La dinámica de la crisis global escala los conflictos geopolíticos
POR MÓNICA PERALTA RAMOSVladimir Putin calificó a los sabotajes contra los gasoductos Nord Stream como actos de terrorismo internacional.
La destrucción del otro, las matanzas colectivas y la necesidad de explicar lo inexplicable han caracterizado a la vida humana desde tiempos inmemoriales. Asimismo, han dejado una huella indeleble en la literatura, el arte, las leyendas, los mitos y las religiones de las distintas culturas. Hoy la humanidad dispone de un conocimiento acumulado y de herramientas inéditas que le permiten analizar y solucionar problemas cada vez más complejos. Sin embargo, nunca ha estado tan cerca de su autodestrucción y tan confundida. Las turbulencias del presente y el modo en que son contadas siembran confusión, dividen las identidades y desencadenan miedo y odio hacia el otro. Una espesa bruma de irracionalidad impide explicar lo que ocurre y problematizar el futuro. La vorágine inmediata deviene natural y la eternidad del momento coagula en indiferencia. No obstante, la dinámica de la crisis global intensifica los conflictos y deriva en un caos que obliga a cuestionar hacia dónde vamos.
La guerra nuclear
La semana pasada, Vladimir Putin anunció la realización de un referéndum en los territorios de Ucrania ocupados por Rusia y la movilización de 300.000 reservistas. Asimismo, advirtió que Rusia rechaza el involucramiento de la OTAN y del gobierno norteamericano en el “chantaje nuclear” y en las operaciones militares del ejército de Ucrania [1] y advirtió que su gobierno utilizará todo el armamento que tiene si la integridad territorial de Rusia es atacada. Si bien esta última advertencia reitera los principios de la doctrina rusa sobre la guerra nuclear [2], adquiere un nuevo significado en el contexto de un enfrentamiento explícito entre potencias nucleares.
El mensaje de Putin fue interpretado por algunos como un intento de disuadir (to deter) e impedir que Occidente facilite a Ucrania armas sofisticadas [3]. Por otros, como una señal “de sabiduría política” [4]. Para los más altos funcionarios del gobierno norteamericano, Rusia confronta ahora una derrota militar en Ucrania y amenaza con el empleo de armas nucleares tácticas para salir del atolladero. Si esto ocurre, Rusia “encontrará una respuesta devastadora” [5]. Esta acusación no parece tener fundamentos. De ocurrir semejante evento, Rusia sería víctima de sus propios actos, pues los vientos que prevalecen en la región desparramaran la contaminación en todo su territorio. Más aun, tanto Rusia como calificados expertos consideran que la índole del armamento nuclear moderno anula la posibilidad de su uso táctico y derivará en una escalada nuclear de consecuencias globales imposibles de prever. Por otra parte, en más de una ocasión Rusia ha dejado en claro que estas acusaciones constituyen “operaciones de bandera falsa”, que pretenden atribuirle responsabilidad por acciones militares que son planeadas por el gobierno norteamericano, la OTAN y el ejército de Ucrania.
Así, y más allá de la guerra informativa, el conflicto en Ucrania ha acortado los tiempos de un enfrentamiento entre potencias nucleares y el mundo no puede ignorarlo.
Hacia la desindustrialización de Europa
La voladura de los gasoductos Nord Stream 1 y 2 (NS1 y NS2), que atraviesan el mar Báltico y llevan gas ruso a Europa, ha cambiado la dinámica del conflicto geopolítico e impacta severamente sobre la economía y la estabilidad política de Europa.
El gasoducto NS1 operaba al 20% de su capacidad y había sido suspendido recientemente porque las sanciones contra Rusia impedían concretar su reparación. El NS2 fue terminado a principios del año pasado, pero nunca entró en operaciones debido a las presiones ejercidas por el gobierno norteamericano sobre el gobierno alemán para que lo cerrara y sustituyera el abastecimiento de gas ruso por el norteamericano, más caro. Si bien nadie ha reivindicado estos actos de sabotaje, hoy se sabe que por su magnitud y sofisticación sólo podría haber sido realizados por un Estado operando en un mar Báltico fuertemente controlado por países miembros de la OTAN.
