ETA. Sobre la historia de la lucha armada. Entrevista a Emilio López Adán “Beltza”
Emilio López Adán “Beltza”
Emilio López Adán, Beltza, nació en Gasteiz el año 1946. Comenzó joven a militar en ETA y con 20 años ya tenía responsabilidades en la organización. También fue miembro de la dirección y fue juzgado en rebeldía en el Proceso de Burgos. Dejó la organización a mediados de los años 70. Después de huir de Euskal Herria, acabó en Bruselas los estudios de medicina y desde entonces ha vivido en Angelu (Lapurdi, País Vasco Norte) dedicado profesionalmente a la ginecología. Ha publicado numerosos libros, analizando principalmente el punto de vista del nacionalismo vasco y de clase y también es autor de centenares de artículos publicados en la prensa vasca, muchos de ellos en ARGIA.
El 3 de marzo presentó en Baiona (Lapurdi, País Vasco Norte) su trabajo Historia de la lucha armada en el País Vasco. 1967-2011, basado en la investigación de las víctimas mortales del conflicto vasco a lo largo de 60 años. En realidad son 3 volúmenes que analizan este periodo tan extenso dividido en 3 épocas: la primera indaga en el intervalo que va de 1967 a 1980; la segunda de 1981 a 1990; y la tercerea de 1991 a 2011. Con un posicionamiento libertario, próximo a principios de los 80 a los Comando Autónomos Anticapitalistas, se ha mostrado muy crítico con la actividad armada de ETA de las últimas 3 o 4 décadas. También ha sido militante de Abertzaleen Batasuna. Con este trabajo colosal, el autor lleva a cabo una investigación detallada de la lucha armada, analizando el pasado con espíritu crítico y reivindicando, a la vez, la dignidad de la lucha armada y de todos los militantes que la han practicado.
¿Qué fuentes has utilizado?
Primero de todo, he hecho un listado cronológico de los muertos provocados por los grupos armados y por los estados. Después, en cada caso he utilizado los siguientes: textos de la época, lo que decían los medios, las explicaciones dadas por las organizaciones armadas y los estados y las resoluciones judiciales. Además, también han aparecido investigaciones posteriores sobre los hechos acaecidos y la ficción también está presente. En la medida que he podido, también he recogido las declaraciones de los testigos de los hechos; yo mismo he entrevistado a muchos de los protagonistas.
Con las fuentes ha que ir con cuidado, porque cuando las organizaciones armadas o los estados se hacen responsables de unos hechos, no se puede pensar que dicen la verdad al cien por cien, ya que son parte interesada. Si la justicia fuese imparcial, las resoluciones judiciales recogerían la verdad, pero en lo que respecta a Euskal Herria, la justicia ha sido absolutamente parcial y agresiva y en ocasiones han tergiversado la verdad movidos por un deseo de venganza. Muchos de los trabajos de investigación posteriores han tenido un objetivo político y con frecuencia han provocado confusión y manipulación. Y con los testimonios también hay dificultades, porque la memoria no es la de los hechos de la época, sino una elaboración que se lleva a cabo con posterioridad con el objetivo de dar un significado a la vida que uno ha vivido. Teniendo en cuenta todo ello, yo ofrezco mi interpretación.
Dices que todas las investigaciones tienen sus propios objetivos y que hay debemos ser precavidos y tenerlos en cuenta. ¿Cuales son tus objetivos?
No puedo negarlo, yo también tengo mis objetivos y el resultado está condicionado por mi historia personal y mis ideas. La mía no es una historia que se escribe desde la Torre de Marfil, es una historia implicada. Pero dicho ésto, he ofrecido al lector todo el material mencionado, investido de un espíritu crítico, diciendo qué es cada cosa, para que tenga la oportunidad de hacer su propia lectura.
Si atendemos a los objetivos, pienso que hay dos cuestiones a combatir. La primera, la condena sistemática de la violencia y la segunda, es deseo de venganza. Quiero combatir ambas. Hoy el Estado quiere decidir qué ha pasado y proclama que la violencia no es lícita para cambiar el sistema actual. Ha difundido de manera eficaz esta idea: que para modificar el estatus político nunca es legítimo utilizar la violencia. En definitiva, la conclusión del Estado es la siguiente: siempre está mal asociar la voluntad de llevar a cabo la revolución y la lucha armada, por principio. La violencia es ilegítima, siempre conlleva un sufrimiento innecesario y al final, en caso de resultar victoriosa, siempre será peor. Sin embargo, esa es una posición política, es cuestionable y para mí es falsa, es una idea extendida para defender los intereses de las clases dominantes y del estado. ¿Qué le exigen estos universitarios a la investigación? ¿La verdad sobre lo sucedido? No. Necesitan nombres para condenarlos y vengarse.
Verdad y reparación, son conceptos muy utilizados en los conflictos.
Han sacado teorías muy extrañas sobre las víctimas, necesitan saber quienes son los autores, principalmente para castigarlos debidamente. Pero mucha gente niega que para la reparación de las víctimas sea necesario el castigo. Todas la víctimas desean saber qué es lo que ha pasado, pero el deseo de venganza es un posicionamiento político que utiliza el Estado. Y en la actualidad esta postura constituye un obstáculo para el esclarecimiento de la verdad. El 30% de las acciones de ETA permanecen todavía sin esclarecerse, pero el Estado no promueve que se puedan aclarar, por ejemplo, con una ley de amnistía que aportaría luz sobre los hechos. La amnistía facilitaría hablar y dar reparación a las víctimas. Pero si dices que necesitas saber, por ejemplo, quien mató a Pertur [Eduardo Moreno Bergaretxe] y que después pasará 25 años en prisión, estás bloqueando el esclarecimiento de los hechos. Les importa muy poco aclarar los hechos.
También has mencionado un segundo objetivo del trabajo.
Relacionado con la famosa reconciliación. ¿Cual es el objetivo?¿Decir que todos son víctimas? También los presos de ETA y por tanto, ¿tienen derecho a la reparación? No es posibles. El conflicto existe. Todavía no se ha ha corregido, no ha curado. La Historia no puede obviar los motivos políticos y sociales del conflicto en nombre de la reconciliación porque entonces estás impidiendo conocer los verdaderos motivos de la confrontación, tanto los móviles de los autores como su dignidad. Mi objetivo principal es recordar cuales fueron las acciones, las razones políticas de la época que las motivaron y cual fue la conciencia y la interpretación de los protagonistas en aquel momento, para volver a reivindicar la dignidad de aquella gente. Aquella gente luchó por la libertad. ¿Que cometieron equivocaciones? Nuestra tarea es aclara los errores y explicar porqué se equivocaron, pero reivindicando de nuevo su dignidad como activistas.
