Escuchando a Creedence en un Mustang en la base militar de los EE UU en Rota
La canción y el Mustang vienen en el mismo paquete para Christian Lagata (Jerez de la Frontera, 1986).
La canción, Up Around the Bend, cantada y tocada por Creedence Clearwater Revival, que bajo ese endiablado nombre eran algo así como los Beatles de la clase obrera, el grupo de la gente que sudaba cuando hacía calor y no por ello se quedaba en cueros, de la gente que tenía vergüenza al estar con otra gente atacada por la risa boba causada por la marihuana… La canción, decía, es tan pura como el automóvil: pistones y gasolina, aceite y válvulas, una invitación condensada y simple para pisar el acelerador más allá de lo admitido por la ley.
¿Quién tiene derecho a ponerle límite de velocidad al atardecer?
Catch a ride to the end of the highwayAnd we’ll meet by the big red treeThere’s a place up ahead and I’m goin’Come along, come along with meCome on the risin’ windWe’re goin’ up around the bend
En la foto del Mustang puede entreverse un cartel que tiene carga de copyright existencial: Bethel Baptist Church. Es fácil imaginar lo que sucede dentro del invisible local: una prédica sobre expiación y reptiles, pecado original e infierno.
La palabra de dios antes de activar el encendido del Mustang, escuchar a John Fogerty, ese tipo que tiene más derecho que el Hijo de Dios a ser llamado Jesús, quemar neumáticos y estar dispuesto a jugar a la ruleta con los kilómetros por hora.
Lagata no vive, como el Mustang, Creedence y la capilla baptista parecen sugerir, en ningún punto del insondable Medio Oeste o del cenagoso Sur de los EE UU.
Estamos en Rota, en la costa de Cádiz. Para los musulmanes del XII se llamaba Rabita Rota. Para los soldados yanquis que llegaron en 1953, U.S. Navsta Rota. Cada pueblo de la raza humana está sometido a la condena de repetir uno a uno los pasos de quienes considera enemigos.
Los padres del fotógrafo Lagata consideraron que Rota era parte de otro mundo —y tenían razón: en el pueblo vivían 20.000 locales y 11.000 estadounidenses de la base aeronaval que Franco les permitió instalar a los yanquis (la foto del dictador y exsocio de Hitler compartiendo estrado con Dwight Eisenhower es una lección de politología) para defender, perdón por acudir al glosario de las palabrotas, al mundo libre del peligro comunista y cooperar en la defensa mútua—, y en los años setenta se establecieron en una casita en el lado castizo de la valla, frente a la otra mitad, la sucursal de Malibú donde incluso la arena tenía otra densidad, como si la playa estadounidense fuera un decorado de Hollywood.
Lagata cree que lo hicieron porque en Rota había posibilidades de prosperar y ponían canciones de Creedence en la discoteca April. También tenían razón: al poco tiempo el padre montó un negocio de importación de coches estadounidenses. Casi al mismo tiempo sabía cantar sin trastabillar todas las canciones de Fogerty y su banda.
Con la sabiduría fotográfica buscando maridaje con la memoria personal —no hay otro método para hacer fotos—, Lagata ha terminado por tejer la memoria del paisaje dividido de la base, en la que ya no quedan aviones ni embarcaciones nucleares de los EE UU, aunque Wikileaks filtró en 2011 que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ofreció al ejército del imperio el uso de las instalaciones para escamotear a la opinión pública el uso de submarinos atómicos en zonas costeras densamente pobladas de la costa mediterránea, pero sí permanecen rastros de la presencia yanqui.
Después de varios años de búsqueda, Lagata culmina ahora el proyecto Up Around the Bend —como el título de la canción de Creedence—, editado en libro por Fuego Books [84 páginas, 25 €].
Girando sobre sí mismo, como él fotógrafo afirma, y componiendo una sinfonía fragmentada de recuerdos, el autor ha buscado sus raíces en el territorio insólito de Rota, partido —de las 8.000 hectáreas del municipio, más de la cuarta parte son parte de la base— por una valla “que a pesar de constituir una barrera física entre comunidades, deja escapar por sus rendijas las costumbres y tradiciones norteamericanas“.
Como tantos otros saltadores de rejas en estos tiempos de alambradas, Lagata también ha entrado en terreno vedado a los civiles.
Había estado dentro de la base, como cuenta en una entrevista en la web Yorokobu, con el asombro inocente de cualquier adolescente:
Tendría unos 15 años y fue gracias a un amigo, hijo de un alto cargo militar, y a su madre, que aceptó hacerse responsable de nosotros. Fue brutal. Yo alucinaba con todo (…) Lo que más me impactó fue cómo en un mismo territorio podía existir tanta diferencia. Los semáforos, las señales de tráfico, las tiendas, los edificios, las calles… todo me llamaba la atención. Aquella tarde fuimos a la bolera y a comer perritos calientes; de fondo se escuchaban canciones de country y de rock. Era todo muy cinematográfico, parecía una película.
Pero otra cosa era colarse allí dentro siendo adulto, camisa mojada sin permiso y armadocon una cámara de medio formato para espiar el pasado y capturarlo. Tras varias expediciones tranquilas y cuando creyó que el asunto iba a ser apacible, cuatro patrullas de la Policía Militar del Ejército de los EE UU le detuvieron en 2011 dentro de la zona prohibida.
Me retuvieron alrededor de hora y media: conocían la matrícula de mi coche, el tiempo que llevaba fotografiando y más detalles. Me estaba metiendo en problemas, ya no iba a poder terminar mi proyecto. Decidí alejarme por un tiempo, fotografiando solo lo que pasaba alrededor de la base.
La solución a la frustración del fotógrafo, a quien los militares advirtieron, con la mirada de alto calibre de los GI Joe, de que no siguiera la hard way de colarse en la base, llegó, no podía ser de otro modo, a bordo de un Mustang dentro del cual sonaba Creedence.
El dueño del coche, hijo de un roteño y una irlandesa, le ofreció amistad y carta blanca para colarse en el mundo mixto estadounidense-andaluz que retrata el libro de fotos Up Around the Bend. Es necesario repasarlo escuchando la canción:
Bring a song and a smile for the banjoBetter get while the gettin’s goodHitch a ride to the end of the highwayWhere the neons turn to woodCome on the risin’ windWe’re goin’ up around the bend
Como adenda y contrapunto, Lagata ha incorporado al proyecto fotos a color de las que se ha apropiado tras fatigar los caminos de Internet. Son escenas de la parte de allá de la valla, de los EE UU prefabricados en la costa de Cádiz.
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