Muchos países, liderados por el gobierno de Ucrania, adjudican a Rusia la responsabilidad del atentado. Sin embargo, ese sabotaje destruyó su principal arma de negociación para concretar el fin de la guerra con Occidente y el levantamiento de las sanciones en su contra. Rusia no necesitaba destruir al gasoducto para ganar poder de negociación: le bastaba con abrir o cerrar la llave de paso del gas, como lo ha hecho hasta ahora.
El gobierno norteamericano ha desmentido su autoría. A pesar de ello, existen indicios que lo complican. Hace un tiempo, el Presidente Joseph Biden anticipó que si Rusia invadía a Ucrania, “el NS2 dejará de existir. Le pondremos punto final”. Preguntado por una periodista sobre cómo sería esto posible, dado que el gasoducto estaba bajo control del gobierno alemán, respondió: “Les prometo que seremos capaces de hacerlo” [6]. Casi en paralelo, Victoria Nuland, subsecretaria del Departamento de Estado y a cargo de los asuntos políticos internacionales [7], reiteró que “si Rusia invade a Ucrania, de un modo u otro, el NS2 dejará de existir”.
El 17 de septiembre pasado, en una conferencia de prensa en la Organización para la Cooperación de Shanghái (OCS), Putin negó la responsabilidad de Rusia en la crisis energética de Europa y aclaró que si esta quiere importar gas ruso, tendrá que levantar las sanciones impuestas a Rusia. Así, “tendrá gas inmediatamente”. Casi en paralelo, la CIA advirtió al gobierno alemán sobre la posibilidad de actos de sabotaje contra los gasoductos NS1 y NS2 [8]. Hoy se sabe que, poco tiempo antes del atentado, un fuerte contingente de barcos de guerra norteamericanos operó varios días a menos de 15 kilómetros de la región donde ocurrió el sabotaje [9].
Barcos de guerra norteamericanos en la zona del sabotaje.
Este atentado impacta de un modo brutal sobre la economía alemana en un momento en el que sus reservas estratégicas de gas sólo alcanzan por unos meses y no hay en el mundo capacidad de sustituir en el corto o mediano plazo al gas ruso faltante. En vísperas del invierno, el apagón de energía sumirá a vastos sectores de la población en la miseria energética y precipitará a la economía alemana y europea a la desindustrialización. Esto implica, entre otras cosas, que crecerá su dependencia de importaciones de gas y productos norteamericanos, al tiempo que colapsarán sus mercados de exportación. Esta situación también impactará sobre la economía europea y erosionará la credibilidad y estabilidad política de los gobiernos del continente europeo.
Curiosamente, el atentado ocurrió a días de una masiva movilización en el noreste de Alemania reclamando por la apertura del gasoducto NS2 y en vísperas del inicio de una negociación entre Alemania y Rusia que, mediada por Turquía y Arabia Saudita, busca “condiciones nuevas” para poner fin a la guerra y a las sanciones contra Rusia. Coincide, además, con el llamamiento de Hungría a concretar negociaciones con Rusia y poner fin a las sanciones económicas y a la crisis energética antes del próximo mes de diciembre y con el crecimiento de movimientos nacionalistas en distintos países de Europa, que se presentan como alternativa a las elites de la Comunidad Europa aliadas al gobierno norteamericano.
Así, el atentado no sólo ha escalado al conflicto geopolítico, sino que ha colocado a toda la infraestructura energética internacional en situación de extremo riesgo. Esto ya impacta sobre los precios de los productos energéticos y contribuye a prolongar por tiempo indeterminado la crisis energética y la consiguiente inflación internacional.
Erosión del sistema financiero internacional
El impacto de la crisis energética sobre las finanzas empieza a afectar a distintas instancias del mercado financiero internacional. Al aumentar las tasas de interés para contener a la inflación, la Reserva Federal norteamericana también ha detonado una guerra de monedas que en lo inmediato fortalece al dólar. Sin embargo, también crea condiciones que amenazan su rol como moneda internacional de reserva.