Vayamos a la terminología utilizada: al principio acción, después atentado, más tarde terrorismo… ¿Porqué escoges cada uno de ellos?
Ha sido complejo. Por ejemplo, algunos investigadores de la UPV utilizan sistemáticamente “terrorista” y si es posibles “sanguinario”, “cobarde”, y siempre “asesinato”. No son elecciones inocentes. Por contra, en los textos de la izquierda abertzale todo son “acciones” y “militantes” y nunca se utilizarán términos desagradables para calificar una acción de ETA. Como signo de respeto, he utilizado la terminología militante de la izquierda abertzale: la mayoría de las veces digo “acción” y no “atentado”, “muerte” y no “asesinato” o “ejecución”... Pero no siempre, en ocasiones concretas la elección ha sido otra, sobre todo porque demasiadas se han realizado sin respetar las convenciones de la ética revolucionaria tradicional: matar personas no implicadas en la represión, sin defensa, rematar heridos… o está aceptado, pero se ha hecho. Por lo tanto, en mi opinión, en el libro hay una mención crítica a aquello que en cuestiones de estrategia se ha hecho mal.
También analizas hacia quien va dirigida la violencia y realizas una clasificación a partir de este aspecto: implicación directa, indirecta… y rechazas el término “víctima”.
Matar a alguien es una cosa muy dura y por ejemplo, si se hacía mediante un coche-bomba, era duro ver cómo un cadáver quedaba hecho pedazos, aquí una mano, allí una pierna… Al fin y al cabo, todos los muertos son víctimas de una acción física. Debido a esta característica común, ¿es adecuado este concepto, el de víctima física, para entender acciones con un contenido diferente u opuesto como son la lucha política o la lucha social por la libertad y la represión del Estado?
No es adecuado. Si la investigación se centra en las víctimas, toda la historia no es sino una historia obscena de violencia, brutalidad y sangre. Desde este prisma, ¿qué sentido tiene la guerra contra los nazis, la lucha de los republicanos durante la Guerra Civil o, entre otros, la Revolución Francesa? En cualquier conflicto se podría decir que la gente ha sufrido terriblemente en todos los bandos, o que “ha habido víctimas en ambas partes”, “no ha valido la pena”... Des de este punto de vista, quizá se podría decir que la historia del mundo y su gente no valían la pena… pero cuando ha ocurrido alguna cosa, si tiene un sentido, debes buscarlo más allá de la realidad de las víctimas físicas.
Eso no quiere decir que muestre ningún respeto hacia las víctimas, es bueno entender cómo han sufrido. el siguiente ejemplo también podría servir para entender lo que estoy explicando. La mayor asociación de víctimas del mundo es la de los estadounidenses muertos o heridos en la Guerra del Vietnam y son auténticas víctimas, pero resulta inútil intentar explicarlas desde el punto de vista de la lucha contra el colonialismo, en favor de las libertades nacionales o la lucha de la revolución comunista. Analizar todo ello desde la realidad física no nos da ningún resultado, es una absoluta estupidez. ¿Tiene sentido hoy luchar por la libertad? Sí, lo tiene, y por eso debo ir más allá de las víctimas.
¿Podrías explicar en base a qué has establecido las categorías de los muertos?
Sin duda es un tema controvertido. Por lo que respecta a las acciones de los grupos armados, el criterio principal ha sido si la víctima estaba o no implicada en la represión. Si el muerto es un implicado y ha muerto en combate, eso tiene un sentido. En cuanto a las víctimas sin implicación, algunos dirían “víctimas inocentes”. Entonces, ¿hay víctimas culpables? Siempre se ha dicho cuenta gente pobre ha entrado en la guardia civil porque no le quedaba más remedio, pero una vez se implican en la represión, están implicados.
Otras investigaciones analizan la “selectividad del atentado”. A mí me ha parecido, en relación a la ética revolucionaria y la estrategia, que las acciones contra los implicados en la represión tienen un significado especial en la lógica y la estrategia de la lucha de liberación; y que, por contra, en las acciones contra los no implicados o cuando las víctimas colaterales ocurren constantemente y de manera consentida, el significado es otro.
La cuestión de los nombres también está presente. Mencionas muchos nombres, cuando todavía el dolor está presente, los procesos judiciales abiertos… No tienes miedo de las consecuencias que podría tener?
Es una cuestión delicada, sí. He hecho leer a mucha gente lo que he escrito y he recogido la opinión de antiguos militantes y también de aquellos que todavía hoy se consideran militantes. Se mencionan los nombres por una razón: si no asociamos las evoluciones que se dan en las organizaciones armadas con nombres no hay forma de entender hacia donde vas. Se puede entender mejor con algunos ejemplos, el porqué de los nombres. Si nos preguntamos “¿quien tomó la decisión de utilizar coches-bomba?” y la respuesta es “ETA”. O “¿quién estaba contra aquello en ETA?” y la respuesta es “algunos de ETA”... así no hay forma de saber lo que pasó.
Durante toda la historia de la organización, la gente entró en ETA para luchar por la libertad, la liberación nacional y la revolución social. En consecuencia, los militantes han sufrido una terrible represión por parte del Estado y a la represión se responde con solidaridad y unidad. Esta unidad en los objetivos se ha mantenido hasta el último instante y por so, para mí, también en los últimos años, durante la época en que se llevaban a cabo las mayores atrocidades, aquellos que entraban en ETA merecen todo el respeto, el mismo que los que entraban al principio, porque han tenido los mismos objetivos y han asumido el mismo compromiso.
Pero también ha habido rupturas: mucha gente no está de acuerdo con los coches-bomba, con la “socialización del sufrimiento” o cuando se ha ampliado las categorías de los objetivos para actuar en contra de mucha gente. En el seno de ETA muchos han dicho “esto no está bien” y además “esto nos perjudicará”. Debates como este ya habían comenzado en la década de los 70 y la posturas eran contrapuestas. ¿Cómo se quiere comprender que era lo que pasaba sin relacionar aquellas posturas con personas concretas? No es posible. Si queremos entender nuestra historia necesitamos los nombres para poder hacer un seguimiento. Y quien lea el libro verá que los nombre se repiten… hasta que aparece Sortu. Algunos de aquellos nombres y algunas de aquellas corrientes de opinión aparecen antes de las negociaciones de Argel y continúan dentro de ETA todo el tiempo: lo que se conoce como “crítico dentro de un orden”, con el objetivo de mantener la izquierda abertzale sin escisiones, pero preparado para dar el paso de acabar con la lucha armada algún día… Y estos pasos se dan en algunos momentos, en Argel, cuando se dio el Acuerdo de la Autovía de Leizaran, en la creación de Sortu… Y cuando los comparas dices… “ostras, en este debate hay una continuidad”.
