6/28/2022

caída libre

 El corso a contramano de Milei

Por Ricardo Ragendorfer







En su anhelo por ser la esperanza blanca de la extrema derecha criolla, Javier Milei incurrió en el pecado de ladrar sin tener con que morder. Al respecto, ya ebrio en su ensoñación presidencialista, tuvo la loca ocurrencia de plantear un mercado libre para la venta de órganos, algo que, por razones comprensibles, hasta horrorizó al mismísimo Jorge Lanata.

Lo cierto es que tal extravagancia programática supo depararle una abrupta caída en las encuestas. Prueba de ello fue la fantasmagórica concurrencia durante su desembarco bonaerense del 10 de junio en un pequeño estadio de Lanús (unas mil quinientas almas cuando él estimaba no menos de 20 mil). Tal fracaso disparó una escandalosa interna en la cúpula de su espacio, La Libertad Avanza, quedando así al descubierto la calaña de sus integrantes, un verdadero corso a contramano.
He aquí la vida y obra de semejante dream team. Y la constelación de circunstancias que convirtió a un ser caricaturesco, casi una atracción de feria, en un fenómeno político de la Argentina del presente.

Nace una estrella

Ante todo, no existe ninguna duda de que en esta época hay un escenario amigable para que alguien como Milei pueda saciar sus ambiciones de poder. Porque es un escenario signado por lo que el ensayista portugués Boaventura Souza Santos llama fascismo societal. Una anomalía que a diferencia de los procesos de extrema derecha surgidos en la Europa de la primera mitad del siglo pasado no es fruto de un partido ni del Estado, sino que brota en las entrañas mismas del cuerpo social. O sea, una oleada técnicamente pluralista, sin jefes, pero con objetivos disciplinantes y civilizatorios. Es el fascismo de la antipolítica y, al mismo tiempo, el de quienes ni siquiera saben lo que es el fascismo. Así funciona el negocio de las sectas libertarias.
 


En este punto es necesario reparar en la figura de la actual diputada por La Libertad Avanza, Victoria Villarruel, quien en las elecciones de noviembre de 2021 supo secundar a Milei en la lista capitalina de tal espacio. Pues bien, esta abogada de 47 años había logrado hasta entonces una módica notoriedad por su amor hacia la Doctrina de la Seguridad Nacional, entre otros postulados de la última dictadura. Sin ser tan rústica como la ya olvidada Cecilia Pando, ella no es menos negacionista ni emperrada desde su propia ONG, el Centro de Estudios Legales sobre Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv) en la prédica de lo que los adoradores del genocidio llaman memoria completa.

Además, es la delegada local del armado internacionalista de Vox, la orga de la ultraderecha española encabezada por Santiago Abascal, con 52 representantes parlamentarios en la península ibérica. Entre ellos se destaca su segundo, Javier Ortega Smith.

A este individuo se lo vio junto a Villarruel en agosto de 2019, durante su visita a Buenos Aires, al ofrecer en el Círculo Militar una conferencia ante un público que lo aplaudía a rabiar. Así, con aquel sencillo pero emotivo acto, Vox puso un pie en Argentina al igual que en Paraguay y México mediante un sello bautizado El Club de los Viernes, cuyo crecimiento se cifraba en la organización de eventos. Desde entonces, los viajes de Villarruel a Madrid se tornaron frecuentes. En aquella ciudad la recibía el mismísimo Abascal, quien tomaba nota de sus logros. El más prometedor fue la captación de Milei.


Javier Milei y la cantante Daniela.

Por entonces, aquel economista cincuentón únicamente solía frecuentar algunos programas televisivos por ser el novio de la cantante Daniela, una ex integrante del grupo Las Primas, famosa por sus hits: Sacá la mano Antonio y Tocame con el piripipi.
 

Milei junto a Carlos Maslatón.

