11/19/2014

más refutaciones al señor cinco de cada diez,bermúdez



Con los trabajadores adentro

En 2001, el salario registrado privado promedió los 880 pesos[1]. Para el 36% de los trabajadores esto implicaba un poder adquisitivo importante,  a pesar de que algunos gastos (como las tarifas de luz, agua y gas) pesaban mucho más en el salario. Pero no era así para el resto. No era así para las casi 3 millones de personas que se encontraban en el desempleo.

Tampoco, para el casi 55% de los asalariados que no tenían un empleo formal. Los 553 kilos de pan que se podían comprar con un salario registrado, no los podían comprar el 12,2% de la población por debajo de la línea de la indigencia ni el 35,4% por debajo de la línea de la pobreza. Eran las consecuencias del modelo neoliberal que habían empezado a gestarse mucho tiempo antes, con una tasa de desempleo que desde 1994 no bajaba de los dos dígitos. Con un sector informal que no alcanzó a ser refugio de los trabajadores desplazados de las empresas privatizadas, del cierre de las industrias y de las pequeñas y mediana empresas.

Quienes no accedían a un empleo formal, carecían de un sistema de protección social que les brinde derechos. Carecían, de alguna manera, de ciudadanía. No existía la Asignación Universal por Hijo, el ProGREsAr. Un 35% de los abuelos y abuelas no accedían a una jubilación.

Tampoco los 3,5 millones de abuelos y abuelas que cobraban un haber estaban mucho mejor porque los haberes habían quedado completamente retrasados (ver cuadro 2).

Tampoco esta situación era idéntica para los pocos trabajadores que aún disfrutaban de un empleo formal. Porque durante la década de los ’90 las negociaciones colectivas por rama habían sido desactivadas, con un promedio de 200 negociaciones colectivas anuales que cayó a 150 en 2001. La mayoría de estas negociaciones no se realizaban para mejorar los salarios, sino que se negociaban aspectos vinculados con la flexibilidad laboral.

Esto traía aparejada mucha desigualdad entre los propios trabajadores. En el año 2001, el salario promedio de los principales 21 convenios colectivos se situaba en 500 pesos aproximadamente, un poco más del 50% de los 880 pesos que constituían el promedio salarial efectivamente pagado. La distancia entre un salario y otro consistía en incrementos discrecionales, decididos unilateralmente por las empresas.


De cualquier forma, el salario promedio de los trabajadores registrados fue el último bastión de bienestar que sobrevivió a los ‘90. Pero el modelo neoliberal se encargó de derribarlo también. En 2002, los 1725 kilos de harina que un salario registrado podía comprar se transformaron en 649 (un -62% menos). Los 1492 kilos de azúcar se transformaron en menos de la mitad y ya solo podían comprarse 714 kilos. El poder de compra en términos de Naranjas cayó un -21,3% y en términos de Queso, un -41,8%.

A partir de 2003, comenzó a implementarse otro modelo de país. Un modelo que sacó a 2 millones de personas del desempleo y que permitió la creación de  casi 3 millones de puestos registrados en el sector privado. Que reactivó la negociación colectiva, con más de 1.600 negociaciones en 2013, permitiendo que las mejoras salariales lleguen a los 6,5 millones de trabajadores de las empresas privadas[2]. Que otorgó derechos a toda la población a partir de la Asignación Universal por Hijo, la Asignación por Embarazo para Protección Social, el ProGREsAr, el plan de inclusión previsional que elevó la cobertura hasta un 94% (que se espera llevar al 100% con la nueva moratoria). Las jubilaciones aumentaron generosamente y desde 2009 se rigen por la ley de movilidad previsional.

El poder de compra del salario en 2014 no solo es alto. Es para todos y todas.




[1] Incluye aguinaldo.

[2] En 2009 el salario de convenio promedio alcanzó a los 2.600 pesos, cifra que equivalía al 81% de la remuneración media efectivamente pagada por las empresas en ese año.

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