Comprender la historia, sí… pero la represión también está ahí.
Todos los nombres que salen en el libro son públicos, es decir, se han mencionado anteriormente en la prensa, en las resoluciones judiciales, la luchas o los recuerdos; si no es así, no se asocia ningún nombre a acción alguna. No le queremos dar ninguna opción a la represión y por eso lo ha leído tanta gente y al mismo tiempo que lo escribía, ellos también han sufrido. No es fácil leer según qué cosas. Es muy duro ver el nombre de una persona que conoces o respetas relacionado con una acción desagradable infame.
“No le queremos dar ninguna opción…” En ocasiones hablas en plural. ¿Quienes sois?
Antes de publicar el libro, se lo he dado a leer a diversas personas y me consta que se han llegado a reunir militantes de aquella época. Siempre les he dicho que si algo no estaba bien, se debía omitir, que no se podía admitir ninguna mentira. También me han llegado comentarios diciendo: “es verdad, pero quizá no conviene decirlo…” Estos han sido los más duros.
Por lo tanto, en esos casos la decisión ha sido tuya. Has dicho muchas cosas que no eran convenientes.
Algunas sí, otras no. Contaré un caso. Un antiguo militante muy respetado, Josu Urrutikoetxea, ha hecho unas declaraciones sobre las negociaciones de Ginebra [Berria, 16-12-2020] y dice lo siguiente: “Yo pensaba que tenía el apoyo de la dirección, pero en un momento dado comprendí que no era así”. Y el periodista le pregunta - para eso estáis-: “y allí estaba Thierry… [Xabier Lopez Peña]”; y Urrutikoetxea contesta: “sí, Thierry”.
En su momento no entendí aquel episodio de Ginebra, pero se entiende mejor con este dato: Urrutikoetxea fue con el visto bueno de una dirección -imaginamos que la dirección de Antza [Mikel Albisu]-, pero vino otra dirección y esta no veía con buenos ojos lo de Ginebra y por eso se rompió el diálogo. De esta manera resulta comprensible y menciona el nombre de Thierry. Por lo tanto, está pasando y por eso mismo es conveniente dar la información contrastada disponible.
Las cifras de muertos también están en discusión. La AVT da unas, ETA otras, el Gobierno Vasco también tiene las suyas, los trabajos universitarios… ¿Cuáles son tus cifras?
He analizado individualmente cada atentado aparecido en prensa, así como las acciones represivas más significativas y he utilizado mucho la técnica de los datos cruzados. He obtenido las siguientes cifras: los grupos armados vascos, en conjunto, han matado 842 personas. La ETAs “históricas” (ETA quinta, ETA militar (los milis o ETAm) y la Organización ETA que después ha perdurado, es decir, los Milis más los Bereziak [los Especiales], han matado unos 780. Los Comandos Autónomos 32 y ETA Político-militar (los polimilis o ETApm) 22. Está el problema de a quien asignar los muertos de los Bereziak, a ETApm o la Organización ETA; la ETA “histórica” solamente reconoce oficialmente 774; Iparretarrak niega algunos de manera sólida; la provocada por Iraultza fue involuntaria… Hay 10 o 20 muertes controvertidas, sin reivindicar o atribuidas a los servicios secretos, en definitiva, dudosas, la cuales se investigan en el libro caso por caso.
En total, ha habido alrededor de 1300 muertos, los que faltan provocados por las fuerzas de seguridad y los grupos paramilitares: aquí las cifras son muy diferentes según se emplee la relación directa o indirecta entra las acciones y los muertos. En nuestro trabajo les atribuimos unas 400, provisionalmente. Las cifras del Informe Foronda hecho por los universitarios y la mías se acercan bastante. En cambio, hay una gran diferencia con las aportadas por Covite y similares.
¿Porqué decides empezar la investigación en el año 1967? ETA surgió en 1959 y según Julen Madariaga, uno de los fundadores, en 1952, porque fue cuando nació EKIN, que en su opinión eran la misma cosa con diferente nombre.
Empiezo en 1967 por cuestiones de metodología, porque mi análisis está ligado a los muertos. Los primeros muertos fueron el guardia civil José Pardines y el militante Txabi Etxebarrieta, el 1968, y en el libro se explica cómo se llegó a aquella situación y los detalles de los hechos. No fue un atentado. Etxebarrieta pensaba que, si Pardines se daba cuenta de algo, lo atraparían y le sacarían información mediante tortura y le causaría un gran daño a la organización. En aquellos tiempos los liberados íbamos armados sobre todo por este motivo, no para matar policías, sino para protegernos y para no delatar a compañeros bajo tortura.
Las discusiones comienzan ya con aquella primera acción. Según cuentas en el libro, el militante que iba con él sugirió mucho tiempo después que Etxebarrieta no tenía ninguna necesidad de matar a Pardines.
Según los investigadores de la universidad, con aquella acción ETA dio inicio a la espiral acción-represión-acción, pero eso es falso, ETA no mató a Pardines para emprender aquella estrategia. Si vamos a las fuentes de información, es terrible ver como estos universitarios hacen una lectura así de esta muerte, no es comprensible si no es desde una voluntad ideológica, la cual pretende mostrar cómo de mezquinos eran los de ETA desde el principio. Utilizan las estructuras y los intereses para interpretar aquel hecho.
En aquella época Etxebarrieta, como otros militantes de base, había asumido que ponía en riesgo su vida y que un día, tarde o temprano, ETA llegaría a realizar acciones armadas mortales. Sí, lo de Pardines podría haber sucedido de otra forma, quien sabe, pero en aquella situación, por el motivo que he explicado anteriormente, Etxebarrieta no tenía muchas opciones para escoger.
Unos meses más tarde ETA mató a Melitón Manzanas. ¿Aquí sí que se puso en práctica la estrategia acción-represión-acción?
Aquella fue la primera acción que ETA llevó a cabo con voluntad de matar. Pero lo de la estrategia acción-represión-acción es una interpretación. Era una terminología que venía de antes, incorporada sobre todo por Zalbide [Jose Luis], pero no creo que aquel fuera el sentimiento impulsor. Con Manzanas la organización quería demostrar que la represión no era intocable, que los policías también eran vulnerables y que no podrían vivir siempre con aquella tremenda soberbia. Después de muerto Etxebarrieta, el pueblo se movilizó con fuerza y la organización vió que el pueblo estaba preparado, no solo para aceptar la muerte de un torturador, sino también para celebrarla.
