DI FLORENCIA BENSON
Argentina: sístole y diástole de la Copa AméricaArgentina ganó la Copa América y todo lo contenido en el caldero de la pandemia y la recesión estalló, con la fuerza del goce colectivo incontrolable
Argentina ganó la Copa América luego de veintiocho años. La gente salió a la calle como si se tratara de un Mundial, hubo fuegos artificiales, petardos, cantos, reuniones masivas en el Obelisco y otros puntos del país. Todo lo que estaba contenido en la olla de pandemia y recesión salió estallado por los aires, a voz cuello, con la potencia del goce colectivo incontrolable.
Cuando murió Maradona -ese meteorito que nos cayó en la cabeza dos veces, una cuando nació y otra cuando se fue- también hubo un desborde popular hacia la calle.
Estos dos acontecimientos resultaron naturalmente enlazados en el imaginario colectivo. Las redes sociales se llenaron de “estampitas” del Diego, de su contacto con Messi, de su mirada celestial, de su intervención divina, del traspaso de la llama sagrada.
En la Argentina, la polarización es bastante clara y evidente. Su línea divisoria atraviesa las preferencias políticas, culturales, deportivas; cada lado tiene una estética y un ethos. De un lado, simpatizantes del gobierno nacional, del kirchnerismo, del peronismo, de la izquierda popular, la socialdemocracia, son también maradonianos, pro-vacunas, pro-cuarentena, a favor de seguir las reglas para mantener el número de contagios bajos y las terapias intensivas vacantes. Del otro lado, quienes adhieren a la ideología autodenominada “republicana”, con su catálogo de mano dura, anti-maradonianos, anti-vacunas y anti-reglas, que minimizan el impacto de la pandemia y sabotean constantemente los esfuerzos de las autoridades para inmunizar a la población. Se trata de una mezcla improbable de libertarios y anti-comunistas; de religiosos y gays conservadores; de ricos y pobres implacables con la necesidad o el erro del otro; unidos por el espanto ante lo popular.
Durante cuatro años, este grupo dominó el gobierno, la cultura y los medios de comunicación, achatando el ágora con su doctrina de pensamiento único y sus soundbites de manual. Su objetivo: el suicidio psíquico, y en lo posible físico, del oponente.
Se sabe que con esta polarización manufacturada en los laboratorios digitales resulta imposible cualquier tipo de diálogo auténtico, convencer es cosa del siglo pasado. El intercambio de ideas fue sustituido por la indignación autoevidente, ‘based’, y las tácticas de amedrentamiento grupal. El número es el argumento y la fuerza el único lenguaje.
En este contexto, la liberación popular ante hechos que impactan en la profundidad de la psique colectiva, el movimiento de los cuerpos, el ritual exorcista que sacude las cadenas, no puede ser minimizado. Estos hechos en sí mismos no son gestas, no son revoluciones, ni siquiera revueltas. Pero son hitos, rituales que despiertan la memoria de la rica historia de resistencia popular de la Argentina, de la furia malón, del aluvión zoológico, de la iconografía, de los fuegos y piquetes, de desaparecidos, de obreros, de músicos y poetas, de actrices, de futbolistas que pusieron voz y cuerpo a la cultura popular, a sus infinitos matices, a todas sus expresiones. Despertar de la Memoria de valientes como el Che, que se fue a pelear la guerra de otros porque así de inmenso era, desinteresado, pura entrega.
Tenemos como patria el recuerdo de la auto-regulación, la disciplina para guardarnos cuando hay que replegarse tácticamente, y el coraje para avanzar cuando están dadas las condiciones. Sabemos de las penas y durezas de los años de vacas flacas, sabemos de la fiesta y el disfrute durante la bonanza. Hoy resuena un anuncio de que la felicidad está al alcance de la mano; como esta copa alzada, llena, reverbera en nuestros recuerdos de otras gestas y victorias, de posibilidades concretadas, de proyectos felizmente concluidos.
La angustia de Messi para llegar a ella nos interpela en lo más profundo, y por eso su felicidad fue la prioridad de todos. La entrega de sus compañeros, la inefable eficacia táctica de su Director Técnico, la belleza del uniforme, el campo de juego tan malo que se nos hizo potrero. La carga de tanta pérdida, tanto duelo y tanta tristeza nos dio la copa más grande de la que podamos beber todos juntos, eterna.
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