5/12/2021

se robaron un pbi

20 verdades antipopulares – El sistema tributario argentino: falacias, silencios, inequidades* – Por Claudio Véliz


En virtud de una catarata interminable de expresiones falaces que circulan respecto del sistema tributario argentino, Claudio Véliz se encargó de investigar la estructura impositiva de nuestro país a partir de datos estadísticos brindados por todos los organismos internacionales que se ocupan de recoger y publicar índices comparativos. Los resultados de su investigación son tan rigurosos como contundentes.

Por Claudio Véliz**
(para La Tecl@ Eñe)

Cuántas veces hemos escuchado frases como las siguientes: “¡Basta de tantos impuestos!”; “Nuestro país posee la carga impositiva más alta del mundo”; “Los impuestos tan elevados de la Argentina ahuyentan las inversiones”; “Con nuestros impuestos, el populismo financia a los vagos”; etc., etc. Estos eslóganes, tan repetidos y amplificados han logrado constituir un “sentido común” respecto de la problemática impositiva en nuestro país que no resiste el mínimo cotejo con los datos arrojados por la totalidad de los organismos nacionales y extranjeros abocados a dicha tarea.



¿Por qué pagamos impuestos?

Una de las tareas centrales del Estado es recaudar recursos impositivos con el objeto de realizar obras, construir viviendas, escuelas y hospitales, financiar la educación y la salud, urbanizar, pagar jubilaciones, asignaciones sociales y salarios a docentes y empleados públicos, brindar servicios a la comunidad, otorgar subsidios a quienes más los necesitan o bien a determinados sectores productivos. Para ilustrar el funcionamiento de dicho mecanismo, les propongo que imaginemos una situación como la siguiente: en una ciudad cualquiera de la provincia de Buenos Aires con “aceptables” niveles de urbanización y servicios públicos: una vecina que acababa de obtener su vivienda gracias a un crédito hipotecario a tasa muy reducida otorgado por la banca pública, se despierta temprano, prende la luz, se ducha, enciende la hornalla de la cocina para calentar la pava, escucha un rato la radio, toma unos mates, revisa por la ventana que el camión recolector haya pasado a retirar los residuos que sacó la noche anterior, y luego atraviesa la puerta de su casa de la mano de su pequeña niña. Caminan por las veredas de la cuadra, cruzan la calle, se detienen ante el semáforo de la esquina y, cuando se enciende la luz roja, vuelven a cruzar para dirigirse hacia la escuela. Poco más tarde, esta buena señora utiliza el transporte público para llegar hasta el hospital donde desarrolla sus tareas de enfermería, tras haber recibido su título profesional otorgado por la Universidad Nacional de Avellaneda. Es muy probable que esta abnegada profesional haya dedicado muchísimo tiempo y esfuerzo para poder satisfacer sus necesidades mínimas (educación, cuidados sanitarios, alimentación, insumos varios, distracción, descanso, entretenimiento, etc.). Seguramente, ha debido trabajar muchísimo y resignar actividades placenteras para tener un digno pasar sin lujos ni mayores privaciones. Sin embargo, nos basta este brevísimo “cuadro de situación cotidiana” para asegurar que ninguna de aquellas acciones/prácticas hubiese sido posible sin la decisiva intervención del Estado: la red eléctrica, el agua potable, el acceso al gas natural, el sistema cloacal, las veredas, las calles asfaltadas, las señales viales, la escuela (no importa si pública o privada porque en el segundo caso, recibe un subsidio del Estado), el transporte público, el hospital provincial, la universidad pública y los saberes comunes compartidos en dicho ámbito irreemplazable, etc. A pesar de los evidentes talentos, méritos y esfuerzos individuales de esta licenciada en enfermería, es preciso reafirmar que sus logros profesionales también dependen de una suma de decisiones/políticas públicas adoptadas por ciertos gobiernos. Absolutamente nadie (sabio, genio o virtuoso) consigue acceder a bienes materiales y simbólicos si no están dadas determinadas condiciones que los promueven, favorecen y facilitan. De hecho, cuando el Estado se desentiende de dichas tareas y se niega a propiciar tales contextos situacionales, aun los más hábiles y destacados ciudadanos quedan condenados a la desprotección, la errancia y/o la marginalidad. No resulta ocioso recordar aquí que todos nuestros “nobeles” investigadores premiados por la academia sueca han egresado de la universidad pública (con todo lo que ello implica en “materia impositiva”).