La organización tomó la decisión de matar de forma muy consciente, de la misma manera que la han tomado muchas otras organizaciones en favor de la liberación nacional a lo largo de toda la historia del mundo. La violencia no es perversión: se han superado ideas como la de que “hay que tener una personalidad especial de asesino”. A lo largo de la historia, mucha gente ha decidido empuñar las armas en pos de la libertad, en todas partes hay monumentos erigidos en homenaje a aquellos que han utilizados las armas… Si todo eso se debe interpretar como un “absurdo moral y político a rechazar”, no sé como entenderíamos la historia del mundo.
Tu viviste todo aquello en primera persona, entonces eras miembro de ETA y aquellos años también participaste en la dirección. Supongo que hablaríais de estas cuestiones.
A principios de los sesenta, yo era un joven simpatizante de ETA, repartía octavillas en Gasteiz, pero en 1966 tuve la primera responsabilidad en la organización. En la Asamblea General de Getaria [Biltzar Nagusia, marzo de 1967] me eligieron miembro del Comité Central [Biltzar Ttipia] y después algunos miembros de este formamos la Comisión Ejecutiva [Batzorde Exekutiboa]: Txabi Etxebarrieta, Jose Mari Eskubi, Javier Arregi Kataide y yo.
Aquello de las acciones mortales venía de lejos, pero el último mensaje escrito por Txabi Etxebarrieta en el Zutik [boletín interno de la organización] era claro: “no es ningún secreto que será difícil acabar el 1968 sin muertos”. Yo no participé en la decisión de matar a Manzanas; en aquel momento estaba en Iparralde [País Basc del Nord], pero en el libro aparece todo, aquí una figura muy importante es mi compañero y amigo de siempre Teo Uriarte, quien después acabó en Euskadiko Ezkerra y el PSOE. Todo esto salió en el proceso de Burgos, en el cual a Eskubi y a mi nos juzgaron en rebeldía. Si nos hubiesen cogido, hubiéramos estado allí.
Cinco años más tarde ETA actuó contra otro gran icono : Carrero Blanco.
Con Manzanas ETA se vengó de un torturador. Con Carrero Blanco actuó contra todos aquellos que mataban militantes de ETA, porque con frecuencia los policías iban a matar a los militantes, no a detenerlos. Además, Carrero Blanco era un instrumento para garantizar la permanencia del franquismo. Se ligó la acción armada con una estrategia que miraba la situación global.
ETA mató a Manzanas a tiros y a Carrero Blanco con bomba. Más tarde también abundarían los ataques de guerrilla, los coche-bomba… ¿En aquella época hablabais sobre el modelo de lucha armada a practicar?
Una vez quedó atrás ETA VI, lo de Carrero se debe entender mientras ETA V estaba en vigor, esto es muy importante. En la Asamblea General se asumió que habría violencia y muertos, pero después resultaba muy duro llevar aquello a la práctica concreta y se tenía que reflexionar sobre la cuestión para dar soporte político y moral a la gente.
En la década de los setenta apareció una nueva generación, entre otros Pertur, y se trabajó bastante la elaboración teórica, por ejemplo en la revista de ETA Hautsi. Se profundizó en la cuestión de la violencia, engarzándola con la violencia revolucionaria y la estrategia de entonces. En aquellas reflexiones quedaba claro qué es la violencia revolucionaria, para qué se emplea y qué límites tiene. Las conclusiones de entonces las sigo dando por buenas.
En tu opinión, ¿se han mantenido aquellas bases en la historia de ETA y en la de los otros grupos armados de aquí?
De alguna manera, sí. ETA dirá muchas veces a lo largo de su historia: “nosotros no somos terroristas, porque nuestras acciones no son contra el pueblo”. El criterio que usa para hacer una distinción entre terrorismo y violencia revolucionaria es contra quien se actúa. Si la víctima es una persona implicada en la represión o alguien que tiene una gran responsabilidad en el sistema, eso es violencia revolucionaria. Pero si la víctima es una persona del pueblo humilde, que no tiene ninguna relación con la represión, entonces es terrorismo. ETA siempre ha dicho que su actividad no es terrorista, aunque ha matado civiles inocentes, porque no era su voluntad matar civiles. Y eso ha permanecido incluso en las épocas más oscuras. ETA ha dicho: “Nosotros nunca hemos realizado acciones para matar personas inocentes”. Y se les ha contestado: “No, pero las habéis matado”. “Pero no queríamos, porque avisamos con antelación”.
Cuando comenzó con los coches bomba, ETA dejó claro que tenía dos objetivos: militares y civiles. En las militares no había aviso previo, porque el objetivo era causar el mayor daño el enemigo. En cambio, cuando se ponían en una zona civil, como por ejemplo en Hipercor, se avisaba y al hacerlo se transfería la responsabilidad al enemigo, diciendo “hubiera sido suficiente con evacuar el supermercado”, “el Estado no lo evacuó para hacernos daño”... y cosas similares.
En mi opinión, durante toda su historia la gente ha entrado en ETA con la mentalidad del inicio y ha mantenido este punto de vista hasta el final, pero se han traspasado algunos límites y para responder a ello se ha generado un discurso autocentrado y ideológico. Por lo tanto, si se avisa de la colocación del explosivo, pero la muerte de inocentes se repite una y otra vez, al final eso quiere decir que aceptas aquellas muertes y entonces eso es terrorismo, porque matas inocentes de manera sistemática. Además, el enemigo lo puede utilizar para desgastarte.
Con los coches bomba en la vía pública pasa lo mismo. Se ha colocado un coche bomba en una esquina dirigido a un objetivo militar y sí, se lo ha llevado por delante, pero también a los vecinos que pasaban por allí.
Otra cuestión muy importante relacionada con la lucha armada es la de la legitimidad. Luchar contra la dictadura dio legitimidad a ETA, pera la llegada de la democracia, por muy precaria que fuera, se la quitó. Es decir, después de la Transición ETA sufrió una erosión gradual.
La legitimidad de la lucha armada es un tema que está permanentemente encima de la mesa, que ha generado grandes discusiones. Cuando llegó la Transición, no sabíamos qué surgiría y en Euskal Herria en Euskal Herria muchos ―¡pero muchos!― pensaban que gracias a la lucha armada las libertades de las personas saldrían favorecidas. Algunos, como por ejemplo los Comandos Autónomos, pensaban que la insurrección no tardaría en llegar y que debíamos estar preparados para participar en ella y colaborar.
