continuidad de proyectos populares. El próximo 4 de junio el Frente Sandinista de Liberación Nacional elegirá su candidato presidencial para los comicios que se celebrarán en Nicaragua en noviembre de este año. Daniel Ortega, actual presidente, es uno de los candidatos indiscutibles para aspirar a una nueva reelección.
En el año 2011 se presentó un polémico recurso de amparo ante la Corte Suprema de Justicia contra el artículo de la Constitución que prohíbe una reelección consecutiva y expresa que no se puede ser electo en más de dos ocasiones para el mismo cargo. La Sala Constitucional resolvió que esta norma era inaplicable, permitiendo que Ortega se presentara en las elecciones presidenciales de 2011. Así, fue reelecto para el ejercicio del cargo hasta 2017. En noviembre próximo se elegirá presidente, vicepresidente, 90 diputados nacionales y 20 representantes ante el Parlamento Centroamericano (Parlacen).
En 2007 Ortega ganó con el 38% de los votos y en 2011, luego de la cuestionada maniobra jurídica, fue reelecto con un 62,45% de los votos. La última modificación constitucional, refrendada en 2014, establece la reelección presidencial indefinida, por lo que habrá que ver cómo se organiza el mapa electoral. Ortega aún no ha confirmado si aspira a su reelección, pero tampoco parece dispuesto a ceder el poder. Todo indicaría que las condiciones actuales de Nicaragua garantizarían su triunfo. Por otro lado, el FSLN no cuenta con adversarios fuertes. La posible oposición política-electoral se encuentra dividida: el candidato liberal Eduardo Montealegre reconoció que esta no está en condiciones de presentar pelea.
Otro caso claro de continuidad en la región es el de El Salvador. En las elecciones de 1994, 1999 y 2004 resultó triunfante el partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA). Luego de casi 20 años de un ciclo de gobiernos de derecha, en 2009 triunfó el candidato del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), Mauricio Funes, que venció a Rodrigo Ávila, candidato de ARENA. Los resultados de las elecciones de 2014 en El Salvador dieron por ganadora a la fórmula presentada por el FMLN, integrada por Salvador Sánchez Cerén y Óscar Ortiz con un 50,11% de los votos en segunda vuelta. Los candidatos del partido ARENA, Norman Quijano y René Portillo Cuadra obtuvieron un 49,89%. Este triunfo ajustado permitió que con Cerén el FMLN pudiera dar continuidad, por al menos cuatro años más, al proyecto iniciado en 2009.
Otro caso claro de continuidad en la región es el de El Salvador. […] Después de casi 20 años de un ciclo de gobiernos de derecha, en 2009 triunfó el candidato del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). […] Los resultados de las elecciones de 2014 en El Salvador dieron por ganadora a la fórmula presentada por el FMLN.
A diferencia de las experiencias de repliegue que experimentan los procesos en Argentina y Uruguay y la ofensiva concreta de la derecha en los casos de Brasil y Venezuela, en Centroamérica, paradójicamente hay un clima de estabilidad. Los proyectos iniciados en los tempranos años 2000 siguen teniendo legitimidad en la región. La derecha en estos países se encuentra condicionada y si bien los casos son distintos, en este momento no articulan una fuerte ofensiva contra los proyectos populares. Esto probablemente se debe, en parte, a las divisiones entre los partidos de oposición y otros factores internos que no conducen a una contraofensiva articulada. No obstante, es menester señalar que uno de los primeros “golpes blandos” en la región sucedió en Honduras en 2009. Este golpe de Estado, no casualmente, está vinculado a la decisión de Zelaya de incorporarse a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).
A diferencia de las experiencias de repliegue que experimentan los procesos en Argentina y Uruguay y la ofensiva concreta de la derecha en los casos de Brasil y Venezuela, en Centroamérica, paradójicamente hay un clima de estabilidad. […] La derecha en estos países se encuentra condicionada y si bien los casos son distintos, en este momento no articulan una fuerte ofensiva contra los proyectos populares.
El acercamiento de República Dominicana, Nicaragua y El Salvador a los países del bloque ALBA, CELAC y UNASUR se fue intensificando en los últimos años. El caso más claro en este sentido es el del gobierno de El Salvador. Sánchez Cerén se sumó a Venezuela en su decisión de “desconocer” el nuevo gobierno de Michel Temer en Brasil, entendiendo que la separación de Dilma Rousseff de la presidencia fue un claro “golpe de Estado”. Sanchez Cerén, al igual que el gobierno de Nicolás Maduro, pidió el retorno de la embajadora de su país en Brasilia, Diana Marcela Vanegas. Por otro lado, el vicepresidente de El Salvador, Óscar Ortiz, criticó fuertemente la iniciativa de la OEA de activar la Carta Democrática ante la situación de crisis venezolana.
La crítica al proceso brasileño y el claro apoyo a Maduro por parte de estos gobiernos centroamericanos es un elemento destacado en la región latinoamericana. Mientras estos gobiernos dieron un guiño a los gobiernos de Dilma y Maduro, el gobierno de Mauricio Macri busca un acercamiento con la Alianza para el Pacífico. El repliegue de los gobiernos populares en América Latina supuso una reconfiguración regional en torno a los apoyos y acercamientos a los organismos internacionales.
Mientras estos gobiernos dieron un guiño a los gobiernos de Dilma y Maduro, el gobierno de Mauricio Macri busca un acercamiento con la Alianza para el Pacífico.
El interrogante que se plantea es el futuro de estos países centroamericanos en caso de un agravamiento de la situación política en Venezuela. El claro vínculo económico que une a estos países a través del ALBA se vería afectado. La preeminencia que ha tenido Venezuela en la región en estos años haría tambalear, en un efecto dominó, a los gobiernos centroamericanos que muestran hasta hoy cierto equilibrio. El desafío de Medina, Cerén y Ortega será hacer frente al debilitamiento de países que son pilares en la integración regional y fueron de gran apoyo para República Dominicana, El Salvador y Nicaragua.
El interrogante que se plantea es el futuro de estos países centroamericanos en caso de un agravamiento de la situación política en Venezuela. […] El desafío de Medina, Cerén y Ortega será hacer frente al debilitamiento de países que son pilares en la integración regional y fueron de gran apoyo para República Dominicana, El Salvador y Nicaragua.
La derecha busca la reconquista neoliberal en toda América Latina. El triunfo de Macri en Argentina consolidó el avance de la derecha en el Cono Sur, operando como condición de posibilidad del proceso abierto contra el gobierno de Dilma en Brasil y posicionándose cada vez más cerca del bloque de la Alianza para el Pacífico, con lo que esto implica en términos políticos. Si las complejidades en la situación venezolana se profundizan y la derecha logra consolidar posiciones, esto significará un fuerte giro en la región centroamericana. La integración política y económica de República Dominicana, Nicaragua y El Salvador se vería necesariamente afectada ante un hipotético escenario de derechización política en la República Bolivariana.
*Socióloga. CONICET/IEALC
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