PORTUGAL VOTA EN BUSCA DE ESTABILIDAD
Como parte del escenario político europeo actual, de electorados y parlamentos fragmentados, el primer ministro socialista António Costa se juega este domingo 30 su continuidad después de romper la coalición con sus aliados menores de izquierda desde 2015, por falta de apoyo a sus cuentas públicas para 2022.
Unos 9,3 millones de portugueses están convocados a votar este domingo 30 de enero en comicios anticipados que definirán la formación de un nuevo gobierno, tras la caída en noviembre de la coalición que lideraba el socialista António Costa cuando sus aliados izquierdistas le retiraron el apoyo a su presupuesto para 2022.
Durante las presidenciales celebradas en 2021, Portugal estaba siendo impactado de lleno por el COVID-19 y la participación electoral bajó al 40%. En septiembre se celebraron comicios municipales, con menos restricciones. Con la situación sanitaria otra vez complicada por la variante ómicron, la concurrencia se resentirá: hay más de 400 mil aislados, y más de 50 mil casos y 50 muertes al día. Aun así, el gobierno puso fin al teletrabajo preventivo y los estudiantes están volviendo a las aulas.
Costa, de 60 años, fue protagonista desde 2015 de una inédita alianza, llamada también “geringonça” (jerigonza, un lenguaje difícil de entender, ndlr) por su integración variopinta, con el Partido Socialista a la cabeza, más el Partido Comunista (PCP), al Bloque de la Izquierda (BI) y Los Verdes (PEV).
La coalición logró sobrellevar el ajuste fiscal que exigía la “troika” de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), con una recuperación económica, del empleo y del salario que fueron en su momento referencia en toda la Unión Europea.
Aunque Costa fue reelegido en 2019, esa alianza fue sometida a una prueba extrema por la crisis de la pandemia. En noviembre pasado, sin el apoyo necesario de sus socios para aprobar el Presupuesto de 2022, el gobierno de Costa cayó y el presidente Rebelo de Sousa convocó a elecciones anticipadas para, probablemente, confirmar la primacía socialista pero disponerse a gobernar en minoría.
Hace un año, el conservador Rebelo de Sousa era reelegido presidente de la República, un contrapeso ideológico para el gobierno de Costa que el líder del Partido Social Demócrata (PSD), el centroderechista Rui Rio, intentará reafirmar en estos comicios parlamentarios, aunque sin mayor éxito según los sondeos.
Costa pide ahora a los portugueses que lo voten para asegurar la estabilidad y el crecimiento. “Necesitamos un gobierno estable para los próximos cuatro años, para no andar de crisis en crisis ni volver a tener sobresaltos políticos tan dramáticos como este que estamos viviendo en la lucha contra la pandemia… Tenemos que concentrarnos en la recuperación y el progreso”.
FIN DE UNA EXPERIENCIA
La coalición de la geringonça le había permitido a Portugal sobreponerse a la traumática experiencia de ajuste impuesta desde las instituciones políticas y financieras europeas en el país tras la crisis global de 2008-2010, y que provocó protestas populares inéditas desde la Revolución de los Claveles de 1974, al grito de “Que Se Lixe a Troika! (que se joda la Troika)”.
El país había pactado una asistencia europea de 78.000 millones de euros bajo el gobierno del conservador Pedro Passos Coelho (PSD), quien como contrapartida impuso un severo ajuste fiscal para hacer frente a desequilibrios macroeconómicos y a una deuda del 130% del PIB, más alta que la de Grecia o España.
Según los conservadores, ese gobierno hizo el trabajo “difícil” para recuperar al país tras la gran crisis, pero en 2015, aunque Passos Coelho fue el candidato más votado, con 38,5%, la novedosa alianza parlamentaria de izquierda propuesta por Costa se hizo del gobierno para imponer un giro.