Así, para que las destrezas, las voluntades, los empeños y los talentos logren conjugarse, resulta imprescindible que el Estado recaude los recursos necesarios para afrontar situaciones tan cotidianas como la que acabamos de imaginar en nuestro breve relato; más aun si tenemos en cuenta que en Argentina, el 90 % de los recursos fiscales proviene de la recaudación tributaria. Esto que acabamos de decir podría parecer una “verdad de Perogrullo”, algo tan obvio que no haría falta perder tiempo en explicarlo y que hasta aquella pequeña niña de nuestra historia podría comprender perfectamente. Sin embargo, abundan en nuestro país los que creen que basta con el esfuerzo individual para alcanzar ciertas metas, los que agitan la rebelión fiscal, los que alzan su voz para denunciar al sistema impositivo como una confiscación o quienes abogan por un Estado mínimo incapaz de brindar los bienes y servicios necesarios para una vida saludable (aunque máximo a la hora de eliminar controles y regulaciones o de consentir la fuga y la evasión).

Si, por el contrario, coincidimos en que la salud, la educación, la vivienda, la urbanización, el sistema vial y cloacal, la red de gas, el sistema eléctrico, el acceso al agua potable, el cobro de asignaciones sociales y jubilaciones, y muchísimos otros etcéteras constituyen derechos humanos elementales-vitales, lo único que queda por definir es cómo se recauda, es decir, qué sectores debieran realizar el mayor aporte. Una estructura tributaria resulta “progresiva” cuando el peso de la presión fiscal recae en los sectores de ingresos más elevados (es decir, cuando se recauda fundamentalmente a partir de impuestos “directos”); a la inversa, dicho esquema es “regresivo” cuando los sectores de menores ingresos son los que realizan el mayor esfuerzo fiscal (es decir, cuando el sistema se nutre, especialmente, de los impuestos “indirectos”).

Los Estados pueden obrar en dos direcciones opuestas. En un caso, procurando corregir/morigerar las inequidades que irremediablemente genera la “liberación” de los flujos mercantiles. Para ello, podrían decidir arancelar ciertas importaciones para proteger la producción nacional, y/o cobrar retenciones a determinadas exportaciones para abaratar los precios internos, y/o eliminar el IVA para algunos alimentos y bienes considerados esenciales al mismo tiempo que gravan la renta financiera y los bienes suntuarios. De este modo, las decisiones impositivas del gobierno responsable de dicho Estado contribuirían al equilibrio social y a una mayor equidad distributiva. Cuando ocurre el caso inverso, las autoridades estatales tienden a incrementar la brecha entre ricos y pobres; por ejemplo, bajando los aranceles a la importación de productos que se fabrican en el país o las retenciones a las exportaciones de materias primas, reduciendo las alícuotas del impuesto a los Bienes Personales o las cargas patronales, etc. Estas medidas regresivas provocarían el aumento de los precios internos, el desfinanciamiento del Estado y del sistema previsional, y el quiebre de la industria nacional (es exactamente lo que ha ocurrido durante los años 90 y también en el período 2016-2019). En definitiva, en esto último están pensando quienes reclaman una menor presión impositiva o, directamente, dejar de pagar impuestos.

El debate relativo a la recaudación fiscal y el gasto público suele orientarse hacia el “exceso” del segundo pero jamás hacia la necesidad de incrementar la primera. Los sectores dominantes (grandes evasores por excelencia) han repetido insistentemente el eslogan de que “no podemos vivir por encima de nuestras posibilidades” y, por lo tanto, califican como despilfarro las políticas de los gobiernos que deciden incrementar el gasto social (en salarios, asignaciones, jubilaciones, obra pública, educación, salud, ciencia y tecnología, etc.). Así, cuando el foco se centra en una sola de las dos patas del sistema fiscal (el gasto), se silencian las exigencias del desarrollo sanitario, educativo, social y urbano de la población, es decir, la necesidad de una mayor recaudación impositiva.


El cambista y su mujer, de Quentin Massys.



¿Quiénes pagan más impuestos en Argentina?

