EE.UU.: La hegemonía demócrata, en peligro
Harold Meyerson
Robert Kuttner
Manchin y Sinema podrían sentenciar a los demócratas en 2022
Harold Meyerson
No soy consciente de ninguna encuesta que haya planteado la pregunta "¿Cree usted que al presidente Biden le están mareando la perdiz dos senadores?", pero creo que un gran número de estadounidenses, si se les preguntara, respondería afirmativamente. Por supuesto, no sólo se trata de Biden, sino que es a todo el Partido Demócrata, de arriba abajo, al que le están mareando la perdiz los senadores [Joe] Manchin y [Kyrsten] Sinema, y es el Partido Demócrata en su conjunto el que probablemente pague el precio de esto en las elecciones de mitad de mandato del próximo año.
Ya hemos pasado por esto. Durante los dos primeros años de su presidencia, Barack Obama se enzarzó en lo que entonces parecía una interminable sucesión de negociaciones con republicanos y senadores demócratas de centro sobre su propuesta de Ley de Asistencia Asequible [Affordable Care Act]. Al final, los republicanos la rechazaron rotundamente, pero quizá fuera todavía más irritante la determinación de dos senadores demócratas en particular -el presidente del Comité de Finanzas, Max Baucus, de Montana, y Joe Lieberman, de Connecticut- de recortar el proyecto. Y se recortó, ya que Obama y sus compañeros demócratas se vieron obligados a ceder ante la exigencia de Baucus y Lieberman de eliminar el establecimiento de una opción pública que pudiera competir con las corporaciones privadas de seguros médicos, que tienen fines lucrativos y niegan cobertura.
Tal como he escrito en el último número en papel del Prospect, el tiempo desempeña un papel crucial en la evaluación que el público hace de los funcionarios elegidos y de sus programas. Un programa que tarda en ponerse en marcha y en hacer llegar sus prestaciones a la población no suele beneficiar a sus creadores en las elecciones posteriores a su promulgación. Del mismo modo, un presidente que proclama un programa audaz, sólo para pasar meses viéndose obligado a recortarlo debido a la obstinada resistencia de un puñado de legisladores que tienen la sartén por el mango en la tramitación, no sale indemne de ese proceso. Obama seguramente no salió indemne, aunque su incapacidad para persuadir a algunos renegados nominalmente demócratas de que apoyaran el bien público por encima de sus donantes del sector de seguros fue sólo una de las razones por las que los demócratas fracasaron en las elecciones intermedias de 2010, perdiendo ambas cámaras del Congreso en ese proceso.
Lo que me preocupa es que Joe Biden esté atrapado en la misma dinámica que afectó a Obama, cayendo vertiginosamente en las encuestas, conforme los dos renegados demócratas, igualmente más bajo el influjo de los donantes (y de la economía negada para los números) que atentos al interés público, se van imponiendo al presidente y al resto del partido en reducir un cambio largamente esperado destinado a reforzar la suerte de la mayoría de los estadounidenses. De hecho, Biden ha declarado públicamente que, al disponer solamente de cincuenta demócratas en el Senado, un senador solo -o en este caso, dos- goza efectivamente de poderes presidenciales. El hecho de que Manchin obligue a sus compañeros demócratas a reducir sus propuestas a la mitad (o, si no quiere pasar de 1,5 billones de dólares, a reducirlas a tres séptimas partes), y que Sinema rechace un aumento de los tipos impositivos a los ricos y a las empresas, ha disminuido claramente la apariencia y la realidad del poder de Biden, sea esa o no la intención de ellos dos.
A buen seguro, hay otros factores tras la erosión del apoyo público a Biden, como ocurrió con Obama, y hay una clara posibilidad de que cuando se aprueben finalmente los proyectos de ley de infraestructuras y el Build Back Better, y sus programas se apliquen con prontitud (eso esperamos), Biden se recupere. Pero al igual que Baucus y Lieberman desempeñaron su papel a la hora de desbaratar a Obama y entregar el Congreso a los republicanos, Manchin y Sinema parecen dispuestos a tener un efecto similar sobre la suerte de Biden y sus colegas del Congreso.
A veces, la tragedia se repite como tragedia.
No demos por perdidos a Biden y los demócratas
Robert Kuttner
A medida que se hacen eternas las negociaciones presupuestarias, con el programa de Biden estancado merced a un minúsculo grupo de demócratas empresariales que no representan a la abrumadora mayoría de su partido, se va asentando un sentimiento enfermizo. Se va desmoronando la gran promesa de los primeros seis meses de Biden, se regodean los medios de comunicación de derechas, y está listo el escenario para el habitual revés de mitad de mandato en 2022.
¿Qué podría cambiar este sombrío escenario? Se me ocurren tres cosas.
En primer lugar, cuando los demócratas lleguen finalmente a un acuerdo presupuestario, Biden podrá dedicarse a la tarea de gobernar. Y hasta con 1,75 billones de dólares, más los 550.000 millones de dólares de dinero nuevo en el proyecto de ley bipartidista de infraestructuras, hay mucho para poder atraer a los votantes.
En segundo lugar, los demócratas pueden verse rescatados por Donald Trump. En un momento en el que los republicanos necesitan a la base de Trump, pero quieren que el propio Trump se calle, por favor, Trump sigue pleiteando sobre 2020 y apoyando a candidatos corruptos y de extrema derecha que a los demócratas les resultarán más fáciles de batir en la mitad de la legislatura. En Georgia, Trump presionó al resto del estamento de poder republicano para que apoyara a Herschel Walker, antigua estrella del fútbol americano sin experiencia política, cuya ex mujer testificó en una demanda de divorcio que le había amenazado con "volarle los jodidos sesos".
Trump les hará los demócratas el regalo de más candidatos de esta laya. Y cuanto más siga Trump en el candelero, más energía dará a los demócratas, más avergonzará a los republicanos e influirá en los independientes.
En tercer lugar, con el acuerdo presupuestario finalmente concluido y unos medios de comunicación menos centrados en las divisiones entre los demócratas, podemos volver a responsabilizar a los republicanos por su omnipresente bloqueo de las medidas políticas que desean la mayoría de los norteamericanos. Con el Build Back Better, Biden descubrió su Roosevelt interior. Ahora tiene que descubrir el Harry Truman que lleva dentro.
En 1948, los republicanos controlaban ambas cámaras del Congreso. El índice de aprobación de Harry Truman estaba en la escala del 30 %. Se esperaba de modo general que perdiera. Así que Truman envió al Congreso un programa a escala de Roosevelt que sabía que los republicanos rechazarían, y salió a la calle a recordar a los votantes la diferencia entre republicanos y demócratas.
"No voten por mí", decía. "Voten por ustedes mismos".
Eso fue lo que hicieron, y así venció Truman a Dewey, llevándose de nuevo el Congreso consigo. Sí, fue algo único, pero la historia está hecha de episodios únicos. Así que es demasiado pronto para dar por perdidos a los demócratas para 2022, si Biden juega bien sus cartas.
ha sido columnista del diario The Washington Post y editor general de la revista The American Prospect. Considerado por la revista The Atlantic Monthly como uno de los cincuenta columnistas más influyentes de Norteamérica, Meyerson es además vicepresidente del Comité Político Nacional de los Democratic Socialists of America.
cofundador y codirector de la revista The American Prospect, es profesor de la Heller School de la Universidad Brandeis. Columnista de The Huffington Post, The Boston Globe y la edición internacional del New York Times, su último libro es "Debtor´s Prison: The Politics of Austerity Versus Possibility".
The American Prospect

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