Milei, ya separado de ella en 2019, empezó a formar parte del público de El Club de los Viernes, junto con otras señeras personalidades como el influencer Juan Doe; el ex dirigente de la Ucedé, Carlos Maslatón; el diputado macrista Francisco Sánchez y el economista Roberto Cachanovsky. Fue en ese ámbito donde la buena de Villarruel puso el ojo en su singular temperamento. Y al poco tiempo, fue convocado para inaugurar allí un ciclo de conferencias ante 500 asistentes.

Su flamante mentora no tardó en presentárselo a Ortega Smith.

Así que tú eres mi famoso tocayo. Me han hablado mucho de tí fue la frase del dirigente español, en medio de un cálido apretón de manos.

Al “tocayo” le brillaban sus ojillos verdosos, tal vez al intuir que su vida acababa de dar un vuelco. No se equivocaba.

De modo que Milei, lejos de ser un producto milagroso del rechazo que genera la casta política, es en realidad una criatura prolijamente amaestrada para deslumbrar al sector más cavernícola del electorado.

La historia personal del tipo explica ciertos ángulos de su ser.

La sagrada familia

Alguien que tuvo una infancia tan tortuosa como la suya solamente tiene dos caminos posibles: ser una persona sensible ante toda injusticia o convertirse en un idealista del resentimiento. No hace falta aclarar la opción que tomó Milei ante semejante dilema. Ni que fue un niño golpeado y humillado por su padre, un colectivero de la línea 111 devenido en pequeño empresario del transporte (era propietario de dos unidades). Y menos aún que su mamá, una sumisa ama de casa, toleraba esa pedagogía de manera incondicional.

Tanto es así que él se encargó de divulgar esos detalles de su niñez en los programas de televisión que visitaba desde mediados de la década pasada, cuando algunos periodistas comenzaron a sacarle el jugo por su histrionismo algo neurótico. Por caso, en Animales sueltos, dijo al respecto:

“Mi viejo me cagaba a trompadas. No me olvido más de una golpiza en particular. Fue el 2 de abril de 1982, cuando yo tenía 11 años. Veíamos en la tele lo de Malvinas y se me ocurrió decir que eso era un delirio. A mi viejo le agarró un ataque de furia y empezó a pegarme trompadas y patadas. Me fue pateando a lo largo de toda la cocina. De grande dejó de pegarme para infligir violencia psicológica”.
 


Así transcurría la vida cotidiana de los Milei en su hogar de Devoto. Por eso, sus primeras entrevistas periodísticas concluían siempre con las mismas palabras: A mis viejos no los veo más. No existen. Para mí están muertos.

Pero, embarcado el año pasado en su campaña para las PASO, saltó a la luz que aquel hombre, pese a transitar ya una edad madura, vive otra vez con sus papis en la casa familiar.

La novedad fue revelada el 30 de agosto por el diario La Nación. Y él se mostró cauto al explicar el motivo: Me mudé al empezar la pandemia. Quería estar con ellos para ayudarlos. Son grupo de riesgo. Entonces, minimizó el conflicto que los mantuvo distanciados.

En este aspecto flota un enigma: ¿cómo es en realidad su convivencia con el individuo que lo maltrató hasta la adultez? Es notable que por ahora ningún psicólogo insinuara al respecto el peligro de un parricidio.


Javier Milei y su hermana Karina Elizabeth.

La que también volvió al hogar fue su hermana, Karina Elizabeth, dos años menor que él. Esa mujer de rostro alargado y ojos hundidos fue diríase una depositaria pasiva de los castigos a Javier. Porque cada trompada que éste recibía, ella la somatizaba con diversas dolencias físicas.

Aludiendo a esta circunstancia, Milei le confió a un periodista del diario Perfil: “Una vez la tuvieron que internar después de que mi viejo me fajara. Y mi mamá me llamó para decirme que por mi culpa se iba a morir”.