En lo que va del año, el valor del dólar creció un 7% en relación con el valor de las monedas de los países del G7. Esto estimula la fuga capitales de estos países y la desvalorización de sus respectivas monedas, aumentando así el impacto de la crisis energética y de la inflación internacional en estas economías. La conjunción de estos fenómenos ha llevado a los Bancos Centrales de los principales países desarrollados a aumentar sus tasas de interés para contrarrestar estos movimientos. Esto ha ocurrido con una sincronicidad no vista en los últimos 50 años. A pesar de ello, no han logrado frenar la inflación ni la desvalorización de sus monedas. Esta situación coincide, como hemos visto en las últimas notas, con intentos de capear la crisis energética y estimular las economías recortando impuestos y otorgando subsidios a empresas y a los sectores de la población más afectados por la suba de los precios de la energía. La conjunción de estas políticas contradictorias derivó por estos días en la implosión de los bonos de la deuda británica: en una semana, su rendimiento a 10 años pasó del 3,2% al 4,4% y el valor de la libra esterlina en su relación con el dólar, llegando al punto más bajo de los últimos 35 años.
Frente a esta situación, el Banco Central de Inglaterra intervino en una “operación limitada y transitoria” de compra de determinados activos con el objetivo de restituir la estabilidad financiera. El colapso de los precios de los bonos de la deuda pública había obligado a múltiples fondos de pensión a liquidar estos activos para enfrentar posiciones de corto en operaciones con derivados. La falta de liquidez profundizó el espiral de venta de activos y llevó al Banco de Inglaterra a intervenir “comprando bonos de la deuda pública por el tiempo que sea necesario con la amplitud y escala que se requiera” [10] para salvar a los fondos de pensión.
A esto se sumó la necesidad de salvar al mercado inmobiliario de una inminente catástrofe provocada por el aumento de las tasas de interés del Banco de Inglaterra: 26% de las hipotecas tienen hoy tasas de interés ajustables en lo inmediato y 37% de las mismas, en dos años. Es decir, más de la mitad de las hipotecas corren el riesgo de ser severamente afectadas por la suba de las tasas de interés [11].
El fortalecimiento del dólar también afectó al yuan chino: este ostenta su valor más bajo con relación al dólar desde 1994. La respuesta china no se hizo esperar y el gobierno ordenó a los bancos estatales que vendan una proporción de sus reservas en letras del Tesoro norteamericano para comprar yuanes. Dado el volumen de las letras del Tesoro en manos del Banco de China, una venta masiva puede afectar al valor del dólar e intensificar la inestabilidad financiara generalizada, erosionando su rol como moneda internacional de reserva. A diferencia de lo ocurrido años atrás, la venta de Letras del Tesoro se inscribe hoy en un contexto global de disputa de soberanía nacional y de fortalecimiento de un mundo multipolar al margen de la hegemonía del dólar. En paralelo, Rusia continúa intensificando la desdolarización de sus reservas y su sustitución por yuanes y monedas locales. Asimismo, el Ministerio de Finanzas y el Banco Central de Rusia anunciaron esta semana un proyecto de ley que permite usar bitcoin y criptomonedas como medio de pago en las transacciones financieras internacionales [12].
Así, a medida que crece la inestabilidad financiera, se visibiliza el rol del dólar como medio de sanción económica y política y se intensifica la búsqueda de alternativas para independizarse del mismo.
Argentina: ¿hacia dónde vamos?
Cada día que pasa aumenta la confusión política en la Argentina y el país se aproxima al borde del abismo. Los hechos hablan a los gritos: el proyecto de Presupuesto 2023 expone con crudeza un ajuste que tiene por objetivo principal asegurar el pago de los intereses de una deuda externa privada y pública que crece al ritmo exponencial de sus intereses. Por más cosechas, productos y recursos naturales que el país exporte, y por más ajuste del gasto social que se haga, esta deuda seguirá creciendo de un modo insostenible. El dólar soja, lejos de ser una panacea, sirvió para pagar los intereses de la deuda contraída con el FMI. Al mismo tiempo, multiplicó las ganancias especulativas y el poder político del grupúsculo de empresarios que controla las exportaciones.
Ahora, aprovechando las futuras exportaciones de maíz y trigo, irán por más. Mientras tanto, y al calor de una remarcación desenfrenada, otro grupo de empresarios logró imponer aumentos de precios superiores a los precios de sus materias primas. Un caso notorio es el de los alimentos: allí existen fideicomisos y leyes que deberían impedir estos “desajustes” brutales. Sin embargo, reina la ley de la selva.
