Hace 150 años, en una pequeña ciudad del sur de Polonia llamada Zamość, nacía Rosa Luxemburgo. En un ensayo que le dedica como si se tratara de una amiga (comienza: “¡Rosa! Te conozco desde que era un niño…”), John Berger cita este fragmento de una carta que, poco antes de ser asesinada en Berlín, desde la prisión, Rosa le escribió a alguien que se quejaba demasiado: Ser un ser humano es lo más importante, por encima de todo lo demás, y eso significa ser firme y claro y alegre; sí, alegre, a pesar de todo y de nada, porque quejarse es asunto de los débiles. Ser un ser humano significa lanzar con alegría toda tu vida a la gigantesca balanza de la suerte, si ha de ser así, y al mismo tiempo regocijarse con la luz de cada día y la belleza de cada nube. Diego Tatian evoca en este texto una de las primeras traducciones al castellano de la revolucionaria polaca, impulsada desde Córdoba por José María Aricó.
Por Diego Tatian*
(para La Tecl@ Eñe)
Cuando la traducción de un pequeño “folleto” de Rosa Luxemburg ganaba las calles de Córdoba en mayo de 1970, se cumplía exactamente un año de la más emblemática y formidable huelga obrera en la historia de la ciudad, Aramburu era secuestrado por Montoneros para ser finalmente ajusticiado en Timote, y pocas semanas después -en agosto- Borges publicaba un libro de cuchilleros, su libro más violento: El informe de Brodie. Esta brusca conjunción (en apariencia) heteróclita porta en germen, indecidibles, la esperanza y el miedo, la vida y la muerte, la emancipación y la catástrofe, la dictadura y la revolución.
Traducido desde versiones francesas e italianas por Nora Rosenfeld y José Aricó, Huelga de masas, partido y sindicatos (Massenstreit, Partei und Gewerkschaften, 1906) es la primera edición castellana de este clásico escrito de intervención política, publicado como Cuaderno de pasado y Presente nº 13, junto a una Advertencia (seguramente escrita por Aricó) y al texto de Paul Frӧhlich (“Una nueva arma”, asimismo traducido del francés), que corresponde al capítulo 7 de su clásica biografía Rosa Luxemburg: Her Life and Work (Londres, 1940).
Ignoramos la cantidad de ejemplares de la que se componía esta primera edición cordobesa[1], pero podemos imaginar su inmediata circulación militante, su impacto en las discusiones de los sindicatos clasistas y en los grupos de izquierda que desde hacía ya varios años saturaban la ciudad de activismos prácticos y debates teóricos. La intensa inclusión de Rosa Luxemburg en la apuesta político-cultural de los CPyP[2] marcaba no solamente el espíritu heterodoxo que animaba al grupo editor, sino también ponía una marca nítida contra la burocratización de buena parte de la izquierda argentina –y, por supuesto, tensaba con la hegemonía sindical peronista.
El escrito luxemburguiano de 1906 -dirá años más tarde Aricó en el curso de El Colegio de México (1976-1977) dictado en el exilio- era un posicionamiento que instaba a la socialdemocracia alemana a adoptar la huelga de masas como un factor político fundamental[3], y a subordinar el partido y los sindicatos a la vitalidad del torrente revolucionario. En efecto, la revolución rusa de 1905 había sido el meteorito que hacía estallar los burocaratismos, los oportunismos y los revisionismos en los que se hallaba capturado buena parte del movimiento obrero europeo. El “brusco trueno de enero” que acababa de conmover la conciencia social desde San Petersburgo y otras ciudades del Imperio ruso, refulgía como testimonio inapelable de la espontaneidad creadora que anima las luchas obreras en el mundo entero.
Rosa Luxemburg partía de la clásica impugnación de la huelga que Engels había lanzado en Los bakuninistas en acción de 1873[4], para sostener que -aunque a distancia de cualquier reivindicación del anarquismo- esta y otras críticas a la huelga de masas quedan perimidas tras la experiencia de 1905, y señalan un rumbo. Como arma revolucionaria, la huelga no sustituye otras acciones de lucha sino que las complementa, y sobre todo permite imaginar alternativas a la lucha parlamentaria pregonada por los socialistas (“la pequeña guerra entre ranas y ratones del parlamentarismo burgués”).
En cuanto fenómeno espontáneo y vivo de la historia, la huelga de masas no puede prohibirse ni tampoco decidirse desde un buró sindical o político; no es un artificio de la táctica que pueda imponerse en la trama de los acontecimientos, sino lo que irrumpe por la potencia misma del tiempo plural revolucionario[5]: “no es la huelga de masas la que produce la revolución sino la revolución la que produce la huelga de masas”. O dicho de otro modo, las luchas y las acciones obreras prosperan cuando “ya está la revolución”; no son el resultado de una “educación” ni de una disciplina (“la revolución no se aprende en la escuela”). La “dialéctica viva” de la historia muestra que la organización es el efecto natural de las luchas, pero nunca su causa.