Otros pensaban que por medio de la acción armada se acentuarían las contradicciones internas del enemigo y que los más extremistas de los franquistas quedarían aislados, que en unión al pueblo y a los grupos de resistencia, se conseguiría una democracia mucho más abierta, tanto en lo que respecta a las libertades nacionales como a las sociales. Los polimilis y Pertur pensaban así. Pertur no teorizó nunca el abandono de la lucha armada para aceptar la democracia.
Los milis, por el contrario, pensaban lo siguiente: tenemos una fuerza enorme, pero no la suficiente como para hacer la revolución, España no nos seguirá y en Euskal Herria la gente no quiere asumir un compromiso tan grande. Por lo tanto, crearemos un subterfugio: la Alternativa KAS. Pero esta se debe negociar y por eso es preciso acumular fuerza. Argala [José Miguel Beñaran] pensaba esto.
Y en lo que se refiere a la fuerza, ¿cómo estaba ETA durante la Transición, entre 1975 y 1982?
En aquel entonces ETA era un auténtico ejército, tenía una fuerza impresionante, bien preparada, bien armada, bien financiada y con un apoyo enorme. Los guardias civiles le tenían mucho miedo. Eso sí, ya desde los tiempos de Argala no había fuerza para llevar a cabo la revolución, para obligar al enemigo a la negociación que ETA deseaba. Como los milis, en 1982 mucha gente pensaba que en Euskal Herria seríamos capaces de hacer alguna cosa. Ya entonces veían que no se haría la revolución, pero la negociación era creíble, porque ETA tenía una fuerza enorme. Yo en aquel momento estaba cerca de los autónomos, para mi fue un año muy duro por muchas razones.
En un primer momento, la violencia estaba ligada a la insurrección popular y de esta manera la organización de invistió de capacidad para forzar la negociación. Este es un debate de envergadura y entre los polimilis también se discutió mucho sobre esta cuestión. Tenemos una idea desfigurada de los polimilis, se piensa que se equivocaron, que se hicieron reformistas y acto seguido se hicieron del PSOE o de ¡Basta ya! Algunos recorrieron este camino, pero entre los polimilis había gente con una cabeza muy buena y según su punto de vista, la lucha armada había tocado techo en cuanto a debilitamiento del franquismo y era necesario superarla, con el objeto de crear nuevas oportunidades. Esto tuvo unía influencia en ETA militar. Si decimos que hemos llegado a un límite, ¿qué tenemos que hacer? Nuevas acciones.
¿Fue eso lo que abrió paso a los nuevos modelos de atentados de los ochenta?
Aquí esta la clave, sí. Sobre 1985, y después de discusiones bastante duras ―a las cuales se hace referencia en el libro―, ETA decide que para conseguir la negociación se tenía que acumular más fuerza, y eso traería muchos cambios.
¿Te refieres a pasar de las acciones de guerrilla a los coches bomba? Además, suponía un menor riesgo para el activista y supuestamente mayor capacidad para presionar al gobierno de España.
Pero no solo eso; se buscó más eficacia y también por este motivo se llevaron los atentados a Madrid. Se asumió otro modelo de lucha. Eso fue fruto de una decisión.
¿Cuándo se tomó?
Este proceso se dio entre 1982 y 1986. En la época de Txomin [Iturbe] se vio bastante claro. Ya estábamos en 1987. En aquel momento la reflexión parecía racional: “Somos fuertes, conseguiremos la acumulación de fuerzas ―es decir, más muertos― y negociarán”. Pero en ETA y en su entorno, mucha gente no lo veía con buenos ojos. Según algunos, había fuerza para negociar con dignidad. Es decir, para conseguir la amnistía, la legalización de todas las fuerzas políticas y dejar el capital político acumulado en manos de una fuerza política que no estuviera supeditada a una fuerza armada y que lucharía por nuestros objetivos.
Este enfrentamiento se desencadenó durante la gran crisis política que se produjo en la época de Argel. Argia [el semanal] y Larrun [suplemento mensual de Argia] tuvieron su papel en aquella crisis. Mucha gente pensaba que había que persistir en la idea de Txomin, es decir: “Hay que vender la moto mientras todavía funciona, si la queremos vender cuando esté averiada, no nos darán nada”.
¿Txomin era partidario de esta estrategia? Frecuentemente hemos escuchado a algunos: “Si Txomin hubiese vivido, se hubiera impuesto la negociación”.
El debate persiste y en el libro cito testimonios y textos. Parece ser que al principio Txomin aceptó los coches bomba y similares en pro de la acumulación de fuerzas. Pero también parece que tenía sus dudas y que no mostraba la rigidez ideológica de otros. Ante de ser deportado a Argelia lo deportaron a Gabón y no parece que allí tuviera el apoyo de la dirección de ETA. A la hora de negociar, aquellos cercanos a [Iñaki] Esnaola dicen que sí, que con él se hubiera impuesto la negociación. Otros que ha llegado a la etapa de Sortu dicen que no. Yo no lo he aclarado. En cualquier caso, lo más significativo es que, en opinión de mucha gente, aquel fue el momento de negociar y que eso abrió una crisis muy importante. Al final fue que no.
Para algunos, la negociación debería haber sucedido incluso antes. Tú ves 1982 como fecha clave.
Yo venía de posiciones de lucha armada-insurreción popular. El protagonista, el pueblo. Para mi en 1982 se ve claro que los potentes movimientos sociales de finales de los setenta se están debilitando y que no hay un clima social propicio para participar en la lucha armada, y todavía menos para dar apoyo a un grupo políticomilitar especializado que dirija la lucha. Los Comando Autónomos, pongamos por caso, se disolvieron tanto por la represión como por la hostilidad de la izquierda abertzale. Pero en Europa también se dio una crisis equivalente entre lucha armada y movimientos sociales, y yo estaba en aquella crisis: necesitaba nuevos caminos.
Pero, ¿qué pesaba más en tu reflexión? ¿Era una cuestión de correlación de fuerzas, condiciones, táctica, legitimidad…?
Para muchos de nosotros la lucha violenta contra el Estado no había perdido legitimidad. Aquella democracia era fruto de un autogolpe, ligado a la corrupción, garante de la persistencia del capitalismo y el franquismo… Yo no daba suficiente valor a aquella democracia y a el Estatuto de Autonomía para abandonar todo lo anterior y si bien cada uno tiene su historia personal, no creo que la mayor parte de los que dejaban la lucha armada lo hiciesen por eso. De todas formas, las investigaciones sobre la opinión pública mostraban claramente que a medida de avanzaba la década de los ochenta había una inflexión de la opinión pública referente a los atentados de ETA: primero más de un 50 % de los ciudadanos en contra, después más de un 70 %... y en esto son claves evidentes las acciones que se llevaron a cabo a partir de 1985, y no tanto la fe que se tenía en la Constitución o el Estatuto.
