La prisión de Julio Grassi y la persistente pregunta de la defensa de una de las múltiples víctimas acerca de las causas ocultas del enorme nivel de protección recibido por el cura, nos permite
reiterar parte de lo ya dicho en un un post de Ramble del año 2006, al
analizar el perfil sociológico de los casos de paidofilia o abuso de
menores del tipo caso Grassi.
En esta perspectiva de
análisis, es notable observar que el pedófilo o abusador -con inexorabilidad si está inscripto institucionalmente en dispositivos de poder
político, económico, religioso, etc.- tiene siempre un modus operandi,
un patrón de comportamiento que se reitera sistemáticamente en la
experiencia internacional observada en estos casos.
Se trata de un patrón de comportamiento en red,
esto es, una estructura asociativa que responde a un patrón de conducta
característico, tal como se observa en infinidad de casos, como los que
a modo de ejemplo se observan en Chile , en La Casa Pía de Portugal (de estructura muy similar a los acontecimientos denunciados en la Fundación Felices Los Niños), Italia, Brasil, Francia, en el más conocido caso Corsi en nuestro país, etc., etcétera.
Obviamente, el funcionamiento en redes implica el
reclutamiento o cacería de menores víctimas y la asociación de adultos
victimarios. Constituida la red de pedofilia, ésta asigna beneficios
significativos a sus miembros, desde la impunidad que supone la
integración de una trama cercana al poder, donde cada integrante posee
una masa de información que puede implicar al conjunto, lo que genera
complicidad y protección entre miembros, así como un beneficio adicional
pero de gran centralidad para la reproducción de la conducta pedófila o
abusiva: la banalización del delito mediante comportamientos
rituales asociados, encuentros grupales que ofrecen una descarga banal
pero objetiva de la culpa eventual que generaría el comportamiento
aislado sobre una -y solo una- personalidad en este tipo de delito,
particularmente gravoso para la moral individual, por lo que su
realización efectiva requiere, en la mayoría absoluta de los casos,
insistimos, de una organización en red, comportamientos rituales y
determinada secuencia.
En este sentido, el juicio y condena a Grassi, de expandir la investigación sobre
la inexorable red, cobraría una dimensión que excede largamente la
sanción a una conciencia desdichada que ni siquiera reconoce la
existencia de sus propios semejantes -sanción que es deseable y muy
necesaria sin duda-, sino que abriría la posibilidad de "ver" y luego
debatir comunitariamente una problemática bien interesante sobre otra
modalidad de funcionamiento del poder realmente existente.
Así, en esta perspectiva de apertura y expansión de
la investigación y el debate comunitario, asumiendo que como la
experiencia nacional y local lo muestra --que personajes como el cura Grassi no actúan en solitario--,
se podría comenzar a responder dos preguntas abiertas en el caso de
este cura: quiénes sostuvieron y sostienen a Grassi y a su "Fundación",
y, más importante aún, por qué lo hicieron y, en muchos casos, lo hacen.
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