Pueblo y poder – Por Luis Bruschtein
Luis Bruschtein sostiene que desde su origen, el peronismo insertó a su plataforma de base socioeconómica, las llamadas tres banderas: justicia social, independencia económica y soberanía política, políticas de género, de medio ambiente y de derechos humanos. El gran triunfo del peronismo, que lo consolidó en la disputa por el poder, fue unir estas propuestas populares para transformarlas en conquistas.
Por Luis Bruschtein*
(para La Tecl@ Eñe)
Las políticas de género, las políticas de medio ambiente y las de derechos humanos han formado parte del peronismo. Desde el principio se impulsaron los derechos de la ancianidad, como se decía en su momento y los derechos de los niños. Evita fue una defensora de los derechos de la mujer y Perón fue un adelantado al plantear la problemática del medio ambiente y la ecología.
El peronismo insertó esa política de ampliación de derechos sobre su plataforma de base socioeconómica, las llamadas tres banderas: justicia social, independencia económica y soberanía política. Para muchos, el peronismo es una construcción doctrinaria acabada, redonda desde un punto de vista teórico, que da respuesta a todas las problemáticas. Pero a lo largo del tiempo y de las mismas intervenciones de Perón, se mostró más como una fuerza cuyo eje teórico esencial es dar lugar a los intereses populares, captarlos, representarlos y desarrollar un discurso que interprete esas problemáticas.
Esas tres banderas más las ideas de la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación marcan los andariveles del peronismo en el imaginario popular que representa. Una estructura dogmática no hubiera resistido los cambios drásticos que impusieron el desarrollo tecnológico y la globalización neoliberal. En ese transcurso estallaron los paradigmas del capitalismo industrial así como las fórmulas para superarlo.
No es una carcasa vacía para disputar el poder, como quería verlo el menemismo. Esa visión hubiera llevado a la extinción del peronismo. Pero tampoco es un dogma cerrado, porque eso también hubiera marcado su final.
Su fuerza reside en la característica del vínculo con los sectores populares. Se alimenta y se transforma sobre la base de esa conexión cuyas características se van transformando en el marco de esas tres banderas y las dos grandes ideas.
El peronismo fue cambiando, algunas veces de la mano de Perón, y otras por su propia dinámica frente a las transformaciones de la realidad. Pero no puede ser antipopular ni enrolarse en propuestas neoliberales, dependientes o elitistas porque si rompe ese vínculo, lo cual se ha intentado más de una vez con mayor o menor fuerza, desaparecerá, o entrará en un proceso de degradación.
El peronismo no es una fuerza testimonial. Por el contrario, es una máquina aceitada para disputar el poder, pero no por el poder mismo sino para convertir las propuestas populares en conquistas. Estructura y mecanismo provienen de su origen. Perón no fue un teórico al estilo de Marx, Heidegger o Benjamin, pero fue un gran conductor, un estratega enfocado en la disputa de poder con las cartas que tenía en la mano. Y su carta más fuerte siempre fue el respaldo de la base social peronista, desde el 17 de octubre y después durante los 18 años de su exilio. Hay un maridaje entre esos dos factores que dieron forma al peronismo: su aptitud para disputar poder y su ligazón con los sectores populares.
Es una descripción que trata de ser respetuosa de la historia del peronismo, con sus transformaciones y sus internas volcánicas.
La incorporación a esa programática popular, en ese contexto, de la nueva generación de derechos de minorías sexuales y las políticas de género así como la participación protagónica en la defensa de los derechos humanos, es un síntoma de más peronismo y no de socialdemocratización del peronismo como algunos lo plantean.
Esta crítica provino de sectores del peronismo que disintieron y disienten con estos lineamientos que reafirman el sentido de aquellas primeras luchas que impulsaron Perón y Evita a contrapelo del sentido común hegemónico, como el voto femenino o la ecología.
Casi todas las conquistas sociales de los trabajadores habían sido propuestas desde antes por socialistas y comunistas. Y cuando se concretaron a partir del 45, muchos de ellos se incorporaron al peronismo, que construyó su propia identidad sobre la base de esos y otros afluentes.
Hay una ligazón entre la política de ampliación de derechos y las fuerzas políticas populares. No quiere decir que solamente las fuerzas populares las pueden asumir, sino que ellas no pueden dejar de asumirlas, porque de esa forma se completan, desarrollan su fuerza ante las nuevas realidades y logran mantener esa conexión enriquecedora, pero también cambiante con el universo de lo popular.
No se cambia una cosa por otra. Estos derechos no reemplazan al impulso de justicia social, independencia económica y soberanía política, sino que lo completan, lo alimentan y agregan fuerza, como fue al principio.
La derecha se proyecta a su vez sobre estas situaciones. Su estrategia ha sido encarar estas temáticas en forma compartimentada, recortando las conexiones de lo cultural con lo económico y con lo político. Y así han aparecido propuestas internacionales y algunas ONG’s que tratan de utilizar estos nuevos derechos para confrontarlos con los movimientos populares.
Temáticas supuestamente ambientalistas se han esgrimido para impedir la utilización de tecnologías que aprovechaban las economías desarrolladas. Y trataron de usar la supuesta defensa de los derechos humanos como argumento para justificar invasiones o agresiones a gobiernos populares. En otros casos se manipularon las políticas de género para dividir y provocar.
Los peronistas que dicen que no es propio del peronismo la defensa de estos derechos, aluden también a estas prácticas de la derecha: argumentan que son temas que dividen y que por algo la derecha está tan interesada en difundir. Y muchos empiezan a dudar cuando ven efectivamente las políticas de género, ambientales o de derechos humanos que se difunden desde fundaciones de bancos o grandes trasnacionales o del mismo gobierno norteamericano.
Lo que busca esa estrategia es separar lo que junta el peronismo. El objetivo es descontextualizar esos reclamos de las luchas económicas y políticas, apartarlos de la disputa de poder. Porque el gran triunfo del peronismo fue juntarlas, para convertir las propuestas en conquistas. Si el movimiento popular abandona esas propuestas porque implican en su seno debates crispados, estaría haciéndole el juego a la derecha.
El territorio de esos derechos abrió nuevos escenarios que acribillan el sentido común hegemónico y por lo tanto generan controversias, espejismos, exageraciones y preparan el terreno para la trampa del divisionismo. Si esos debates son conscientes de que el único destino en el que sus aspiraciones puedan realizarse es aportando a la disputa por el poder, se convierten en fuerza y no en división. Esa ha sido la virtud del peronismo en muchos temas.
*Periodista.
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