Al rededor de la discusión sobre Argel convergieron dos problemas: la ruptura estratégica y la ruptura ética y moral. Mucha gente vio que ETA se estaba metiendo en callejón sin salida y que la moto que se quisiera vender después no tendría ningún valor, que los prisioneros quedarían en la cárcel aunque se abandonaran las armas. Eso es lo que ha pasado. Había dos perspectivas sobre un hipotético final: cuando le preguntaban a Txomin, este decía: “Si el pueblo no nos apoya, nosotros a casa”. Y la ejecutiva Artapalo respondía a la misma pregunta: “Lo tendremos en cuenta”. Lo tendrán en cuenta, pero no estarán al servicio de este sentimiento popular. Esta diferencia es muy importante. Continuar por el camino sin salida supuso una ruptura estratégica muy importante, principalmente porque todo se hace en torno a la organización, la garantía de la victoria es la fuerza de la organización, no el apoyo del pueblo. Y después está la ruptura ética. Cuando se multiplican las víctimas inocentes, la gente sencilla se identifica con el inocente muerto o con el débil, no con la grandiosa ideología de quien lo ha matado.
Con la perspectiva actual, se podría cuestionar si era realista pensar en hacer la revolución. O conseguir la Alternativa KAS en su totalidad. Pero en aquel tiempo muchas gente en la izquierda abertzale pensaba que sí, tanto en las estructuras como entre el pueblo.
Hoy pienso que en Argel era posible conseguir algo parecido a lo de los polimilis, pero parecía que en todos los intentos posteriores se conseguiría cada vez menos, y eso es lo que ha ocurrido. ¿Por qué no se dieron cuenta de eso los dirigentes de entonces? Y creo que fue por la representación que las organizaciones armadas hacen de ellas mismas, que es una perspectiva autocentrada. La organización se ve fuerte, tiene un gran control de su entorno social… Es la influencia del marxismo leninismo.
Muchas de las acciones que los polimilis y los autónomos hacen en los 80 están relacionadas con las cuestiones sociales. Los milis y los Berezi cada vez más hacen acciones dirigidas al enemigo, a debilitarlo. Se da prioridad a la acción que hace daño al enemigo, y no a las demandas del pueblo. Y para hacer eso, hay una ejecutiva todopoderosa, que piensa que será capaz de amedrentar al enemigo y obligarlo a negociar mediante una guerra larga. A su entender, este punto de vista no admite crítica; cuando la gente se muestra crítica le dicen: “Te has quemado, no estás en condiciones de continuar en la lucha armada, vete a casa y por encima de todo, mantente en silencio, no hay que perjudicar a quien está luchando.”
Así pues, con todo lo que estás diciendo, quien acertó en 1982 fueron los polimilis. ¿No es así?
Yo no diría tanto. ¿Qué es acertar?¿Cómo se mide el acierto? Quiero poner el acento en una idea: en 1982 la fuerza y el apoyo que tenía ETA eran enormes, y eso hay que tomarlo en consideración. Las cosas no se pueden valorar atendiendo solo a lo que pasó después, se deben medir valorando la representación directa que había entonces. En aquel momento, ETA pensaba que tenía fuerza suficiente para negociar y que era coherente intentarlo. Pero se equivocaron en la vía para acumular fuerzas para la negociación y aquí hay una responsabilidad. En el libro yo no digo que se debía hacer en aquel momento, intento explicar porque ocurrió lo que ocurrió. En mi opinión, la crisis de pérdida de rumbo es, sobretodo, la de 1995.
Hasta ahora hemos hablado de Argel, pero esta última fecha que has mencionado nos lleva al Acuerdo de Lizarra-Garazi y el alto el fuego de entonces.
La ejecutiva de Artapalo rompió las negociaciones porque pensaba sinceramente que sería capaz de imponer la negociación que deseaba y que el año 1992 (Juegos Olímpicos, Expo de Sevilla…) era una buena ocasión para eso. Pero la negociación no vino en 1992 y además detuvieron a la dirección Artapalo. Me parece que el intervalo que va de 1992 a 1995 se ha investigado muy poco y yo también analizo esta etapa con otros ojos. Conocía a casi todos los actores anteriores, pero de aquel entonces en adelante me tengo que basar en lo que me cuentan. La mayor parte de la gente que apareció después de Artapalo ya no eran compañeros míos.
En aquella época, mucha gente dentro de ETA pensó que en Argel se había metido la pata y que era necesario hacer algo para salir de la lucha armada. En 1993 comenzó una dirección nueva, la de la etapa de Mikel Antza [Mikel Albisu], y en aquel periodo KAS tuvo un peso crucial. ETA recibió una gran bofetada con la caída de la dirección y KAS le ayudó a rehacerse ideológicamente. No conocía a la nueva dirección de ETA pero a los de KAS sí y eran gente buena, muchos de ellos amigos míos. Aquella gente ayudó a ETA a volver a incardinar en la práctica a pie de calle el carácter social de le faltaba. Querían volver a situar la revolución social en el centro, pero buscando el radicalismo se convirtieron en los impulsores de la peor estrategia políticomilitar.
La ponencia Oldartzen surgió en aquel contexto y recogía la idea siguiente: ya que la extensión de 1985 no hemos acumulado suficiente fuerza para amedrentar al enemigo, ahora extenderemos todavía más el ámbito nuestra actividad y actuaremos también contra políticos, periodistas, intelectuales, concejales… Y con esta estrategia la lucha armada pierde todavía más. Si defines el enemigo en un colectivo concreto, como por ejemplo la policía torturadora, es nítido, la gente lo entiende en seguida. Pero si defines al adversario, tal y como se hizo, de una manera ideológica compleja, la lucha armada pierde sentido.
En Herri Batasuna se produjo el debate entre las ponencias Oldartzen y Iratzar, la segunda dirigida por Patxi Zabaleta. ¿También en ETA se dio este debate?
Quiero destacar una idea: entre 1992 y 1993 hubo intentos destacables desde las prisiones y desde dentro de la organización de volver a llevar a ETA a la negociación, porque se veía que estaba perdiendo apoyo popular por diversos motivos. ETA practicó importantes exclusiones en el entorno de Txelis [Jose Luis Alvarez Santacristina] o de Esnaola [Iñaki], una purga absolutamente leninista.
Se asegura que durante la época de Esnaola y la abogada Christiane Fando, estos también tuvieron apoyo de la dirección de ETA, concretamente se habla de Jose Luís Arrieta, Azkoiti.