En el mes de febrero de 2019, el Ministerio de Producción del gobierno de Mauricio Macri encabezado por Dante Sica, lanzó un documento interno titulado: “Leyes para la transformación productiva” (1). En la séptima filmina, dicho artefacto de gestión intentaba graficar la realidad tributaria de la Argentina con el objeto de alentar reformas laborales e impositivas. A tal efecto, recurrió a una ilustración que desnuda el posicionamiento ideológico y la sensibilidad clasista, machista y racista de los Ceos. Se trata de un dibujo muy sugerente según el cual una minoría de personas rubias (muy especialmente, varones vestidos de traje y corbata), “sostienen” (bancan, financian, soportan) a una mayoría de personas ociosas (preferentemente mujeres de tez morena y pelo negro). Podríamos resumir dicha imagen del siguiente modo: un 20 % de trabajadores blancos cargan sobre sus hombros, con enorme esfuerzo, a un 80 % de negras vagas. El documento procura demostrar que un segmento equivalente al 20 % de los argentinos aporta el 99,4 % de la recaudación y, de este modo, mantiene al resto de la población a partir del pago del impuesto a las Ganancias y de los aportes al sistema previsional. Este dato es tan burdo y erróneo que “olvida” tres circunstancias insoslayables: 1) que ambas cargas tributarias afectan también a lxs trabajadorxs formales de los sectores público y privado, y no solo a lxs empresarixs (con lo cual, el porcentaje de aportantes ascendería al 70 y no al 20 %); 2) que la mayor parte de la recaudación tributaria corresponde al IVA, un impuesto absolutamente regresivo que “misteriosamente” fue excluido del informe; 3) que la informalidad no es en absoluto el resultado de la voluntad de las víctimas sino el corolario de muchos años de políticas neoliberales que incrementaron dicho índice hasta el 55 % en el año 2003, mientras se reducían las cargas patronales y los impuestos directos.

En el mismo sentido procuran operar los sectores ultraortodoxos de la economía. Cuando se exhibe, con un interesado efecto sugestivo en la población, la mera sumatoria de los impuestos y tasas que pagan los contribuyentes argentinos (algo con lo que suelen machacar instituciones como el Instituto Argentino de Análisis Fiscal) solo se procura generar confusión y promover la desobediencia fiscal. Así, en un informe del Iaraf (2) se publica un listado engañoso de 165 impuestos sin establecer distinciones entre aportantes, ni acotar su universo contributivo (ya que no todos pagan, por ejemplo, impuestos a los cigarrillos, a las bebidas alcohólicas, a los productos suntuarios o a las apuestas), ni ponderar exenciones, facilidades y/o evasiones, ni medir afectaciones diversas respecto de los ingresos, ni subrayar que el peso tributario de la mayoría de los impuestos es ínfimo ya que el 90 % de la recaudación proviene de 10 impuestos: IVA, Ganancias, Ingresos Brutos, Seguridad Social (aportes y contribuciones), Derechos de exportación, Débitos, Créditos, Combustibles, Tasas de Higiene y Seguridad. Todos son impuestos nacionales, a excepción de los Ingresos Brutos (provincial) y las Tasas de Higiene y Seguridad (municipal). Por todas estas razones, resultaría muy sencillo advertir que este listado absurdo por donde se lo mire tiene por único objetivo el reclamo persistente de los sectores que menos aportan (y los que más ganan, en proporción) de “reducir la presión tributaria” (algo que adquiriría cierta coherencia si fuera cierto que son tantos los impuestos y las tasas que pagamos) para deslegitimar y horadar la capacidad redistributiva del Estado argentino (3).






Datos vs. ficciones

La presente investigación se ha basado en datos oficiales y extraoficiales brindados por reconocidos organismos y consultoras privadas nacionales y extranjeras. Hemos ponderado las cifras publicadas por el Banco Mundial, la CEPAL, el INDEC, la AFIP, la OCDE, el BID, el CIAT, la Universidad Nacional de Avellaneda, el IPYPP, la Consultora Capgemini, etc., etc. Una vez obtenida la información requerida, nos ocupamos de comparar, cotejar y cruzar datos con el fin de brindar una información rigurosa que, incluso, nos permitió realizar estimaciones respecto de maniobras ocultas/secretas. Gracias a dichos “cruces” pudimos arribar a las conclusiones que enumeramos a continuación y que desmienten la fraseología falaz y berreta que ha ido constituyendo cierto “sentido común” en virtud de la sistemática repetición:

El principal problema de la economía mundial es la fuerte concentración del ingreso producto de una estructura fiscal regresiva abiertamente favorable a los más ricos. En el informe de OXFAM de julio 2020 (4), se señala que en los primeros cuatro meses de pandemia, los super-millonarios de América Latina incrementaron su riqueza en 48,2 billones de dólares (un 17 %). Esto equivale a un 38 % del total de los paquetes de estímulo que el conjunto de los gobiernos ha dispuesto. Según la Red Latinoamericana por Justicia Económica y Social (Latindadd) (5) nuestra región es la más inequitativa del mundo: el 10 % más rico concentra el 72 % de la riqueza mientras que el 1 % de quienes se hallan en el vértice de la pirámide se queda con el 41 %. El nivel de informalidad laboral alcanza al 54 % de los trabajadores. En Argentina, quienes se hallan en la cúspide de los grandes afortunados son: Rocca, Pagani, Macri, Galperin, Magnetto, Blaquier, Pescarmona, Madanes, Roemmers, Braun, Bagó, Eurnekian, Bulgheroni, Pérez Companc, Werthein, Constantini, por nombrar solo a los más activos en la defensa de sus intereses.