No es exagerado afirmar que ellos son uña y carne. De hecho, Karina es para Javier un ángel de la guarda. Siempre lo fue. Y para tenerla cerca suyo, acostumbraba a conferirle responsabilidades tutelares. Por ejemplo, cuando él, de adolescente, era un empeñoso arquero en las inferiores de Chacarita, se las ingenió para entronizarla como mascota del equipo, y cuando graznaba covers de los Rolling Stones en una bandita casera a la que bautizó Everest; ella fue su groupie oficial. Ella le elegía la ropa en las tiendas. Ella era su confidente. Ella hasta le aprobaba (o no) las novias, pero con un dejo de recelo, de mala gana, como si temiera que esas chicas lo alejaran de su lado.

Fue en semejante contexto familiar cuando Milei se anotó en la carrera de Economía. El papá le solventaba los salados aranceles de la Universidad de Belgrano, pero no le pasaba un mango, ni para viajar a la Facultad. Su deporte favorito era hostigarlo mientras estudiaba. Y el pobre Javier rompía en llanto como un niño, mientras se refugiaba en los brazos de Karina.

Ella cursó estudios (incompletos) de Relaciones Públicas, tomaba clases de pintura y solía calmar sus nervios armando muñequitos de lana. Pero lo que realmente agitó su visión del mundo fue la astrología y el tarot. Ya entonces no daba un paso sin un análisis previo sobre la posición de los lejanos cuerpos celestes y tampoco sin consultar esas proféticas barajas del siglo XIV. Lo que se dice, pensamiento mágico en estado puro.

Tres décadas después, con su hermano ya en el podio de la ultraderecha, esa mujer que siempre cultivó una discreción casi maníaca fue presentada en sociedad de un modo por demás inquietante:

Ocurrió el 22 de mayo pasado en un programa de la señal LN+, cuando el animador Eduardo Feinmann le preguntó a Milei:

Si usted fuera Presidente en 2023, ¿qué rol tendría su hermana?

Sin titubeo alguno, la respuesta fue: Jugaría el rol de primera dama.

¿Qué hubiera opinado el doctor Freud al respecto?

Partido al medio

Es notable que Milei, un sujeto con ínfulas de pequeño Führer, que se define anarcocapitalista y que reconoce a la heterodoxa Escuela Austríaca como la fuente de toda su sabiduría económica, explique la relación con la hermana en términos bíblicos: Moises era un gran líder, aunque no era bueno divulgando. Entonces Dios le mandó a Aarón para que divulgue. Ella es Moises y yo soy el que divulga. Nada más. Soy solo un divulgador.
 


Milei soltó tales palabras durante la campaña electoral de 2021, cuando aún se mecía en la cresta de la ola. Las pronunció muy emocionado, con los ojillos húmedos y enrojecidos. Fue en el estudio mayor de América TV, ante una embelesada Viviana Canosa.

En un rincón, fuera de cámara, Karina medía tal frase con la actitud de un supervisor técnico; así, dicho en masculino, como el nombre de guerra que le puso Milei: El Jefe.

Lo cierto es que, por aquellos días, el entorno político del flamante líder digería a regañadientes que esa mujer solterona y sin hijos, como él, fuera su sombra. Pero en aquel entonces, sus funciones se limitaban al manejo de sus horarios, a la selección de sus entrevistas periodísticas y al asesoramiento de cuestiones especiales (dada la franela de Karina con la astrología y el tarot), además de construir su imagen (el cabello despeinado y la camperita negra de cuero son resultado de su inventiva). Pero al despuntar el otoño de este año, su influencia sobre el hermano aumentó en forma exponencial, al igual que los derrapes discursivos de éste, algo que no estaba en los cálculos de Vox.

Si bien el cobayo se había tornado incontrolable, ello según expresas directivas impartidas por Ortega Smith desde España no debía saltar a la luz. De modo que aquella tensión interna fue un secreto guardado por meses bajo siete llaves. Y disimulada, al momento de las rispideces iniciales, con el velo de una forzada diplomacia.