En el libro se habla de manera extensa de la famosa Operación Azkoiti. Azkoiti siempre ha sido un hombre leal a la organización. ¿Qué es lo que pensaba? Yo he escuchado muchas cosas. La gente depositaba en él muchas esperanzas, pero creo que Azkoiti no tuvo nunca voluntad de disputar la dirección de la organización. Eso se explica en el libro y se comprende. No obstante, Esnaola y su grupo tenían un cierto apoyo de la organización y pensaban que era suficientemente fuerte para cambiar el rumbo.
Cuando hablas del pueblo, ¿te refieres a la parte del pueblo que apoya a ETA o a la totalidad del pueblo?
Durante la transición, en la época de las acciones de guerrilla, una mayoría social estaba con ETA y en contra del Estado…
¿Estaba con ETA o no estaba contra ETA?
En las dinámicas revolucionarias, no todo el pueblo se define como en las elecciones: los que se quedan en casa se quedan, no hacen nada; cuenta la gente que se mueve, y entre la gente que se movilizaba, en aquel entonces mucha gente apoyaba a ETA.
Aquella división también se vivió en las prisiones. No hace mucho Karlos Gorrindo ha hablado de ello en el libro El miedo del funambulista (Funanbulistaren beldurra).
Isidro Etxabe Xumai, los Pikabea, más tarde Urrusolo [Jose Luis] y los otros… En el libro he aportado muchos testimonios y me ha llamado la atención una cosa: mucha gente que se considera “oficial” te dice alto y claro que hacia 1985 ya era evidente que aquella vía no era acertada. Peixoto [Joxe Manuel Pagoaga], por ejemplo, lo ve con claridad y dice que lo transmitió a la dirección. Lees a Sarrionandia y lo mismo… Cada vez más gente dice eso, pero añaden: “priorizamos la unidad de la organización”.
También mantuve correspondencia con muchos presos y tuve que escuchar palabras muy duras, pero también había aquellos que me decían que se debía continuar por la vía de la crítica. El problema es que se ha definido la organización de los presos de manera muy rígida. ¿Quién es preso de ETA? El que está en el Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK), y quien no está queda fuera de este mundo. Y el EPPK siempre ha dicho que estaba de acuerdo con todo lo que hacía ETA.
Merece la pena abordar el asunto de los beneficios penitenciarios. El IRA los aceptaba, pero durante años el EPPK no ha aceptado varios de ellos, como por ejemplo solicitar la libertad condicional. En tu opinión, ¿porqué se hacía?
Yo no he entendido porqué se obstaculizaba que la gente saliera de la prisión, siempre que se hiciera de manera leal y sin delatar a los compañeros. Creo que ha sido para repartir la responsabilidad de los dirigentes entre todos los militantes. Un ejemplo de ello es la muerte de Yoyes. En Iparralde había comenzado una fase represiva y la situación de los clandestinos era cada día más dura, pero tenían un colchón: había muchos refugiados allí que no tenían grandes deudas con la justicia, pero tenían alguna asunto que les impedía volver a Hegoalde [el sur]. Colaboraban en el mantenimiento de una infraestructura, casas, coches… conformando un colchón bastante amplio. Sobre Yoyes se comentaba que fue una ofensiva con el objetivo de proteger aquel colchón. Por decirlo así, si aceptaban que Yoyes volviera a Hegoalde, muchos otros también podían hacer lo mismo y eso habría supuesto perder el colchón.
Hablábamos de la prisión, de los beneficios penitenciarios…
Pasa una cosa similar. ¿Quién pude salir de la prisión? Quien no tiene demasiado… Quien tenga una pena larga no saldrá... Por lo tanto, “o todos o ninguno”, y eso significa poner a todos en la piel de quien tiene la pena más larga. Se quiera asegurar una negociación global, la cual solucione también la situación de los dirigentes. No encuentro otra explicación. Del colchón de Iparralde se ha hablado más, pero de este asunto de la prisión no tanto. La gente ha tenido mucho cuidado con criticar a los que estaban en prisión cumpliendo una condena larga, cosa que, por otro lado, resulta comprensible. Sea como fuere, no he reflejado estas apreciaciones mías en el libro, porque considero que la gente todavía tiene que hablar más sobre estas cuestiones para saber con seguridad porqué se hicieron. Por eso, testimonios como el de Gorrindo son importantes.
Las prisiones era otro frente de lucha, además muy utilizado para movilizar a los simpatizantes.
Tenía su relevancia, pero mucho menos de lo que afirmaban algunos, En este ámbito, los que más han sufrido socialmente han sido las familias, pero si bien son muchas, no suponen un movimiento social importante. Para mí, lo más grave de esta cuestión era el tono que se utilizaba contra quien criticaba o aceptaba los beneficios: “Te has quemado, luego calla”. En Italia, por ejemplo, se diferenciaban muy bien a los arrepentidos de los disociados. El arrepentido colabora con el enemigo. El disociado, en cambio, dice lo siguiente: “No estoy de acuerdo, me voy”, y puede que también haga crítica. La vía Azkarraga [excarcelaciones favorecidas por el exconsejero del Gobierno Vasco Joseba Azkarraga], ya existía en 1984 y todavía hoy defiende que no se exigía la delación de nadie. Pero en la prisión no se aceptó esta interpretación: “sí, dicen que no delatarán a nadie, pero cuando salgan lo harán”. Se ha confundido recibir beneficios con la condición de delator.
De todas formas, no quisiera profundizar demasiado en estos temas, porque de lo contrario parece que buscamos todos los errores de ETA, para criticarlas a conciencia. Aunque en esta entrevista no hayamos hablado mucho, quiero destacar que en el libro la represión ocupa un lugar primordial y que resulta fundamental la fraternidad que genera la represión. Mucha gente ha asumido cosas muy graves porque pensaba que era lo mejor para mantener la unidad del movimiento y dar apoyo a los presos y refugiados que se encontraban en situación más precaria. Y no lo digo para evitar hacer patentes las responsabilidades que correspondan, sino porque la represión feroz permite comprender muchas decisiones equivocadas que se tomaron.
Vayamos a la etapa de Lizarra-Garazi. El acuerdo se firmó en 1998, después vino el alto el fuego de ETA, más tarde la ruptura…
Herri Batasuna estaba sufriendo mucho con la estrategia surgida de la ponencia Oldartzen ―atentados contra concejales y políticos…― y en su seno mucha gente quería una nueva negociación. El problema estaba en ETA. ¿ETA apoyó sin ambages Lizarra-Garazi? No lo creo. En la organización muchos sabían desde el principio que aquel proceso fructificaría y por este motivo mantuvieron activo el aparato logístico: suministro, entrenamiento… Estuvieron preparando a la gente para la ruptura, sobre la cual se dieron muchas explicaciones, qué se había pactado entre ETA y los partidos abertzales y qué no… En el libro se habla de todo esto. La cuestión es que el alto el fuego se rompió y que incluso entonces algunos continuaban creyendo que solo con la fuerza de la organización se conseguiría la anhelada negociación, la buena. Este era el principal problema.
