“Una vida hermosa”: Luis Alberto Spinetta
A un nuevo aniversario de su nacimiento y en el Día Nacional del Músico, un recorrido por el libro de Miguel Grinberg nos presenta una mirada profunda sobre la vida y obra del artista.
Por Inés Busquets
Como los fueguitos de Galeano o los imprescindibles de Bertolt Brecht, hay hombres y mujeres que nacen para iluminar el mundo.
Seres que parecieran estar tocados por la varita mágica por el solo hecho de entender su misión en la tierra.
Sin duda, Luis Alberto Spinetta es uno.
Un 23 de enero de 1950 en el barrio porteño Bajo Belgrano nacía un grande, motivo por el cual hoy también se celebra El Día Nacional del Músico/a/x.
Es vasta y completa la lista de biografías, relatos y entrevistas que hablan de su grandeza y composición musical; sin embargo elegí Una vida hermosa, de Miguel Grinberg porque tiene el impacto de las cartas entre poetas. Leerlo te convertirte en testigo de una complicidad insondable. La sesuda profundidad hace de la palabra una herramienta íntima e inalcanzable.
Cuando lo leía pensaba cuáles fueron los tiempos del libro y el proceso creativo porque da la sensación que ya lo venía escribiendo en su cabeza desde el último encuentro y que tras la pérdida irrefrenable la emoción fluyó con transparencia y naturalidad.
Será también que el registro de un amigo o compañero de ruta siempre logra materializar la verdadera esencia del ser.
Miguel Grinberg en Una vida hermosa capta exactamente eso, la evolución espiritual de una persona que en todos sus proyectos persiguió el objetivo de trascender a través del amor, porque así lo entendía: “Su obra es un continuo entrelazamiento de visiones, una danza sideral, que solo el amor pudo sostener”.
“Espontáneo, obstinado, inflexible y alquímico, como un resplandor fugitivo”. Así lo describe Miguel en el libro. Un humanista que comprendió que la cima no era la fama y el reconocimiento sino la evolución creativa.
Una vida hermosa (Ed, Atlántida, 2015), como explica la contratapa, no es una biografía cronológica, es un homenaje donde el autor hace el recorrido del artista en base a sus influencias, pensamientos y acciones, complejizado aun por la coyuntura y los procesos políticos y sociales del país.
El libro es un conjunto de pequeños tesoros, cada capítulo revela un momento determinado por algo: una charla, un encuentro, una reflexión. Por ejemplo un disparador es el viaje a La Plata para la presentación de Artaud en Atenas en el año 1973, y de repente irrumpe la descripción del silencio como absoluto y dominante, transfiriendo de alguna manera una situación única y contemplativa. Más adelante por supuesto relata el recital y cuenta las bases del manifiesto “Rock, música dura, la suicidada por la sociedad” que entregaron esa noche, pero leer el silencio como lenguaje en una escena determinada es impactante, luego agrega: “Entonces sucedió de modo inesperado. Durante los largos minutos en que Luis permaneció callado, muchas cosas se ordenaron en su corazón”.
Al principio del libro Miguel expresa: “Alguna vez, dentro de no mucho tiempo, alguien dotado de honda inspiración abordará detallada y líricamente la obra de Luis Alberto Spinetta y expondrá las coordenadas proféticas de su ser como criatura visionaria. Lo hará descifrando paso a paso su mundo estético y poético, bien por detrás de las anécdotas, las cronologías y las discografías”. Algo de esto ya ocurre con Una vida hermosa.
Una de las bellezas del libro es el último encuentro entre los dos, Miguel sabía que había un asunto antiguo que necesitaba blanquearse porque el músico había quedado disgustado. El productor utilizó una grabación que había tenido lugar en el 1977 para el libro Cómo vino la mano donde Spinetta no hablaba en buenos términos de otros músicos, es por eso que aprovechó la oportunidad para pedirle disculpas.
“Por fin llegó el momento. Primero, sobre la mesa de su cocina, fui sacando de mi bolso unos libros que deseaba regalarle, mientras le contaba cosas acerca de cada título. En medio de ese diálogo, hice referencia directa al tema que deseaba esclarecer:
−Luis, yo sé que una vez te disgustaste porque publiqué conceptos tuyos que hubieses preferido mantener en un archivo privado. Quisiera pedirte disculpas por aquello.
Se quedó un largo rato callado, mirándome con una sonrisa apenas esbozada. Sentí que estaba buscando las palabras exactas para quitarle dramatismo a la escena. Y, a media voz, con mucha suavidad, dijo:
−Ya no tiene importancia, che. Éramos muy jóvenes, y no entendíamos bien ciertas cosas”.
El poeta, periodista y productor transita diferentes tópicos como la historia de la música, la formación del rock en la Argentina, la dictadura, el capitalismo, la locura, los jóvenes, la política desde una mirada holística y humana. Una observación comprometida, pero crítica y reflexiva. El Tao con sus matices y sus contradicciones. Un camino y el perfecto equilibrio entre el espíritu y la materia.
Las voces de Artaud, Rimbaud, Van Gogh, Arthur Miller, The Beatles aparecen como destellos, inspiradores y guías en el paroxismo de la creatividad. También, los pares, los amigos, los amores, los hijos, padres y hermanos como compañeros de vida.
Por momentos el libro me llevó a Atrapa el pez dorado, donde David Lynch aborda el tema de la meditación, la conciencia y la creatividad.
Y como un mantra universal la gratitud que nos salva y nos incluye: “Damos gracias al ángel porque hayas estado tan cerca de nosotros, compartiendo el difícil oficio de crecer y luchar en la jungla de estos edificios...
Gracias de nuevo por tantas revelaciones en el crepúsculo de un siglo lleno de infamias…
En resumidas cuentas, no te fuiste, aquí estás brillando como tantos otros diamantes locos, alucinados por vivir, por amar en todas las direcciones, por salvarnos incluso cuando nos extraviamos. Estrella indómita en la noche negra, de hoy en adelante besando para siempre a una muchacha ojos de papel. Si, si, si, una y mil veces, te damos gracias”.
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