En un año de desaceleración económica, la economía nacional, contra lo sostenido por los gurúes, igualmente creció pero por debajo de años anteriores.
La desaceleración fue centralmente producto del impacto de la crisis internacional sobre el conjunto de los principales socios comerciales del país, pero –a diferencia de otras épocas de hegemonía neoliberal, por caso cuando, durante la crisis del tequila, el desempleo saltó del 10,7% al 18,4% en el lapso comprendido entre el segundo semestre de 1994 y el mismo período de 1995–, en 2012 todos los indicadores socioeconómicos relevantes se mantuvieron estables e incluso, en una serie más larga, desde el inicio de la crisis del neoliberalismo con la caída del Lehman Brothers, en 2008, el desempleo en el país bajó del 8% al 7,6% en el segundo semestre de 2012, con tasas de actividad constantes.
Durante 2012, los niveles de empleo y consumo se mantuvieron sin cambios interanuales: la desocupación abierta quedó estabilizada en el 7,5% promedio sin caídas en la tasa de actividad, mientras el crecimiento de la recaudación trepó 27,2% en diciembre respecto del mismo mes del año anterior y 25,9% en todo 2012, impulsado fundamentalmente por el sostenimiento del consumo interno, pilar del modelo de crecimiento económico kirchnerista desde 2003, cuya centralidad como motor de la demanda agregada permaneció nítida en 2012.
Se actualizaron además en 2012 la asignación universal por hijo el 25,9%, las jubilaciones y pensiones el 31,05%, y las casi 1.900 convenciones colectivas se pactaron por sobre el 24% promedio de aumento salarial, sin techo.
Todas estas actualizaciones resultaron para las consultoras opositoras en línea o para las mediciones más serias sobre el nivel inflacionario –en ningún caso por debajo–, por lo que es lógico que el sistema de preferencias de octubre de 2011 fundamentado en los niveles de empleo y consumo de entonces –como vimos, similares a los niveles actuales–, y que supuso una gran hegemonía electoral oficialista, no se haya modificado en lo sustancial durante 2012.
Más allá de las tradicionales operaciones de medios y los microclimas construidos por diversos medios y analistas de la oposición, los casi 12 millones de votantes que acompañaron al oficialismo en octubre de 2011 no han migrado y siguen hoy respaldando la gestión de Cristina Fernández de Kirchner.
En sentido contrario, la oposición marcha ahora mismo aun más dividida que en octubre de 2011, puesto que los dos nuevos liderazgos nacionales que aparecen de cara a 2015, Mauricio Macri y José Manuel de la Sota, toman votos del mismo espacio opositor, redistribuyendo las preferencias de ciudadanos que ya adversaron al Gobierno nacional.
Mauricio Macri toma votos de los que acompañaron a los binomios Binner-Morandini y Alfonsín-De Narváez, en tanto De la Sota recupera votos de Rodríguez Saá, y ambos nuevos candidatos absorben votantes de Eduardo Duhalde. Sin embargo, ninguno logra construir un puente que conecte los electorados oficialistas y opositores, que aparecen a principios de 2013 como electorados estancos.
En esta lógica, el año electoral de cara a las elecciones de medio mandato se presenta muy favorable al FpV, que renueva las elecciones de 2009, en las que obtuvo el 30% de los votos nacionales, la peor elección oficialista desde 2005.
Mucho se habla acerca de que el FpV carece de candidatos en los principales distritos, pretendiendo asimilar la actual situación a la de 2009, donde en Córdoba, Santa Fe y la Ciudad Autónoma, que sumados representan el 30% del padrón electoral, el oficialismo obtuvo el 10% de los votos promedio...
Sin embargo, todas las encuestas de opinión serias señalan que cualquier candidato del FpV hoy eleva ese promedio al 25% de intención de voto, por lo que tan sólo estos tres distritos aportan en 2013 4,5 puntos nacionales adicionales del piso del 30% obtenido en 2009.
Provincia de Buenos Aires, que representa el 40% del padrón electoral, donde Néstor Kirchner y Daniel Scioli obtuvieran el 32% de los votos, muestra que hoy cualquier candidato del FpV logra como piso el 45% de los votos, 13 puntos adicionales a aquellos 32 del año 2009, con lo cual el aporte bonaerense suma 5,2 puntos nacionales más al 30% de 2009.
Así las cosas, con el solo aporte adicional respecto del año 2009 de estos cuatro grandes distritos, el FpV obtiene ya un piso de 40 puntos de votos sobre el 70% del padrón.
Proyectando una muy conservadora mejora adicional promedio similar en el resto de los distritos del NEA, NOA y la Patagonia, muy favorables al oficialismo y que representan sumados el 30% del padrón, el FpV se planta con un piso del 45% de los votos nacionales, 15 puntos adicionales respecto de la elección de medio mandato del oficialismo, en el crítico año 2009.
Mientras tanto, la oposición camina a mostrar aun más fracturas que en octubre de 2011 y muchas más que en 2009, cuando, por caso, De Narváez obtuvo el 34% de los votos en Buenos Aires, y hoy proyecta apenas 14%, veinte puntos menos.
A fin de dar dimensión a la mejora de 15 puntos de piso que es esperable que obtenga el FpV en 2013 respecto de su elección de medio mandato de 2009, debemos recordar, estimados lectores de PERFIL, que con este porcentaje de 45% de votos el bloque FpV-PJ, como se observa en el cuadro, obtendría 69 bancas y pasaría a tener 145 (56,4% del total), 31 bancas más que actualmente, y sumando aliados podría fácilmente acceder a la mayoría calificada de dos tercios de la Cámara de Diputados.
2 comentarios:
Muy bueno el "estimados lectores de PERFIL..."
En Dipus no parece imposible, y en Senadores, habrá que esperar un efecto reacomodamiento. Un re-re acomodamiento, mejor dicho.
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