Una muestra: “Milei es demasiado vehemente. Tengo posiciones que no son las de él. Pero en las divergencias nos respetamos”.

Tales fueron las palabras de la diputada Villarruel su otrora comisaria política en una entrevista publicada el 8 de junio en el diario Perfil.

En realidad ella ya no tenía predicamento alguno sobre Milei. Su mesa chica ahora exhibía caras extrañas. Y con Karina como la gran titiritera.

Ya en octubre pasado había cobrado cierta notoriedad la figura de Marcos Urtubey (hijo de Juan Manuel, el ex gobernador salteño), quien se presentaba como asesor de Milei. Este muchacho de 28 años, ligado al Opus Dei y a sectores conservadores de su provincia, mantenía un amorío, pero platónico según habladurías en los pasillos de La Libertad Avanza, nada menos que con Karina. Ella accedía a todos sus deseos (políticos, claro). De manera que, con el correr de los meses, su ascendente en aquella fuerza partidaria no era menor. Sin embargo, la ruptura sentimental con El Jefe se dice que por una infidelidad de él, sumada a una pelea con el referente libertario y legislador porteño, Ramiro Marra, terminó con su expulsión.

Así fue que el partido de Milei quedó bajo el control absoluto de Karina y sus dos alfiles: Nicolas Emma y Carlos Kikuchi. Eso sucedía en marzo.

El primero, abogado y presidente del Partido Libertario de la CABA, es uno de los responsables estratégicos de La Libertad Avanza a nivel nacional. Fue candidato a diputado y jefe de campaña para las PASO; como tal, solía acompañar a Milei en los debates televisivos. Pero su inexperiencia resalta a flor de piel, al igual que su carácter desconfiado, casi paranoico. Sobre él hay denuncias por usar fichas apócrifas y por presunto lavado de dinero en gastos proselitistas. Aún así consultas de tarot mediante Karina confía plenamente en su hombría de bien.
 


El otro, a su vez, es el hombre fuerte de La Libertad Avanza. Tanto es así que también tarot mediante Karina lo honró con la delicada misión de convertir a Milei en el próximo presidente. Hijo pródigo de la periodista Malu Kikuchi una ensobrada histórica de la SIDE desde los años menemistas, aquel tipo suele darse dique con haber sido consejero de Domingo Cavallo. Pero solo fue solo uno de sus choferes, y el ex ministro jura que no se acuerda de él. Con la venia de El Jefe, Carlos (a) El Japonés, cuya cosmovisión lo sitúa a la derecha de Atila, es el patrón operativo de La Libertad Avanza. Y el depositario de su armado nacional. Precisamente aquello es en la actualidad un semillero inagotable de conflictos.

Porque su cosecha incluye desde el tucumano Ricardo Bussi (procesado por abuso sexual, además de ser el hijo del represor Antonio Domingo Bussi), hasta el entrerriano Hernán Blázquez (procesado por extorsión), pasando por fascistas de pura cepa, como el sanjuanino Alfredo Avelín, entre otras joyitas.

En las filas libertarias también causa incertidumbre la subordinación de Milei a los designios del triunvirato encabezado por Karina. Ella se perfila como la verdadera cabecilla en la sombra del partido. Ella hace y deshace, organiza y suspende, premia y expulsa, sin otro motivo que los designios del tarot, forjando así un autoritarismo en su versión más descabellada.

En las diferencias nos respetamos, repitió la doctora Villarruel en esa entrevista publicada el 8 de junio por el diario Perfil.

Dos días después, la simulada cohesión interna de La Libertad Avanza estalló en mil pedazos, a raíz del fallido desembarco bonaerense de Milei en el pequeño estadio del club El Porvenir. Un nombre, por cierto, profético. Y que el zodíaco no pudo anticipar.

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