En HB había una corriente mayoritaria partidaria de acabar con la lucha armada, pero manteniendo la unidad, y eso es lo que finalmente se ha impuesto. Hay diversos trabajos destacados que analizan cómo vivió HB toda aquella fase, pero todavía no hay suficientes que analicen cómo la vivió ETA. Creo que la disociación orgánica entre ETA y HB comenzó en la época de Lizarra-Garazi, aunque todavía no se hablara de ello. En realidad, dentro de HB mucha empezó a preparar Lizarra-Garazi justo después de Argel. Quizá así se entiende que la Alternativa Democrática surgiera en paralelo a la ponencia Oldartzen. En un primer momento es ETA quien redacta los textos de la Alternativa Democrática, pero más tarde lo hace HB. El escrito que se leyó en el acto del Velódromo [Anoeta, 2004], y que ETA asumió más tarde, estaba redactado por HB.
Se dice que mientras ejercía de parlamentario [2001-2003], Josu Urrutikoetxea preparó aquel camino con Arnaldo Otegi. En el Velódromo, HB presentó como se tenía que hacer la transición desde el punto de vista técnico, pero a mi entender, durante Lizarra-Garazi ya tenía aquella sensibilidad. En este largo proceso no queda claro porqué a ETA le cuesta tanto dar el paso. Para entenderlo mejor habrá que ver quien se mantiene durante todo aquel tiempo en la dirección militar. Sin los nombres no se comprende cómo sucede esto. ¿Qué pasó? Ahora se oye mucho que ETA tenía capacidad para continuar, pero el pueblo no le siguió. ETA mantuvo el modelo político militar hasta el 2009, en los textos y en la práctica, mostrando con claridad quien mandaba y quien no.
Hacemos historia continuamente, construyendo una narración de los últimos sesenta años. Estamos en la fase del relato. Mirando a la historia, ¿qué conviene que quede claro?
Escribiendo el libro, mientras colocaba los ladrillos, me daba cuenta que en aquellas paredes quedaban unos agujeros impresionantes entre ladrillo y ladrillo. En el libro hay más agujero que pared, pero he trabajado con lo que había. Eso sí, una cosa es evidente: este trabajo no se ha hecho para conseguir o favorecer el consenso institucional. No es posible. Tampoco para erigir un especie de bondad sobre las víctimas. La mía es la historia del conflicto y a ser posible una historia contextualizada. ¿Porqué en un momento dado mucha gente aceptó la violencia armada? No solo era necesaria, no solo era legítima, también era una obligación moral contra la represión. Quiero defender la dignidad ética y revolucionaria de aquella generación del comienzo y de las que le siguieron. Y esto desde el primer militante que entró hasta el último. Aun así, está claro que no hemos vencido. La Euskadi socialista, independiente, euskaldun [vascoparlante]... no se ha conseguido. Tampoco hemos conseguido los objetivos de KAS: territorialidad, amnistía, autodeterminación…
La pregunta, entonces, es inevitable: ¿para qué ha servido todo esto?
Bajo mi punto de vista, la pregunta no es esta. La primera pregunta es: ¿porqué hemos perdido? Debemos saber porqué no fuimos capaces de dar nuevos pasos hacia la consecución de la independencia o, al menos, de acabar con dignidad, con la legalización, la amnistía y el reconocimiento del integridad de los militantes. Aun así, ¿ha valido la pena? Por supuesto. Debes hacer y medir las cosas en relación a la situación en que te encuentras.
¿Crees que la izquierda abertzale actual ha hecho suficiente crítica acerca de este proceso?
No, de ninguna manera. Sortu niega la posibilidad de hablar sobre el valor de la lucha armada y la dignidad de los militantes en activo. No lo quiere hacer, así de claro. Ha emprendido el camino de la socialdemocracia, está bajo el control de la ideología securitaria y no lo quiere hacer. En lo que respecta a quienes siguen prisión, por ejemplo, se tendría que hablar menos de victimología y más del significado de los que se ha hecho.
Por otro lado, desde el PNV, el Gobierno Vasco y muchos otros lugares todavía se presiona a la izquierda abertzale para que reconozca que la violencia siempre ha sido injusta.
Eso es una barbaridad. La violencia armada es un elemento de la vida humana. Desgraciadamente hay opresores y oprimidos, desgraciadamente hay muchas situaciones injustas y los estados y otros responsables las mantienen con violencia. Siempre ha habido gente que se ha rebelado con dignidad contra estas situaciones. Hacerlo es uno de los mejores componentes de la humanidad. Es incomprensible decir que en política la violencia siempre es injusta, si no es porque se quiere mantener la situación actual. Eso sí, la revuelta contra la injusticia se debe hacer con principios éticos, estratégicos, técnicos y críticos.
Estamos hablando de la historia de la lucha armada cuando todavía no se ha cerrado del todo el capítulo de la lucha armada. Todavía hay muchos presos.
Si estuviésemos en una situación más normal, yo vería con buenos ojos algo similar a la amnistía como primera medida. Una amnistía solo puede ser consecuencia de la paz social. El Estado podría decir algo como: “Aquí hace tiempo que no hay violencia armada; sabemos que en la representación subjetiva de los insurgentes, actuaron en pro de la justicia. No reconoceremos nunca que fuese así, pero teniendo en cuenta en el País Vasco todavía mucha gente siente que esto ha sido un capítulo de la lucha por su libertad, concedemos la amnistía sin realizar ningún juicio político. Se ha acabado”. Si pasase eso, estoy seguro que algunos de nosotros harían autocrítica a otro nivel o darían informaciones fundamentales para aclarar muchos episodios. Así pues, hay que luchar por la amnistía y hay que recordar los motivos políticos y morales de la revuelta.
(Entrevista realizada por Xabier Letona Biteri, publicada el 28 de marzo de 2021” en el suplemento Larrun del semanario Argia).
Militó en ETA. Dejó la organización a mediados de los años 70. Después de huir de Euskal Herria, acabó en Bruselas los estudios de medicina y desde entonces ha vivido en Angelu (Lapurdi, País Vasco Norte) dedicado profesionalmente a la ginecología. Ha publicado numerosos libros, analizando principalmente el punto de vista del nacionalismo vasco y de clase y también es autor de centenares de artículos publicados en la prensa vasca, muchos de ellos en ARGIA.
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