Los impuestos no constituyen una traba al crecimiento económico. La reducción impositiva decidida por los gobiernos neoliberales de Reagan y Thatcher, en los 80, tuvo como resultado un decrecimiento de la economía. En las antípodas, durante los 12 años de gobiernos kirchneristas en Argentina se produjo un crecimiento económico muy marcado (con índices que llegaron a alcanzar el 11 % anual y con solo dos años sin guarismos positivos). En tanto, con una presión impositiva algo menor, los cuatro años de gobierno macrista significaron una caída económica de 4 puntos, y una acelerada reducción de la demanda efectiva en virtud de la pérdida del poder adquisitivo de salarios, jubilaciones y asignaciones.

Según la Tax Justice Network (TJN) (6), los países dejan de recaudar unos 427 mil millones de dólares anuales debido a la evasión y elusión fiscal de multinacionales y grandes fortunas. Los países de bajos ingresos pierden el equivalente a la mitad de todo su presupuesto sanitario, mientras que los países más desarrollados, solo pierden el 8,4 % de dicho presupuesto. Pero además, existen pérdidas indirectas por parte de los Estados que apelan a la rebaja impositiva con la excusa de alentar las inversiones. Estas pérdidas son cinco veces más elevadas que las directas (evasión, elusión), y en algunos países en desarrollo, hasta 15 veces mayores. De este modo, la pérdida de los Estados supera el billón de dólares anuales. Hacia el año 2017, Argentina figuraba entre los 5 países del mundo con mayor pérdida de ingresos fiscales a manos de las multinacionales. En 2020, la ONU creó el Panel Facti (Responsabilidad, Transparencia e Integridad Financiera) cuyo informe de febrero de 2021 (7) asegura que alrededor del 10 % del PBI mundial está escondido en guaridas fiscales. En virtud de esta fuga, los países pierden entre 500 mil y 600 mil millones de dólares por año. Por otra parte, el informe calcula que un 2,7 % del PBI global corresponde a lavado de dinero proveniente del crimen organizado.

La reducción de la tasa impositiva no coincide con una mayor inversión. El caso argentino quizá constituya el mejor ejemplo en este sentido: la rebaja en las alícuotas a los impuestos directos durante el gobierno de Mauricio Macri, no se tradujo ni en una mayor inversión local ni en la llegada de inversiones extranjeras. Muy por el contrario, se compadeció con una merma significativa de la recaudación fiscal y con una fuga record de capitales. Según la totalidad de las fuentes consultadas, la reducción de los impuestos a los ricos lo único que logra es que estos últimos puedan negociar con mayor poder a la hora de incrementar sus compensaciones a expensas de los sectores de menores ingresos. Las reformas fiscales a favor de las grandes fortunas no conducen a un mayor crecimiento económico, no contribuyen a crear empleos ni producen modificación alguna en el PBI per cápita.

Según un informe del Instituto Pensamiento y Políticas Públicas (IPYPP) (8), publicado en el mes de abril de 2020, en términos relativos (en virtud de una comparación con otros países del mundo y de la región), la presión tributaria en Argentina no es alta. En cuanto a la proporción que representa la recaudación impositiva respecto del PBI, Argentina (11 %) se ubica por debajo del promedio mundial (15, 1 %) y también de Brasil (12,7 %), Chile (17,4 %) y Uruguay (19,7 %). La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que utiliza otra variable para la medición (PFE) ubica a la Argentina en el puesto 41 (28,8 %). Los países con mayor carga fiscal son Francia (45,9 %), Dinamarca (44,4), Bélgica (44), Suiza (43,9) y Finlandia (42,4). Entre los 40 países que superan a nuestro país se hallan Italia, Alemania, España, Canadá, Portugal, Japón, Israel, Noruega, Brasil y Uruguay. Por otra parte, el promedio de los 37 países integrantes de la OCDE (conocido como “club de los países ricos”) asciende a 33,9 % para el año 2018 (9)