Este precioso vitalismo revolucionario le valió a Rosa ser impiadosamente menoscabada tanto por socialistas como por comunistas, y marginada de las grandes discusiones en el seno del movimiento obrero –con la casi solitaria excepción del artículo Fuera las manos de Rosa Luxemburg que Trotsky escribió en Turquía en 1932. Huelga de masas… trasunta una arrolladora confianza en la vida como alma misma de la historia, que entrega siempre a quien sabe percibirlas las señales del torrente revolucionario por venir cuando aún contiene su irrupción. La potencia de ese vitalismo -que extrae su lección de las huelgas obreras de 1905, en un país que doce años más tarde sería el escenario del más importante acontecimiento emancipatorio de la historia humana- llegaba muchas décadas después a la ciudad de Córdoba, donde precisamente se gestaba una cultura obrera que no volvió a repetirse.
Nada impide imaginar una reunión de formación política obrera en alguna perdida tarde de domingo o noche de jueves al final de la jornada laboral, en una salita del sindicato, y alguien que llega con Huelga de masas, partido y sindicatos bajo el brazo para mostrarles a sus compañeros esta página:
“[En Rusia] En lugar de un esquema rígido y vacío que nos muestra una ‘acción’ política lineal ejecutada con prudencia y según un plan decidido por las instancias supremas de los sindicatos, vemos un fragmento de vida real hecho de carne y de sangre que no se puede separar del medio revolucionario, unida por el contrario por mil vínculos al organismo revolucionario en su totalidad… A veces la ola del movimiento invade todo el Imperio, a veces se divide en una red infinita de pequeños arroyos; a veces brota del suelo como una fuente viva, a veces se pierde dentro de la tierra. Huelgas económicas y políticas, huelgas de masas y huelgas parciales, huelgas de demostración o de combate, huelgas generales que afectan a sectores particulares o a ciudades enteras, luchas reivindicativas pacíficas o batallas callejeras, combates de barricada: todas estas formas de lucha se entrecruzan o se rozan, se atraviesan o desbordan una sobre la otra; es un océano de fenómenos eternamente nuevos y fluctuantes… la acción de la huelga no se detiene prácticamente ni un solo instante… Es el pulso vivo de la revolución y al mismo tiempo su motor más poderoso”.
Referencias:
[1] Según la investigación de Raúl Burgos en los archivos de la Editorial Siglo XXI (donde fueron reeditados estos primeros Cuadernos), la segunda edición de septiembre de 1974 tuvo una tirada de 14000 ejemplares; la tercera edición de junio de 1975 una tirada de 4000 ejemplares y la tercera de junio de 1978 una tirada de 2000 ejemplares (Raúl Burgos, Los gramscianos argentinos. Cultura y política en la experiencia de Pasado y Presente, Siglo XXI, Buenos Aires, 2004, p. 407).
[2] Además de Huelga de masas…, otros seis Cuadernos recogen textos de RL: Lenin, Rosa Luxemburg, Georg Lúkacs, Teoría marxista del partido político / 2 (problemas de organización) (nº 12, 1969); Rosa Luxemburg, Introducción a la economía política (nº 35, 1972); Rosa Luxemburg, Nicolai Bujarin, El imperialismo y la acumulación del capital (1975, nº 51); Parvus, Paul Frӧhlich, Franz Mehring, Rosa Luxemburg, Émile Vandervelde, Karl Kautsky, Debate sobre la huelga de masas / Primera parte (1975, nº 62); Rosa Luxemburg, El desarrollo industrial de Polonia y otros escritos sobre el problema nacional (1979, nº 71); y Rosa Luxemburg, La cuestión nacional y la autonomía (1979, nº 81).
[3] José María Aricó, Nueve lecciones sobre economía y política en el marxismo, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2012, p. 224.
[4] “En el programa bakuninista -escribió Engels allí-, la huelga general es la palanca de la que hay que valerse para generar la revolución social. Una buena mañana, los obreros de todos los gremios de un país y hasta del mundo entero dejan el trabajo y, en cuatro semanas a lo sumo, obligan a las clases poseedoras a darse por vencidas o a lanzarse contra los obreros, con lo cual, dan a estos el derecho a defenderse y a derribar, aprovechando la ocasión, toda la vieja organización social. La idea dista mucho de ser nueva… si bien se reconoció por todo el mundo que para esto hacía falta una organización perfecta de la clase obrera y una caja bien repleta. Y aquí precisamente la dificultad del asunto… si dispusiese de ambas cosas no necesitaría dar el rodeo de la huelga general para llegar a la meta…”.
[5] “[En] la escuela viva de los acontecimientos… las diversas corrientes subterráneas del proceso revolucionario se entrecruzan, se obstaculizan mutuamente, avivan las contradicciones internas de la revolución, sin embargo esto tiene por resultado precipitar e intensificar la poderosa explosión…”.
*Doctor en filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba y doctor en ciencias de la cultura (Scuola di Alti Studi Fondazione Collegio San Carlo di Modena, Italia). Investigador del Conicet.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario