12/14/2014

núcleo duro, duro, duro, vivan los monton... ( uh me equivoqué)

Follonier fue echado hace diez días del Gobierno que integraba desde el primer día en 2003; aunque él tuvo la elegancia de decir que renuncio por su cuenta para ir a trabajar con Scioli. De todos modos, en una muestra de maldad florentina señaló a Clarín días atrás, explicando su salida: “No se puede servir a dos presidentes”. Que se sepa, por ahora la única Presidenta es Cristina. Esos jueguitos de anticipación le crispan los nervios ya crispados a La Doctora. 

Después del azote indirecto que le pegaron dándole salida de la Casa Rosada a Follonier, sin decir esta boca es mía Scioli siguió por el mismo camino que venia. Lo más notorio fue la foto suya con Bill Clinton, el jueves en Miami. La consiguió en un viaje relámpago para participar de la reunión anual de la Clinton Foundation. Estaban, entre otros, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el hombre más rico del mundo, el mexicano Carlos Slim. 

Estas cosas salen mucha plata, pero la foto con una celebrity mundial como Clinton vale la pena para casi cualquier político. No es cuestión de andar fijándose en gastos de caja chica. Quizás de los arreglos menores se haya ocupado James Carville, consultor norteamericano de Scioli que ganó fama y clientela hace más de veinte años asesorando al joven Clinton, entonces gobernador de Arkansas, en su camino impetuoso hacia la Casa Blanca.

Sin el relumbrón fugaz de un flash que le dejó su paso por Miami, Scioli volvió a jugar a lo que todavía no es en una recepción a diplomáticos que hizo el miércoles en La Plata con la excusa de un saludo de fin de año. Hubo representantes de Estados Unidos, Francia, Alemania, Italia, China, India, Uruguay, Paraguay, Suiza, Portugal, Suecia, Rumania, Bélgica y unos cuantos países más. 

Scioli, abriéndose al mundo, les dijo que “el país va a necesitar más de 200.000 millones de dólares para renovación de infraestructura en los próximos diez años”, como si no hubiera década ganada. Los diplomáticos se fueron contentos, dicen. Hablar de plata hace el clima amigable.

Ese miércoles interminable Cristina lo había empezado ausentándose del acto matutino con Scioli en San Vicente, tarea para la cual comisionó a Capitanich y Randazzo. Fue sobre todo para demostrarle a Scioli lo enojada que estaba. Y otro poco, quizá, porque las actividades matutinas no le sientan bien y trata de evitarlas.

El largo día concluyó con otro mensaje fulminante para el gobernador. Fue en un acto en Morón. La Presidenta criticó a Mauricio Macri por hablar de “el curro de los derechos humanos”. Les reclamó definiciones sobre esa materia a “los hombres y mujeres que quiere gobernar la Argentina después de 2015”. Y abominó a los “cómplices del silencio”. Todos entendieron que el mensaje era para Scioli, que estaba presente y puso cara de Scioli.

Con estas peripecias el gobernador viene construyendo lo que parece una inevitable candidatura presidencial por el oficialismo. Cristina y los suyos pretenden demorar el momento de esa consagración, para mantenerlo bajo control todo lo posible. Quizás no todo esté dicho, aunque la realidad parece más terca y tenaz todavía que el cristinismo.

Un trabajo de la consultora que dirige Artemio López, defensor sagaz y apasionado de esta etapa kirchnerista del peronismo, ilumina desde un nuevo ángulo esta perspectiva. Analiza la “dinámica electoral del núcleo duro kirchnerista” y su actitud frente a la posible candidatura de Scioli. 

Apoyándose en textos de la politóloga María Esperanza Casullo, Artemio afirma que el núcleo duro de votantes del oficialismo rondaría el 33% del electorado y puede dividirse en tres grandes segmentos: peronismo kirchnerista (70%); kirchnerismo no peronista (20%) formado por sectores de centroizquierda con “fuerte visibilidad mediática y constructores del relato épico” de estos años; y kirchnerismo puro (10%) que serían quienes se asomaron a la política en esta década, sobre todo jóvenes y en particular organizados alrededor de La Cámpora.

El dato saliente es que, según el estudio, el 70% de peronismo kirchnerista apoyaría sin reparos a Scioli, pero que el restante 30% de ese núcleo duro “no lo hará de manera mayoritaria”. Bajo este cálculo, se señala que Scioli tendría un piso firme del 25% de votos nacionales, lo que significaría una fuerte pérdida respecto de ese 33% de núcleo duro oficialista. 

Así, mientras el voto kirchnerista precisaría apenas un 7% más para llegar al 40% mágico que permitiría soñar con un triunfo en la primera vuelta; con Scioli como candidato lo que habría que capturar es otro 15% que hoy parece inalcanzable. En ese contexto, Artemio recomienda “no insistir con la candidatura de Scioli” como la más eficaz para el oficialismo porque sería “mucha desventaja para el Frente para la Victoria, al que si no logra triunfar en primera vuelta cualquier escenario de balotaje le resulta muy incierto”.

Dice el estudio que Cristina es “la única que podría precipitar al Frente para la Victoria por encima del 40%”. Y aún así se mantendrían los fuertes interrogantes sobre la posibilidad de un triunfo del kirchnerismo en un balotaje.

Quizás en esto se encuentre parte de la explicación de por qué Scioli se cristiniza en su discurso público. Y por qué otros candidatos con ambiciones, sobre todo Florencio Randazzo pero también Julián Domínguez y Sergio Urribarri, coinciden en despotricar contra Scioli pero más todavía en mostrarse como los mejores alumnos de Cristina, y los más disciplinados. 

Todos saben que es la mejor carta que tienen. Aunque quizá teman, en el fondo de sus almas buenas, que puede no alcanzar para ganar.

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