Según datos del Banco Mundial (del año 2017) recopilados por el IPYPP, en Argentina solo el 12,9 % de la recaudación proviene de impuestos directos (progresivos) sobre rentas, ganancias y utilidades. Esta cifra es insignificante si se la compara con otros países de la región como Brasil (22,6), Chile (36,6) o Uruguay (19,3 %), pero muchísimo más ridícula (al menos en lo que respecta a la regresividad) si la comparamos con la de países como Italia (31,1), Dinamarca (34,9), EEUU (49,6) o Australia (64,1), naciones que esos mismos sectores favorecidos por la regresividad ponen, paradójicamente, como ejemplos a seguir. Concluimos entonces que en nuestro país, los sectores de más altos recursos (es decir, los que no cesan de quejarse por la elevada carga fiscal) aportan un porcentaje ínfimo respecto de la totalidad de la recaudación impositiva. De este modo, queda desmentida por completo la interesada falacia macrista de los pocos rubios sosteniendo a las muchas morochas. El sistema funciona exactamente al revés.

Gracias a las investigaciones de la ONG británica TJN basadas en información publicada por la OCDE, pudo conocerse que nuestro país deja de recaudar el equivalente a 37 mil millones de dólares anuales como consecuencia de las maniobras de elusión y evasión impositiva de las multinacionales. La información brindada por la OCDE nos permitió calcular que aun sin contabilizar al sector financiero, los sectores de más altos ingresos del país fugaron una cifra equivalente al PBI (y, por consiguiente, podríamos afirmar, con pruebas contundentes, que ellos sí “se robaron un PBI”). Las empresas agroexportadoras y las mineras están a la cabeza de la evasión y el contrabando en virtud de maniobras de subfacturación de exportaciones, puertos privados, explotación privada de la “hidrovía”, triangulación, retención de la cosecha, contrabando, fuga de divisas, evasión impositiva, utilización de mano de obra semiesclava o tráfico ilegal de granos. Esta última es la ruta predilecta del narcotráfico que utiliza estos “puertos seguros” y sin controles que han ido conquistando los contrabandistas granarios (10). De este modo, los sectores que menos aportan “legalmente” en virtud de sus ingresos (los que se ubican en el vértice de la pirámide social, “los rubios” según la mirada del macrismo), no conformes con la modalidad regresiva de nuestro sistema impositivo, nunca han cesado de ensayar una diversidad de maniobras tendientes a eludir sus obligaciones impositivas: fugan sus ganancias hacia guaridas fiscales, triangulan exportaciones para eludir retenciones, no realizan los correspondientes aportes patronales, ocultan su patrimonio para no pagar Bienes Personales, etc. Todo ello les permite multiplicar sus fortunas de un modo exponencial contribuyendo a una concentración de la riqueza sin precedentes y a la consecuente ampliación de la brecha entre ricos y pobres (aunque los cálculos que se utilizan para medir esta distancia solo contemplan los ingresos registrados y/o declarados). Estos distinguidos señores (que ahora se niegan a pagar el aporte extraordinario a las grandes fortunas) son los mismos que han acaparado los 44 mil millones de dólares girados por el FMI tras un acuerdo espurio con el gobierno de Macri. ¿Acaso resultaría muy desacertado concluir que ellos también “se robaron un FMI”?

Referencias bibliográficas:


(2) Vademecum tributario argentino. Informe económico, Instituto argentino de análisis fiscal, 10 de mayo 2020. https://drive.google.com/file/d/15xu3r0gi6EjJBsLHv9clhSVnkh43po2l/view

(3) Ver Rodríguez, M. (2020): “La importancia de los impuestos”, Suplemento Cash de Página/12, 20 de diciembre de 2020, pág. 4.

(4) https://oxfamilibrary.openrepository.com/bitstream/handle/10546/621033/bp-quien-paga-la-cuenta-covid-19-270720-es.pdf






(10) R. Alzueta, E. (2021): “Tráfico ilegal de granos y narcotráfico”, El Cohete a la luna, febrero 2021. https://www.elcohetealaluna.com/trafico-ilegal-de-granos-y-narcotrafico/


* Este texto es un extracto de un trabajo más extenso y de mayor alcance sobre el sistema tributario argentino aún inédito.

** Sociólogo, docente / claudioveliz65@gmail.com

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya que el IVA no aporta nada bien podríamos Eliminarlo...
Un país bancado por el consumo de los negros vagos. Una cosa de locos

La negrada banca el Estado con el IVA y el Estado banca las grandes empresas, escuelas privadas, subsidios a countries... Y la negrada hace fila 8hs en un hospital para que le digan que están de paro porque no le pagan al personal de salud.

Anónimo dijo...

También se paga la UBA con impuestos que tributa hasta el más croto del país y el 99.8% de sus alumnos son de clase media para arriba