El llamado telefónico de Cristina Kirchner a Mauricio Macri, quien advirtió como un tilingo “lo atendí en calzones”, junto a las muestras de elemental protocolo por parte de la Presidenta al felicitar al ganador de una elección democrática, agregan un componente insoslayable: Trabaja sobre la empatía evidente de un número importante de votantes de centro derecha que vota al PRO en los distritos, con la oferta del FPV nacional.
En efecto, todos los estudios de opinión muestran que el votante a Mauricio Macri en la CABA, en una proporción muy importante que oscila entre el 20% y el 40% según las diferentes consultoras, optará por Cristina Kirchner en octubre. La Presidenta lo sabe, tanto como conoce sobre el tema el reelecto Jefe de gobierno.
No es novedad para nadie este cruce de votos: Ya en el año 2003 el 80% de los que votaron a Néstor Kirchner como presidente en la Capital, luego votaron a Macri como Jefe de Gobierno contra Aníbal Ibarra, que a la postre resultó electo.
El kirchnerismo desde sus orígenes tuvo un corredor electoral muy transitado por el votante de centro derecha, y un tema clave de cara a octubre será, precisamente, advertir qué oferta electoral se apropiará de manera mayoritaria de la franja de votos de centro derecha sin candidatos presidenciales visibles (Duhalde no supera el 6% de los votos). Masa de votos importante que está disponible a nivel nacional y emerge con fuerza en elecciones distritales como las de Santa Fe y Capital.
En este sentido, los medios opositores y luego los políticos por ellos “hablados” exorcizaron rápidamente la hipótesis de que en promedio, cerca del 30% de los votos a Macri y Del Sel serán para Cristina en octubre.
El mismísimo Mauricio, también él editorializado por los medios opositores, se encargó prolijamente de desmentir, tras las elecciones porteñas, sus afirmaciones iniciales durante la campaña de primera vuelta, donde convalidaba lo evidente: el notable y voluminoso cruce electoral entre el voto distrital Macri- Vidal y la opción nacional a la fórmula Cristina Kirchner – Amado Boudou, cruce tan voluminoso que como estrategia de campaña, hasta sugirió la posibilidad de votar él mismo a Cristina en octubre.
Es entonces absurdo sostener que los electores de Macri o Miguel Del Sel son todos votantes anti-K. Esa suposición está más cerca de ser una expresión de deseo de algunos medios y políticos opositores que un dato de la realidad.
Efectivamente, hay un componente opositor duro entre los electores de centro derecha que vota PRO, pero también un gran porcentaje que eligió por la positiva; por preferencia a la gestión a Macri o por identificación con el candidato Del Sel y mantienen, a la vez, buena imagen de la Presidente.
Esa franja frente a las alternativas de Alfonsín o Binner, votará Cristina Fernández en la contienda presidencial sin forzar en absoluto su universo de ideas pertenecientes al mundo cultural de la “centro derecha”.
Es importante entender que, fuera de las regiones metropolitanas, el kirchnerismo es percibido por la población como un peronismo tradicional más que como una variante de centro izquierda progresista, y no habría entonces ninguna contradicción en votar a Macri o Del Sel en el distrito y luego a Cristina en la Nación.
Recapitulando, entonces, y como sostuvimos ya en Ramble , el plexo del voto al FPV en octubre será peronista típico, con un fuerte componente asociado de centro-derecha , en especial en regiones de segmentos medios vinculados a la producción agropecuaria y en la zona metropolitana del Gran Buenos Aires, en menor medida en Gran Rosario, menos aún en Gran Córdoba y apenas en Gran Mendoza, atrapará núcleos de votantes de tradición progresista y de centro izquierda ligera que representan un 5% de votos nacionales promedio.
Interesante mix de votos para la nueva fase de la compleja experiencia populista del peronismo en su fase kirchnerista, reforzando su notable perfil de catch all party, de gran eficacia electoral.
Tanta eficacia que (ay!) se encamina a iniciar el último tercio de un ciclo de 12 años (¡!) en el gobierno y hasta obligó al gran estadista y ahora mismo nevado esquiador Mauricio Macri a bajarse ya no solo los calzones con los que parece que atiende el teléfono, sino de su propia candidatura presidencial, valga la redundancia.
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