Los diálogos del ministro de Economía con los grandes empresarios “para que no hagan locuras” consolidan esta remarcación salvaje. Su viceministro, mientras tanto, se enjuaga las manos y admite que las ganancias empresariales son de una magnitud inédita, pero cree que el culpable es el dólar. Milagrosamente, los sectores más vulnerables esperan pacientemente el anuncio de un bono mágico, que no termina de concretarse. Los hechos contrastan con el relato oficial y con las promesas electorales. En consecuencia, la credibilidad del gobierno se va por la canaleta.
Este desenfreno de crueldad siembra la desesperanza y es caldo de cultivo para el relato odiador que impulsan los medios concentrados, la mafia enquistada en el Poder Judicial y las tribus macristas, que compiten entre sí para ver cuál es más extrema e intolerante. Frente a esta situación, la pasividad y la confusión de la dirigencia progresista y la desmovilización de las bases representan un suicidio político que, lejos de cultivar el diálogo, abona a la inestabilidad institucional. Este sendero que recorremos consolida un modelo económico extractivo agroindustrial que concentra brutalmente los ingresos y el poder de unos pocos y encadena al país al dominio del dólar. Hoy hay condiciones únicas para reclamar por nuestra soberanía nacional en el ámbito internacional, pero esto jamás ocurrirá si no logramos poner límites a la salvaje angurria de los pocos que controlan el poder económico y político en el país.
[1] Vladimir Putin en www.kremlin.ru, 21/09/2022.
[2] Anatoly Antonov, nationalinterest.org, 28/092022.
[3] Michael McFaul, ex embajador en Moscú, ap.com, 28/09/2022.
[4] Angela Merkel, ex canciller de Alemania, ap.com, 28/09/2022.
[5] Jake Sullivan, apnews.com, 25/09/2022.
[6] https://internetcloning.com/clip-of-biden-threatening-russian-gas-pipeline-resurfaces/.
[7] https://twitter.com/incontextmedia/status/1574879565511622656?ref_src=twsrc%5Etfw. Victoria Nuland tuvo activa participación en el golpe que en 2014 sustituyó a un gobierno pro-ruso en Ucrania por otro pro-norteamericano.
[8] zerohedge.com, 27/08/2022.
[9] https://twitter.com/Asymmetry2195/status/1575876483385475072/photo/1.
[10] zerohedge.com, 26, 28/09/2022.
[11] zerohedge.com 28/09/2022.
[12] zerohedge.com, 24/09/2022.
La destrucción del otro, las matanzas colectivas y la necesidad de explicar lo inexplicable han caracterizado a la vida humana desde tiempos inmemoriales. Asimismo, han dejado una huella indeleble en la literatura, el arte, las leyendas, los mitos y las religiones de las distintas culturas. Hoy la humanidad dispone de un conocimiento acumulado y de herramientas inéditas que le permiten analizar y solucionar problemas cada vez más complejos. Sin embargo, nunca ha estado tan cerca de su autodestrucción y tan confundida. Las turbulencias del presente y el modo en que son contadas siembran confusión, dividen las identidades y desencadenan miedo y odio hacia el otro. Una espesa bruma de irracionalidad impide explicar lo que ocurre y problematizar el futuro. La vorágine inmediata deviene natural y la eternidad del momento coagula en indiferencia. No obstante, la dinámica de la crisis global intensifica los conflictos y deriva en un caos que obliga a cuestionar hacia dónde vamos.
La guerra nuclear
La semana pasada, Vladimir Putin anunció la realización de un referéndum en los territorios de Ucrania ocupados por Rusia y la movilización de 300.000 reservistas. Asimismo, advirtió que Rusia rechaza el involucramiento de la OTAN y del gobierno norteamericano en el “chantaje nuclear” y en las operaciones militares del ejército de Ucrania [1] y advirtió que su gobierno utilizará todo el armamento que tiene si la integridad territorial de Rusia es atacada. Si bien esta última advertencia reitera los principios de la doctrina rusa sobre la guerra nuclear [2], adquiere un nuevo significado en el contexto de un enfrentamiento explícito entre potencias nucleares.