El resultado es que la economía portuguesa, basada en turismo y construcción, comenzó a crecer a buen ritmo desde entonces con las inversiones y las exportaciones, a la vez que bajó la desocupación (hoy, 6,7%) y aumentaron los salarios (hoy 1.010 euros promedio). Con esa coalición, Portugal bajó su déficit público a casi cero el en pre pandemia y redujo la deuda (a 117% en 2019).
La coalición, que logró avances sociales (legislación sobre aborto e igualdad de género, entre otras), impuso la semana laboral de 35 horas en el estado bajó el IVA de 23 a 13% y frenó privatizaciones, comenzó a desflecarse políticamente y, frente a la crisis que dejó la pandemia, terminó de romperse hace tres meses.
La pandemia golpeó duro a la economía portuguesa, que en 2019 cayó 7,6%, aunque rebotó en 2021, un 4,8%, y seguirá creciendo en 2022, hasta 5,6% según estimaciones del Banco Central.
Costa buscó acelerar las ayudas post pandemia de la UE -16.600 millones de euros durante los próximos cinco años- pero sus aliados demandaban más fondos y menos restricciones. Toda la oposición, izquierda y derecha por igual, rechazó el proyecto de Presupuesto 2022 (117 votos a 108) y la experiencia política acabó.
Cambios posibles
Como antecedente inmediato, los socialistas ganaron las últimas elecciones municipales de septiembre, con el 34,4% de los votos en un total de 308 ciudades, contra 30,8% de la oposición conservadora. Pero el PS, que reafirmó un predominio en las locales ya exhibido en 2013 y 2017, recibió un llamado de atención al perder el control de la capital, Lisboa, a manos de la centroderecha.
Según los sondeos, el Partido Socialista de Costa, de larga tradición socialdemócrata y europeísta, volverá a imponerse en las urnas como primera minoría, y sus antiguos socios comunistas, izquierdistas y verdes renovarán sus apoyos después de la ruptura de la coalición.
"Tenemos que resolver rápidamente esta crisis política absurda", dijo el primer ministro socialista todavía en funciones sobre el bloqueo provocado en el Parlamento. Costa espera obtener casi una decena de diputados más que en 2019, que le permitiría asegurarse la mayoría absoluta sin depender de sus exaliados.
Si Costa se impone como se prevé, tendrá dos alternativas: gobernar en minoría hasta buscar un nuevo espaldarazo electoral en el futuro, o negociar ley por ley con cada uno de sus antiguos socios de coalición. En campaña, desde el 1 de enero aprobó un salario mínimo de 705 euros, con un aumento de 40, que beneficiará a unos 880.000 trabajadores, y propone llegar a los 750 euros en 2023.
Enfrente, el panorama no es menos sencillo, con la centroderecha tradicional del PSD liderada por Rui Rio (ex alcalde de Porto) asediada esta vez por formaciones minoritarias de ultraderecha (Chega) y liberales que entraron al Parlamento con sólo una banca cada uno pero que aspiran a sacar provecho de la crisis política y absorber hasta 6% a la principal fuerza opositora (32% en los sondeos).
El abogado y comentarista deportivo André Ventura, un exmilitante del PSD que ya hermanó su ultraderechista Chega con Vox de España, hizo una campaña con propuestas como la castración química de violadores y la reintroducción de la pena de muerte en el país (el primero en abolirla, en 1884), y aspira a desplazar como tercera fuerza tanto al Bloco de Esquerda como al propio Partido Comunista.
Con esas pretensiones, Ventura le propuso al PSD de Rui Rio formar una alianza de derechas para desplazar y poner fin a seis años de gobiernos socialistas, pero el líder conservador anticipó su rechazo: “No puedo hacer una coalición con un partido inestable”, se excusó públicamente haciendo alusión a una traumática experiencia previa de las dos fuerzas en las islas de las Azores.
Rio propone reformas económicas, de salud y educación, con “un nuevo gobierno con coraje para llevar a cabo reformas en diferentes sectores de nuestra sociedad, que se distinga del socialista que, en sus últimos seis años, ha postergado al país por subordinación a las fuerzas de izquierda más extremistas”.
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