El mensaje de Putin fue interpretado por algunos como un intento de disuadir (to deter) e impedir que Occidente facilite a Ucrania armas sofisticadas [3]. Por otros, como una señal “de sabiduría política” [4]. Para los más altos funcionarios del gobierno norteamericano, Rusia confronta ahora una derrota militar en Ucrania y amenaza con el empleo de armas nucleares tácticas para salir del atolladero. Si esto ocurre, Rusia “encontrará una respuesta devastadora” [5]. Esta acusación no parece tener fundamentos. De ocurrir semejante evento, Rusia sería víctima de sus propios actos, pues los vientos que prevalecen en la región desparramaran la contaminación en todo su territorio. Más aun, tanto Rusia como calificados expertos consideran que la índole del armamento nuclear moderno anula la posibilidad de su uso táctico y derivará en una escalada nuclear de consecuencias globales imposibles de prever. Por otra parte, en más de una ocasión Rusia ha dejado en claro que estas acusaciones constituyen “operaciones de bandera falsa”, que pretenden atribuirle responsabilidad por acciones militares que son planeadas por el gobierno norteamericano, la OTAN y el ejército de Ucrania.
Así, y más allá de la guerra informativa, el conflicto en Ucrania ha acortado los tiempos de un enfrentamiento entre potencias nucleares y el mundo no puede ignorarlo.
Hacia la desindustrialización de Europa
La voladura de los gasoductos Nord Stream 1 y 2 (NS1 y NS2), que atraviesan el mar Báltico y llevan gas ruso a Europa, ha cambiado la dinámica del conflicto geopolítico e impacta severamente sobre la economía y la estabilidad política de Europa.
El gasoducto NS1 operaba al 20% de su capacidad y había sido suspendido recientemente porque las sanciones contra Rusia impedían concretar su reparación. El NS2 fue terminado a principios del año pasado, pero nunca entró en operaciones debido a las presiones ejercidas por el gobierno norteamericano sobre el gobierno alemán para que lo cerrara y sustituyera el abastecimiento de gas ruso por el norteamericano, más caro. Si bien nadie ha reivindicado estos actos de sabotaje, hoy se sabe que por su magnitud y sofisticación sólo podría haber sido realizados por un Estado operando en un mar Báltico fuertemente controlado por países miembros de la OTAN.
Muchos países, liderados por el gobierno de Ucrania, adjudican a Rusia la responsabilidad del atentado. Sin embargo, ese sabotaje destruyó su principal arma de negociación para concretar el fin de la guerra con Occidente y el levantamiento de las sanciones en su contra. Rusia no necesitaba destruir al gasoducto para ganar poder de negociación: le bastaba con abrir o cerrar la llave de paso del gas, como lo ha hecho hasta ahora.
El gobierno norteamericano ha desmentido su autoría. A pesar de ello, existen indicios que lo complican. Hace un tiempo, el Presidente Joseph Biden anticipó que si Rusia invadía a Ucrania, “el NS2 dejará de existir. Le pondremos punto final”. Preguntado por una periodista sobre cómo sería esto posible, dado que el gasoducto estaba bajo control del gobierno alemán, respondió: “Les prometo que seremos capaces de hacerlo” [6]. Casi en paralelo, Victoria Nuland, subsecretaria del Departamento de Estado y a cargo de los asuntos políticos internacionales [7], reiteró que “si Rusia invade a Ucrania, de un modo u otro, el NS2 dejará de existir”.
El 17 de septiembre pasado, en una conferencia de prensa en la Organización para la Cooperación de Shanghái (OCS), Putin negó la responsabilidad de Rusia en la crisis energética de Europa y aclaró que si esta quiere importar gas ruso, tendrá que levantar las sanciones impuestas a Rusia. Así, “tendrá gas inmediatamente”. Casi en paralelo, la CIA advirtió al gobierno alemán sobre la posibilidad de actos de sabotaje contra los gasoductos NS1 y NS2 [8]. Hoy se sabe que, poco tiempo antes del atentado, un fuerte contingente de barcos de guerra norteamericanos operó varios días a menos de 15 kilómetros de la región donde ocurrió el sabotaje [9].
Barcos de guerra norteamericanos en la zona del sabotaje.
Este atentado impacta de un modo brutal sobre la economía alemana en un momento en el que sus reservas estratégicas de gas sólo alcanzan por unos meses y no hay en el mundo capacidad de sustituir en el corto o mediano plazo al gas ruso faltante. En vísperas del invierno, el apagón de energía sumirá a vastos sectores de la población en la miseria energética y precipitará a la economía alemana y europea a la desindustrialización. Esto implica, entre otras cosas, que crecerá su dependencia de importaciones de gas y productos norteamericanos, al tiempo que colapsarán sus mercados de exportación. Esta situación también impactará sobre la economía europea y erosionará la credibilidad y estabilidad política de los gobiernos del continente europeo.
Curiosamente, el atentado ocurrió a días de una masiva movilización en el noreste de Alemania reclamando por la apertura del gasoducto NS2 y en vísperas del inicio de una negociación entre Alemania y Rusia que, mediada por Turquía y Arabia Saudita, busca “condiciones nuevas” para poner fin a la guerra y a las sanciones contra Rusia. Coincide, además, con el llamamiento de Hungría a concretar negociaciones con Rusia y poner fin a las sanciones económicas y a la crisis energética antes del próximo mes de diciembre y con el crecimiento de movimientos nacionalistas en distintos países de Europa, que se presentan como alternativa a las elites de la Comunidad Europa aliadas al gobierno norteamericano.
Así, el atentado no sólo ha escalado al conflicto geopolítico, sino que ha colocado a toda la infraestructura energética internacional en situación de extremo riesgo. Esto ya impacta sobre los precios de los productos energéticos y contribuye a prolongar por tiempo indeterminado la crisis energética y la consiguiente inflación internacional.
Erosión del sistema financiero internacional
El impacto de la crisis energética sobre las finanzas empieza a afectar a distintas instancias del mercado financiero internacional. Al aumentar las tasas de interés para contener a la inflación, la Reserva Federal norteamericana también ha detonado una guerra de monedas que en lo inmediato fortalece al dólar. Sin embargo, también crea condiciones que amenazan su rol como moneda internacional de reserva.
En lo que va del año, el valor del dólar creció un 7% en relación con el valor de las monedas de los países del G7. Esto estimula la fuga capitales de estos países y la desvalorización de sus respectivas monedas, aumentando así el impacto de la crisis energética y de la inflación internacional en estas economías. La conjunción de estos fenómenos ha llevado a los Bancos Centrales de los principales países desarrollados a aumentar sus tasas de interés para contrarrestar estos movimientos. Esto ha ocurrido con una sincronicidad no vista en los últimos 50 años. A pesar de ello, no han logrado frenar la inflación ni la desvalorización de sus monedas. Esta situación coincide, como hemos visto en las últimas notas, con intentos de capear la crisis energética y estimular las economías recortando impuestos y otorgando subsidios a empresas y a los sectores de la población más afectados por la suba de los precios de la energía. La conjunción de estas políticas contradictorias derivó por estos días en la implosión de los bonos de la deuda británica: en una semana, su rendimiento a 10 años pasó del 3,2% al 4,4% y el valor de la libra esterlina en su relación con el dólar, llegando al punto más bajo de los últimos 35 años.
Frente a esta situación, el Banco Central de Inglaterra intervino en una “operación limitada y transitoria” de compra de determinados activos con el objetivo de restituir la estabilidad financiera. El colapso de los precios de los bonos de la deuda pública había obligado a múltiples fondos de pensión a liquidar estos activos para enfrentar posiciones de corto en operaciones con derivados. La falta de liquidez profundizó el espiral de venta de activos y llevó al Banco de Inglaterra a intervenir “comprando bonos de la deuda pública por el tiempo que sea necesario con la amplitud y escala que se requiera” [10] para salvar a los fondos de pensión.
A esto se sumó la necesidad de salvar al mercado inmobiliario de una inminente catástrofe provocada por el aumento de las tasas de interés del Banco de Inglaterra: 26% de las hipotecas tienen hoy tasas de interés ajustables en lo inmediato y 37% de las mismas, en dos años. Es decir, más de la mitad de las hipotecas corren el riesgo de ser severamente afectadas por la suba de las tasas de interés [11].
El fortalecimiento del dólar también afectó al yuan chino: este ostenta su valor más bajo con relación al dólar desde 1994. La respuesta china no se hizo esperar y el gobierno ordenó a los bancos estatales que vendan una proporción de sus reservas en letras del Tesoro norteamericano para comprar yuanes. Dado el volumen de las letras del Tesoro en manos del Banco de China, una venta masiva puede afectar al valor del dólar e intensificar la inestabilidad financiara generalizada, erosionando su rol como moneda internacional de reserva. A diferencia de lo ocurrido años atrás, la venta de Letras del Tesoro se inscribe hoy en un contexto global de disputa de soberanía nacional y de fortalecimiento de un mundo multipolar al margen de la hegemonía del dólar. En paralelo, Rusia continúa intensificando la desdolarización de sus reservas y su sustitución por yuanes y monedas locales. Asimismo, el Ministerio de Finanzas y el Banco Central de Rusia anunciaron esta semana un proyecto de ley que permite usar bitcoin y criptomonedas como medio de pago en las transacciones financieras internacionales [12].
Así, a medida que crece la inestabilidad financiera, se visibiliza el rol del dólar como medio de sanción económica y política y se intensifica la búsqueda de alternativas para independizarse del mismo.
Argentina: ¿hacia dónde vamos?
Cada día que pasa aumenta la confusión política en la Argentina y el país se aproxima al borde del abismo. Los hechos hablan a los gritos: el proyecto de Presupuesto 2023 expone con crudeza un ajuste que tiene por objetivo principal asegurar el pago de los intereses de una deuda externa privada y pública que crece al ritmo exponencial de sus intereses. Por más cosechas, productos y recursos naturales que el país exporte, y por más ajuste del gasto social que se haga, esta deuda seguirá creciendo de un modo insostenible. El dólar soja, lejos de ser una panacea, sirvió para pagar los intereses de la deuda contraída con el FMI. Al mismo tiempo, multiplicó las ganancias especulativas y el poder político del grupúsculo de empresarios que controla las exportaciones.
Ahora, aprovechando las futuras exportaciones de maíz y trigo, irán por más. Mientras tanto, y al calor de una remarcación desenfrenada, otro grupo de empresarios logró imponer aumentos de precios superiores a los precios de sus materias primas. Un caso notorio es el de los alimentos: allí existen fideicomisos y leyes que deberían impedir estos “desajustes” brutales. Sin embargo, reina la ley de la selva.
Los diálogos del ministro de Economía con los grandes empresarios “para que no hagan locuras” consolidan esta remarcación salvaje. Su viceministro, mientras tanto, se enjuaga las manos y admite que las ganancias empresariales son de una magnitud inédita, pero cree que el culpable es el dólar. Milagrosamente, los sectores más vulnerables esperan pacientemente el anuncio de un bono mágico, que no termina de concretarse. Los hechos contrastan con el relato oficial y con las promesas electorales. En consecuencia, la credibilidad del gobierno se va por la canaleta.
Este desenfreno de crueldad siembra la desesperanza y es caldo de cultivo para el relato odiador que impulsan los medios concentrados, la mafia enquistada en el Poder Judicial y las tribus macristas, que compiten entre sí para ver cuál es más extrema e intolerante. Frente a esta situación, la pasividad y la confusión de la dirigencia progresista y la desmovilización de las bases representan un suicidio político que, lejos de cultivar el diálogo, abona a la inestabilidad institucional. Este sendero que recorremos consolida un modelo económico extractivo agroindustrial que concentra brutalmente los ingresos y el poder de unos pocos y encadena al país al dominio del dólar. Hoy hay condiciones únicas para reclamar por nuestra soberanía nacional en el ámbito internacional, pero esto jamás ocurrirá si no logramos poner límites a la salvaje angurria de los pocos que controlan el poder económico y político en el país.
[1] Vladimir Putin en www.kremlin.ru, 21/09/2022.
[2] Anatoly Antonov, nationalinterest.org, 28/092022.
[3] Michael McFaul, ex embajador en Moscú, ap.com, 28/09/2022.
[4] Angela Merkel, ex canciller de Alemania, ap.com, 28/09/2022.
[5] Jake Sullivan, apnews.com, 25/09/2022.
[6] https://internetcloning.com/clip-of-biden-threatening-russian-gas-pipeline-resurfaces/.
[7] https://twitter.com/incontextmedia/status/1574879565511622656?ref_src=twsrc%5Etfw. Victoria Nuland tuvo activa participación en el golpe que en 2014 sustituyó a un gobierno pro-ruso en Ucrania por otro pro-norteamericano.
[8] zerohedge.com, 27/08/2022.
[9] https://twitter.com/Asymmetry2195/status/1575876483385475072/photo/1.
[10] zerohedge.com, 26, 28/09/2022.
[11] zerohedge.com 28/09/2022.
[12] zerohedge.com, 24/09/2022.
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